Salamanca plateresca (III)

Por José Almeida Corrales

Doctor en Medicina y Cirugía y licenciado en Bellas Artes

Palacio de Fonseca o de la Salina

Actualmente es la sede de la Diputación Provincial y debe su nombre a que en un tiempo fue almacén de la sal. Su construcción data de mediados del siglo XVI y fue debida a don Rodrigo de Mexía, esposo de doña Mayor de Fonseca y Toledo, sobrina de don Alonso II de Fonseca, patriarca de Alejandría. Gracias a las investigaciones llevadas a cabo por los profesores Alvarez Villar y Casaseca conocemos mucho mejor la historia y la autoría arquitectónica de este edificio; no obstante, aún quedan dudas por despejar al respecto. Existen analogías muy marcadas con el palacio de Monterrey, sobre todo en la parte alta de la fachada, por lo que no es descabellado pensar que interviniese como tracista Rodrigo Gil de Hontañón, entre otros.

Alrededor de este edifico se ha tejido una leyenda popular según la cual fue mandado construir por el arzobispo Fonseca II para residencia de su amante doña María de Ulloa, como venganza para lavar la afrenta de los nobles salmantinos que se negaron a darle posada en su visita a Salamanca, ridiculizándolos con los rostros deformados y cuerpos contorsionados en las ménsulas del patio. Pero, en realidad, se trata de una versión del atlante cargando monstruos. Pura falacia más que leyenda, puesto que el Patriarca murió en 1512 y, como hemos indicado, el palacio comenzó a construirse bien avanzado ese siglo.

La fachada ya resulta extraña comparada con otras casas señoriales de la época y está concebida como una logia abierta, de gran altura, que fue simple vivienda hasta 1881, año en que fue adquirida por la Diputación Provincial. Está proyectada en tres plantas; la primera está formada por cuatro grandes arcos de medio punto, uno de ellos más pequeño, cerrados con rejería, a través de los cuales se puede ver el patio; la segunda tiene tres ventanas balconadas, centradas con respecto al paño mural, claramente renacentistas; y la tercera está constituida por una galería semejante a la del palacio Monterrey.

En la fachada se exhiben, además, bellos medallones en las enjutas y dos escudos con los cinco luceros de los Fonseca en los extremos del cuerpo alto, que no corresponden al patriarca, sino a doña Mayor de Fonseca, como acertadamente señaló Alvarez Villar, pues en vez de capelo cardenalicio y borlas tiene corona: prueba equívoca en la que se apoyaba la leyenda.

Tras ascender unos cuantos escalones se accede al patio de planta y alzada irregulares, en el que destacan las tallas renacentistas de las ménsulas relacionadas con la leyenda, que soportan un largo y quebrado voladizo y, al fondo del patio, se halla la parte más antigua: lo que fue una vivienda de dos pisos arqueados, mansión del doctor Zúñiga, copia del patio de la Casa de las Conchas, aunque para Alvarez Villar tiene un mayor goticismo, con arcos escarzanos mixtos en la planta superior y en la inferior arcos de contracurvas, como los que también podemos encontrar en el claustro alto de la Universidad. Se ha querido ver en los casetones de las ménsulas su relación con la escalera de Domingo Soto del convento de San Esteban; de ahí que se atribuya su autoría a Fray Martín de Santiago.

Palacio e iglesia de San Boal

Se hallan situados en la plaza del mismo nombre, uno enfrente del otro, y cuentan que ambas edificaciones estaban comunicadas por un túnel, que quizás aún persista. El palacio se inicia en la segunda mitad del siglo XV y se le conoce también por el nombre de palacio de los Corvelle, en alusión a su fundador Gome de Gutiérrez de Herrera, esposo de doña Berenguela González Corvelle, y continuado por Arias Corvelle. De aquella época solo queda la portada.

Se trata de una puerta con arco de medio punto con arquivoltas de arquillos lobulados y alfil quebrado que alberga una ventana y sobre él el escudo de los Corvelle. Es llamativo el esgrafiado de la fachada, del siglo XVIII, que se extiende a la del palacio contiguo, actualmente sede de la Escuela de Bellas Artes de San Eloy, del que solo persisten algunos dinteles grabados del siglo XV.

El palacio de San Boal tiene un patio interesante, que fue ampliamente remodelado en el siglo XVI en estilo renaciente, con doble galería, compuesta de arcos de medio punto en la planta baja y escarzanos en la superior, con medallones en las enjutas de una finísima labra que al igual que en otros palacios castellanos solo se desarrolló la arquería en dos de sus lados. Pero, en la reconstrucción que sufrió en los años cuarenta del siglo pasado, Victor D´Ors realizó una réplica en los lados que faltaba. En mi juventud lo conocí como sede de la Escuela de Comercio. En 1996 se llevó a cabo una inteligente rehabilitación del patio renacentista, quitándole el añadido espurio y hoy alberga el Centro Cultural Hispano-Japonés.

