La Universidad y los Colegios universitarios (II)

Por José Almeida (*)

Doctor en Medicina y Cirugía y licenciado en Bellas Artes

Fachada renacentista

El Edificio Histórico de la Universidad inició su construcción en 1415 en estilo gótico, como pue￾de apreciarse por los contrafuertes rematados por pináculos, por las ventanas de arcos apuntados y las bóvedas de arista de su zaguán. Adopta una tipología marcadamente monacal, con claustro alrededor de un patio central donde se abren las distintas dependencias. Esta primera fase se concluyó en 1435 por Alfonso Rodríguez Carpintero y en una ampliación posterior se levantó el muro con almenas para señalar los límites de su jurisdicción o fuero. En principio, el claustro era de una sola planta, salvo en el ala de poniente que originariamente es de dos; los otros tres lados hasta completar el claustro son réplica del primitivo y fueron añadidos a finales del siglo XIX por José Secall, arquitecto aragonés afincado en Salamanca. Todo en este espacio es sobrecogedor, no solo por su singular arquitectura, sino por el silencio y devoción que se experimenta al pisar una institución milenaria por donde han pasado tantos hombres ilustres que irradiaron con su luz a todo el mundo.

En la tercera década del siglo XVI, ligeramente adelantada al edificio gótico y en línea con el muro exterior, se le adosó la esplendorosa fachada plateresca del tipo de “fachada-estandarte”, que diría Chueca. No sabemos gran cosa de su autor; posiblemente fueran varios y no se descarta la participación de Juan de Álava, ejecutor de la sacristía de la capilla universitaria. Este tapiz de piedra constituye el mejor reclamo de la Salamanca monumental, hasta el punto de que es el santo y seña de la ciudad en todo el orbe.

No cabe ninguna duda de que tan magnífica fachada encierra un programa iconográfico cabalístico, que ha sido objeto de estudio por parte de numerosos investigadores. Se ha señalado como ideólogo del programa de la fachada al humanista Pérez de Oliva, rector que fue de la Universidad. Según algunos, se inspiró en un tratado de arquitectura de Antonio Averlino, Filarete, intelectual y arquitecto florentino del siglo XV. Santiago Sebastián y Luis Cortés apoyan esta hipótesis sobre el mito de la doble puerta del palacio renacentista: la de la virtud y la del vicio. Con esta clave humanista se identifican a algunos personajes como modelo de virtud y a otros como arquetipo del vicio, y el mensaje sería doble: de una parte de tipo ideológico, para resaltar la función humanista de la Universidad y, de otra, de carácter heráldico, para glorificar el poder real y eclesiástico que de forma tan decisiva impulsaron su auge. Pero, otros autores, como Paulette Gabaudan, lo interpretan en clave unitaria: para mayor glorificación del emperador Carlos.

Desde el punto de vista formal es de una belleza inusitada y no tiene más punto de referencia que el espectador; por eso los artistas tuvieron en cuenta la perspectiva para una mejor percepción visual. Así, las figuras y grutescos son muy finos y pequeños en el cuerpo inferior y a medida que ascendemos con la mirada van aumentando de tamaño; y no solo eso, sino que el paño está ligeramente inclinado o desplomado hacia adelante con el fin de tener la visión más aproximada a un plano ortogonal. Se trata de una obra de entalladores más que de arquitectos: como alguien dijo “es una obra de cincel y gubia más que de regla y compás”.

Este “frontis universitario” de piedra de Villamayor se halla estructurado en tres cuerpos en altura, separados por líneas de impostas formando atractivos frisos, y cinco calles en sentido vertical, separados por pilastras finamente labradas con grutescos. Todo ello enmarcado por dos pilares o capiteles suspendidos, tan prodigados en las portadas salmantinas, donde algunos han querido ver las columnas de Hércules. El acceso al recinto se realiza por dos arcos escarzanos, separados por un mainel o parteluz de arquivoltas finamente labradas, para acceder a un zaguán único.

