Los Colegios Menores (II)

Por José Almeida (*)

Doctor en Medicina y Cirugía y licenciado en Bellas Artes

Restos de Colegios Menores

De los demás colegios menores que existieron en Salamanca solo quedan restos, más o menos valiosos. Algunos han sido incorporados acertadamente a edificios modernos, como los del Colegio de San Pelayo, fundado en 1556 por don Fernando Valdés, arzobispo de Sevilla e Inquisidor General, en el que intervinieron los arquitectos Rodrigo Gil de Hontañón y Pedro Gamboa. Sus colegiales eran conocidos por “los verdes”: el color de su manto y beca.

Fue destruido en su mayor parte durante la Guerra de la Independencia, excepto su fachada principal de la calle Cervantes, así como parte de la cerca de la calle Rabanal y la capilla gótica de bellas bóvedas de crucería que han sido incorporados en 1988, con gran acierto, a la nueva Facultad de Geografía e Historia por el arquitecto Emilio Sánchez Gil. En estos terrenos estuvieron ubicadas en mi época de estudiante las instalaciones deportivas conocidas por ‘El Botánico’; así llamadas porque en el siglo XIX se instaló allí el Jardín Botánico de la Universidad, donde iniciábamos la pre-instrucción militar de las Milicias Universitarias del Sindicado Español Universitario (SEU), como paso previo al campamento de verano de Montelarreina (Zamora).

El Colegio Trilingüe fue fundado en 1550. Ante la gran demanda de estudios en las Cátedras de Gramática y Lenguas Clásicas, se planteó por la Universidad la necesidad de crear una institución encargada de la instrucción del latín, griego y hebreo, equivalente al Colegio Trilingüe de Alcalá establecido por el cardenal Cisneros a imagen y semejanza del de la Universidad de Lovaina. Fue Don Diego Enriquez de Almansa, visitador oficial de la Universidad, quien, en nombre del emperador Carlos V, ordenó la fundación del colegio dedicado al estudio de las tres lenguas clásicas.

En principio, su sede estaba bastante alejada del campus, pero en 1594 se trasladó a su lugar definitivo, detrás del monasterio de San Agustín, hoy Plaza de la Merced. El proyecto inicial del colegio, de 1556, era de Rodrigo Gil de Hontañón, aunque no llegó a materializarse en su totalidad. No obstante, el claustro es de una gran severidad estética, y son los únicos restos que quedan del siglo XVI. Las arquerías bajas de arcos de medio punto, sin apenas decoración, son muy austeras, con gráciles fustes y basas de granito, donde el contraste con la piedra de Villamayor produce un efecto cromático muy sugestivo.

Durante la Guerra de la Independencia fue demolido parcialmente para reutilizar sus piedras en la construcción del fuerte de San Cayetano y el de la Merced Calzada, clausurándose definitivamente en 1818. La reconstrucción se llevó a cabo por el arquitecto José Secal, en 1934, que integró algunos elementos primitivos, como el patio. Allí, precisamente, estuvo instalado el primer Regimiento de Caballería de la Albuera, hasta que se trasladó, en 1926, al nuevo cuartel de la Glorieta, sufriendo un voraz incendio en 1938. Al regresar los jesuitas a Salamanca, en 1944, se trasladaron al Trilingüe los Institutos de Enseñanza Media, después de haber ocupado parte de su Noviciado en el Paseo de San Antonio, donde yo cursé los primeros cursos de Bachillerato. En un ala estaba el Instituto Fray Luis de León, masculino; y en otra, el Instituto Lucía de Medrano, femenino, sin comunicación entre ambos. En 1976, por necesidades de espacio y funcionalidad, se trasladaron a edificios paredaños en el camino del cementerio San Carlos Borromeo, su ubicación actual. El moderno edificio tiene un marcado carácter geométrico, quearmoniza perfectamente con el entorno universitario, proyectado en 1986 por el arquitecto Antonio Garcia Lozano. Es una obra de formas severas y clásicas en las que se ha sabido integrar, con acierto, los restos del patio renacentista; aunque a mí me da la impresión de ser más reducido que cuando yo lo frecuentaba como alumno: entonces me parecía de una magnificencia mucho mayor. Hoy se halla cubierto por una cúpula acristalada, de donde cuelga el péndulo de Foucault, y es la sede de la Facultad de Ciencias Físicas.

El Colegio Viejo de Oviedo o de Pan y Carbón, llamado así popularmente porque parte de sus ingresos provenían del canon del trigo y del carbón, corrió peor suerte. Es el más antiguo de los colegios de Salamanca, ya que data del siglo XIV, concretamente de 1386, y fue promovido por don Gutierre de Toledo, obispo de Oviedo, de donde le viene su denominación oficial.

