Por Jesús Málaga
La historia urbana de las ciudades es semejante a la estructura de una cebolla: cuánto más antigua es la urbe, más capas debes quitar para llegar a los orígenes. En la calle Libreros, hay una biblioteca de la Universidad de Salamanca que tiene una singularidad; en los días previos a los exámenes, abre sus puertas las 24 horas del día para que los alumnos puedan preparar los exámenes de sus materias. El edificio, presidido en su fachada por una escultura plateresca de la Virgen, estaba en ruinas y fue restaurado por iniciativa de José María Vargas Zúñiga, siendo presidente de Caja Salamanca y Soria. Antes de su inauguración, el inmueble había albergado desde el final de la guerra de la Independencia el Colegio Menor Santa María de los Ángeles. Esta dinámica institución estaba ubicada con anterioridad en las Peñuelas de San Blas, pero el edificio fue destruido para dejar exento el fortín que los franceses establecieron en el convento de San Vicente.
Pero sigamos quitando capas. Antes de que el Colegio de Santa María de los Ángeles se estableciera en Libreros, aquel espacio acogía otro colegio menor, el de San Millán, junto a la iglesia del mismo nombre, templo situado en pleno barrio judío y que hoy es visitable y acoge una exposición permanente sobre el desarrollo urbanístico de la ciudad. En este mismo lugar, antes de la expulsión de los judíos, una filántropa conocida como Doña Madre fundó en 1230 un hospital para acoger a enfermos y peregrinos.
Muy cerca de este inmueble, a menos de cien metros, pero todavía en el barrio judío y en la zona repoblada por los serranos, el canónigo de la Catedral de Salamanca, Ruy Pérez, fundó en 1250 un hospital en el espacio que hoy ocupa la Facultad de Físicas de la Universidad de Salamanca y que antes acogió el Colegio Trilingüe, edificación esta última de la que solo queda en pie el claustro, perfectamente integrado en la nueva construcción. Aquel humilde hospital más bien funcionó como casa de acogida, tenía tan solo nueve habitaciones para amparar indigentes, personas que tenían por vivienda la calle; por ese motivo, la zona pasó a llamarse Corral de los Pobres.
Pero como hemos dicho, los lugares históricos responden a la ley de las capas de cebolla, detrás de una viene otra, y así es; antes de construirse Trilingüe, en aquel lugar se erigió una iglesia románica, la parroquia de San Salvador, de la que se tienen datos desde 1191. Fue una de las muchas que se construyeron en el territorio de los repobladores serranos. Este templo y sus bienes fueron donados al monasterio de Santa María de Valparaíso, de la orden del Cister, en 1452, siendo obispo de Salamanca Gonzalo de Vivero y deán de la Catedral, Álvaro de Paz. Este famoso monasterio, situado en la provincia de Zamora, a medio camino entre la capital de dicha provincia y Salamanca, donde según la tradición nació Fernando III el Santo, tuvo una estrecha relación con la ciudad del Tormes. Ya estaba en ruinas cuando edificaron el Colegio de Trilingüe. El hospital que se abrió junto a la iglesia fue conocido por el mismo nombre que ésta, San Salvador.
Las parroquias de San Millán y el Salvador tenían su territorio limítrofe con las sinagogas mayor y menor, en pleno barrio judío, compartiendo espacio en un abigarrado conglomerado de calles. Es curioso que se construyeran tantas iglesias en aquel lugar: San Millán y San Salvador, ya citados; San Juan Evangelista, también llamado San Juan del Alcázar, en lo alto de la Peña Celestina, hoy parte de la Facultad de Ciencias, en las cercanías de las Tabernas del Vino Blanco; San Bartolomé de los Apóstoles, en el hasta hoy nuevo colegio de San Bartolomé, recuperado para otras actividades universitarias –los restos de esta iglesia han aparecido al realizar obras de remodelación en el edificio para dedicarlo a Cursos Internacionales de la Universidad de Salamanca–; San Pedro, iglesia integrada en el convento de Agustinos Calzados, utilizada como templo del cenobio donde vivieron fray Luis de León, San Juan de Sahagún y Santo Tomás de Villanueva, y San Pelayo, junto al colegio insigne de los Verdes, templo que fue derribado y su solar utilizado para la construcción del Colegio del Espíritu Santo de los Jesuitas, conocido popularmente como Clerecía. Por último, ya en territorio de los francos, pero limítrofe con el de los serranos, San Isidoro, llamado popularmente San Isidro, convertida en aulario por la Universidad de Salamanca.
Otro hospital del que tenemos escasas noticias estuvo junto a la iglesia de Sancti Spíritus, y fue abierto en el siglo XIII, junto a unas casas que cedió Pedro Vidal, y del que sabemos que fue suprimido en 1581 por Felipe II. Fueron sus fundadores los miembros de la Cofradía de los Escribanos, que tenían en sus proximidades una alberguería adscrita al mismo. Este centro asistencial y sanitario era conocido por varias denominaciones: San Sebastián, Santa María –no confundir con el de Santa María de la Sede, ubicado en la Catedral Vieja–, San Juan, San Sebastián y Santa Lucía de los mozos o San Sebastián y Santo Domingo. En 1699, todavía existía la Cofradía de los Escribanos.
El Hospital Antiguo de Santa Ana fue fundado por vecinos de la puebla de Sancti Espíritus a mediados del siglo XII, cerca de la puerta de Toro. El beaterio de Santa Ana fue un cenobio donde se acogía a mujeres de alta posición cuyos maridos estaban luchando contra la morisma y viudas que entraban en el convento de por vida. Antes de ocupar la actual iglesia y clausura de Sancti Spíritus, la comunidad de freiras de Santiago tuvo su casa en la Serna, en lo que hoy es término municipal de Santa Marta, junto a una ermita de Cristo crucificado y muy cerca del río. En su segunda residencia, junto al convento, se erigía la Alberguería para mujeres, conocida con el mismo nombre que el hospital del que dependía. Al primero se le llamaba Hospital Antiguo de Santa Ana, y la alberguería pasó a denominarse Nuevo Hospital de Santa Ana.
El último de los hospitales tratados en este escrito estuvo bajo la advocación de San Ildefonso. Para localizar su situación, hay que acercarse a la plaza de Colón. El trazado de la calle de San Pablo produjo un duro enfrentamiento entre los arquitectos, partidarios de evitar la construcción de la carretera por el centro de Salamanca, y los ingenieros, que apostaron por la nueva vía. Ganaron los segundos, y su decisión hizo desaparecer, entre otras edificaciones monumentales, la iglesia de San Adrián y el hospital referido. Según Villar y Macías, al derribarse este último, la superficie del solar resultante fue incluida en el edificio del convento e iglesia de la Trinidad descalza, hoy juzgados y parroquia de San Pablo, respectivamente. La última noticia de este centro se remonta a 1318, cuando fue incluido en el testamento de Inés de Alimoges, aya de Alfonso XI. En el mismo, Inés se declara miembro de la hermandad y deja en su testamento doscientos maravedíes de sus ahorros para el mantenimiento del hospital.
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