Por Jesús Málaga
Joaquín Lluch fue obispo de Salamanca en la segunda mitad del siglo XIX. A su llegada encontró una ciudad destruida y empobrecida. La larga Guerra de la Independencia había dejado a la ciudad sin vida. Comprometido con la realidad que le tocó vivir, mantuvo una gran actividad pastoral. En su ponticado apoyó la fundación de las Siervas de San José y la llegada a la ciudad del Tormes de las Hermanitas de los Pobres.
Pronto se dio cuenta de las enormes necesidades sociales de su diócesis, especialmente severas para la atención de los discapacitados, las mujeres y los ancianos. Gestionó la llegada a Salamanca en 1868 de esta congregación con un carisma especial, la atención a las personas mayores, pero no fue hasta la Navidad de 1872 cuando se instalaron por primera vez en una casa de la calle Padilleros. Todo tiene su principio, y el de las Hermanitas fue un día señalado en rojo en el calendario: el25 de diciembre acogieron al primer anciano. En este domicilio permanecieron hasta que se les hizo pequeño para acoger a cuantos llamaban a su puerta, y se trasladaron a la plaza de Santa Eulalia, al Palacio de las Cuatro Torres, más conocido por la Torre del Aire .
Construyeron un edificio singular desde el punto de vista arquitectónico junto a la plaza de toros
Desde el centro de la ciudad pasaron al extrarradio. Construyeron un edicio singular desde el punto de vista arquitectónico junto a la plaza de toros de La Glorieta, en la carretera de Valladolid. El 2 de octubre de 1924 pusieron la primera piedra con el máximo boato. El acto contó con la presencia del Príncipe de Asturias, que se encontraba de paso por Salamanca y no quiso perderse el acontecimiento. Lsas Hermanitas de los Pobres tiraron para la ocasión la casa por la ventana desde el punto de vista religioso.
La comunidad se hizo acompañar de 20 ancianos y 12 ancianas; con todo esmero montaron un altar en medio del solar yoyeron misa de campaña todos juntos. Las obras duraron tres largos años. Se dieron por terminadas en julio de 1927. Hicieron el traslado de los enseres y los ancianos un caluroso día de verano, el 27 de agosto. Para entonces había en Salamanca otro obispo, Francisco Frutos Valiente.
Desde su llegada a los asilos de las Hermanitas de los Pobres, los ancianos reciben todo tipo de atenciones sociales, alimenticias, médicas y rehabilitación física y psíquica. Un verdadero milagro se obraba cada día en la residencia de antaño y cada día se da en la actual; 100 ancianos y ancianas atendidos por monjas y seglares, unos como empleados y otros como colaboradores han logrado una de las mejores residencias de Salamanca y, por cierto, una de las más antiguas.
Desde que comenzaron a cobrase pensiones en el siglo pasado, cada asilado aporta una parte de ella para su manutención; otra, más pequeña, queda en manos del acogido para sus gastos de bolsillo. No se les pide una cantidad fija, depende de lo que cobren. Son rechazados los que tienen rentas elevadas o los que pueden mantenerse con sus recursos. La atención a los viejos es esmerada, por ese motivo no es de extrañar las largas listas de espera para ser admitidos. Para poder ingresar en las Hermanitas de los Pobres son preferidos los más pobres, necesitados y desamparados, sin familia o amigos que se responsabilicen de ellos.
A pesar de ser una obra de la Iglesia Católica, pueden asilarse miembros de otras religiones
El asilo se nutre de limosnas que el pueblo de Salamanca, conocedor de su labor, aporta durante todo el año. Cada año, el día 12 de junio, se celebra una esta taurina en La Glorieta a benecio de las Hermanitas de los Pobres. Un numeroso grupo de voluntarios ayuda a las labores cotidianas de la residencia. Para ingresar no se precisa confesar la fe católica.
En las Hermanitas, a pesar de ser una obra cristiana de la Iglesia Católica, pueden asilarse miembros de otras religiones, razas, profesión o procedencia. La casa de Salamanca es una de las 29 que funcionan en España. En el mundo son actualmente 225.
Como ya hemos comentado, la ciudad de Salamanca de nales del siglo XIX y principios del XX estaba desolada. Las cicatrices de la Guerra de la Independencia se dejaban notar en algunos espacios, como la actual Vaguada de la Palma. Conventos, iglesias, colegios mayores, colegios menores, palacios y caseríos de familias sencillas se encontraban en ruinas, abandonados por doquier.
La situación asistencial a los ancianos dejaba mucho que desear. Solamente la Casa de las Viejas acogía a una decena de ancianas de pocos recursos económicos. Había desaparecido laveintena de hospitales que funcionaban como casas de acogida para enfermos y ancianos desamparados. También habían desaparecido los hospitales de sangre abiertos durante la Guerra de la Independencia. Pero no todo fue negativo, volvió a funcionar el General de la Santísima Trinidad, que a principios de siglo XX se trasladó desde su sede en Marquesa de Almarza a la avenida de Villamayor.
La Universidad de Salamanca había cerrado denitivamente su Hospital del Estudio. En la década de los veinte del siglo pasado, en Salamanca se había construido con cargo a los presupuestos de la Diputación un hospital provincial moderno que hacía las veces de clínica universitaria. Este estatus docente del centro sanitario de la Diputación se mantuvo hasta 1975, cuando se puso en funcionamiento el Hospital Clínico Universitario junto al Tormes.
Se comprenden las necesidades de la ciudad en todos los sentidos. Mariano Lluch, hermano del prelado, conoció la obra que las Hermanitas de los Pobres estaban realizando en Barcelona. Emocionado, apoyó su llegada a Manresa, su pueblo. Don Joaquín, el obispo salmantino, supo de la comunidad de religiosas y de su benefactora obra por su hermano antes de ser nombrado cardenal arzobispo de Sevilla. Ya en 1868 había comenzado a realizar gestiones para que las hermanitas se implantaran en Salamanca. Para complacer al prelado, se trasladó a Salamanca desde Madrid una asistenta general de la orden para buscar casa. Se interesó por el convento de mercedarios, en pleno barrio judío, vacío por la desamortización y semidestruido por la guerra. El estado del inmueble no la convence, y rechazan abrir su casa en aquel lugar.
Lluch les dona muebles, les envía comida y construye una capilla para que realicen sus oraciones
El 23 de diciembre de 1872 llegan en diligencia a Salamanca tres jóvenes religiosas acompañadas de su superiora, la primera comunidad de Hermanitas de los Pobres de Salamanca. Habían realizado una parada en Peñaranda para desayunar y saludar al párroco, que las estaba esperando. Llegaron a la ciudad del Tormes justo para celebrar austeramente la Nochebuena. Una señora enviada por el prelado las trasladó al número 15 de la calle Padilleros y las instaló en una pequeña vivienda que ocuparon en alquiler.
Lluch les dona muebles, les envía comida y construye una capilla para que las monjas realicen sus oraciones diarias. Una señora les lleva, para que lo cuiden, un mendigo de la calle. Sería el primer asilado al que atender. Desnudo y sucio, lo lavan, alimentan y visten. Era un francés que había abandonado su país y que había sido decorador y pintor. Demenciado y desorientado, le pusieron de nombre Pedro José, y sería el primero de la serie de miles de ancianos a los que han atendido las Hermanitas de los Pobres en los distintos domicilios donde se han asentado en Salamanca.
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