No podemos decir nada de su arquitectura ya que ha quedado reducida a unos desvencijados restos, en un estado realmente lamentable. Se hallan localizados en la calle Pan y Carbón, entre las calles de San Pablo al naciente y La Rúa Mayor al poniente, hasta donde llegaba su jardín. En la actualidad es un solar abandonado. Da la sensación de que, de inicio, fue levantado con materiales pobres: ladrillo, entramado de madera y mampostería, y de lo que fue patio solo quedan unas columnas arquitrabadas que conozco por una fotografía de J. M. Muñoz. Por si toda esta serie de adversidades no fuera suficiente, es de propiedad privada y compartida por dos propietarios que, además, “están mal avenidos”; lo que hace inviable su posible rehabilitación o, mejor, reconstrucción, como pide el colectivo de Ciudadanos para la Defensa del Patrimonio de Salamanca.

El Colegio de Santa Cruz de Cañizares fue fundado por don Juan Cañizares, sobrino de don Alonso de Fonseca III, en 1526, y reformado en 1734. Se conservan restos de la antigua capilla, hoy incorporados al salón de actos del Conservatorio Profesional de Música, así como su pequeña fachada barroca de la calle Tahonas Viejas. De reducidas dimensiones, tiene una composición vertical formada por una puerta de entrada, hoy cegada, de arco mixtilíneo inspirado en los típicos arcos salmantinos del gótico, aunque de un inequívoco barroquismo, con la arquivolta externa abocinada y pilastras cajeadas a los lados. El piso superior está marcado por una imposta sobre ornamentación de hojarasca y encima, una ventana con orejeras entre dos columnas y adornos de volutas. Todo ello va coronado por un frontón triangular que cobija el escudo del fundador, el canónigo Cañizares.

El Colegio de San Ildefonso, situado frente al de Calatrava, ha sido reconvertido en viviendas por Antonio Fernández Alba. Fue fundado a principios del siglo XVII por el clérigo don Alonso de San Martín para un grupo de cuatro o seis estudiantes. La fachada es parca en ornamentación; el piso bajo es de mampostería y los dos superiores de sillería. En la planta baja existen dos vanos; uno amplio para carruajes, posiblemente espurio, y el otro es la puerta de entrada en cuyo dintel figura grabado el nombre del colegio. Destaca en el centro del paño el escudo del fundador, muy bello, con dos ventanas a los lados, y en el piso superior va una galería de seis ventanas, alternando con sencillas pilastras, que confieren perspectiva al edifico y que bien pudiera haber cumplido la función de galería o solana.

El Colegio de Santa María de los Ángeles tuvo siempre una situación privilegiada en la plaza de Anaya, primero, y después en la calle de Libreros, cuando se fusionó con el Colegio de San Millán. La fachada es una restauración del siglo XVIII, de Jerónimo García de Quiñones, que combina elementos de los dos edificios originarios, en un eclecticismo agradable. Tiene una puerta de entrada adovelada con arco de medio punto, gótica, y en la clave lleva el escudo de don Jerónimo de Arce, fundador del Colegio de San Millán.

Elevando la vista, observamos un balcón barroco, como el escudo, y sobre él, en el piso alto, se aprecian restos de estilo gótico tardío. Una hornacina adintelada con una Virgen Madre y el Niño que va acompañada de dos esculturas de piedra franca sobre peana, que corresponden a San Pedro y San Pablo, y rematado por una cornisa de bolas.

La reconstrucción actual es obra de finales de los años ochenta del siglo pasado de Ricardo Pérez Rodríguez-Navas y José Elías Diez Sánchez, y es la Biblioteca Santa María de los Ángeles; una estancia muy frecuentada por los estudiantes, sobre todo en época de exámenes, cuando está abierta las 24 horas del día. La antigua capilla del Colegio de San Millán es hoy un Centro de Interpretación de la Ciudad.

Y, finalmente, como recuerdo de los más de veinte colegios menores que existieron en Salamanca, reseñar el Colegio de Santa Catalina, en la plaza de los Basilios, muy próximo al convento de San Esteban.

En la década de los setenta del siglo pasado, fue rehabilitado para su vivienda por el arquitecto Javier Gómez Riesco. Su fundación, de finales del siglo XVI, se debe al clérigo don Alonso Rodríguez Delgado, confesor del papa Sixto V.

Se trata de un edificio sobrio de fachada de mampostería con balcones en las dos plantas superiores y dos ventanas en la planta baja.

Su portada es típicamente barroca, con entrada adintelada de orejeras y pilastras cajeadas, con frontón triangular abierto, que va coronado por un escudo con la rueda de Santa Catalina y las iniciales A.R. de su fundador.

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