Por Miguel FERRER BLANCO
de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo de Málaga
El día 7 de octubre se ha clausurado en el Museo Nacional del Prado una exposición temporal sobre el pintor Joachim Patinir, que ha constituido un gran éxito mundial ya que, junto a los cuatro magníficos cuadros de este pintor que posee nuestro Museo del Prado, se han exhibido otra veintena de ellos, procedentes de muchos museos de todo el mundo. De ese pintor existen 29 cuadros conocidos, de él o de su taller, y afortunadamente nosotros poseemos cuatro en el Prado y uno muy pequeño en el Museo Thyssen.
Es muy difícil hablar de la pintura de Patinir en el espacio de un artículo de revista, pero quiero dejar constancia también de ello en las páginas de arte de la nuestra. Es difícil sintetizar en pocas líneas la grandeza de la pintura de este autor que como recoge el título, calificamos de creador del paisaje, ya que hasta su pintura esté se había tratado de una manera muy secundaria en los “Libros de Horas” y por algunos pintores, por ejemplo, el fondo de un cuadro de Jan Van Eyck La Virgen y el Niño del Canciller Rolin.
La maestría de Patinir como creador del paisaje está magníficamente descrita por el profesor Calvo Serraller, en su magnífica obra Los géneros de la pintura. En realidad el paisaje no ha sido motivo de la pintura de una forma importante hasta los siglos XV y XVI.
Joachim Patinir nace en Dinant o Brujas en 1485, en realidad no sabemos el sitio cierto, pero él se instala en Amberes, donde por ser una gran ciudad comercial espera tener mayores posibilidades. Es discípulo de Gerardo David y fue conocido por Alberto Durero, quien lo elogia como un gran pintor de paisaje y tiene amistad con él, tanto es así que es invitado a su segunda boda y le regala un cuadro que se titula La destrucción de Sodoma y Gomorra.
El paisaje empieza a conocerse en el Renacimiento italiano. El primero que describe la grandeza de un paisaje es precisamente el Petrarca al hacer una ascensión al Mont Ventoux y quedar deslumbrado, al ver la majestuosidad del paisaje, su grandeza y la emoción artística que produce al verlo con la luz interior de la emoción.
El que nuestro país posea estas cuatro obras magníficas de Patinir se lo debemos precisamente al padre Sigüenza, clérigo muy ilustrado, que había conocido en Ámberes al pintor y tuvo el acierto de recomendarlo a Felipe II. En aquel momento se estaba construyendo el Monasterio de El Escorial, y este clérigo le recomendó al rey que había que adquirir varias obras para el patrimonio del Real Monasterio y las colecciones reales. Le impresiona por el labrado de menudencias de sus cuadros.
El mérito de la pintura de Patinir es que se trata del inventor del paisaje. Sus cuadros tienen la grandeza y la exuberancia de color que hay en la naturaleza, se caracterizan siempre por unas gamas de infinitos azules ultramar y cobalto, tamizados, y sus cielos casi se juntan con los tonos verdes esmeraldinos en el agua del mar y producen una sensación de grandeza panteística de la naturaleza.
Patinir es un pintor que personalmente me ha impresionado desde la juventud, coincidiendo con lo manifestado también por Pedro Pastor, que dice que desde su juventud, cuando ya se encontraba cansado de ver las maravillas del Prado, los grandes Velázquez, Goya, Tiziano… iba a descansar buscando los Patinir. Yo también lo he hecho en mis casi cien visitas al Prado durante los descansos entre clases y sesiones clínicas del Doctorado, que realicé en el Clínico San Carlos. Tras la borrachera pictórica, iba a reposar viendo los Patinir.
“Hasta su pintura el paisaje se había tratado de una manera muy secundaria por algunos autores”
También recuerdo que hace años en la primera exposición que se hizo en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de obras que iban a constituir el Museo Thyssen-Bornemisza, en una visita acompañado del gran pintor cordobés Pedro Bueno, estuvimos viendo mucho tiempo el retrato de Enrique VIII, de Holbein, y el pequeño paisaje de Patinir propiedad de este museo y que también estaba presente en esta exposición. Otro de los méritos de este pintor, en mi opinión, es que las figuras que incluye en sus cuadros son siempre en actitudes de movimiento, no estorban ni oscurecen al paisaje, sino que se integran perfectamente en él, es decir, ha sabido resolver la proporción figura-paisaje sin estropear la grandeza.
Cada cuadro se convierte también en una obra misterio, por ejemplo, es fácil encontrarse en ellas grandes peñascos rocosos de caliza que recuerdan los existentes de Dinant, algo parecido a lo que después harán los Bassano con los riscos de Pordenone que también suelen aparecer en sus cuadros. Se trata de una exposición inolvidable. Su catálogo es una maravilla, que es lo que queda después de una gran exposición. Es portentoso, con detalles de cada responsable de los museos donde existen cuadro de él.
FUENTES CONSULTADAS
Catálogo de la exposición Patinir. Museo Nacional del Prado, Madrid, 2007
Francisco Calvo Serraller, Los géneros de la pintura. Taurus, Madrid, 2005
Francisco Calvo Serraller, artículo sobre la exposición: Babelia. El País
Pedro Pastor, El paso de la laguna Estigia. Revista “Descubrir el arte”, Agosto 2007
Cees Nooteboom, Patinir bajo el microscopio. Babelia. El País, edición del 29-09-2007
Pilar Silva Maroto, Patinir inventor de paisajes. Revista “Descubrir el arte”, Julio 2007
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