Salamanca románica (II)

Por José ALMEIDA CORRALES
De la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas

Santo Tomás Cantuariense

En esta ocasión voy a tratar de reflejar algunas impresiones plásticas y literarias de esta iglesia románica consagrada a santo Tomás Becket, arzobispo de Canterbury, que fue asesinado en su catedral por súbditos del rey Enrique II de Inglaterra en 1170.

Defensor de la Iglesia de Roma frente a los intereses del Estado, rechazó la Constitución de Clarendon que subordinaba la justicia eclesiástica a la real. Acusado de alta traición, tuvo que huir a Francia, siendo restituido a su sede en 1169y asesinado al año siguiente.

Recientemente, en relación con este hecho luctuoso, se ha descubierto a finales de los años 70 del S. XX, un fresco muy deteriorado en las ruinas de la iglesia de San Nicolás de Soria, donde se escenifica la muerte del santo. La explicación de la representación de esta escena, clave en la historia de Inglaterra y en un lugar tan alejado de su origen, estriba en que la pintura fue encargada por la princesa Leonor, hija del rey Enrique II, que a la sazón estaba casada con Alfonso VIII, rey de Castilla.

Es ya interesante el hecho de que tan solo a los dos años de la muerte de Tomás Becket fuese canonizado, sin duda por causa de martirio, y de que a los tres años de subir a los altares, esto es, en1175, se fundase el templo por los hermanos Ricardo y Rondulfo, compatriotas del santo; este último canónigo y capellán de la catedral y asimismo docente del Estudio salmantino. Es, me consta, la primera iglesia en el mundo erigida en honor de este santo, primado de Inglaterra.

Hasta la reforma luterana del S. XVI Santo Tomás gozó de gran devoción, no sólo en Gran Bretaña sino en el resto de Europa, lo que dio origen a un camino de peregrinación comparable en interés con la ruta Jacobea, hasta que con el cisma anglicano Enrique VIII mandó destruir todas sus reliquias y la mayor parte de sus imágenes.

Aquella romería religiosa y cultural inspiró a Geoffrey Chaucer Los cuentos de Canterbury, que fueron escritos en el S.XIV y constituyen la primera obra escrita en inglés, con la misma estructura narrativa de otras obras de la época, como el Libro del Buen Amor del Arcipreste de Hita o el Decamerón de Boccaccio. Passolinilos llevó al cine en 1972 en una gran película que le valió el Oso de Oro del festival internacional de Berlín.

Esta iglesia románica, a la que nos estamos refiriendo, está situada en el sector oriental de la Salamanca medieval, en el antiguo territorio de los portogaleses, muy cerca de la muralla, y de la puerta a la que dio su nombre, que conocemos por un dibujo del arquitecto Joaquín de Vargas, autor del libro Dibujos salmantinos y contemporáneo de Villar y Macias; este último autor de una Historia de Salamanca, esencial para conocer la historia de nuestra ciudad hasta mediados del S.XIX.

Ubicada actualmente en la confluencia de las calles Marquesa de Almarza y del Rosario, se la puede contemplar majestuosa en escorzo, con su cabecera triabsidial en primer plano, desde el paseo de Canalejas. Su planta es de cruz latina, con tres ábsides escalonados, que van precedidos de tramos presbiteriales rectos de bóvedas de cañón apuntado, lo que ha sugerido a algunos estudiosos del arte que fue proyectada para tres naves.

El crucero es muy acusado, con cimborrio de bóveda cupuliforme de cuatro arcos cruzados, como en las naves laterales de la Catedral de Ciudad Rodrigo, que rompen, sin duda, el estatismo del estilo románico y constituyen un importante cambio en la estética, ya protogótica. Se continúa por una sola nave de techumbre de madera, por lo que se piensa que podría estar en relación con la limitación de recursos. Mi opinión es contraria a esta hipótesis, ya que hay más iglesias con esta misma tipología, en la que se prima el desarrollo de la cabecera, como Santa Eufemia de Cozollos y San Salvador de Cantamuda en Palencia y. fuera de nuestra Comunidad, la basílica de Santa María de Estibaliz, una de las joyas del románico alavés, por poner algunos ejemplos.

