Los Colegios Menores (I)

Por José Almeida (*)

Doctor en Medicina y Cirugía y licenciado en Bellas Artes

El Colegio de Calatrava fue fundado en 1552, refrendando sus constituciones el emperador Carlos V, y en principio estuvo localizado en un modesto edificio de la calle de San Pablo. En 1717 se iniciaron las obras del edificio actual, situado en la calle del Rosario, al sureste del convento de San Esteban, frente a la iglesia de Santo Tomás Cantuariense, no muy alejado de la antigua muralla.

Los planos son de Joaquín de Churriguera, quién inició las obras, sustituyéndole a su muerte, tras un largo periodo de paralización constructiva, Jerónimo García de Quiñones, que lo proyectó en una traza barroca exuberante. Sin embargo, su estilo ha llegado a nosotros muy atenuado debido a la intervención de Jovellanos, que impuso un giro academicista, suprimiendo muchos de los adornos y detalles del edificio y, así, quedó conformado en un estilo ecléctico: medio barroco, medio neoclásico. La fábrica
tiene forma rectangular, al modo de los alcázares españoles, con las torres posteriores a mitad del edificio, por cuyo motivo carecede fachada posterior noble. La monumental fachada destaca por su simetría, acentuada por los dos torreones septentrionales que están adelantados con respecto al paño principal. Se organiza en dos plantas y va rematada por una balaustrada que se interrumpe a nivel del ático.

Ascendiendo por una monumental escalera se accede a la portada, que está enmarcada por volutas y angelotes con banderolas de la orden militar, y sobre ella destaca un gran escudo con la cruz flordelisada. Por encima va una hornacina con la imagen de San Raimundo, abad de Fitero y fundador de la orden, cuyos caballeros, mitad fraile mitad soldado, tenían el lema de “leones en la guerra y corderos en la paz”, y en el ático, recortándose en el cielo a modo de peineta, el escudo de España de Carlos III.

El claustro interior es muy simple. Lo más interesante desde el punto de vista arquitectónico es la escalera volada de tres tiros que va alojada en la torre posterior oriental y que, sin duda, fue inspirada por la de Domingo de Soto del convento de San Esteban, que creó escuela en Salamanca. La otra torre posterior, la de poniente, corresponde al cimborrio del crucero de la capilla.

El oratorio es de un frío neoclasicismo impuesto por el gusto del abate Antonio Ponz y de Jovellanos, con retablos pétreos como en los Capuchinos, que contenía lienzos de Goya desaparecidos durante la guerra contra los franceses, y cuyo paradero se desconoce en la actualidad. Ha sido colegio de los padres agustinos, Seminario Diocesano, y en 1960 sufrió un incendio en el que prácticamente solo se salvaron las paredes.

Hace poco tiempo que este colegio ha sido totalmente reformado, con dependencias modernas, y en la actualidad es la Casa de la Iglesia, inaugurada en 2003 como estancias preparadas para acoger eventos de la Diócesis, con auditorio, capilla privada, salas multiusos, habitaciones para sacerdotes jubilados y comedor.

Colegio de Huérfanos o de la Concepción

Fue fundado en 1545 por don Francisco de Solís, médico y secretario del papa Pablo III, Alejandro Farnesio, y su función era proporcionar educación a niños huérfanos bajo la tutela de la Universidad y la advocación de la Inmaculada Concepción.

Es el único de los colegios de la ciudad situado extramuros, sobre una zona elevada cerca del río Tormes, y hasta la segunda mitad del siglo pasado fue Manicomio Provincial. Precisamente en ese centro hacíamos las prácticas de Psiquiatría los alumnos del último curso de la licenciatura de Medicina, y al estar ubicado en el paseo de Canalejas, 113, por aquel entonces, al calificar a alguien como demente, se decía de forma eufemística que estaba para ingresar en el “ciento-trece». Y por este motivo, también, a la pendiente de la ronda donde se halla el edificio se la conocía como “cuesta de los locos”.

Las obras del histórico edificio se iniciaron en 1550 con trazado de Stefano de Arenzano, arquitecto italiano que trajo de Roma el fundador, bajo la dirección de Rodrigo Gil de Hontañón, que dejó su impronta en la ejecución. Su construcción se alargó hasta bien entrado el siglo XVIII, por lo que intervinieron otros arquitectos, como Alberto Mora y Juan de Sagarbinaga.