La iglesia de San Boal (o San Baudelio) es de una sola nave y cabecera poligonal; fue fundada en el siglo XII por repobladores castellanos y la torre es añadida del siglo XVI. El edificio fue totalmente rehecho en el siglo XVIII por el marqués de Almarza, don Juan Antonio de Guzmán, y carece del más mínimo interés arquitectónico; hoy esta secularizada y se utiliza como salón parroquial de San Juan de Sahagún. El interés que ofrece esta iglesia es puramente anecdótico, por un suceso acaecido en 1786; o leyenda, quién sabe.

Parece ser que doña María de Moctezuma, marquesa de Almarza y mujer de reconocida bondad, estando en el túmulo de cuerpo presente se despertó de su letargo, o estado de muerte aparente, cuando el sacristán trató de robarle el anillo de un brusco tirón, con lo que el supuesto cadáver abrió los ojos y se incorporó con el natural susto del rufián actor. Por su testamento sabemos que la marquesa murió tres años más tarde de aquel hecho y en él instituye una pensión vitalicia a favor del avaro sacristán, que con su acción la salvó de ser enterrada viva.

Esta, como otras muchas leyendas salmantinas, se las escuché a mi abuela Vicenta; mujer muy humilde, pero con una gran cultura popular y amante de todo lo relacionado con las costumbres y la historia de Salamanca. De jovencita trabajó como niñera sucesivamente en casa de don Miguel Unamuno y de don Pedro Dorado Montero y, quizás, esta circunstancia tuviera que ver con su interés por el acervo cultural salmantino.

Palacio de Orellana

En la misma calle de San Pablo y en la misma acera que el palacio de la Salina, un poco más abajo, se encuentra este edificio que también presenta rasgos distintivos del resto de edificios nobles de la misma época. En efecto, los frontones curvos y rectos sobre las ventanas, al modo del clasicismo italiano. Por el contrario, en el cuerpo alto se aprecian estructuras de traza popular salmantina, como las zapatas y las vigas, de piedra franca de Villamayor.

Conocido también por palacio del marqués de la Conquista o de Albaida, fue construido en las últimas décadas del siglo XVI. Se le atribuye a Juan Ribero Rada y el cuerpo del palacio es de tres plantas, prolongado hacia el sur por una torre cuadrangular, en la que destaca el escudo de Anaya, que va coronada por una galería abalaustrada, como la del cuerpo del edificio.

Está separado del palacio de Abrantes por la calle de Jesús y no consta si fue proyectado con dos torres, pero es posible que así fuese, dada la simetría estructural del edificio. Es de un clasicismo indudable, muy lejos de la profusión ornamental de otros palacios de la época y puede decirse que supuso el abandono del estilo plateresco en la arquitectura renaciente de la ciudad, dentro ya de la línea manierista de Juan de Herrera.

Tiene dos puertas simétricas, una de ellas cegada y la fachada está marcada por seis suaves pilastras. Tiene rejería protectora en los ventanales del piso bajo y amplios balcones de hierro del siglo XVIII sobre las portadas. El palacio es propiedad privada, por lo que su patio es completamente desconocido. Es de doble planta y de arcos de medio punto; la arquería baja con óculos en las enjutas al modo de Palladio y el piso superior con galería adintelada sobre pilares con zapatas decoradas, que conozco por una fotografía antigua.

Recientemente se ha entablado una disputa entre sus propietarios y el Ministerio de Cultura, con motivo de proyectarse el palacio por parte de la Administración Central como sede del Archivo de la Memoria Histórica, aunque más bien parece últimamente que su destino final será un edifico neoplateresco de Joaquín Secal, situado en la plaza de los Bandos, antigua sede del Instituto Nacional de Previsión, actualmente en reconstrucción.

Aunque solo sea como mención, no debo dejar de citar en este apartado el palacio de Abrantes, al que ya se ha hecho referencia al hablar del gótico civil, por una de las más hermosas ventanas geminadas que se pueden admirar en Salamanca. A principios de los años ochenta suscitó una gran polémica, cuando al reconstruir la torre el arquitecto Fernando Pulín, presumiblemente desmochada en época de los Reyes Católicos, se coronó con una estructura transparente vanguardista, a modo de mirador, que no fue del agrado general, por lo que la Dirección General de Bellas Artes indicó la solución actual: esto es, continuar el muro con aparejo de sillería y coronar el edificio con cornisa de madera y tejado a cuatro aguas. Durante varios años fue sede del Instituto de Estudios de Iberoamérica y Portugal y en la actualidad alberga una controvertida colección de Arte Oriental, calificada por los expertos de espuria; por lo que está en espera de nueva providencia.

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