Por José Almeida (*)
Doctor en Medicina y Cirugía y licenciado en Bellas Artes
En España, el punto de partida de la arquitectura de hierro se debe a Alberto de Palacio, distinguido ingeniero y arquitecto bilbaíno, autor del Puente Colgante de Portugalete y de la estación de Atocha de Madrid, que siguió las pautas de Gustave Eiffel.
Curiosamente, el primer puente de hierro que se construyó en Salamanca para el paso del ferrocarril sobre el río Tormes se llevó a cabo en el término de Tejares, en terrenos próximos a la ermita de la Virgen de la Salud, de la que tomó el nombre de Puente de la Salud. La autoría ha sido atribuida por unos al mismo Eiffel, o a alguno de sus discípulos, por otros. Lamentablemente, este puente fue desmontado en los años cincuenta, sin que se levantara ninguna voz de denuncia. En las décadas de los 30-40, fue tristemente famoso por ser el lugar elegido por los suicidas para lanzarse al vacío. Quizá esta fuese la razón por la que los ciudadanos y los medios de comunicación no protestasen por tan lamentable desguace. Hoy solo nos queda otro puente de hierro, también del ferrocarril, sin uso, al suprimirse la línea férrea de la Ruta de la Plata-Astorga-Extremadura: el Puente del Pradillo, de escaso mérito, pero destacable por su longitud; uno de los más largos, en su época, de España.
En Salamanca, hasta casi finalizado el siglo XIX solo existía el Puente Romano para el tránsito vial sobre el Tormes, por lo que, ante su insuficiencia, se pensó en ampliar su anchura con dos arcenes de vigas de hierro. Este proyecto municipal, que abortó el concejal Enrique Estevan, hubiese constituido un verdadero atentado contra el monumento romano. Don Enrique consiguió, además, que el Estado se hiciese cargo de la construcción del “puente nuevo” por lo que, en justo reconocimiento, lleva el nombre del edil municipal.
Hasta casi finalizado el siglo XIX, solo existía el Puente Romano para el tránsito vial sobre el río Tormes
El proyecto del Puente Enrique Estevan se debe al ingeniero Saturnino Zufiaurre, iniciándose las obras en 1902 y concluyéndolas en 1913. Recientemente, para conmemorar el primer centenario de su construcción, se ha procedido a reparar las secuelas del paso del tiempo y a “un lavado de cara” para que luzca espléndido. El puente, a pesar de las enconadas disensiones que provocó su proyecto, no supuso ningún impacto visual para las catedrales, como entonces se denunciaba, ya que se respetó la vista panorámica desde la antigua carretera de Madrid, donde los jóvenes en los años cuarenta y cincuenta paseábamos hasta La Serna, aproximadamente hasta donde hoy se encuentra el Centro Comercial El Tormes. Paseos que se realizaban en verano a la caída del sol, sustituyendo a las tradicionales vueltas a “la noria” de la Plaza Mayor.
Está formado por seis arcos escarzanos gigantes, de más de treinta metros de longitud y nueve metros el punto más alto del arco sobre el lecho del río, que van apoyados sobre pilas de sillares de granito y en sus correspondientes estribos en los extremos. Las caras visibles de los arcos están decoradas con arquillos de herradura y filigrana de inspiración mudéjar, al igual que las barandillas;todo ello realizado por la empresa de la Fundición Moneo.
Un hecho curioso, que ya he señalado en el capítulo dedicado a la arquitectura romana, es que hubo una época en la que el tráfico de camiones de maquinaria pesada se derivaba por el Puente Viejo, ante el temor de que no lo soportase el nuevo puente.
Su autor, el arquitecto Joaquín de Vargas, nació en Jerez de la Frontera en 1857, y tras realizar sus estudios en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid obtuvo el título a los 28 años. Ejerció la docencia durante algún tiempo en aquella Escuela, a la vez que se licenció en Ciencias Exactas. En 1890, vino a Salamanca con 33 años como arquitecto de la Diputación Provincial, cargo que iba parejo al de arquitecto diocesano. Más tarde fue nombrado, además, arquitecto de las Diócesis de Ciudad Rodrigo y de Zamora, permaneciendo en nuestra ciudad hasta 1932, el año de su jubilación.
