Como debilidades, destacaría lo frágiles que somos en realidad, y como fortalezas, la solidaridad y el compañerismo que ha habido en el colectivo sanitario durante toda la pandemia.
A corto plazo, el reto de la Atención Primaria es tratar de captar a todos los pacientes crónicos no tratados y controlarlos, porque han estado confinados, con poca movilidad, y se han descompensado, entre ellos, pacientes cardiovasculares, oncológicos, autoinmunes, con enfermedades degenerativas… A medio plazo, debemos reorganizar la asistencia, sobre todo teniendo en cuenta que tenemos menos médicos, y también incorporar las nuevas tecnologías, sin perder la cita presencial. La telemedicina tiene que seguir existiendo, pero adaptándonos al manejo del paciente; también entre nosotros debemos contactar más vía telemática. Y a largo plazo, tenemos que pensar que este tipo de pandemias van a ser relativamente frecuentes, y la adaptación del sistema sanitario ha de ser adecuada e integral: nos debemos formar de otra forma, las relaciones interpersonales han de ser diferentes y el sistema sanitario debe asumir un cambio de modelo, que no se ha hecho de ‘motu proprio’, pero va a tener que hacerse a la fuerza.
Son varios los factores. La cercanía a Madrid ha influido mucho, pero también los eventos deportivos que hubo el fin de semana previo al estado de alarma, así como los numerosos centros sociosanitarios que hay en la provincia, que estaban ‘olvidados’ y han sido focos primordiales de contagios. Lo positivo es que hemos aprendido mejor que otras zonas a adaptarnos a la nueva situación. Salamanca ahora es un ejemplo.
No va a volver a ser como antes y, afortunadamente, en algunos aspectos tenía que ser así. Las salas de espera de los centros de salud repletas de gente, la demanda incontrolada… eso no puede volver a ocurrir. El cambio va a ser irreversible, y nos vamos a tener que adaptar todos, igual que a las medidas de distanciamiento social, y esto también va a ser extrapolable a otras enfermedades: ¿por qué no estas medidas sociales en la época de la gripe? En Atención Primaria estamos 24 horas, siete días a la semana, y concertar una cita previa y poder valorar primero es necesario; eso es educación sanitaria, y ha llegado para quedarse. Que esté más o menos reglada va a depender de los centros y de la predisposición de la población. También en el tema administrativo, donde cosas que parecían imposibles de hacer y que llevamos reivindicando años de repente se han hecho en un día, como el visado electrónico de los medicamentos o los partes de confirmación, que los puede imprimir directamente la empresa. La gente joven está encantada, lo gestionan todo en pocos minutos y, si hace falta, se concierta una cita presencial. La gente mayor lo lleva peor, porque ir al médico también era un acto social, sobre todo en los consultorios rurales. Eso no puede ser, hay que buscar alternativas, por ejemplo, impulsar la medicina comunitaria, hacer paseos colectivos, ejercicio físico, alimentación saludable… fuera del centro de salud.
Debemos afinar más como profesionales, ser nosotros los que controlemos las agendas y que podamos agilizar todos los procedimientos necesarios para un paciente. Es cuestión de organización, no solo de dinero, aunque sobre todo necesitamos más medios en AP para que sea el verdadero dique de contención de la COVID-19 y de todas las patologías. Se requieren médicos, es una reivindicación tan, tan sabida… Pero es necesaria para el recambio generacional y para tener una asistencia más especializada, ahora que afortunadamente las nuevas generaciones de médicos de Familia cada vez salen mejor preparadas. Y también necesitamos tiempo; no podemos hacer en cinco minutos una cirugía menor, una ecografía o una valoración del riesgo cardiovascular. Ahora estamos en una situación de mucho cansancio, psicológica y físicamente. Las bajas no se cubren, hay ‘acumulaciones’, y esto es insostenible, nos vamos a quemar en diez años, un médico no puede atender a 50 pacientes todos los días. También hay un problema a nivel estatal, porque cada comunidad hace y deshace a su antojo, no existe coordinación y no podemos competir entre nosotros por llevarnos los recursos humanos al mejor postor, porque la Sanidad debe tener equidad, con derechos y garantías iguales para todos. No porque pagues más en el País Vasco puedes ‘llevarte’ a los profesionales y dejar abandonadas las zonas rurales. ¿Cómo lo organizamos? Eso se lo tienen que plantear las administraciones.
