Texto: Jesús Málaga
Fotografías: Andrés Santiago Mariño
Lograr el grado de licenciado en Medicina en la Universidad de Salamanca fue un honor reservado a los galenos bachilleres. Desde los inicios del estudio salmantino, a principios del siglo XIII, el grado lo otorgaba, previas pruebas, el maestreescuela o el cancelario. Este privilegio del maestreescuela fue ratificado desde Aviñón por el Papa Juan XXII, en el siglo XIV, y ya en el siglo XV, con el pontífice Martín V, el maestreescuela se convierte en juez de la Universidad, requiriéndosele para ejercer el cargo ser doctor en Derecho Canónico, Derecho Civil o Maestro en Teología.
En las Constituciones de Martín V, dadas en 1422, para licenciarse, una vez obtenido el grado de bachiller, tenían que transcurrir cuatro cursos de lecturas que iban acompañadas de cuatro meses de prácticas. También el aspirante a la licenciatura tenía que realizar actos públicos donde mostraba sus conocimientos, presididos por un padrino, que recibían el nombre de repeticiones.
Los años de lectura podían ser dispensados gracias a la bula general solicitada por la Universidad de Salamanca al papa y que Paulo III concedió al influyente estudio salmantino. El Sumo Pontífice no exoneró de cursar los cuatro cursos que mandaban las constituciones.
Los requisitos exigidos a los bachilleres para obtener el título de licenciado en la Universidad de Salamanca eran muy sencillos. En primer lugar solicitaban al maestreescuela audiencia para pedir el grado de licenciado y le hacían entrega de la carta de bachilleramiento y de probanza de lectura o, en su caso, si se atenían a la bula de Paulo III, el certificado de dispensación. Con posterioridad, el maestreescuela tomaba juramento al candidato para cerciorarse de que no había existido, por parte del bachiller, soborno de los doctores que le iban a juzgar, comprándolos con oro, plata, dinero o joyas.
Una vez pronunciado el juramento sele señalaba un día y un lugar para que fuera interrogado por los doctores de su facultad sobre su vida y milagros, siendo obligatorio contestar siempre la preguntade si era hijo legítimo o ilegítimo. El maestreescuela solicitaba al notario de la Universidad que publicase la celebración del acto en los tablones de anuncios de las Escuelas Mayores por si acaso había bachilleres más antiguos que querían acceder al grado de licenciado con anterioridad, a lo que tenían derecho. En el caso de aparecer bachilleres más antiguos, los más jóvenes tenían que esperar. En aquellos años, a diferencia de lo que ocurre en la actualidad en las graduaciones universitarias, la antigüedad era un grado.
La información sobre la vida y la legitimidad o no del examinando se dejaba en manos del doctor más antiguo. Superada esta prueba se le asignaba día y hora en la entrada de la capilla de Santa Bárbara, situada en el claustro de la Catedral Vieja, para tomar puntos. Para los licenciados en Medicina, desde la información de moribus et vita et legitimitate hasta la toma de puntos, desde principios del siglo XVI, debían transcurrir 15 días para llamar a los ausentes que quisieran estar presentes en el acto de licenciatura.
Una vez superada la prueba de legitimidad el aspirante a bachiller solicitaba al cabildo catedralicio el toque de la campana mayor la noche antes de los puntos y permiso de uso del lugar de licenciatura en el claustro de la Catedral Vieja. Concedido lo solicitado, una vez escuchada la campana mayor y después de la misa del Espíritu Santo, llegaba el momento de los puntos.
Todo el proceso para obtener el grado de licenciatura estuvo ligado, durante siglos, a la capilla de Santa Bárbara, aula que no siempre fue del agrado del claustro universitario por su escasa superficie y por estar poco resguardada. La Universidad negoció con el Cabildo d ela Catedral, varias veces en el siglo XVI, que tales exámenes se hicieran en otras dependencias de la Catedral, cuestión que no se tuvo en cuenta por los capitulares. Incluso se llegó a plantear que el examinando se recogiera y la cena se sirviera en la capilla de Santa Bárbara y la prueba de licenciatura pasara a realizarse en la sala capitular.
La paz entre las dos instituciones llegó de la mano de un acuerdo firmado el27 de octubre de 1570 por el cual el Cabildo de la iglesia Catedral cedió a la Universidad la capilla de Santa Catalina para realizar los exámenes de licenciatura. Pronto se dieron cuenta que esta nueva estancia era muy fría en invierno y al cabo de tan sólo un año volvieron a realizar los exámenes a la capilla de Santa Bárbara, dejando la de Santa Catalina para el verano y para otorgar los grados. Para lograr mayor privacidad se realizó una segunda puerta en la capilla de Santa Bárbara para que no se viera ni se oyera desde el claustro.
Los exámenes de licenciatura se convertían en un gran negocio para la catedral. El Cabildo recibía por los exámenes de licenciatura un dinero por el uso de la capilla y los capellanes el óbolo de la misa del Espíritu Santo. El sacristán cobraba por poner las alfombras y las mesas parala cena y el campanero por anunciar el examen con el toque de campana.
