Por José Almeida (*)
Doctor en Medicina y Cirugía y licenciado en Bellas Artes
Este patio tan emblemático tiene forma rectangular y constituye un conjunto monumental con la fachada universitaria, hasta el punto de que parece concebido desde el Renacimiento; sin embargo, esto no fue así hasta el siglo XVII.
Se trata de un espacio monumental único, en el que, lejos de ser perturbador, se crea una tensión entre el refinamiento gótico-plateresco de los paños oriental y de mediodía y la sencillez de las casas de los lienzos de poniente y del norte; y todo ello, modulado por la serena calma que transmite con su gesto fray Luis de León, en su alto pedestal. Para mí, es tan acertado el conjunto y es tan sublime la sensación que parece diseñado por una misma cabeza. Fue una experiencia estética imborrable la contemplación de este espacio en mis años de adolescente, y hoy es muy común ver este lugar lleno de grandes grupos de turistas afanándose en encontrar la rana, desorientados ante tanta ornamentación, sin percatarse de que se pierden el mensaje humanístico; y a algunos pocos, con inclinaciones pícaras, buscar en la crestería del Hospital del Estudio al ‘pajillero’, la figura de un hombre afanado en menesteres lúbricos. Por cierto, nada fácil de ver, sobre todo la primera vez que se visita. En la actualidad, todas las casas de este patio pertenecen a la Universidad, donde se ubican distintas dependencias: cursos internacionales, estudios de doctorado y otros; así como la entrada del Museo Provincial. Viviendas que hasta casi finales del siglo pasado estaban ocupadas por particulares.
En el lienzo de mediodía de este patio, hacia la mitad, destaca una portada gótica que corresponde al Hospital del Estudio, hoy sede del Rectorado de la Universidad. Según la tradición, en este mismo solar estuvo asentado el pretorio romano y más tarde, el palacio de Raimundo de Borgoña y de su esposa doña Urraca, y allí también fue donde, muy posiblemente, nació el 13 de agosto de 1311, el rey Alfonso XI. En la historia de España, es el único monarca natural de nuestra ciudad, que fue proclamado rey con tan solo un año de edad tras la muerte de su padre, Fernando IV, ostentando la regencia su abuela doña María de Molina.
Era un hospital para estudiantes pobres fundado por fray Lope de Barrientos, catedrático de la Universidad, y refrendado por don Juan II, padre de Isabel la Católica. Es el edifico más antiguo de los que constituyen este conjunto y sus obras se iniciaron en el primer tercio del siglo XV, aunque en etapas posteriores se le añadieron algunas casas colindantes y no estuvo libre de reedificaciones hasta su finalización, a mediados del siglo XVI.
La sede del Rectorado de la Universidad fue donde, muy posiblemente, nació el rey Alfonso XI
La portada, ligeramente elevada en altura con respecto al pa-ño de mediodía, está formada por un arco de medio punto con dos arquivoltas finamente decoradas que dan cobijo a un doble arco carpanel con mainel intermedio, que parece sustituido por una columna de mayor diámetro, posiblemente aprovechada de algún otro edificio, sobre el que va una talla de Santo Tomás, su titular. Tiene doble alfiz decorado con cardinas y apoyado sobre ménsulas que albergan en su tímpano inferior a un grupo de la Anunciación, y en el superior, tres semicírculos o arquivoltas de medio punto con tres escudos: en el centro, el de Castilla y León y a los laterales, repetido, el de los Reyes Católicos con el águila de San Juan. Toda esta muestra de fina talla constituye un paradigma del gótico hispano-flamenco.
El edificio del rectorado comprende casi todo el lienzo, y es de aparejo de sillería, solo roto por un gran portalón moderno en el extremo oriental de entrada a las dependencias administrativas y por huecos de varios despachos, así como por tres ventanas con arcos de medio punto molduradas, que dan luz a la capilla del antiguo hospital. El edificio está adornado por una larga cornisa, que se quiebra a nivel de la portada y trasmite sensación de perspectiva, que va coronada por una crestería plateresca.
