Por E. CARRASCAL
Catedrático de Histología
Galileo le mostró los satélites de Júpiter al gran duque Cosme II de Medicis, con tan sólo veinte años, este le ofreció un sueldo mayor que el que le daban en Venecia. Se habló de un sueldo asombroso para la época: mil coronas anuales. El 10de julio de 1610 Galileo es nombrado filósofo y matemático del gran duque de Cosme II de Médicis. En septiembre de ese año se asienta en Florencia y abandonó sin más a su fiel compañera, la veneciana Marina Gamba.
Los descubrimientos astronómicos de Galileo demostraban el sistema copernicano, lo que presagiaba serios problemas con la Iglesia.
La opinión pública en este momento, el más creativo de su vida, le considera casi una especie de héroe. Galileo está particularmente contento por suscitar el interés del pueblo, y por esta razón, escribe en lenguaje vulgar sus obras mayores, con escándalo de los pedantes. Aparecen los primeros enemigos pero también tiene partidarios ilustres como el padre Clavio, Kepler y Sarpi. Estos han sido los años de la investigación.
A partir de 1611 le atraen el poder y la popularidad alimentados por la soberbia, ése será su plano político-cultural, que le comprometerá sin términos medios en el futuro.
Conjugar el copernicanismo y el dogma es para él un obligado paso entre la tradición y el futuro. “Quienes se opongan citando las Escrituras, sin capacidad para leer otra cosa que la letra impresa, envilecen a la propia Escritura. Es ésta una idea que desarrollará Galileo cuatro años más tarde.
En 1611 viajó a Roma, una parte de la Iglesia defendió a Galileo, pero otra le atacó. Él se defendió escribiendo artículos en los que tomaba partido por las teorías heliocéntricas de Copérnico, y atacaba sarcásticamente a sus detractores. Galileo tenía una gran habilidad para ridiculizar a sus adversarios especialmente a los jesuitas que habían adoptado oficialmente el sistema Ptolemaico.
El príncipe Federico Cesi, joven, pero ya una autoridad en los ambientes científicos, lo introduce en la Academia de los Linceos, fundada por él. De aquí en adelante firmará, en sus escritos más comprometidos, como Galileo Galilei Linceo.
El cardenal jesuita Belarmino tiene gran amistad con el rey de Polonia Segismundo III. En 1612 Galileo presenta su “occhiolino” a Segismundo III, Galileo quiere granjearse las simpatías de los amigos de Belarmino, a quien Galileo, el año1614, ofrecería una observación microscópica sobre las moscas, que aparecían “enteramente cubiertas de pelo” y dotadas de “uñas muy afiladas, con las que se sostienen y caminan sobre el cristal, incluso en posición vertical, colocando la punta de la uña en los agujeros de él”.
Pero los dominicos, el ala conservadora del clero, suspicaz ante toda novedad, olfatean posibles desviaciones dogmáticas. En 1621, muere Cosme II de Médicis, su protector. El dominico Caccini desencadena su ataque. La circunstancia no es propicia para divulgar el nuevo programa copernicano de Galileo.
El 29 de septiembre de 1923 toma posesión del papado el cardenal Maffeo Barberini como Urbano VIII. Galileo era amigo de Maffeo Barberini y había ayudado a su sobrino Francesco Barberini a obtener su doctorado en la universidad de Pisa. En abril de 1624, Roma acoge con fiestas a Galileo. El Papa le recibe particularmente y le concede una pensión para su familia. Pero se elude todo intento de revocar el interdicto del Santo Oficio (emitido en1616) sobre el copernicanismo. Maffeo Barberini al ser nombrado Papa, no ha perdido el afecto por su amigo Galileo.
En 1624 Galileo presenta su occhiolino al Príncipe Federico Cesi “un anteojito para ver cercanas las cosas diminutas”, según el cual la pulga es “horribilísima” y el mosquito y la oruga “bellísimos”. El director de la Accademia dei Lince el 23 de septiembre de 1624 escribe: “este aparatito sirve para contemplar infinitamente la grandeza de la naturaleza, y cuán sutilmente trabaja ésta, y con cuánta inefable diligencia”. El presidente de los «Linces» y sus colegas –proclives a la promoción del uso del instrumento- no dejaron indudablemente inactivo el anteojo donado por Galileo. A Francesco Stelluti (1577-1652) debemos la observación microscópica de la abeja. En 1625 aparecieron el “Apiarium de Cesi” y la espléndida “Melissographia Linceada”, que constituye el inicio de la iconografía microscópica, el aumento óptico pone en evidencia los pelos en todo el cuerpo de la abeja, la compleja estructurade sus patas, intensamente peludas a su vez, la estructura finamente reticular de los globos oculares, debida a un menudísimo y regular afacetamiento. Patas y ojos se representan también en figuras detalladas: y asimismo la diminuta y sorprendentemente compleja estructura del aparato oral. Describiendo, no sin admirado entusiasmo, las estructuras de la abeja puestas de manifiesto por el microscopio, el Apiarium denuncia la infructuosa búsqueda del oído en un animal, como la abeja, que está dotado manifiestamente del sentido de la audición: “ni siquiera con el microscopio encontramos los meatos o los pabellones que suelen hacer de vestíbulo receptor”. Pero precisamente el empleo del microscopio lleva a considerar que la naturaleza elabora corpúsculos de pequeñez notablemente superior a las posibilidades perceptivas de nuestros sentidos. Si disciernes con el microscopio muchas estructuras sutiles, debes concluir que existen otras aún más diminutas, tales que escapan y eluden toda la agudeza de los instrumentos por nosotros construidos”. En 1625, otro miembro de la Academia de los Linces, Giovanni Faber de Bamberg, médico romano al servicio del Papa Urbano VIII, acuña la palabra microscopio por analogía con telescopio, desplazando en adelante la denominación de “occhiole” “occhiolino” o “perspicillum” de Galileo.