Es una obra compleja, abierta a futuras interpretaciones avaladas por nuevos estudios

Los Reyes para la Universidad

El cuerpo inferior está dividido en cinco paneles profusamente labrados con temas vegetales, humanos y animales y en el central destaca un gran medallón de los Reyes Católicos con sus atributos reales, enarbolando un cetro único que simboliza la unión de los reinos de Castilla y Aragón. En el círculo, una inscripción en griego que dice: Los Reyes para la Universidad y ésta para los Reyes y encima de sus ca￾bezas el yugo y las flechas, como símbolos distintivos personales de los monarcas.

El segundo cuerpo tiene la misma distribución, en él destaca en el centro geométrico del paño el escudo del emperador Carlos V bordeado por el Toisón de Oro. El águila bicéfala de los Austrias a la izquierda, y a la derecha el águila de San Juan del reino de España. En los paneles exteriores estarían representados en laureas Hércules y su mujer Hebe, para Sebastián y Cortés; en cambio, para Gabaudan, esas efigies corresponderían al emperador Carlos y a su esposa Isabel de Portugal. En la parte superior de este mismo cuerpo, sobre veneras, van personajes romanos o mitológicos de identidad controvertida.

En el tercer cuerpo se rompe esta estructura de calles y en el centro hay un altorrelieve de una sutileza y perfección tal que ha sido atribuido por algunos, sin fundamento sólido más que la exquisitez de su talla, a Alonso de Berruguete, que represen ta a un papa: Benedicto XIII o Martín V, en su cátedra, rodeado de cardenales. A nuestra derecha y dentro de un edículo Hércules apoyado en una clava, como ascendente mítico del emperador para Gabaudan, y para Sebastián y Cortés símbolo de la virtud, entre dos medallones: uno de los cuales ha sido interpretado como Júpiter y el otro como su mujer Juno.

A la izquierda, y todo ello según miramos la fachada, Venus apoyada en una columna rota, como diosa de la fecundidad para los defensores de la teoría unitaria y como representante del vicio para los partidarios de la teoría dualista, guardando la simetría con el otro personaje entre los medallones de Baco y Príapo, y todos ellos coronados por delfines y amorcillos. Cirilo Flórez hace una lectura del programa iconográfico en clave de “teoría del poder”: como un elogio de la monarquía hispánica, en tanto es protectora de la Universidad.

Cuatro niveles de profundidad

Muy recientemente, el arquitecto salmantino Pablo de Andrés ha plasmado en el libro Recóndita armonía (2014), a través de una lectura hermética del frontis, su tesis sobre la fachada de la Universidad analizada según los cuatro niveles de profundidad con que los humanistas interpretaban los textos sagrados. En su estudio llega a afirmaciones tan categóricas como que la figura femenina con el pelo revuelto que guarda la simetría con el emperador Carlos, es Juana la Loca y que la Venus del edículo es Hebe; y la figura del Papa la identifica con Adriano VI.

De cualquier modo es una obra compleja, abierta a futuras interpretaciones, que no dudo las habrá, avaladas por nuevos estudios. Para mí, es indudable que la fachada ofrece múltiples lecturas, que se pueden resumir en dos tipos de discursos: uno icónico o figurativo y otro abstracto o alegórico.

La rana, símbolo sexual del pecado de lujuria, es el motivo de búsqueda afanosa de los que por primera vez se acercan a la fachada y es, sin duda, la causa principal de distracción del mensaje estético general; o como sintetiza en una frase el rector Unamuno: “no es lo malo que vean la rana, sino que no vean más que la rana”; lo que trato de reflejar plásticamente en el grabado objetual.

La figura del renacuajo

El renacuajo, objeto obsesivo de búsqueda por parte de los que se acercan por primera vez a la fachada, se halla situado en la confluencia de las coordenadas formadas por el capitel suspendido de la derecha y el primer friso que se extiende hasta el borde del paño, sobre la calavera de la izquierda de las tres que aparecen alineadas.

