Por Jesús Málaga
Hasta 1963, Tejares fue un pueblo de la provincia de Salamanca. Ese año desapareció como municipio y su territorio se incorporó a la capital. Desde entonces ha funcionado como un barrio singular de la ciudad universitaria más antigua de España.
En Tejares se recrea la vida del Lazarillo de Tormes; el protagonista de esta novela picaresca nació en el molino, cuyas ruinas podían observarse hasta la construcción del puente de la Ronda Exterior.
Tejares fue también el lugar de retiro de las prostitutas acogidas a la mancebía municipal, edificación que se encontraba a la salida de la ciudad por el Puente Romano, en el Arrabal, cerca de la actual farmacia de dicho barrio. Las ordenanzas recogían su cierre temporal durante la cuaresma, desde el miércoles de Ceniza hasta el Lunes de Aguas, y la semana siguiente a la celebración de la Pascua. Durante ese tiempo, las mujeres públicas eran recluidas, bajo la vigilancia del ‘Padre Putas’, en una casa propiedad del Consistorio salmantino en el vecino pueblo de Tejares.
Pero Tejares entró en la historia de Salamanca por otras muchas cosas. Los romanos construyeron unos baños salutíferos para el tratamiento de la sarna. Aprovecharon las aguas termales que casi en superficie se encontraban en la orilla izquierda del Tormes. Junto a la construcción sanitaria se encontraba un templo dedicado a la diosa de la salud. César Morán, arqueólogo del primer tercio del siglo XX, dedicó varios de sus artículos, fruto de sus investigaciones, al yacimiento romano por él descubierto.
“Tejares fue también el lugar de retiro de las prostitutas acogidas a la mancebía municipal”
La sarna, producida por ácaros que excavan túneles en la piel y ponen huevos en ellos, a buen recaudo, debía ser una parasitosis muy frecuente en los años de la romanización y anteriores. Produce erupciones, irritación de la piel y picazón que causa una necesidad imperiosa de rascarse. Al trasmitirse por el contacto íntimo, especialmente por relaciones sexuales, o por compartir el lecho varias personas a la vez, unido a la falta de las medidas higiénicas más elementales, la sarna ha estado presente en nuestro país hasta bien entrado el siglo XX.
Hoy, aunque siguen dándose casos, son escasos.
La cristianización trajo consigo la trasformación de los dioses paganos romanos; vírgenes con advocaciones diversas y santos a los que se les atribuían milagros y portentos sin fin, ocuparon, sin solución de continuidad, el lugar de las divinidades de los hombres primitivos o de civilizaciones anteriores a la cristiana. La diosa de Tejares, más bien ‘Ninfa Salus’, se convirtió en la que hoy veneramos, la ‘Virgen de la Salud’.
La primera ermita de la Virgen de Tejares estuvo en un caserío situado junto al actual puente del ferrocarril. No muy lejos del templo romano existió una aldea de la que hoy nos queda un grupo de casas en pie, configurando un caserío de una finca, entre el antiguo puente del ferrocarril y el molino llamado del Lazarillo. De aquel templo del siglo XI o XII no ha quedado vestigio alguno.
“La primera ermita de la Virgen estuvo en un caserío junto al actual puente del ferrocarril”
Más tarde, en el siglo XIX, la imagen de la Virgen de la Salud pasó a venerarse en el pueblo actual, en una iglesia sin valor en su interior, pero que en su fachada luce un hermoso frontispicio con columnas decoradas con bellos capiteles labrados. La imagen de la Virgen que hoy se venera no es la que se encontraba en la primitiva ermita, y el retablo donde se expone fue traído desde el convento de San Pedro de la Paz, de canónigas de San Agustín, que estaba enfrente de los dominicos antes de cerrase y convertirse en fábrica de cerveza. En un lateral se venera el Niño Jesús de Tejares, imagen de llevar por los domicilios en Salamanca para su adoración por parte de las familias comprometidas a albergarlo durante 24 horas, antes de pasarlo a otra casa donde se repetirá la acogida con flores, velas y oraciones pidiendo la protección y la salud a cuantos la hubieran perdido.
Según la tradición, la antigua escultura de la Virgen fue guardada por los primitivos cristianos en una cueva del risco de la Salud, cerca de donde luego se construyó el polvorín. Se quería así preservarla de los invasores bárbaros venidos del norte de Europa. Descubierta por un pastor, fue devuelta a la iglesia ermita románica de Tejares, donde cada primavera se le rendía una fiesta a la que asistía toda la ciudad y su alfoz.
Era, y es todavía, una fiesta entre el equinoccio de primavera y el solsticio de verano, en los días más largos del año, los días más codiciados en la submeseta norte, donde los inviernos duran cerca de ocho meses. En esta romería se venden frutos secos, las más afamadas avellanas y los botijos necesarios para soportar los calores del verano. Seguramente esta celebración se hacía también con los romanos, e incluso con los pueblos primitivos, vacceos y vetones, en honor de la diosa que aportaba con sus aguas la salud de los salmantinos que se acercaban a sus baños. Desde la cristianización, el día de la Virgen de la Salud se colocan en la escalera de acceso al templo, como en una exposición, tullidos y discapacitados, con las más variadas patologías, como si fuera una exhibición sin pudor alguno de las desgracias, para implorar caridad y reconocimiento público de sus desdichas, pero como se hacía en la Edad Media, enseñando sus lesiones, sin esconder lo más escabroso de las mismas.
“En esta romería se venden frutos secos, las más afamadas avellanas y botijos para soportar el verano”
Tejares fue el lugar donde los frailes de San Vicente tuvieron una finca para solaz de sus jóvenes estudiantes llegados de todos los conventos de España para oír lecciones en la Universidad de Salamanca. Al igual que ‘La Flecha’ para los agustinos, ‘Valcuevo’ para los dominicos o ‘Villasandin’ para los jesuitas, los de San Vicente pasaban las vacaciones en contacto con la naturaleza en Tejares. También las Úrsulas poseían otra finca, el Puerto de la Anunciación, seguramente entregada como dote por su fundadora, una Maldonado, doña Sancha, o de su fundador, el arzobispo Fonseca II.
Por último, Tejares fue el lugar de veraneo de los marqueses de Castellanos, cuyo palacio de verano fue adquirido por la congregación de San Pedro Ad-Víncula y que, una vez rehabilitado y comprado por la Dirección General de Tráfico, se convirtió en el Centro de Educación Vial actual, único en su género en España.
Los marqueses de Castellanos, descendientes de los Maldonado, tienen su cenotafio en la iglesia capilla de las jesuitinas, en el que fuera convento de los canónigos premostratenses.
Otros hechos de la historia pequeña de Salamanca se produjeron en Tejares; valga citar que tuvo una plaza de toros que compitió durante la primera mitad del siglo XX con la de La Glorieta de Salamanca, y que en su antiguo término se asentaron dos comunidades religiosas. En el solar de una de ellas surgió el parque del Cañón y en la otra, las piscinas y el barrio de Buenos Aires. También en su término municipal tuvieron cabida el matadero municipal, de carácter comarcal, las instalaciones de Merca Salamanca y los barrios de Chamberí, Alambres y, el más moderno, ya en democracia, el de Buenos Aires.
Deja una respuesta