En su interior pueden contemplarse restos de pinturas al fresco en la pared derecha del ábside principal, que representan al santo titular sentado, vestido de pontifical y en actitud de bendecir. Estos restos, junto con las pinturas de la capilla de San Martín o “capilla del aceite” de la Catedral, las de San Marcos y las del convento de Las Claras constituyen el principal arte mural medieval de Salamanca.

Esta parroquia, como otras muchas de la ciudad, sufrió transformaciones barrocas; en este caso se sustituyó la techumbre de su nave por una falsa bóveda de ladrillo adornada de yesería, que afortunadamente se retiró en la restauración de 1990.

En el exterior llaman la atención la belleza de los ábsides, que recuerdan a los de la Catedral Vieja, sobre todo en loque se refiere a las ventanas abocinadas, algunas de ellas ciegas; pero sobre todo, lo que causa más extrañeza, lo encontramos en dos falsas ventanas, donde figura un motivo arcaico. Se trata de arcos demedio punto sobre columnas con capiteles vegetales enmarcando un disco de radios curvos, que evoca las estelas romano-bárbaras de la provincia.

Las cornisas descansan sobre modillones de temática figurativa y la portada septentrional, que da al antiguo atrio o corral de la iglesia, muy interesante, está cubierta por un tejaroz y consta de tres arquivoltas doveladas de arcos apuntados. Desde ese lugar se puede observarla torre del S. XVI, que sirve de paso a la nave del templo por la puerta de poniente, como en San Juan de Barbalos, a la que hacemos referencia más adelante.

El interior de la iglesia resulta desangelado: hay una sepultura del S. XVI de D. Diego de Velas, obispo de Ávila y fundador del desaparecido colegio menor de Santo Tomás, con estatua yacente de piedra. La decoración escultórica es muy profusa en capiteles e impostas de las columnas, aunque en algunos de ellos se nota excesivamente la restauración. Es posible que en varios de ellos esté la mano de alguno de los canteros que trabajaron en la Catedral, por la primicia de su ejecución, en claro contraste con las cabezas toscas de las ménsulas que soportan los arcos diagonales de la bóveda central, que serían obra de otros autores menos avezados en la talla de la piedra de Villamayor.

San Juan de Barbalos

Esta parroquia fue fundada hacia mediados del S. XII por los caballeros de la Orden hospitalaria de San Juan de Jerusalén en el territorio de los castellanos, que tenían su encomienda en Barbalos, un pequeño poblado cercano a Tamames; de ahí que popularmente sea conocida por este topónimo y está dedicada a San Juan Bautista. Se halla situada en la plaza a la que da nombre, muy cerca de la popular plaza de la Fuente o del caño Mamarón.

Su fábrica constituye la muestra más simple del románico. Consta de una cabecera absidial y de una sola nave, con techumbre de madera como corresponde a la austeridad de la orden hospitalaria.

Tenía una torre a los pies de la iglesia, reforzada por unos contrafuertes, que fue desmochada en el S. XIX, añadiéndole una modesta espadaña. Lo más destacable del exterior es, sin duda, su ábside de tres paños, separados por cuatro semicolumnas que delimitan tres ventanas abocinadas de arco de medio punto con modestos capiteles, que proporcionan una tenue luz al templo.

Durante la época barroca, cómo no, sufrió importantes modificaciones; se sustituyeron dos ventanas románicas del muro meridional por tres tragaluces y, sobre todo, se abovedó el templo, ocultando la techumbre que, afortunadamente en época reciente, se ha retirado para darle su primitiva imagen. El muro septentrional apenas ha sido modificado, conservando todo su valor original.

En su interior y a los pies de la nave, sobre la puerta de entrada, podemos apreciar una imagen gigante de Cristo crucificado, de finales del S. XII, que aparece hierático y está envuelto por una leyenda popular, según la cual apareció enterrado bajo una zarza que no conseguían retirar durante la construcción de la iglesia y por eso recibe el nombre de “Cristo de la Zarza”. Es del tipo del Cristo de Cabrera y del Cristo de los carboneros de la iglesia de San Cristóbal.

Y, realmente, este templo no merece más interés, salvo algunos canecillos muy variados: cabezas humanas, configuras expresivas, del tipo de proa algunas, tocadores de instrumentos y otras escenas cotidianas de la vida seglar. Es tradición que en esta iglesia predicó el teólogo dominico San Vicente Ferrer, que tanto interés despertaba por sus dramáticas predicaciones.

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