Los Hospitalarios en la ciudad de Salamanca

Texto: Jesús Málaga

Fotografías: Andrés Santiago Mariño

El autor destaca en este artículo el importante papel de las órdenes militares en el origen de la atención médica y hospitalaria en la capital y alrededores

Las órdenes militares tuvieron una fuerte presencia en Salamanca. Pero, así como de los Templarios solamente conocemos su ubicación en lo que hoy es convento de las Isabeles, sin embargo la Orden de los Caballeros Hospitalarios fue dejando un intenso rastro por la ciudad y la provincia, de forma que todavía hoy podemos disfrutar de su legado y de muchos de los lugares salmantinos colonizados por aquellos frailes guerreros.

Vista exterior de la iglesia de San Juan de Barbalos

Los Hospitalarios tenían por finalidad proteger a los peregrinos, regentar hospitales y defender los Santos Lugares. Su origen está ligado al hospital de San Juan Bautista de Jerusalén, centro fundado en 1050. Al ser conquistada esta Ciudad Santa por los primeros cruzados, en 1099, el lego benedictino Gerardo Tom potencia su presencia en la tierra de Jesús. Es Raimundo Puy quien les da una regla, extendiéndose por toda la cristiandad con gran rapidez.

Su expansión por Francia e Italia se debe a la necesidad de atención a los peregrinos que se dirigían a Tierra Santa y al cuidado de los enfermos en general. Su carácter militar lo adquieren en 1137, siendo sus frailes, a partir de entonces, mitad enfermeros, mitad soldados. Vestían un manto rojo y una cruz blanca y llegó a ser la orden de caballeros más importante de la cristiandad, sobre todo después de heredar gran parte de las funciones y propiedades de la desaparecida orden Templaria.

Escena del Enterramiento de Jesucristo, en el interior de la iglesia de San Cristóbal.

Hasta 1309 recibieron el nombre de Hospitalarios de Jerusalén, desde esa fecha hasta 1522, Caballeros de Rodas y desde 1530 hasta nuestros días Caballeros de Malta, con sede en su casa central en Roma1.

La llegada de los Hospitalarios a Salamanca es relativamente temprana. Los encontramos entre sus repobladores, ya que llegan hasta aquí dispuestos a combatir al infiel, al ser nuestra ciudad frontera con la morisma. En 1145 el conde Ponce Cabrera y el obispo don Berengario conceden a la orden del Hospital Hierosolimitano, el privilegio de construir un templo en un extremo del territorio ocupado por los Toreses. La iglesia que erigen estaba dedicada a San Cristóbal y el Santo Sepulcro. El primer prior o comendador de la orden en Salamanca fue don Vela. Este templo y sus dependencias dependían de la Encomienda de Paradinas de San Juan. En la iglesia, que hoy se conserva2, predicó San Vicente Ferrer y se bautizó la escritora Matilde Cherner, conocida en el mundo literario como Rafael Luna3.

“Su llegada a Salamanca es relativamente temprana. Están entre los repobladores de la ciudad y vienen dispuestos a combatir al infiel”

El templo tiene planta de cruz latina, con una nave y tres ábsides. Al exterior presenta unos parámetros casi desnudos de ventanales, con cornisas ajedrezadas que descansan en modillones decorados con originalidad. La portada ha sido muy modificada y presenta solamente los sillares originales de su base. El interior tiene bóveda de medio cañón y los ábsides central y meridional, bóveda de cuarto de esfera. El septentrional presenta bóveda y arcos apuntados de medio cañón4.

Presbiterio de la Iglesia de San Cristóbal.

Cinco años después de la fundación de San Cristóbal, en 1150, se construye la iglesia de San Juan de Barbalos, uno de los más de treinta templos románicos que se levantaron en Salamanca y que, al contrario de la mayoría que desaparecieron, aún perdura. El nombre de Barbalos respondía a una importante encomienda de los Hospitalarios en el pueblo salmantino de ese nombre. Su planta consta de una nave con ábside semicircular y presbiterio recto que fue reformado en el siglo XVI. En sus orígenes poseía una torre a los pies, de la que se conserva solamente la base. Al exterior, su ábside se articula en tres paños separados por cuatro columnas adosadas, con capiteles decorados y ventanas en arco de medio punto.

