Texto: Jesús Málaga
Fotografías: Andrés Santiago Mariño
Según Villar y Macías los canes con mascarones que se observan en el exterior de la Capilla de Anaya, en la fachada que da a la calle de Tentenecio, son los restos románicos de la que fuera Alberguería de Santa María de la Sede, uno de los primeros hospitales salmantinos, nacido al abrigo de la Catedral y de su Cabildo.
Daniel Sánchez y Sánchez, profesor de la Universidad de Salamanca y canónigo de su Santa Iglesia Basílica Catedral, escribió en 1991 un libro en dos tomos dedicado a las Catedrales de Salamanca, la románica o vieja y la gótica tardía o nueva. Ambas iglesias componen uno de los conjuntos arquitectónicos más impresionantes de España y de Europa.
El profesor Sánchez expone con claridad la historia de la Diócesis y del Cabildo desde que Eleuterio, el primer prelado salmantino conocido, asiste, a finales del siglo V, en el año 589, al III Concilio de Toledo. Salamanca perteneció como Diócesis sufragánea a la metropolitana asentada en Mérida al menos desde el año 666, ya que es en ese año cuando el obispo salmantino Justo asistió a un concilio celebrado en esa ciudad.
Durante la dominación sarracena los obispos salmantinos estaban desplazados a Oviedo donde los reyes leoneses mantenían a los prelados de las ciudades ocupadas aportándoles los recursos para su mantenimiento. Los obispos de Salamanca y Coria recibieron de Alfonso III las rentas de la iglesia de San Julián, en uno de los arrabales de la capital ovetense.
En los años de ocupación árabe, en las afueras de la muralla salmantina, vivía una pequeña comunidad de cristianos que no llegaron a abandonar nunca la ciudad ni sus creencias. Eran los mozárabes, cristianos que fueron respetados por la morisca la mayoría de las veces; en otras ocasiones, las menos, sufrieron persecución e intolerancia. La iglesia de San Juan el Blanco, situada extramuros, en la margen derecha del Tormes, hoy desaparecida, fue el templo que cobijó su fe y sus ritos, tradiciones litúrgicas que, con posterioridad, se conservaron en alguna iglesia de Salamanca, como la del Arrabal, y en las capillas del claustro de la Catedral Vieja.
Cuando Raimundo de Borgoña y doña Urraca repueblan Salamanca los nuevos cristianos recelaban de los mozárabes hasta el punto de seguir, a pesar de vivir en una población cristiana, como grupo marginado, tanto o más que en los años de ocupación sarracena. Para confirmar este recelo entre cristianos baste decir que el Cabildo y el obispo de Salamanca cedieron San Juan de Blanco a la recién fundada orden de Santo Domingo, los Dominicos, para que aprovechasen la iglesia como templo conventual en 1225.
Alfonso VI conquistó Toledo, consolidó para los reinos cristianos la meseta alta peninsular y las tierras al norte del Tajo, y afianzó como zona segura Salamanca y su alfoz. Para que la repoblación fuera completa se necesitaba restablecerla mitra salmantina y así se hizo con don Jerónimo de Perigord, fraile cluniacense que vino a España con un grupo de monjes de Cluny.
Don Jerónimo fue obispo de Valencia, lugar al que llegó acompañando en su aventura levantina al Cid Campeador, y fue llamado por don Raimundo para ser consagrado obispo de Zamora y Salamanca. Los condes repobladores fueron muy generosos con la iglesia salmantina donándole las aceñas para la pesca – todavía queda en pie, muy modificada, la aceña y pesquera del Cabildo en el Parque de los Jerónimos– y los campos de cultivo ribereños del Tormes, en su margen izquierda. A su vez, don Raimundo encarga a la curia repoblar el barrio alrededor de Santa María y la restauración del templo dedicado a Nuestra Señora que había funcionado como mezquita en la ocupación árabe. El nuevo obispo se puso manos a la obra construyendo la Catedral Vieja.
