Hospital de Nuestra Señora del Rosario en Salamanca

Por Jesús Málaga

“Comenzó su andadura atendiendo a pacientes afectados por la peste negra, enfermedad que se extendió con rapidez por toda la Península y que llegó a Salamanca en 1348”

De la veintena de hospitales que tuvo Salamanca en el siglo XVI, algunos han dejado escasa huella. El que estaba en lo que hoy conocemos como plaza de los Basilios dependía de la Real y Pontificia Archicofradía Sacramental de María Santísima Madre de Dios del Rosario y San Pío V, vinculada a la iglesia de San Esteban de los padres dominicos.

El hospital del Rosario se construyó en las cercanías de los dos conventos dominicanos, el femenino de Las Dueñas y el masculino de San Esteban, en el primer tercio del siglo XIV para atender a peregrinos y enfermos.

Llama la atención que en una distancia de cien metros se enclavasen nada menos que cuatro hospitales. En 1256 existía ya el de San Antonio, para atender a los pacientes de fuego infernal, hoy también desaparecido, el de los Mártires y el que ocupó su puesto y llegó a ser el principal de Salamanca, el General de la Santísima Trinidad.

En 1327, Juan Alfonso de Godínez, señor de Tamames, y su esposa, Inés de Limoges, aya de Alfonso IX, cedieron en testamento parte de sus bienes para la construcción de un nuevo hospital junto a la iglesia románica de San Esteban, templo cedido por el obispado a los dominicos. Este establecimiento sanitario y albergue de peregrinos permaneció abierto como tal 250 años.

Comenzó su andadura atendiendo a pacientes afectados por la peste negra, enfermedad que se extendió con rapidez por toda la Península y que llegó a Salamanca en 1348. Al quedarse pequeño para atender la demanda, sufrió dos ampliaciones, una en 1544-44 y la segunda, en 1562. El benefactor de los dominicos, el papa Pío V, le agregó las rentas que producía anualmente la sacristía de Cantalpino para que pudiera subsistir.

Fue suprimido, junto a la mayoría de los hospitales existentes, por Felipe II en 1581. Sus rentas pasaron al Hospital General de la Santísima Trinidad, bajo el cuidado de los hermanos de San Juan de Dios. Como consecuencia del cierre del hospital, la archicofradía pasó su sede a la iglesia del convento de San Esteban de los padres dominicos.

La vida de esta institución estuvo ligada a los dominicos a través de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario. Los mayordomos de la cofradía nombraban por votación al administrador de la misma, sobre el que recaía la responsabilidad del buen gobierno de la casa.

El hospital del Rosario tuvo más notoriedad después de desaparecer en sus funciones. El edificio se convirtió en convento, ocupándose sucesivamente por monjas Carmelitas Descalzas, Clérigos Menores y Basilios.

En 1585, el obispo Gerónimo Manrique concedió el hospital, su iglesia y las zonas anejas a las monjas Carmelitas Descalzas, las que fundara Santa Teresa. Desde la casa de la calle de los Condes de Crespo Rascón pasaron a la Compañía y de allí, al hospital del Rosario, donde residieron 30 años, hasta 1614. Desde aquí marcharon al nuevo edificio construido en lo que hoy es parroquia del Monte Carmelo, antigua iglesia de su cenobio. En la huerta de aquel convento, desaparecido en el siglo XX, se construyeron viviendas con un elevado aprovechamiento. Queda también como recuerdo la arcada de la portada de entrada, colocada en el paseo de Carmelitas por el primer Ayuntamiento democrático, a pocos metros de su lugar de origen. Finalmente, las monjas del Carmelo pasaron a ocupar un moderno y monumental convento construido en Cabrerizos, junto a la vía de tren de Salamanca a Ávila.

Abandonado el inmueble, en 1614 usaron sus instalaciones los Clérigos Menores de San Carlos, pero al poco tiempo lo abandonaron para ir a vivir en un nuevo y monumental edificio propio, construido en lo que hoy es la plaza de Colón, que ocupaba el centro de los jardines y el espacio que hoy sostiene la estatua del descubridor.

Los últimos inquilinos del hospital del Rosario fueron los Basilios, quienes reedificaron el inmueble, que se encontraba en muy malas condiciones. Los dos anteriores ocupantes consideraron el edificio como algo temporal y no realizaron las periódicas reformas que los edificios antiguos requieren para mantenerse en pie. En 1835, los Basilios abandonaron la casa acatando la Real Orden de Exclusión Eclesiástica fechada en aquel año.

En el siglo XIX desapareció definitivamente el hospital, se derribó el edificio, el solar se vendió en pública subasta y pasó a ser jardín de los señores de Íñigo, ya que fue adquirido por Francisco Nieto Bonal. En los años de la Guerra de la Independencia, los franceses lo ocuparon para residencia de uno de sus generales, y Nieto, al enterrase, no pudo ocultar su malestar y mandó destruir su palacio. Ya en el siglo XX se convirtió en jardín y plaza pública, como colofón feliz del final de la Gran Vía.

En marzo de 1572, San Pío V instituyó la fiesta de la Virgen Nuestra Señora de la Victoria, que al poco tiempo pasó a llamarse del Rosario. Con motivo de la canonización de San Pío V se organizaron en Salamanca grandes fastos. Entre las curiosidades, cabe reseñar una que, por su singularidad, estuvo en la memoria de los salmantinos durante muchos años. Salió una procesión con el nuevo santo, representado en una imagen de vestir, acompañado de otras veinte imágenes de santos, santas y beatos dominicos. Terminadas las fiestas, que fueron costeadas por la comunidad dominicana, la Catedral, la Universidad, la Ciudad y el duque de Alba, el último día de los festejos el convento colocó una fuente en el atrio de la iglesia que manaba vino de la mañana a la tarde, donde los salmantinos dieron rienda suelta a sus apetencias por el morapio, respondiendo al dicho popular malintencionado por el que se nos conoce fuera de nuestros límites: ‘Salmantinos, borrachos y finos’.

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