La fuente de la Zagalona

Por Jesús Málaga

“Según la tradición, recogida en el blog de Joaquín Hernández, la Zagalona era una bella y atractiva gitana que habitaba en la cueva de la Múcheres y que se desplazaba hasta la fuente cercana a por agua, siendo la admiración de los vecinos”

Interior de la cueva de la Múcheres. / Imágenes cedidas por Jesús Málaga

Estudié hasta la reválida de cuarto en el Colegio Ateneo Salmantino, situado en la calle Sorias, dirigido magistralmente por Manuel de Sena. Para hacer el bachillerato superior, mis padres me escolarizaron en los Maristas; fue allí donde conocí la existencia de la fuente de la Zagalona y los entornos de la cueva de la Múcheres. Eran los años de la larga dictadura y del nacionalcatolicismo, la caridad era entendida de forma distinta a como la concebimos en la actualidad.

Los jueves, los alumnos éramos invitados a donar nuestra merienda a “los pobres”; en unas cajas colocadas en la salida a los campos de recreo, la mayoría de los alumnos depositábamos los bocadillos de chocolate, chorizo, salchichón, queso, jamón o tortilla francesa. Por la tarde, ese mismo día, un grupo de chicos de Acción Católica recogíamos la comida y nos trasladábamos con un hermano marista al cercano barrio de Sotomuñiz, posteriormente llamado barrio del Castigo, para visitar a las familias que vivían en las infraviviendas y chabolas que lo conformaban para entregarles la comida recogida. Eran habitáculos que carecían de agua, alcantarillado, luz y, por supuesto, asfalto. El pequeño barrio estaba junto al río, para mayor desgracia, al lado de los desagües de aguas fecales de la ciudad, en una Salamanca que carecía de depuradora de aguas residuales. La cercanía a las aguas contaminadas, el hambre, el frío y la falta de trabajo que proporcionara a las familias un mínimo bienestar producían enfermedades sin fin a sus habitantes.

Imagen de la Peña del Hierro, donde hoy se asienta la Facultad de Farmacia.

El barrio del Castigo fue dado a conocer a través de varios artículos publicados a principios de la década de los setenta del pasado siglo por la periodista navarra Mirentxu Purroy, en las páginas de El Adelanto. El conjunto de casas, si a aquello se le podía llamar así, había nacido en los primeros años de posguerra para acoger a la población marginal de la provincia que se trasladaba a la ciudad buscando un mejor porvenir; carecía de escuela, y una pequeña iglesia regentada por un cura obrero, Sebastián Sánchez, que ejercía de pintor, daba servicio religioso y servía de aula unitaria para acoger a sesenta niños y niñas de los tres centenares de personas mal contadas del pequeño suburbio, la mayoría integradas en familias numerosas que poblaban el escuálido caserío.

El barrio desapareció bajo la piqueta el 2 de junio de 1974; fue oficialmente clausurado y sus habitantes, trasladados a los barrios San José y El Carmen, en Pizarrales. Con su derribo, perdimos para siempre las referencias urbanas y geográficas de sus entornos.

Cerca de Sotomuñiz se encontraba la cueva de la Múcheres. En una ciudad que tiene entre sus muros la gruta más famosa de la nigromancia, la de Salamanca o cueva del marqués de Villena, la Múcheres ocupaba un lugar secundario en la valoración de los salmantinos y era por pocos conocida. Situada en la Peña del Hierro, pudo conservarse debajo de la actual Facultad de Farmacia. Desde que la visité para entregar los bocadillos de mis compañeros hasta la actualidad, la cueva fue ocupada por familias —en su mayoría de etnia gitana— que, careciendo de vivienda, buscaban cobijo bajo sus paredes. Posteriormente, antes de la intervención universitaria que transformó en Campus Miguel de Unamuno aquellos parajes, la oquedad fue transformada en bar merendero, al que asistí más de una vez con amigos. Debemos esforzarnos en recordar varios lugares del entorno para que permanezcan en la memoria colectiva, aunque solo sea para que sus nombres no se pierdan con el tiempo, una vez desaparezcamos los que llegamos a verlos y, en algunos casos, disfrutarlos.

El Calderas era un pequeño ventorro que alquilaba barcas; siendo estudiante de Medicina, todavía fui con los amigos y con mi novia a montar en ellas, por cierto, era considerado entonces un lugar muy peligroso, donde se produjeron accidentes mortales con ahogados. “El Calderas”, hermano de Farina, cantaba en la cueva de la Múcheres cuando fue habilitada como bar en la década de los 60.