El día del examen, muy de mañana, a las siete, se reunían en el claustro de la vieja Catedral, enfrente de la capilla de Santa Bárbara, en presencia de al menos cuatro doctores o maestros, dos médicos y dos artistas, de los que integraban el tribunal examinador, para señalar los puntos. Los libros se sacaban previamente de un arca que se encontraba en la capilla de San Jerónimo y eran trasladados a la catedral por el Maestreescuela que al llegar al lugar señalado elegía a uno o dos doctores o maestros examinadores de entre los presentes, médicos o artistas, a los que hacía jurar no haber comunicado al aspirante a licenciado el lugar por donde se iba a abrir el libro ni los puntos que se le pediría desarrollar.
El acto de señalar los puntos consistía en que el doctor elegido abría el libro por tres lugares distintos. Posteriormente el bachiller tenía el derecho a escoger, dentro de las páginas elegidas por el examinador, el título. A continuación, nuevamente, el doctor señalaba, dentro de ese título, el punto sobre el que debía contestar el examinado. Esta operación se hacía en tres ocasiones consecutivas, correspondiendo cada una a las tres aperturas del libro.
El texto empleado para los exámenes de licenciatura en Medicina durante el siglo XVI fue Articella o Thesaurus operum medicorum antiquorum, que no eran más que una recopilación de escritos médicos griegos y árabes traducidos al latín. A mediados del XVI los puntos eran tomados de los aforismos de Aristóteles o de Galeno en sus obras Tegni o Ars medica.
Al día siguiente se producía el acto del examen en la conocida capilla de Santa Bárbara que fue fundada por el obispo Lucero, cuyo enterramiento se encuentra en el centro de la misma. En este lugar se celebraron los exámenes de licenciatura desde el siglo XV. La hora de llegada a la capilla era distinta según la época del año. Desde San Lucas hasta el 15 de marzo, en el horario de invierno, a las cuatro de la tarde, y en el horario de verano, a las cinco.
El padrino acompañaba al bachiller al examen, pero el resto de los miembros del tribunal no podían ayudarle ni auxiliarle en nada. Para cerciorarse de ello, el maestreescuela hacía jurar nuevamente a los examinadores que no ayudarían al bachiller en las contestaciones al examen propuesto.
El opositor a licenciado pasaba toda la noche examinándose. Dos horas de exposición seguidas de cuatro intervenciones de los examinadores que argüían a la exposición del examinando y, posteriormente, nueva intervención del bachiller a cada uno de los argumentos de los doctores.
Al prolongarse tanto la prueba, el aspirante a licenciado pagaba de su bolsillo una cena que se celebraba en otra estancia de la Catedral Vieja y cuyo menú estaba establecido de antemano. Un ave, que no podía ser ni pavo ni gallina de las indias, una escudilla de manjar blanco-pechugas de gallina cocidas, desmenuzadas y mezcladas con azúcar, leche y harina de arroz o postre a base de leche,almendras, azúcar y harina de arroz- y una fruta antes y otra después, vino y pan.
Para evitar la compra del tribunal por el paladar, estaba prohibido excederse en los manjares o salirse de lo establecido. En algunas ocasiones el maestreescuela sancionó al examinando con una multa por cambiar el menú dando manjares que no estaban permitidos.
El examen de licenciatura salía caro a los bachilleres que lo solicitaban. Además de la cena tenían que pagar dos monedas de oro, cidra confitada o cabello de ángel, un hacha, una libra de confites y tres pares de gallinas a cada uno de los examinadores. Los exámenes de licenciatura llegaron a ser tan costosos que el claustro universitario de 29 de julio de1512 limitó el número de examinadores solamente a los doctores que eran también catedráticos.
Finalizada la prueba, el examinando salía de la capilla de Santa Bárbara y, una vez solos los doctores, se les volvía a tomar juramento, esta vez por el cancelario, para que no votaran con odio, pasión o amor la aprobación o la reprobación del bachiller. El secretario del tribunal daba a cada uno de los examinadores dos cédulas una con la letra A de aprobado y otra con la R de reprobado. Si todas las letras de la votación eran aes el nuevo licenciado era aprobado nemine discrepante.
Según Teresa Santander, durante el siglo XVI, desde 1527, se licenciaron en la capilla de Santa Bárbara nada menos que 116 bachilleres médicos, 11 de los cuales tuvieron que cumplir alguna penitencia por haber cometidos fallos en el examen de licenciatura. A estos médicos, aunque se les daba la titulación se les hacía cumplir con alguna obligación durante algunos años antes de graduarse como doctores. Las penitencias más frecuentes eran las de leer textos de los libros médicos más utilizados o la de demorar el acceso al grado de doctor. Las penitencias eran secretas, pero se hacían constar por el secretario en hojas aparte. El recién licenciado, cuando recogía la notificación de su licenciatura, era avisado por el secretario de las penitencias que tenía que cumplir y bajo juramento se comprometía a ello.
La mañana siguiente de la prueba, el bachiller, en presencia de los doctores que le habían examinado la noche anterior, solicitaba al cancelario la concesión del grado de licenciatura en Medicina y el maestreescuela y el cancelario le daban licencia, expresión que se ha conservado hasta nuestros días y que viene de otorgar la licenciatura.
A partir de ese momento el recién licenciado podía acceder a ser doctor cuando quisiera, siempre que no pesase una penitencia grave que se lo prohibiese, entonces se le concedía la posibilidad de doctorarse cuando estuviese autorizado.
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