Por Miguel FERRER BLANCO,
de la Real Acedemia de Bellas Artes de San Telmo de Málaga
Pablo Picasso nació en Málaga
y halló un palito en el Perchel
que se le convirtió en pincel.
R. Alberti
Málaga ha vivido el día 27 de octubre de 2003 uno de los sucesos más felices de su historia: la inauguración del Museo Picasso. Una ciudad tan luminosa, temperamental y poética ha sentido durante doce años la impotencia de no poder realizar una de sus mayores ambiciones: el ofrecer a su hijo Pablo Ruiz Picasso el gran museo a que era acreedor por ser el más importante de los artistas del siglo XX, una figura universal que ha revolucionado totalmente el porvenir de la pintura.
Málaga ha sabido inteligentemente luchar para conseguir que las obras de su pintor pudiesen alojarse en un grandioso y bien concebido museo que atrajera la atención de todo el mundo, y a fe que lo ha conseguido. El trabajo para lograr este museo ha sido largo y arduo, lucha soterrada llena de contrariedades y también de grandes alegrías. Todo se ha conseguido gracias a la magnanimidad de Christine Ruiz-Picasso, nuera del pintor, y también de su nieto Bernard, que eran conscientes del cariño que Picasso sintió siempre por su ciudad natal. Su magnanimidad para dotar a este museo de obras de sus colecciones no podrá ser nunca pagada. En esta lucha titánica por conseguir este museo, Christine Picasso tuvo la fortuna de enamorarse de uno de los edificios más bellos de Málaga: el Palacio de Buenavista, lugar idóneo para alojar en él las obras de un malagueño, que tuviese un carácter específicamente andaluz y que ocupase un lugar central en la ciudad en lo que fue el antiguo barrio de la Judería. Afortunadamente, todas las gestiones coronaron con el éxito de que dicho edificio pudiese ser adquirido por la Corporación malagueña y la Junta de Andalucía.
La restauración fue sabiamente dirigida por dos arquitectos de Málaga: Isabel Cámara y Rafael Martín Delgado, a los que se unió Gluckman Mayner para la parte moderna que se ha anexionado al viejo palacio, donde existe una serie de salas permanentes y temporales magníficas para exhibir en el futuro todas las obras del genial malagueño y contar para ello con 8.200 metros cuadrados. Hubo la suerte de que al efectuar las catas para la consolidación del viejo edificio apareciesen restos arquitectónicos de orígenes fenicios, griegos, romanos y nazaríes, los cuales se han conservado y son visitables con cómodas pasarelas y convenientemente iluminados. Es mágico que el visitante del Museo, al pisar el patio, piense que debajo de sus pies existen recuerdos de la Malaca antigua desde siete siglos antes de Cristo.
La restauración del palacio es perfecta, y todo ello ha sido conseguido por la insistencia desde hace doce años de un grupo de malagueños como son Altolaguirre, Baltasar Peña, Souviron, Rubio Argüelles, Spiteri, Alfonso Canales y sobre todo por Juan Temboury. En este sentido de persistencia, paciencia y lucha constante por conseguir este museo para Málaga, merecen figuraren un sitio de honor dos mujeres extraordinarias: Carmen Calvo, consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, y la actual directora del museo, Carmen Jiménez. Málaga nunca podrá agradecer a estas mujeres su tesón y lucha constante, para conseguir este museo, que elevará a Málaga y Andalucía culturalmente. La inversión ha sido grande pero será sin duda enormemente rentable para el futuro. A su inauguración han asistido más de 200 periodistas y críticos extranjeros, y se calculan unas 600.000 visitas anuales.
La colección aportada por Christine Ruiz-Picasso y su hijo Bernard consta de 240 obras, muchas de ellas desconocidas de Picasso, y está compuesta por óleos, dibujos, guaches, esculturas y cerámicas. Otros miembros de la familia Picasso han aportado también obras de su colección a este magno acontecimiento inaugural. Todo ello representa todas las etapas de la pintura del genial malagueño y da una visión completa de la evolución de su obra.
Como antes se ha dicho, se ha tenido muy en cuenta que todo el museo fuese muy andaluz y muy malagueño, y se ha huido de lo que en un principio se pensó: haber hecho algo a lo Gehry o a lo Calatrava.
Estoy seguro de que Picasso se sentiría feliz con este museo en su ciudad natal a la que tanto amó y siempre tuvo en su pensamiento.
