Texto: Jesús Málaga
Fotografías: Andrés Santiago Mariño
En uno de los rincones más recoletos de la vieja Salamanca, en el territorio que perteneció a los repobladores procedentes de Castilla, se encuentra una pequeña iglesia a la que muy pocos salmantinos han tenido acceso. Sin culto, escondida, pasando desapercibida, en la actualidad pertenece a la Parroquia de San Juan de Sahagún y está dedicada a actividades pastorales juveniles para aquellos chavales que viven en el entorno de este templo del centro de la ciudad.
El santo titular de la iglesia es San Baudelio, aunque en Salamanca todos conocemos dicho templo con su nombre más abreviado, San Boal. Este santo, muy venerado en Francia, su tierra natal, fue nombrado patrón de la ciudad de Poitiers.
La iglesia se edificó en el siglo XII, aunque su traza actual ha perdido toda referencia al románico de sus orígenes. Fue una de las 33 románicas construidas en Salamanca, citándose en el fuero salmantino con el nombre de Sanct Bonal. El edificio se restauró en 1740, cuando estaba a punto de sucumbir por ruina, modificando su estructura por completo. Corrió con los gastos el Marqués de Almarza, don Juan Antonio de Guzmán, Señor de las casas de Herrera y de la Aldehuela, Vizconde de Arauzo. Muerto sin herederos directos, su título y propiedades las adquirió su sobrino Vicente Motezuma, marqués de Cerralbo y conde de Alba de Yeltes1. La casa de estos nobles se encontraba enfrente de la iglesia, en lo que hoy es casa del Japón y Sala de Exposiciones de San Eloy de Caja Duero.
La remodelación transformó el templo en barroco, con elementos planos, con una portada decorada con la imagen del santo, que aparece dentro de una hornacina situada sobre la puerta principal. Dicha portada es obra atribuida al escultor Simón Gavilán Tomé Dentro de la iglesia todavía se pueden contemplar algunos trabajos en piedra de gran valor.
El Marqués quiso inmortalizar su obra en una inscripción que puede leerse en la portada que se encuentra blasonada con dos escudos de los Enríquez y Herreras. Los versos, que fueron catalogados por Villar y Macías como malísimos, son repetidos por los salmantinos cuando una obra, largamente acariciada, da a su fin y es inaugurada. En una ciudad donde las obras se eternizaban, cuando la Plaza Mayor estaba inconclusa, el puente romano destruido por una riada y el convento de San Vicente en ruinas, los charros decían, con razón, que Salamanca era media plaza, medio puente y medio claustro de San Vicente.
Centrándonos en la iglesia de San Boal todos los que se acerquen al templo podrán leer una inscripción de poco gusto del noble que puso los dineros para restaurar el templo.
Piedras que Dios templo da
Serán eterno blasón
Del marqués de Almarza, don
Juan Antonio de Guzmán
Lenguas haciéndose están
Que inmortal le han de aplaudir.
Pues devoto supo unir,
El ánimo de empezar
La gloria de concluir.
Los salmantinos recurrían a San Baudelio para implorar las lluvias de primavera, las de mayo, que según el refranero hacen el año. En el fuero salmantino2 se habla de “los dineros de Sanct Bonal dénlos entrante mayo, que Dios nos dé luvia”.
La peste asoló Salamanca en 1413, produciendo una gran mortandad. Los salmantinos a través de sus autoridades concejiles dirigen sus plegarias a San Baudilio. El Cabildo y el Concejo acuerdan asistir todos los 20 de mayo a la iglesia de San Boal para celebrar su fiesta. El voto del consistorio se cumplió puntualmente todos los años hasta mediados del siglo XIX. Siempre me había llamado la atención por qué las autoridades salmantinas reclamaban la milagrosa intercesión de este santo francés para que les salvara de la peste, tratándose de un santo nacido fuera de las fronteras de los reinos peninsulares.
La respuesta nos la da la biografía del santo. Nacido, posiblemente, en Orleáns, en el siglo IV, se negó a ofrecer sacrificios a los dioses paganos, sufriendo por ello martirio. Su muerte se produjo en Nimes, ciudad hermana de Salamanca, donde el santo fue a las fiestas a predicar las bondades del cristianismo y los errores de la idolatría. La multitud allí congregada le insultaron, le azotaron, le quemaron con las ascuas de los fuegos de los altares que para los sacrificios se había encendido como ofrendas a sus ídolos y, al final, para hacerle callar, le degollaron con un hacha.
Desde entonces empezaron los milagros del santo. De las heridas de su cuerpo, enterrado en Nimes, comenzó a fluir sangre y leche. Dichos fluidos se convirtieron en curativos al solo contacto. Junto a su tumba creció un frondoso laurel. Sus hojas producían la salud a cuantos las recogían, las utilizaban en sus colaciones o las contemplaban. Tanto portento llevó su devoción por toda Francia, Inglaterra y por España. Seguramente a Salamanca la traen los castellanos o los mismos franceses que acompañan en su repoblación a Raimundo de Borgoña. Si son los borgoñeses los que introducen en Salamanca la devoción a San Baudilio, no se entiende muy bien cómo la iglesia no se construye en su territorio, el de los barrios adyacentes a la catedral vieja. Muchos hospitales y sanatorios se acogen a su patronazgo y no es de extrañar que en ese gran fervor hacia el santo se pueda inscribir el de encomendar la ciudad afectada de peste en 1413. Las reliquias de San Baudilio están muy repartidas. Se cree que parte del cráneo se encuentra en la iglesia de Santa Genoveva de París y que algunas partes de su cuerpo están distribuidas por España. Sería posible que en la iglesia de San Boal de Salamanca, en su altar mayor, se encontrara alguna de estas reliquias. Ya se sabe que las aras de los templos solían tener una reliquia de algún santo, que en la de San Boal sería de su santo titular.
Más difícil de entender es la derivación del nombre desde Baudilio hasta Boal. Se le conoce a este santo en Cataluña como Boy, Bauzille en algunas regiones francesas. Lo que sí es constatable es la devoción que se le tuvo en Cataluña, donde algunos municipios llevan su nombre.
Otra de las dudas sobre este santo es si fue o no sacerdote. La mayoría de las biografías consultadas le adscriben como subdiácono de la diócesis de Orleáns, sin llegar a recibir el sacramento del orden como presbítero. Sin embargo, otras publicaciones dicen de él que fue obispo y así se le representa en la iconografía de la iglesia de San Boal de Salamanca.
En los últimos cincuenta años la iglesia de San Boal ha cambiado los altares, las imágenes, el culto y el silencio por el bullicio y las risas de los más jóvenes. Los futbolines, los billares, las representaciones teatrales, las reuniones juveniles, las veladas musicales y la enseñanza del catecismo para los que se preparan para la comunión o la confirmación han sustituido a las oraciones en silencio de los salmantinos pidiendo lluvia y agradeciendo al santo el haberlos librado de la peste un lejano año de 1413.
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