Una fortaleza en la que creo que estaremos todos de acuerdo es el grado de implicación y compromiso del personal sanitario. También el nivel de preparación del personal, así como su capacidad de respuesta y adaptación a situaciones cambiantes. En el caso concreto de nuestro servicio, asistimos a un incremento exponencial de la demanda, tanto cuantitativo –en cuatro meses se han hecho en el hospital 30.000 diagnósticos moleculares (PCR) de coronavirus– como cualitativo (hemos llegado a tener en marcha, simultáneamente, diez tecnologías distintas para este diagnóstico, 15 si tenemos en cuenta también los estudios serológicos, lo que supone un extraordinario sobreesfuerzo para el personal técnico). Ello obligó a reforzar plantilla, modificar turnos y a una gran labor de gestión para conseguir lo que ha sido nuestro gran desafío en este periodo, ante la escasez de material diagnóstico a nivel mundial: no quedarnos parados por falta de suministros. Estas circunstancias hay que saber aprovecharlas también para detectar con humildad nuestras debilidades y afrontarlas. Estábamos trabajando con plantillas demasiado escuetas, era necesaria una inversión importante en tecnología y, al menos en nuestro caso, se ha demostrado que es imprescindible ir hacia un modelo de contratación que, al menos en algunos casos, permita a los servicios perfilar el tipo de profesional que necesita.
Hemos demostrado que podemos actuar a todos los niveles (servicios asistenciales, gestión de suministros y compras, toma de decisiones, etc.) de forma mucho más ágil y expeditiva. Deberíamos intentar mantener ese impulso. Los servicios necesitan tener la posibilidad de perfilar el tipo de profesional que requieren en función de la actividad que vayan a desarrollar. Y necesitamos plantillas más holgadas, que nos permitan un mayor margen de adaptación a circunstancias de este tipo.
Está claro que ha habido varias circunstancias que han influido de forma decisiva: la proximidad con Madrid y el intenso intercambio comercial, administrativo, docente, etc. con la capital; el tratarse de una ciudad con una numerosa población flotante foránea, tanto por turismo como por estudios… Y no podemos olvidar que se trata de una provincia con una media de edad alta, por tanto, con un alto número de personas de edad avanzada, que es en las que más se han centrado los casos graves de COVID-19.
Es muy difícil de prever. De momento, en el mejor de los casos, el SARS-CoV-2 va a ser un factor más a tener en cuenta ante muchos actos médicos (cirugías, estudios invasivos de todo tipo, trasplantes…), e inevitablemente va a añadir complejidad a todos los procedimientos que les rodean. Una situación similar a la anterior, probablemente, no la recuperemos del todo hasta que se disponga de una vacuna eficaz y universal.
Como comentaba antes, hemos tenido que afrontar dos problemas cruciales: el incremento exponencial de la actividad de forma global y de la actividad urgente en particular, y las limitaciones de material por el desabastecimiento a nivel mundial. Lo primero lo hemos afrontado aumentando plantilla en los turnos de tarde, introduciendo un turno de noche de personal técnico, pasando la actividad de los facultativos localizados a presencia física, de modo que pudiéramos garantizar que, salvo circunstancias excepcionales, ningún diagnóstico tardase más de 7-8 horas en estar disponible, independientemente de la hora a la que se solicitara.
La escasez de material nos ha obligado a un gran esfuerzo de adaptación, que implica desde tener en activo numerosas tecnologías de forma simultánea –para salvar la posibilidad de que un proveedor concreto se quedase sin ‘stock’ y no nos pudiera suministrar– hasta readaptar métodos que ya teníamos casi abandonados, como la extracción manual de ácidos nucleicos, ante la eventualidad de no poder usar los sistemas de extracción automatizados que usamos actualmente de forma habitual.
Obviamente, durante unos meses se han aparcado todas las actividades que eran aplazables, y ahora se va a requerir un esfuerzo importante para que los tiempos de espera se mantengan en unas cifras asumibles.
Desde luego, estamos mucho más preparados que antes. Quizá el mayor cambio es que ahora somos conscientes de que esto puede ocurrir. Hacía 100 años que no se daba una circunstancia como ésta, y yo creo que habíamos perdido esta perspectiva. Y esa lección la tenemos que aprender a todos los niveles: dimensionamiento de las plantillas, actualización tecnológica, preparación de los profesionales, potenciación de una industria de diagnóstico nacional potente…
Seríamos unos inconscientes si en algún momento no hubiéramos tenido al menos un cierto recelo, no ya sólo por nosotros, sino por nuestras familias, nuestro entorno, etc. Pero desde luego se ha impuesto la profesionalidad y la preparación del personal. Como decía Nelson Mandela, “el valor no es la ausencia de miedo, sino el ser capaz de sobreponerte a él y cumplir con tu obligación”. La población no debe tener miedo, pero debe ser consciente de que el riesgo sigue estando ahí, y de que conductas imprudentes nos podrían devolver al mes de marzo.
“Quizá el mayor cambio es que ahora somos conscientes de que esto puede ocurrir”
Las recomendaciones deben ser escuetas y claras. Cuatro palabras: higiene, mascarilla y distancia social.
Las residencias se vienen convirtiendo, ya desde hace algunos años, en un problema sanitario complejo por las circunstancias que se dan en los residentes: edad avanzada, pluripatología, ingresos frecuentes… Y no sólo en relación con potenciales brotes epidémicos, sino también en relación con otras circunstancias importantes, como es la resistencia a los antimicrobianos. Esta situación ha venido a corroborarlo. Se trata de estructuras cuyo ‘ecosistema’ se asemeja, en muchas ocasiones, más al medio hospitalario que al comunitario, y deben, por tanto, estar bien dotadas en cuanto a personal sanitario, personal asistencial suficiente y suficientemente preparado, medios, etc. Y tendremos que asumir que esto supone un coste que, por una cuestión básica de justicia social, hay que asumir de forma solidaria. Pero esto entra ya más en el ámbito político que en el sanitario…
Quiero quedarme con lo positivo. La respuesta del personal sanitario, la extraordinaria implicación de los profesionales de mi servicio a todos los niveles, la capacidad de respuesta que hemos demostrado, la solidaridad de compañeros de otros servicios menos afectados directamente por la situación (Hematología, Bioquímica, Anatomía Patológica…). Me queda el resquemor de que, a mi juicio, no se ha dado por parte de Sacyl la respuesta que hubiera sido de justicia a la implicación de los residentes de último año, y no se ha sabido competir con otras comunidades en la demanda de especialistas.
Deja una respuesta