En el siglo X existían comunidades de clérigos que vivían en comunión con su obispo enlas catedrales formando cabildos. Compartían hábito, rezos, trabajo y mesa. Se trataba deformas de vida muy similar a las de los conventos.
El Cabildo salmantino comenzó su andadura en1120 y en él, al igual que en todos los creados en las catedrales, se distribuían entre los canónigos algunas dignidades. El deán era la cabeza, el lectoral el especialista en los textos sagrados y ayudante del obispo en sus predicaciones, el arcediano administraba los diezmos y el doctoral era el asesor del mitrado en leyes. Don Jerónimo no llegó a conocer el cabildo salmantino ya que murió poco antes de su creación.
Los cargos más poderosos del cabildo salmantino en la Edad Media recaían sobre los arcedianos de Alba, Ledesma, Medina y Salamanca ya que administraban los dineros, fincas urbanas, fincas rústicas, joyas, muebles y todo el poder económico, social y religioso de la ciudad y su alfoz.
El claustro de la Catedral Vieja, desde que se construyó en el siglo XII, era el lugar de convivencia de los canónigos con su obispo. Los clérigos y el prelado rezaban en silencio dando vueltas al claustro, protegidos de las inclemencias del tiempo. Al deambulatorio claustral se abrían, como en la actualidad, las capillas en las que se realizaban oficios religiosos, sedaban clases, se enseñaba canto y música y el Cabildo se reunía en capítulo.
El claustro se construyó en el solar dejado por un conjunto de casas propiedad del Cabildo y de otras cedidas por Micael Domínguez en testamento a la Catedral para viviendas de canónigos como pago por la redención de su alma.
El Cabildo recibía múltiples donaciones en dinero, inmuebles urbanos en la capital y los pueblos y fincas rústicas repartidas por todo el territorio de la diócesis. Las donaciones se hacían a cambio de una sepultura en la Catedral, en el claustro o en alguna de las capillas del complejo catedralicio. Las familias poderosas, las dignidades religiosas, los miembros de la familia real o de la cortes e hacían en vida, pagando con dinero o en especie, con un espacio para el enterramiento con la dignidad merecida al linaje que ostentaban.
Algunas familias adineradas aportaban sus rentas en vida para tener acceso a la Mesa del Cabildo, y unos pocos se hospedaban en la Alberguería de la Catedral, asilo que acogía también a peregrinos que se dirigían a Santiago por el camino sur o mozárabe, el mismo que coincidía con la Calzada Romana de la Plata que comunicaba de norte a sur Santiago de Compostela con Mérida. Los canónigos y el obispo vivían en casas propiedad de la Catedral en las cercanías de la Seo, en algunas de ellas todavía se conservan dinteles con las inscripciones de pertenencia al Cabildo de la Catedral.
Del Hospital del Cabildo sabemos algunas cosas: el lugar que ocupaba en las dependencias del claustro, la función primordial para auxiliar a los peregrinos, de ahí el nombre por el que se le conocía, la fecha aproximada de su desaparición y la posible distribución del espacio.
El lugar ocupado por la Alberguería de Santa María de la Sede es el mismo en el que hoy se encuentra la capilla de San Bartolomé. Este espacio, denominado entonces Capilla Nueva, fue cedido por el obispo de Salamanca don Alfonso Cusanza para enterramiento de don Diego de Anaya, arzobispo de Sevilla, y de sus familiares más directos. La firma decesión se realizó el 13 de marzo de 1422.
De la biografía de don Diego hemos escrito en los artículos dedicados a los Colegios Mayores. El arzobispo fue un ilustrado renacentista, preceptor del rey Enrique III de Castilla y de Fernando I de Aragón. Don Diego vivió conforme a los comportamientos de una jerarquía eclesiástica corrupta y disoluta de los años en los que le tocó vivir, por eso no es de extrañar que reconociera como suyos dos hijos naturales, enterrados junto a él en su capilla funeraria.