Como muchos otros colegios y conventos, se articula alrededor de un claustro del siglo XVII de dos plantas y de inspiración renacentista, aunque de sencilla factura. Los arcos de medio punto asientan sobre pilastras cajeadas y los altos van cerrados con balaustrada.

La fachada principal, que da al mediodía, fue el inicio de la obra, como se deduce de su traza. El paramento es de mampostería tosca y tiene un marcado carácter de horizontalidad con una bella portada centrada de sillería fina. Es de factura hontañonesca, con arco de medio punto, y va enmarcada por columnas estriadas. En las enjutas lleva dos medallones con las imágenes de San Pedro y San Pablo, y sobre el entablamiento, una hornacina entre pilastras decoradas con grutescos con la imagen de la Inmaculada Concepción. El ático va coronado por un frontón triangular con la representación del Padre Eterno, muy similar al de la fachada de mediodía de la iglesia de San Martín, y a cada lado, dos óculos cegados.

El resto de la fachada se caracteriza por la distribución ordenada y simétrica de los vanos: abajo ventanas y arriba balcones con vierteaguas. La portada septentrional, de traza barroca, hoy exenta, constituye la entrada a la moderna Facultad de Filosofía, y es de menor valor que la de mediodía. En la actualidad, este colegio ha revertido a la Universidad tras ser inteligentemente restaurado en 1971 por el arquitecto Antonio Fernández Alba para Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación.

Colegio de San Ambrosioo de Expósitos

Fue fundado por el presbítero salmantino don José Serra Vidal, a mediados del siglo XIX, para acogida de escolares sin recursos que cursaban sus estudios en el Seminario o en la Universidad. Pero no fue hasta los albores del siglo XX cuando ocuparon este edificio, que con anterioridad alojaba a niños expósitos desde 1720, por lo que también se le conoce como Colegio de Expósitos.

Se halla situado al sur de las catedrales, bajando por la calle de Tentenecio, donde, según la tradición, San Juan de Sahagún obró el milagro de paralizar a un toro bravo que se había desmandado con el grito de: “Tente, necio”, de donde deviene el topónimo.

La traza del edificio, que como he señalado mandó construir el cabildo para niños huérfanos, es de Joaquín de Churriguera, como denuncia su portada; casi la misma, en pequeño, que la del colegio de Calatrava.

Enmarcando la puerta van dos pilastras con volutas laterales que soportan un entablamiento sobre el que se apea una hornacina avenerada con profusión de ornamentación barroca para dar cobijo a una imagen de San José con el Niño y, por encima, un relieve con la alegoría de la Caridad; ambas obras de José de Larra. En todo lo alto discurre una cornisa que se curva en semicírculo sobre la hornacina.

“Este edificio dio alojamiento a la Guardia Mora del general Franco en la Guerra Civil”

El edificio se estructura en dos plantas separadas por una imposta y es de fina sillería, con una distribución simétrica de huecos y escudos del cabildo, descaradamente barrocos. Este edificio dio alojamiento a la Guardia Mora del general Franco en las primeras etapas de la Guerra Civil, y en la actualidad es la sede del Archivo General de la Guerra Civil Española, rebautizado como Centro Documental de la Memoria Histórica. Una de sus salas está dedicada a la recreación de una Logia Masónica.

En los últimos años ha sido la causa de conflictos entre la Administración del Estado y el Ayuntamiento de Salamanca por la salida de papeles de la Guerra Civil a Cataluña, sobre todo, y al País Vasco también; hasta el punto de llegar a cambiarse la denominación de calle Gibraltar por la de El Expolio.

El mismo alcalde, Julián Lanzarote, días antes de abandonar la Corporación municipal, en el año 2011, en un gesto de rectificación que le honra, ha vuelto a restituir el topónimo de Gibraltar que data, nada menos, que del siglo XIV.

A día de hoy, y ante la insuficiencia de espacio para albergar tanta documentación (a pesar de toda la que ha salido y de la que todavía demanda Cataluña), se ha habilitado como segunda sede del Centro Documental de la Memoria Histórica un edifico neoplateresco de la Plaza de los Bandos: la antigua Caja Nacional de Previsión, del arquitecto Joaquín Secall.

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