En medios materiales estamos preparados, tenemos test, tenemos EPI… Y hemos aprendido; a la fuerza, pero hemos aprendido. Sin embargo, los medios humanos están muy diezmados, estamos muy cansados. Como haya un repunte serio, no lo aguantaremos.
Si, creo que lo hemos sentidos todos en la época peor, cuando había más de 900 muertos al día y veías que no se acababa. Daba la impresión de que era el fin del mundo, que no se iba a acabar nunca y que no sabías tampoco por dónde iba a salir.
En medios materiales estamos preparados, tenemos test, tenemos EPI… Y hemos aprendido; a la fuerza, pero hemos aprendido. Sin embargo, los medios humanos están muy diezmados, estamos muy cansados. Como haya un repunte serio, no lo aguantaremos.
Si, creo que lo hemos sentidos todos en la época peor, cuando había más de 900 muertos al día y veías que no se acababa. Daba la impresión de que era el fin del mundo, que no se iba a acabar nunca y que no sabías tampoco por dónde iba a salir.
Prudencia, en cuanto a que tenemos que hacer las cosas bien y que dependemos cada uno del resto, y si tenemos prudencia y sensatez, no tiene por qué ir mal la cosa, pero si no somos responsables el sistema se puede resquebrajar, y si falla el sistema sanitario se va todo al garete.
Tiene que haber un cambio de modelo, porque se ha visto que los mayores estaban desatendidos. Era un modelo de negocio rentable, pero descontrolado, y en cuanto ha venido una pandemia, se ha demostrado. El cambio ha de ser a un mayor control, pero no sobre el papel, sino verdadero y con medios humanos para garantizar que cuando un residente entra en un centro, la atención esté garantizada. Una sociedad que abandona a sus mayores está enferma.
Ha sido una eclosión de sentimientos; inicialmente fue miedo, desesperación… Luego hemos ido pasando por fases cortas en las que tenías que adaptarte a lo que iba viniendo, con una nueva organización de los centros de salud, dependiendo de los medios en cada momento, de la atención a la población, de las nuevas herramientas telemáticas… Individualmente, también vas cambiando tu sensibilidad hacia las nuevas situaciones que van surgiendo, adaptándote a la fuerza, sí o sí. En la AP rural ya teníamos una realidad previa muy mala, que llevamos años denunciando, y esto nos ha hecho adaptarnos a la fuerza a la situación y, además, con menos médicos. En nuestro caso, intentamos que los mayores de 60 años no vieran a pacientes COVID-19, aunque cada centro se ha organizado a su manera, no quedaba otra. Nos hemos intentado proteger entre nosotros, para evitar contagiarnos y contagiar a la población y tratar de ofrecer una calidad adecuada, no solo a la COVID-19, sino al resto de patologías. Lo que se nos viene encima es un segundo pico, probablemente con menos intensidad, más las secuelas tanto económicas y sociales como sanitarias de la pandemia, y a eso hay que adaptarse muy rápido”.
Nos ha cambiado la vida a todos, sobre todo a los sanitarios, también la forma de pensar, porque somos frágiles, y no está todo escrito, sino que hay que evolucionar. El sistema no puede ser tan rígido, y hemos iniciado un cambio de modelo que deben continuar nuestros gestores. Llevamos muchos años estancados, y ahora hay que agilizar el cambio y coger lo positivo de esta pandemia, la atención más personalizada y los medios tecnológicos, sin perder la cara a la relación médico-paciente.
Deja una respuesta