Salamanca plateresca V

Por José Almeida Corrales

Doctor en Medicina y Cirugía y licenciado en Bellas Artes

Convento del Corpus Christi

Este convento está situado en la ronda del mismo nombre, que discurría paralela a la cerca medieval, muy cerca de la iglesia románica de San Marcos. Fue fundado a mediados del siglo XVI para religiosas franciscanas de la Orden de Santa Clara por el tesorero de Carlos V, don Cristóbal Suárez de Acevedo, y su esposa, doña Juana de Solís. De aquella fundación solo persiste la iglesia, muy modificada por la reforma de 1977.

No obstante, la fachada puede decirse que se mantiene intacta. Se vincula su traza a la de la casa de Solís de la plaza de San Benito, aunque de estilo más evolucionado, por lo que se atribuye al mismo autor, probablemente, fray Martín de Santiago, y sigue el esquema salmantino de pilastras suspendidas a media altura, en una versión renaciente del alfiz gótico-mudéjar.

La entrada es de arco de medio punto, flanqueada por columnas estriadas^, y sobre ella va centrada la ‘M’ del anagrama mariano con corona, entre ornamentación de tallos vegetales y dos medallones con figuras de santos mártires en las enjutas. Sobre el friso, de un dibujo finísimo, va un entablamiento sobre el que reposa una hornacina con la imagen de la Virgen, flanqueada por los escudos de Acevedo y Solís, que sin duda son los más originales de la ciudad por su sofisticado diseño, que van sobremontados por pelícanos, en clara alusión simbólica a la Eucaristía.

En el interior se conserva la capilla mayor con bóveda gótica de crucería estrellada y su retablo es de Larra Churriguera, con estípites o pilastras tronco-cónicas invertidas, típicas del barroco. Es de madera de pino sin tratar, con imágenes de San Francisco y Santa Clara.

Quizás, la mejor imagen es un San Sebastián del siglo XVI colocada en el retablo de la epístola. Si merece reflejarse aquí esta modesta muestra arquitectónica es por su portada plateresca de exquisita talla. Las religiosas de esta comunidad prestan servicios de labores de corsetería a una empresa de la ciudad.

Convento de las Bernardas

Este monasterio de Santa María de Jesús, de religiosas cistercienses, fue fundado por don Francisco de Herrera y doña María de Anaya a mediados del siglo XVI y sus restos, iglesia y claustro, se encuentran en el paseo de Canalejas, extramuros de la antigua cerca, frente a la iglesia de Santo Tomás Cantuariense, en el patio del colegio de los Padres Escolapios. Está ‘enclaustrado’ dentro de un moderno edificio monumental de 1959, de cinco plantas de estilo neoplateresco, de Francisco Gil, aunque puede visitarse fuera del horario escolar.

La iglesia es una obra sobresaliente del gran arquitecto renacentista Rodrigo Gil de Hontañón, y al exterior ofrece un aspecto de fortaleza, donde contrastan los muros de mampostería, solo rotos por algunas ventanas de arcos apuntados y gruesos contrafuertes de sillería.

La portada está enmarcada por dos gruesos machones y cobijada bajo una bóveda de cañón apuntado, en una unión típicamente renacentista, que denota el estilo personal del autor. Se accede por un arco de medio punto con labra de hojas de acanto en los salmeres y en la clave, que tanto se repetirá después. Un juego de columnas estriadas, capiteles, medallones, escudos de los Herrera y Anaya y todo el conjunto rematado por un frontón, que hacen de esta portada una de las más bellas de su época. En la hornacina avenerada se aprecia una imagen de la Virgen con San Bernardo de rodillas, descentrado y ligeramente exento, en un proyecto de expresión protobarroca; aunque sospecho que pueda tratarse de un añadido posterior, por el tratamiento de los pliegues y lo avanzado de la idea.

Es de una sola nave, donde se da gran valor al espacio, con el crucero escasamente desarrollado. El ábside en forma de venera de un cuarto de esfera se apoya, a su vez, en dos conchas-trompa menores: es una composición muy original. Las bóvedas son de crucería estrellada apoyadas en arcos formeros y fajones de medio punto.

En la actualidad tiene un retablo barroco, separado a modo de tabernáculo, de José de Benito Churriguera, que sustituyó a otro del siglo XVI, cuyo destino ignoro. A los pies de la nave hay un doble coro con arco diafragma el bajo y carpanel arriba. Este convento fue saqueado y convertido en hospital durante la Guerra de la Independencia e incendiado después. Su deterioro fue en aumento, por lo que en 1956 las monjas se trasladaron a la Aldehuela, cerca del río Tormes, donde viven dedicadas a la oración y al cuidado de su huerto. El claustro es contemporáneo de la iglesia y estáorganizado en dos plantas: la baja con arcos de medio punto con columnas de base ática y capiteles de ornamentación plateresca que descansan sobre un poyo corrido, con arcos de descarga en los ángulos interiores.

Las enjutas están ornamentadas con escudos heráldicos, pero solo las del arco central de cada lado. El piso superior tiene el doble de arcos, con antepechos macizos, que confieren a la estancia un ambiente conventual.