Al margen de este derrotero tomado por los “Lincei” para Galileo ha llegado el momento de escribir la obra que tiene en la mente desde hace años: el “Diálogo”.
Consistiría en un diálogo entre tres personajes, el primero se llamaría Sagredo y representaría a un hombre educado e inteligente, el segundo se llamaría Salviati y representaría a un científico inteligente con enormes ganas de especulaciones y discusiones científicas. Por último, estaría Simplicio, un defensor de la antigua ciencia y un contrincante de Salviati con argumentos simples y necios.
El 13 de febrero de 1632, se imprime en Florencia, por la imprenta de los Tres Peces, el “Diálogo sobre los dos sistemas más comunes del mundo, ptolomeico y copernicano”, y el mismo año, aunque publicado con autorización, el “Diálogo” es prohibido súbitamente. Urbano VIII (Maffeo Barberini) ve que a través de la figura del simple Simplicio, Galileo ha intentado burlarse de él, lo que dolió mucho al Papa, que se consideraba amigo de Galileo. En consecuencia, dejará que se proceda contra Galileo, siendo este citado a declarar ante la inquisición en Roma.
Fernando de Médicis se hace cargo de los gastos y le proporciona una silla de manos gran ducal. El 13 de febrero de1633, tras un viaje de veinticinco días, llega Galileo a Roma. Será huésped del embajador Niccolini. El embajador y su esposa le dispensan su consideración y su amistad. Galileo es un invitado de calidad.
El 12 de abril de 1633 Galileo se presenta ante el Santo Oficio. No se imagina que permanecerá allí todo el mes. Galileo espera el segundo interrogatorio en la sede del Santo Oficio; pero no en una celda, sino en la confortable habitación del fiscal. En el aula, el 30 de abril, declara que el “Diálogo” contiene, en efecto, páginas copernicanas, pero que ello estaba bien lejos de su intención.
Tras la confesión, se concede a Galileo que regrese a casa de Niccolini para que esté allí en vez de en la habitación del fiscal. Se sabe, sin embargo, que ya recibe visitas y que se deja ver, en carroza semiabierta, en el jardín.
Una semana después, Galileo deja para siempre Roma. Marcha a Siena. La pena de cárcel ha sido ya conmutada por la de confinamiento. El arzobispo Ascanio Piccolomini le acoge en su palacio y se esfuerza por levantar la moral de su huésped. Invita a personalidades y organiza reuniones que pronto se convierten en debates científicos.
Galileo quería ir a Arcetri donde, en1631, había alquilado una villa, adyacente al convento de San Mateo, donde viven sus hijas. El Santo oficio le permite ir a Arcetri, pero bajo vigilancia y sin recibir visitas.
Sor María Celeste, la hija de Galileo, una mujer de treinta años, que vive desde pequeña en un convento, sólo ha pensado en servirle de consuelo: “cuando vuestra señoría estaba en Roma, me decía yo para mis adentros: si obtengo la graciade que él salga de Roma y venga a Siena, me basta; podrá casi decirse que está en su casa. Y ahora no es que esté contenta; es que estoy como loca de verle aquí, cerca de mí”. Sor Celeste se ocupa de sus trajes, le hace dulces, coge para él las primeras flores de marzo.
Más tarde, Galileo enferma de artritis que ya no dejará de atormentarle. Sor Celeste, muere el 2 de abril de 1634, creándole un vacío que no se llena, pero a pesar de ello, Galileo entre 1634 y1637, reanuda la investigación científica, la ciencia, que había abandonado ya dos veces, vuelve a ser una razón de su vida.
En la primavera de1636, sufrió una infección en el ojo derecho y poco a poco fue perdiendo visión. El filósofo inglés Hobbes fue a visitarlo llevándole la buena noticiade la publicación en inglés de su Diálogo. También fue visitado por el poeta inglés John Milton. Desde luego, la vigilancia de la casa de un anciano ciego no era muy estrecha y con un poco de discreción Galileo pudo recibir siempre a visitas y a amigos. Hacia fines de 1637 consigue terminar su última obra.
En enero de 1639, la inquisición permitió, debido a su estado de salud, que un joven llamado Vincenzo Vivíani viviese con Galileo y el 16 de abril escribía José de Calasanz, gran amigo de Galileo, al rector de las Escuelas Pías de Florencia: “Y si acaso pide el señor Galileo que el P. Clemente se quede con él alguna noche, permítaselo y Dios quiera que él sepa sacar mucho fruto”.
Cuenta su asistente Vincenzo Vivianien 1642: “…. le asaltó una fiebre que le fue consumiendo lentamente y una fuerte palpitación, con lo que a lo largo de dos meses le fue extenuando cada vez más, y por fin el miércoles 8 de enero de1642 por la noche, hacia las cuatro de la mañana, Galileo murió, acompañado por su hijo Vincenzo, su nuera, Viviani, un párroco y dos representantes del Santo Oficio”.
Sus restos son transportados por voluntad de Leopoldo de Médicis a la Santa Croce. El monumento proyectado por el Médici será erigido en Santa Croce en 1737, por disposición testamentaria de Vivíani. En 1757, el Santo Oficio retira del Índice las obras que tratan del movimiento de la tierra.
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