La cornisa presenta canelillos adornados con molduras y motivos figurativos. Conserva dos portadas. La del sur es muy sencilla, con un arco de medio punto adovelado que descansa sobre el muro. La puerta principal está situada al norte y daba a un claustro que desgraciadamente ha desaparecido. Presenta una arquivolta baquetonada de arco de medio punto que descansa sobre dos columnas con capiteles decorados con motivos vegetales.

En el interior, el ábside está cubierto por una bóveda que se abre al presbiterio apuntada y reforzada con perpiaños y enmarcada por el arco triunfal que descansa en columnas adosadas. El resto de la techumbre era de madera, pero sufre, junto con todo el templo, una reforma y añadidos barrocos en el siglo XVII.

Cristo de la Zarza, en San Juan de Barbalos.

En 1160 gobernaba Salamanca el conde don Ponce y la diócesis estaba regida por el obispo Berengario VII. La ciudad presentaba un fuerte impulso constructivo. Los pobladores de San Juan de Barbalos fundaron a las afueras de su parroquia, saliendo por la puerta de Villamayor, la ermita dedicada al Cristo de Jerusalén, que fue regentada y asistida religiosamente por los Hospitalarios, asentados en Salamanca 15 años antes. La ermita adquiere pronto una gran relevancia. Su cristo milagroso era venerado y su imagen muy frecuentada por los devotos. Desde ella comenzaba el Vía Crucis que terminaba en un sepulcro situado frente al convento del Calvario. La ermita desapareció en la Guerra de la Independencia, el Cristo allí venerado se trasladó a la iglesia de San Juan de Barbalos donde se conserva en buen estado.

Enrique Llamas Martínez ubica la ermita en el solar que actualmente es jardín y aparcamiento subterráneo del Hospital da la Santísima Trinidad. Cerca de la misma salía el camino al pueblo de Villamayor y a la huerta Otea y al otro lado se construyó el convento de las carmelitas descalzas. En la actualidad sólo se con- serva la iglesia de este monasterio, hoy parroquia del Monte Carmelo, rodeada de edificios de grandes dimensiones que la han dejado fuera de lugar.

Detalle de capitel románico.

Junto a la ermita se encontraba el Hospital de Jerusalén que era atendido por los frailes hospitalarios. Esta labor era muy bien valorada por los salmantinos, que aportaban donaciones en metálico y, sobre todo, en tierras. La devoción a Cristo Crucificado se extendió por todos los reinos cristianos. Miles de iglesias, ermitas u oratorios se erigieron para venerar a Jesús en la cruz. Salamanca no fue ajena al fervor popular y así nacieron los Vía Crucis que fueron promocionados sobre todo por los frailes franciscanos.

El Vía Crucis terminaba junto a un sepulcro, delante del monasterio de Religiosos Franciscanos Recoletos, conocido el convento por los salmantinos como “El Calvario” y a los frailes como “calvaristas”. Este centro religioso había sido fundado por Fernández Temido y se situaba en el denominado “Despoblado de San Vicente”. Se podía llegar a él a través de la puerta de Villamayor o de la de San Bernardo. Al desaparecer, se construye en su solar el estadio de fútbol que recibe el nombre del Calvario, en homenaje al solar del convento que ocupaba.

Hoy esta zona de la ciudad está irreconocible; la estación de autobuses, el convento e iglesia de los Trinitarios, la escuela de idiomas y los institutos de enseñanza media Fray Luis de León y Lucía de Medrano han ocupado las tierras de labor que rodeaban el convento de Franciscanos Recoletos. Desde la ermita hasta el Calvario había una serie de Cruces donde hacía parada la imagen del Cristo que procesionaba por el camino de la huerta Otea para el rezo del Vía Crucis. En la actualidad, la procesión del Vía Crucis que sale de la iglesia de los Trinitarios rememora cada Semana Santa, en la madrugada del Jueves Santo, esta tradición salmantina.

La imagen del Cristo de Jerusalén se ha conservado, como ya hemos indicado, en la iglesia de San Juan de Barbalos. Hoy se la conoce como el “Cristo de la Zarza”, es del siglo XII y está tallada en madera de nogal. Tiene más de metro y medio de altura y está colgada a los pies de la iglesia Tiene cierta semejanza al Cristo que se venera en la iglesia de Sancti Spíritus procedente de la de San Cristóbal.