La fachada va coronada por una crestería maciza, muy hermosa, rematada por finos pináculos sobre los que destacan tres flameros: el central en línea con el mainel de la portada y los otros dos son continuación de las pilastras laterales.

Las Escuelas Mayores

Una vez que nos hemos repuesto de las sensaciones estéticas suscitadas por la contemplación de la fachada y traspasamos la puerta izquierda del exterior, nos vamos a encontrar con la primitiva portada de acceso al zaguán universitario formada por un arco de medio punto de grandes dovelas, tan frecuente en la arquitectura civil gótica. Las bóvedas del zaguán, escalonado en dos tramos, son de crucería estrellada: el primer tramo tiene en su clave central el escudo de los Reyes Católicos con la granada y el segundo el sello de la Universidad aprobado por el papa Alejandro IV, de plena vigencia en los documentos universitarios.

Las crujías del claustro bajo tienen una techumbre plana de madera policromada, con arcos de medio punto en la planta baja y en la alta los típicos arcos salmantinos de contracurvas, de etilo gótico-mudéjar, que ya hemos visto en otros edificios salmantinos como la Casa de las Conchas o el Palacio de la Salina. En el claustro, de tipo monacal, se abren las siete aulas o generales donde enseñaron prestigiosos doctores a lo largo de los siglos y algunos de ellos dejaron tal impronta que hoy se las conoce por su nombre. En general las aulas tenían una diseño similar, con un púlpito o cátedra y una bancada corrida adosada a la pared para asiento de los doctores, muy parecidas a como hoy se conserva el aula de fray Luis de León, pero a lo largo del tiempo han sufrido modificaciones y no vamos a hacer una descripción detallada de cada una de ellas: solo haré referencia a las más singulares.

El aula de Dorado Montero, que fue general de Elocuencia, se conserva como cuando el prestigioso penalista impartía sus clases a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Yo tuve cierta relación indirecta con don Pedro Dorado al compartir vínculo de afecto con sus dos hijas ya mayores, María Luisa y Elvira, una de ellas catedrática jubilada de Instituto, cuando acompañaba a mi abuela Vicenta en sus frecuentes visitas a su casa del Paseo del rector Esperabé, posteriormente donada a la Universidad, y en la actualidad sede del Instituto de Investigaciones Lingüísticas. Mi abuela Vicenta, una mujer culta a pesar de que solo poseía estudios primarios, ya he dicho en varias ocasiones a lo largo de estos relatos que trabajó de niñera en casa de Dorado Montero y de Unamuno y fue la que me inculcó el amor a Salamanca y el interés por todo lo relacionado con nuestro “terruño”. El aula Miguel de Unamuno, que fue de Derecho Canónico, tras su remodelación es frecuente escenario de conferencias, defensa de tesis doctorales y reuniones científicas, que me trae especiales recuerdos, porque allí celebramos en 1984 la XII Reunión de la Sociedad Castellano-Leonesa de Traumatología y Ortopedia, organizada por mí y de provechosos resultados.

El aula de Fray Luis de León, sin duda la más famosa, fue general de Teología, y es donde enseñaba el insigne teólogo y poeta místico, que se conserva celosamente tal como él la dejó. Al entrar lo primero que nos viene a la memoria es su célebre frase tras su vuelta del destierro: “Como decíamos ayer….”.

Frente a la entrada, bajo la tenue iluminación de tres pequeñas ventanas, se halla la cátedra elevada cubierta por un tornavoz con el asiento del lector delante y los pupitres de los alumnos, que no son más que toscas vigas de madera, donde aparecen marcas con los nombres de algunos de sus más ilustres huéspedes. Parte de la cabecera y la pared de la derecha tienen adosado un escaño corrido con un pequeño antepecho de madera, reservado para los doctores e invitados. Este ambiente, casi en penumbra, invita al recogimiento y a la meditación, donde nos sorprenden dos gruesos arcos achaflanados de sillería, tipo diafragma, que soportan toda la techumbre y reparten su carga sobre toscos contrafuertes adosados a la pared norte del viejo edificio universitario.

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