Santa María de los Caballeros

Fue fundada en el siglo XII en el territorio de los castellanos, en plena repoblación de la ciudad, y en 1581 sufrió una importante reconstrucción, según consta en la inscripción que figura en la portada. En ella destaca una hornacina coronada por un frontón con la figura de Dios Padre, con una bella imagen de la Virgen con el Niño del cuño de la escuela de Juan de Juni, que va flanqueada por dos escudos con el jarrón de azucenas. Está situada enfrente del torreón de las Úrsulas y de la Casa de las Muertes, en un apacible paraje ideal para rememorar historias y leyendas de Salamanca.

Consta de tres naves, con cuatro arcos de medio punto sobre columnas con capiteles corintios, y en la capilla mayor se puede contemplar un artesonado ochavado de rica lacería mudéjar de ocho puntas sobre arrocabe y un retablo manierista de gran belleza; obra única en su estilo. En el siglo XVIII se sustituyeron dos bóvedas por otras barrocas y se abrió el muro del ábside con una hermosa ventana para crear un camarín, que es el único elemento exterior que llama la atención.

A partir de 1886, esta antigua parroquia pasó a ser capilla del convento y colegio de la Adoratrices, con un amplio espacio anejo que fue jardín y patio de recreo. Hace unos años fue adquirido por Caja Duero con el fin, solo en proyecto, de edificar un Auditorio del arquitecto Emilio Sánchez Gil, que fue de mi agrado; no obstante, lo rechazó la Comisión de Patrimonio por interferir en una zona monumental.

A los visitantes les llama la atención una pequeñísima capilla, que no llega al metro de ancha, adosada a los pies de la iglesia, de aparejo de sillería con una portadita cerrada con reja y dentro una imagen de la Virgen de los Dolores, conocida por ‘la capilla de los toreros’.

A cualquiera le sorprenderá este apelativo, salvo a aquellos que sepan que en la segunda mitad del siglo XIX, en el patio de las Adoratrices, antes jardín del palacio Monterrey, allí precisamente estuvo ubicada la primera plaza de toros fija de Salamanca. En la actualidad, la iglesia es una Biserica Ortodoxa Romana donde los domingos se reúnen los cristianos rumanos de la ciudad.

Santa María de la Vega

Ya me he referido a esta iglesia al hablar del pequeño claustro del siglo XII que se guarda en su sacristía, ignorado por las Rutas del Románico. En torno a 1150 existía en la vega del Tormes un templo dedicado a Santa María, y sabemos que unos años más tarde fue adjudicado a la abadía de San Isidoro de León, con el consiguiente disgusto del obispo de Salamanca, que recurrió la decisión. Por este motivo se entabló un largo y farragoso pleito, llegando a intervenir en la concordia el Papa Alejandro III y el rey Fernando II, y no sabemos más que a finales de siglo XII se asentaron definitivamente allí los canónigos regulares de San Agustín, como filial de San Isidoro.

Una de las muchas riadas que por entonces devastaron la vega del Tormes ‘se llevó por delante’ el monasterio, salvándose únicamente, según la opinión encabezada por Villar y Macías, los cinco arcos románicos y la imagen de la Virgen de la Vega.

La iglesia actual es del siglo XVI y parece que en ella intervino, entre otros, Larra Churriguera. Pero ha sufrido tales transformaciones a lo largo de los tiempos que por este motivo únicamente referencio la fachada; aunque no ignoro que fue reconstruida con restos de la original en la actuación de principios del siglo XX, realizada por Joaquín de Vargas.

Es una portada austera, aunque de fino diseño, con arco de medio punto entre pilastras y medallones con ramos de azucenas en las enjutas, que va culminada por una hornacina con la imagen de la Virgen a la que acompañan los santos Agustín e Isidoro, que descansan sobre bellas repisas y con doseletes, que nos recuerdan a los de San Esteban. Encima del entablamiento va una inscripción con el texto: “Nuestra señora de la Vega Patrona de esta ziudad de Salamanca i su Tierra”.

Dentro del moderno edificio, conocido popularmente por Asilo de la Vega, el arquitecto Joaquín de Vargas tuvo que integrar el magnífico claustro barroco de Andrés García de Quiñones. Su planta baja es de arcos de medio punto sobre pilares cajeados y cimacios en las claves; la planta alta, con balcones de hierro en las ventanas aboceladas, y todo él, coronado por una crestería típicamente barroca. Los pisos están delimitados por líneas de impostas muy marcadas, y una tercera planta más, muy simple y retranqueada, completan la edificación.

Son los únicos restos que se conservan del desamortizado monasterio y que, como dato curioso señalado por Diez Elcuaz, fue desmontado y desplazado de su situación original cinco metros, sustituyendo las primeras hileras de piedra franca por granito, como así se ha hecho en otros monumentos de la ciudad para prevenir el deterioro de la piedra arenisca. Vargas consiguió una perfecta integración de las edificaciones anteriores en lo que hoy es una institución de enseñanza y beneficencia, como centro de formación profesional de la Fundación Rodríguez Fabrés.

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