Entrar en la capilla de San Bartolomé produce una profunda emoción estética. En un espacio reducido, de 14,60 metros de largo por 8,20 de ancho, todo parece colocado para dar realce a un magnífico sepulcro donde reposan los restos del arzobispo. Algo menos de 120 metros cuadrados en los que se expone lo mejor de nuestra talla.
El Hospital de Santa María de la Sede funcionó desde 1144 hasta finales del siglo XIV o principios del XV en ese mismo lugar. Seguramente los camastros para albergar a los pacientes se colocaban en dos salas corridas separadas por algún tabique o cortinón. En cada una de las habitaciones, una para hombres y otra para mujeres, una quincena de camas acogían a los enfermos o peregrinos en tránsito.
Para recrear virtualmente el hospital debemos desplazarnos hasta la capilla, recorrer cada uno de sus rincones y hacernos a la idea de cómo se realizaría la atención médica en los más de dos siglos de existencia de la alberguería. La capilla está presidida por el sepulcro de larzobispo con estatua yacente, donde don Diego permanece con los ojos abiertos como si la escultura fuera realizada con el arzobispo todavía vivo. A ambos lados de la cabeza del prelado se encuentran un profeta y un ángel, símbolos de la verdad. A los pies un león, un perro y una liebre evocan la fortaleza, la fidelidad y la vigilancia respectivamente. En los laterales estelas de santos con Cristo y santas con la Virgen. A los pies unos ángeles sostienen el escudo de los Anaya. El autor de este magnífico sepulcro es un escultor centroeuropeo y el de la verja que lo rodea, una de las obras más sublimes del arte hispano del hierro, un artesano español. Las dos obras fueron construidas en el siglo XV.
En el lado del evangelio, a ambos lados de la puerta de entrada, se encuentran varias hornacinas para el enterramiento de Juan Gómez de Anaya arcediano de Salamanca e hijo natural del arzobispo, y la escultura yacente de don Diego de Anaya, el segundo de los hijo snaturales del fundador del Colegio de San Bartolomé.
En el lado de la epístola se encuentran dos enterramientos que la mayoría de los autores coinciden en que se trata de los padres de don Diego. El más próximo al altar es un caballero con turbante y larga túnica. En el frontal del sepulcro se puede apreciar esculpido a Cristo rodeado de doce santos. Más hacia el centro de la capilla se encuentra el enterramiento de una mujer, vestida con ropa de la época y con un rosario en la mano. En el frontal la Virgen con doce santas rodeándola.
A los pies de la capilla se encuentra el enterramiento de doña Beatriz Guzmán, mujer de Alfonso Álvarez de Anaya, esculpido por las mismas manos que realizaron el sepulcro del arzobispo. Pero el enterramiento que más llama la atención de la Capilla de San Bartolomé es la de una pareja, los Gutierre de Monroy, considerada como uno de los más representativos del renacimiento. La belleza delos rostros, la proporcionalidad de los cuerpos, sus vestidos, los adornos, todo da realidad como si de un sueño se tratara. Se puede comparar esta obra con la del Doncel de Sigüenza. Termina nuestro repaso por la capilla de San Bartolomé con el órgano más antiguo de España. Un púlpito morisco soporta un órgano del siglo XV del que han desaparecido los tubos a principios del siglo XX. Las catedrales de Salamanca acogen entre sus muros una de las mejores colecciones de órganos de España.
El retablo está fechado en el siglo XVII y mantiene en buen estado esculturas de buena talla y un crucifijo atribuido a la escuela de Juan de Juni. No podía faltar en el mismo un bartolomico de prestigio que llegó a ser santo, Pacificador de los Bandos y patrón de Salamanca, San Juan de Sahagún. La entrada al hospital se haría desde el claustro y, seguramente, también desde la calle de Tentenecio, fachada exterior que es la única que guarda todavía recuerdos en sus piedras del que fuera uno de los hospitales más antiguos de Salamanca.
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