La antigua capilla del hospital, a la que se accede desde el zaguán, es hoy Sala de Juntas de Gobierno de la Universidad. Tiene techumbre plana de madera tallada con finas molduras de estilo gótico-mudéjar, y en el testero va colgado un gran tapiz bruselés del siglo XVII, comprado en París, como el resto de la misma época que cuelgan en el Paraninfo y otras salas del edificio histórico y cuya restauración, en justo reconocimiento, hay que agradecer a la Fundación Gaceta, empresa editora del periódico de mayor difusión de Salamanca.
Aquí es inevitable que refiera una ‘vivencia personal’; otra más, ya que tuve el honor de pertenecer a la Junta de Gobierno de la Universidad por elección del claustro, como representante de los profesores titulares de Universidad, en el que fue elegido rector el profesor Berdugo, en 1994. Si bien es cierto que no estuve mucho tiempo, pues el día 28 de noviembre de 1995 presenté mi dimisión, motivada por el papel aminorado de la Universidad frente al antiguo Instituto Nacional de la Salud (hoy Sacyl) en el concierto suscrito entre ambas instituciones para la gestión del Hospital Clínico Universitario.
Y, también, por la precaria situación en la que se encontraba la docencia de Traumatologia de la Facultad de Medicina, de la que yo era responsable como encargado de Cátedra, ya que solo era ‘profesor de pizarra’, al no tener adjudicada la plaza asistencial vinculada. Y ello, a pesar de encontrarme en la situación administrativa de excedencia voluntaria de la plaza de jefe de sección. Lo que me obligó a interponer un recurso contencioso-administrativo, que gané seis años más tarde, aunque con plaza vinculada a “especialista de área”; por lo que, degradado del puesto clínico y, en una palabra, inerme, solicité la jubilación anticipada a los 67 años.
En fin, se trataba de una cuestión personal, que no merece ser más comentada en un contexto artístico y cultural como el que representan estos relatos. Es una vivencia más de las que describo a lo largo de mi colaboración en ‘El desván de Arte’ de la revista ‘Salamanca Médica’ y que, sin duda, ayudarán a comprender mejor mi personalidad como médico y profesor universitario.
Las Escuelas Menores constituyen los antecedentes de los Institutos de Enseñanza Media, pues hasta 1867 los estudios de bachillerato eran impartidos en la Universidad. Se accede a ellas por una portada que se encuentra en el extremo occidental de lienzo noble del patio. Su origen hay que buscarlo con anterioridad a 1413 y, como era frecuente en los edificios conventuales y docentes, se estructuró alrededor de un claustro, al igual que las Escuelas Mayores. Según Pedro Chacón, las obras ya estaban finalizadas en 1533.
La portada del llamado Patio de Escuelas Menores es de una gran belleza, y muestra una estructura y decoración influenciadas por la fachada de la Universidad, por lo que no se descarta que sea obra de algunos de los artífices de aquella.
La entrada tiene un doble arco de medio punto que carga en una columna a modo de mainel rematada por un delicado capitel. A la izquierda se observa una pilastra labrada con grutescos, que está ausente en el lado derecho; quizás por falta de espacio, o al ser asimilada por la edificación posterior de las casas del paño de poniente. En las enjutas van tres medallones: el del centro es Jesús, sin duda, por su clara iconografía, y a los lados, dos personajes mitológicos. El cuerpo superior descansa sobre una línea de imposta y está dividido en tres calles separadas por pilastras profusamente labradas que enmarcan tres escudos bajo arcos carpaneles; el central, con las armas de Carlo V, el águila bicéfala con las columnas de Plus Ultra y, por supuesto, el collar del Toisón de oro y, a los lados, sendos escudos con el águila imperial complementados con tres coronas. La primera, por la coronación de Aquisgrán como rey de los romanos; la segunda, de Bolonia, por el papa Clemente VII como emperador del Sacro Imperio Romano; y la tercera, la corona de hierro de los lombardos. Sobre este cuerpo, y separado por una línea de imposta, va un friso labrado con el escudo de la Universidad simplificado y a cada lado, medallones de San Pedro y San Pablo.