En esos 42 años de intensa actividad profesional, desarrolló una gran labor como autor y restaurador de numerosos edificios. Poseedor de una amplia formación cultural, fue un enamorado de Salamanca y de su historia, dejando para la posteridad su talento como dibujante y escritor. El Centro de Estudios Salmantinos ha publicado el libro ‘Dibujos Salmantinos’ (1974), que constituye una recopilación importante de sus dibujos, de los que son depositarios sus herederos, con una interpretación personal de los monumentos desaparecidos en el transcurso de los siglos XIX y principios del XX. Se trata de una obra clave para hacerse una idea de lo que fue nuestra ciudad antes de la Guerra de la Independencia.
Vargas vivió en una vieja casona de la calle del Arco, ya desaparecida, tras llevarse a cabo el proyecto de urbanización del antiguo Barrio del Conejal, llamado así porque las casuchas parecían ‘conejeras’, según unos; aunque otros lo atribuyen a que, efectivamente, había muchos conejos. En la fachada del edificio moderno se conserva un gran escudo de la mansión de origen, de Valdés Montero, que ha sido colocado a nivel de la planta baja, solo protegido por una jardinera, con el consiguiente peligro de deterioro o de hechos vandálicos. Don Joaquín fue miembro correspondiente de la Reales Academias de San Fernando y de Ciencias Exactas.
La luz natural del interior proviene del lucernario del techo y de numerosos arcos acristalados
El Mercado de Abastos, al que ahora hago referencia, se halla ubicado en lo que fue la Plaza de la Verdura, al costado este de la Plaza Mayor. Las obras duraron cerca de once años, con paradas intermitentes, debido a la falta de medios económicos y a las dificultades que tuvo que solventar el Ayuntamiento para la expropiación y demolición de una edificación porticada de venta de pan y del palacio gótico de los Flores, como lo acredita una foto antigua de Venancio Gombau. Fue inaugurado en las Ferias de septiembre de 1909, y la contrata de la ferrería, en contra de lo que algunos aseveran, no recayó en la empresa metalúrgica de Moneo (ya desaparecida y situada entonces frente a la Hospedería de Fonseca), sino en la Sociedad Española de Construcciones Metálicas de Madrid.
En su construcción se emplearon materiales muy diversos, aparte del hierro forjado, con granito en el sótano y el zócalo, ladrillo cara vista y cristal, en un alarde estético para resaltar la policromía y el movimiento de volúmenes, con un ligero retranqueo de las esquinas y las cuatro entradas.
Su interior se caracteriza por una luz natural que proviene del lucernario del techo y de los numerosos arcos acristalados, y el problema de la ventilación se resolvió con unas persianas fijas de hierro. En mi opinión, es un bello ejemplo de las edificaciones de este tipo de establecimientos. Recientemente ha sido rehabilitado en su organización interior para actualizarlo a la normativa vigente de los mercados de abastos y, muy recientemente, se han decorado las vidrieras con motivos modernistas.
Existe otra muestra en Salamanca de este tipo de arquitectura: la plaza de toros La Glorieta, proyectada por Joaquín de Vargas también, que fue inaugurada el 11 de septiembre de 1893. Con anterioridad a esta ubicación, y tras el derribo de la plaza de toros de las Adoratrices, en el antiguo jardín del Palacio de Monterrey, estuvo situada en la plaza de Mínimos, en lo que hoy es la plaza de Gabriel y Galán, que al decir de los cronistas era muy parecido al coso taurino de Ronda. Así pues, el coso de la Glorieta es la tercera plaza de toros fija de Salamanca. En aquel mismo lugar se encuentra hoy un palacete, actualmente biblioteca municipal y antigua Casa de Socorro, a la que hago referencia más adelante por su valor intrínseco. Precisamente en esa edificación se reutilizaron los materiales del derruido monumento taurino.
(*) El Prof. José Almeida Corrales nos dejó el 3 de enero de 2019. Tal y como él deseaba, ‘Salamanca Médica’ continuará publicando los artículos y los dibujos que dejó preparados como sentido homenaje a este gran médico y artista que, con sus colaboraciones, enriqueció esta revista desde sus inicios
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