Otros de los lugares para recordar son la ya citada fuente de la Zagalona, con aguas que se consideraban medicinales, como otras muchas de la provincia de Salamanca, y la también citada Peña de Hierro, donde se asienta hoy la Facultad de Farmacia. En una oquedad junto a sus cimientos se encuentran la cueva de la Múcheres y el denominado “prao rico”, lugar este último donde los romanos que explotaron la mina de hierro tiraban las escorias de la explotación; la Laguna Roja, charca situada en tierra rojiza típica de la Armuña Chica; el regato de los Olleros, casi todo el año sin agua, y la fuente de la Platina; a esta última dedicaré un próximo artículo. Los salmantinos llamaron a la fuente de la Zagalona con la denominación escatológica de “la Cagalona”.

Según la tradición, recogida en el blog de Joaquín Hernández, la Zagalona era una bella y atractiva gitana que habitaba en la cueva de la Múcheres y que se desplazaba hasta la fuente cercana a por agua, siendo la admiración de los vecinos. Otra leyenda habla de una mujer de buen plante que, al incendiarse su casa, sufrió quemaduras que desfiguraron su cara.

Al no poder soportar su aspecto externo, se trasladó a vivir a la cueva, donde estuvo enclaustrada y retirada del mundo de por vida. Algunos refieren haber conocido a sus hijos, limpiabotas en la plaza Mayor de Salamanca y en el Plus Ultra, incluso dan sus nombres, Manolo y Alfonso; ambos vivían en Pizarrales.

El manantial desapareció con la construcción del ISPE, magna urbanización de los Hermanos Maristas surgida en tiempos de fructíferas vocaciones religiosas, donde pensaban edificar un colegio seminario por cada una de las demarcaciones de la comunidad en España.

Los sueños de los hermanos se vinieron abajo, no lograron completar lo proyectado. Hoy el terreno está ocupado por las Facultades de Educación y de Comunicación de la Universidad Pontificia de Salamanca, dos colegios mayores de la Pontificia, el Real Colegio de los Escoceses y por campos deportivos, todos ellos vinculados o pertenecientes a la UPSA.

“Otra leyenda habla de una mujer que sufrió quemaduras que desfiguraron su cara”

El espacio al que me estoy refiriendo está hoy día completamente trasformado, siendo muy difícil ubicar los lugares que ocupaban estos accidentes geográficos. En lo que era el “Prao Rico” y Sotomuñiz se construyeron el Hospital Clínico y la Escuela de Enfermería y Fisioterapia; la fuente de la Zagalona desapareció, como hemos indicado, cuando los Hermanos Maristas construyeron el ISPE, y el ventorro de “el Calderas” pasó a mejor vida también con los primeros desarrollos del Plan General de Ordenación Urbana aprobados por la Corporación democrática surgida en 1979.

La fuente de la Platina, cerca del cementerio de San Carlos Borromeo, fue explotada por el empresario joyero Emilio Pérez, con tienda en la calle Toro, 37-39. Sus aguas se ofertaban en los domicilios de la ciudad a los salmantinos que la solicitaban previamente, o en la misma fuente a quienes se desplazaban hasta el manantial. Llegó a vender cien cántaros diarios a 25 céntimos cada uno de ellos puesto en casa y solamente cinco céntimos en origen. El acceso a este amplio espacio se hacía desde la ciudad amurallada por la Puerta de San Vicente, portillo que se conserva junto al Colegio Mayor Hernán Cortés, y que pide a gritos su restauración.

He buscado infructuosamente la fuente de la Zagalona en algunos manuales en los que se hace referencia a los ríos, arroyos, fuentes y a todo lo referido a la hidrología de la ciudad y provincia de Salamanca. No aparece en el Compendio Histórico de la Ciudad de Salamanca, publicado en 1776 por Bernardo Dorado, ni en el tomo referido a Salamanca de Madoz, 1848- 1850; tampoco es citada en la tesis doctoral de Serafín Málaga Guerrero, La Hidrología Española del siglo XVIII, 1969. Todo hace pensar que el manantial fue aprovechado para aportar agua potable a los campesinos y, posteriormente, a los habitantes de Sotomuñiz, barrio del Castillo. Incluso llegó a funcionar un grupo de personas que se erigieron en protectoras de la Zagalona, se reunían con periodicidad en su entorno para adecentar los alrededores de la fuente, merendar, beber su agua y ocupar, conversando y jugando a las cartas, las horas de ocio.  

Entrada a la cueva de la Múcheres: “En una ciudad que tiene entre sus muros la gruta más famosa de la nigromancia, la de Salamanca o cueva del marqués de Villena, la Múcheres ocupaba un lugar secundario en la valoración de los salmantinos, y era por pocos conocida. Situada en la Peña del Hierro, pudo conservarse debajo de la actual Facultad de Farmacia”.

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