El escudo universitario es de una sutileza tal que “parece un sello de cera estampado en un códice”
Al traspasar esta puerta, el visitante se encuentra con dos sorpresas: la primera, que se trata de un zaguán abierto con el cielo a la vista y la otra, al encontrarse con una segunda magnífica fachada de doble arco. Uno de éstos de medio punto y el otro carpanel, que cargan sobre un pilar que se continúa en perspectiva con la línea de arcos de la crujía oriental del claustro y, sobre ellos, en un edículo profusamente labrado, el escudo universitario de una sutileza tal que “parece un sello de cera estampado en un códice”, como dijera don Emilio Castelar, presidente del la Primera República, cuando lo contempló por vez primera. En el círculo del emblema universitario va una inscripción en latín indicando que Salamanca fue la primera en enseñar todas las ciencias. El resto de la pared es de una sillería limpia que contrasta con las paredes laterales de mampostería.
A través de esta portada se accede al claustro, un rectángulo orlado por una arquería de seis arcos mixtilíneos en los lados cortos y de ocho en los largos que cargan sobre columnas graníticas, de la misma traza que vimos en el piso alto del patio de la Universidad, en la casa de las Cochas y en el patio de La Salina. Sobre la cornisa que se extiende a lo largo de las cuatro crujías, llama la atención una crestería ecléctica con candeleros platerescos recuperados de la primitiva obra que fue reformada en el siglo XVIII por Jerónimo García de Quiñones, en medio de una balaustrada barroca. En el centro, en un espacio verde, se halla el brocal de un falso pozo con escudos del desaparecido Colegio del Rey, desde donde podemos contemplar una hermosa vista de la crujía oriental con la figura majestuosa de la torre de la catedral al fondo.
En el centro, en un espacio verde, se halla el brocal de un falso pozo
Bajo las galerías se abren las antiguas dependencias escolares, reformadas. Las que dan a la crujía septentrional se corresponden con la General, y destacan porque están diferenciadas por dos grandes arcos escarzanos que van apoyados en las paredes por semicolumnas y en el centro cargan sobre columnas pareadas, un tanto livianas. La estancia está cubierta por una armadura doble de traza diferente: una de ellas, de par y nudillos con dobles tirantes y la otra, claramente renacentista, que se utiliza para exposiciones temporales; de fotografía, fundamentalmente.
En la crujía meridional se abre el Museo de la Universidad, donde está instalado parte del ‘Cielo de Salamanca’, cuyo traslado a este lugar fue una operación delicada que exigió desprender las pinturas murales, traspasarlas a un soporte de lienzo y adherirlo luego sobre la nueva bóveda, de igual forma que la original; si bien hay que aclarar que solo pudo recuperarse un tercio aproximadamente de la obra realizada por Fernando Gallego, a finales del siglo XV.
El traslado del ‘Cielo de Salamanca’ fue una operación delicada
El ‘Cielo de Salamanca’ fue la fuente de inspiración para el diseño del logotipo de Salamanca como Capital Europea de la Cultura 2002. Debo reseñar que en ese mismo año se realizó una magna exposición del genial escultor francés Auguste Rodin, contemporáneo de los impresionistas -hoy puesto en duda su talento por algunos, al achacar muchas de sus obras a la mano de Camille Claudel, su alumna, modelo, musa y amante-, con esculturas en diversos lugares y edificios emblemáticos de la ciudad, y uno de ellos fue precisamente este magno espacio, donde las figuras de los burgueses de Callais competían con la estética y el movimiento de los arcos de contracurvas, que recojo de un apunte que realicé durante aquel histórico evento.
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