Yo recuerdo que hace unos treinta años me presentaron a su hija Paloma en Madrid y, hablando con ella, le pregunté por qué no había hecho su padre nada por Málaga. Su contestación fue que su padre se acordaba muchas veces de Málaga, y que en alguna ocasión le dijo que a él le gustaría descansar en el “camposanto” de Málaga. Una de sus manías era sentarse en su silla orientándola siempre en la dirección de Málaga.
También dijo alguna vez que un día se levantaría por los pies de la cama y mandaría tres camiones cargados de cuadros a Málaga. Lástima que esto no llegara a realizarse por las inclemencias políticas pasadas.
Hay un pequeño librito de Rafael Alberti en que se recoge todo lo que él ha cantado y dicho sobre Picasso, y es curioso que este regreso del pintor a su ciudad natal ya estaba previsto poéticamente en un poema de Rafael.
Tú saliste de allí, pero tu cuna
allí se mece todavía
llena de arenas, pájaros, mugidos, caracolas.
Conserva aún el molde de tu forma inicial,
la huella de tu primer aliento.
Todo lo que le debes allí canta
mecido por la luz y por las olas.
Allí quedó todo tal como lo dejaste.
Y sin embargo, aquella emanación, aquel aroma
trasminan siempre, y vuelan desprendidos a diario en tu busca
y es su sol, su gracia, su burla, su violencia
las que aún te alientan y sostienen.
Málaga está preciosa y se ha puesto de gala para recibir este museo. La Corporación, con un gran sentido y gusto, ha realizado magníficas obras de peatonalización en todo el centro histórico. Desde la acerade la Marina hasta el museo puede irse tranquilamente desde las calles de Larios, la Constitución, Granada, San Agustín y Plaza de la Merced, que cada día me parece más bonita y romántica con su obelisco dedicado a Torrijos y por estar allí la casa natal de Picasso.
Todo en la ciudad parece haberse puesto de acuerdo para recibir nuevamente a su hijo. El mar es más azul y la Farola más blanca. Los ojos de las jábegas más rasgadas y escrutadores, y los jazmines, heliotropos, madreselvas y nardos del Parque y de los jardines de la Puerta Oscura rivalizan en exaltar sus perfumes en homenaje a Don Pablo y hasta en los platos de fritura malagueña los salmonetes son más rosados y los boquerones más de plata. Los malagueños, como siempre, siguen derrochando en las calles toda esa claridad, locura, gracia, pasión, arrebato, arbitrariedad, esa chufla y burla violenta pero con bonhomía tan característica de los hombres nacidos en eso que nosotros llamamos la Hoya de Málaga.
Los Reyes han tenido el buen gusto de desembarcar en el puerto después de atracar la bella estampa del Juan Sebastián Elcano con sus guardamarinas en las jarcias y recibir allí los honores de las veintiuna salvas de ordenanza. Yo creo que sonaban más fuerte para homenajear también a Picasso.
Sus Majestades, después de visitar detenidamente el Museo acompañados por los familiares de Picasso y la directora del museo, viendo que en ese momento no llovía, se saltaron el protocolo y prefirieron ir andando entre la multitud hasta el Palacio de la Aduana, donde se celebró la recepción en el Salón del Trono.
Ya dos meses antes de la inauguración, al enterarse los malagueños de que llegaban las obras del pintor en varios camiones, se congregó ante las puertas del museo una gran multitud que vitoreó a Picasso. El día 25 se hizo en las calles de Málaga una gran fiesta para celebrar el cumpleaños de Picasso con la actuación de Els Comediants en la calle Larios y en la plaza de la Constitución.
Se ha celebrado también una corrida “picasiana” en la plaza de La Malagueña, donde nació la afición taurina de Picasso, en la que el diestro malagueño Javier Conde, torero de arte, salió en hombros por la puerta grande.
Dejaremos para otro artículo el repaso de la obra expuesta en el museo. Baste decir que el catálogo de las mismas pesa nueve kilos y medio, y que los cuatro periódicos locales publicaron esos días magníficos libros, todos diferentes, que se distribuyeron gratuitamente con el periódico.
Sería interminable, como ya dije antes, relatar todas las impresiones de este acontecimiento malagueño, y es mejor que acabe este artículo reproduciendo las frases elogiosas para Málaga de Federico García Lorca en una carta autógrafa que dirigió a un antiguo maestro suyo desde un hotel malagueño y que conservo enmarcada en mi despacho donde la leo casi todos los días.
!Viva Málaga, ‘señores’
viva el puente de Tetúan
el huerto de los claveles
y el barrio e la Trinidad
Reconozco haber tenido siempre una casi patológica admiración por Picasso, y antes de firmar yo también necesito gritar estentóreamente:
¡Viva Picasso y viva Málaga!
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