Junto a la ermita del Cristo de Jerusalén se agolpaban los mendigos que solicitaban a los devotos una limosna para sobrevivir. Así mismo se producía una aglomeración de lisiados de todo tipo para los que la sociedad de entonces no ofertaba más salida a sus múltiples problemas que la caridad cristiana predicada desde las iglesias.

La huerta del convento del Calvario se convierte en cementerio en 1822, pero no se llegó a realizar enterramiento alguno a pesar de haberse realizado las obras pertinentes. Los frailes, después de unos años ausentes del mismo, volvieron a ocuparlo. El Vía Crucis de piedra desaparece con la ermita, aunque su práctica estuvo ausente de las devociones religiosas salmantinas algunos años antes.

Los hospitalarios también construyeron, en la margen izquierda del Tormes, la ermita de Rocamador y un hospital de peregrinos junto al templo. La importancia de estos dos centros para la Historia de la Medicina salmantina hace necesario recogerlos en otro de nuestros artículos.

La Encomienda de San Juan de Barbalos poseía también dos pequeñas casas en la plaza de San Martín. Sabemos de ellas por los conflictos producidos en la construcción de la Plaza Mayor. La falta de recursos económicos de los propietarios hace que el Ayuntamiento tenga que tomar la decisión de construir con cargo a sus arcas la parte que le correspondía a la Encomienda. La propiedad de los hospitalarios se situaba en el pabellón de Petrineros, entre la casa de los Caballeros Veinticuatro y la casa de la Universidad5. La Universidad quiso comprarla para ampliar las posesiones del Estudio en la nueva Plaza Mayor. El Ayuntamiento responde a las autoridades académicas que no es propietaria de las pequeñas casas de la Encomienda y que su responsabilidad termina en la construcción de la superficie de estas edificaciones para evitar que la Plaza siga sin concluir.

Se llega a un acuerdo de permuta entre la Encomienda y la Universidad. El estudio cede unas tierras valoradas en 45.547 reales a cambio de una de las casas de los religiosos de San Juan. Pero el claustro no quiere renunciar a los diezmos de dichas tierras y la operación se suspende por el comendador de la Orden que consideró el acto nulo e injusto. A partir de la ruptura del contrato es el Ayuntamiento quien asume la construcción de la parte del pabellón de Petrineros que correspondía a la Encomienda.

Pero el Ayuntamiento carecía de recursos para edificar la casa de la Encomienda y se la ofrece, con la condición deconstruir, a la Universidad. Después de muchos debates en el claustro universitario, la Universidad acepta las condiciones de la ciudad. Cuando van a firmar el acuerdo con el Ayuntamiento, el Concejo deniega a la ciudad el traspaso de la titularidad de la casa de la Encomienda y el proceso se paraliza y hay que volver a empezar. A partir de ese momento el Ayuntamiento comienza a construir a su costa la casa de la Encomienda y no se libró, durante muchos años, de las continuas peticiones de compensaciones económicas por las casas.

Los Hospitalarios tenían muchas posesiones en los alrededores de la ciudad, casas y tierras repartidas a lo largo y ancho de la provincia, destacando además de las encomiendas ya citadas, las de la zona norte de la provincia en los límites entre los obispados de Salamanca y Zamora.

Estos poderosos freires mantuvieron su presencia en Salamanca durante varios siglos y a ellos debemos, en gran parte, la atención médica y hospitalaria de la ciudad durante esos largos años.


Notas:

  1. La Enciclopedia del País. Tomo 10:7789-0. ↩︎
  2. Fue restaurada por el arquitecto José Carlos Marcos Berrocal, que obtuvo su segundo premio Europa Nostra por este trabajo. ↩︎
  3. Villar y Macías, libro II:118-9. ↩︎
  4. Núñez Paz, P; Redero Gómez, P; Vicente García, J. Salamanca. Guía de Arquitectura. Colegio de Arquitectos de León. Delegación de Salamanca, 2002, pp 102 y 122 . ↩︎
  5. Carabias Torres, A; Lorenzo Pinar, F J; Möller Recondo, C. Salamanca: Plaza y Universidad. Ediciones Universidad de Salamanca , 2005, pp 30-33. ↩︎

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.