“¡Hasta lueguito, Forges!”

Antonio Fraguas “contaba sus observaciones desde una visión de niño travieso y conectaba perfectamente con otras personas con humor, haciendo cierto el dicho de: El humor une”

Las últimas palabras de un personaje cuyo nombre no recuerdo dirigidas al pelotón de fusilamiento fueron: “¡Hasta lueguito!”. Indicaba, con cierto humor, que aquí no nos quedamos nadie.

Nos ha abandonado Antonio Fraguas, Forges, y ya han hablado muchos de lo buena persona que era, así es que yo no voy a redundar. Solo una muestra. Organizamos hace años en el colegio Antonio Machado unas jornadas de humor para toda la ciudad de Salamanca con múltiples actividades. Le pedimos que viniera. El dinero de la conferencia, cien mil pesetas; lo quería en una lista de libros que el Ayuntamiento, que era quien lo financiaba, compraría para las bibliotecas municipales. En otra conferencia en la USAL hizo lo mismo.

Yo me voy a referir al humor. Todos los días, al llegar al despacho, un compañero más madrugador comentaba: “Mira lo que dice Forges hoy: “Pienso, luego estorbo”. Y mucha gente tenía el mismo sentimiento: ayudaba a empezar el día con una sonrisa.

He coincidido con él en congresos, inauguraciones y festejos. Contaba sus observaciones desde una visión de niño travieso y conectaba perfectamente con otras personas con humor, haciendo cierto el dicho de “el humor une”.

En una audiencia de Juan XXIII iba él en la cola, detrás de un grupo de paracaidistas: “Vosotros que bajáis del cielo tantas veces, no olvidéis cómo subir”, les decía el Papa. Cuando llegó su turno:

–¿Y usted a qué se dedica?

–Hago chistes.

–¿Y no le da vergüenza?

– Pues no.

– Así me gusta. Que haya personas que se dedican a hacer reír a los demás, que tanto los necesitamos todos.

El gremio de los médicos fue objetivo de montones de sus chistes, y hasta había calendarios en los que cada día venía un chiste suyo. Él confesaba que estaba solo dibujando al otro extremo de la casa y, a veces, a quienes estaban al otro extremo, les llegaba una sonora carcajada, que les hacía comentar: “Ha encontrado uno bueno”.

Apuntaba a médicos: “A ver, usted piénselo con detención”, preguntaba el médico al paciente con tres piernas. “¿Está usted seguro de que cuando entró al quirófano tenía sólo dos piernas?”. “Sí, Dr. Cazalla”, responde. O en otro: “Le voy a hacer una pregunta que quizá le resulte curiosa. ¿Olía yo a orujo el día que le operé?”. “Sí, Dr. Cantidad”. “Me lo, hics, temía”.

A psiquiatras: “En la anterior sesión me dijo que sus padres eran Ava Gardner y Albert Einstein, y hoy dice que fueron Zsa Zsa Gabor y El Fari. ¿En qué quedamos?”. Y el paciente responde: “En que usted me cobra a 7.000 la hora, pero se las va a currar”.

A celadores: “Disculpe”, dice uno arrastrando al paciente por un pie, “pero es que tengo la camilla en la revisión de los 1.000 Kms”. Y el paciente responde. “Me hago cargo”.

A otros problemas, como las listas de espera. Dos médicos comentan: “Yo hoy tengo 27 hernias de Cartagineses, ¿y tú?”. / “Servidor, 38 estómagos de visigodos”. / “Malditas listas de espera”. / “Malditas”.

“¿Las decapitaciones entran por la Seguridad Social?”, pregunta un condenado al verdugo. / “Sí, pero tienen una lista de espera de 11 años”. / “Me lo temía. Qué país…”.

Y la vida en pareja. En la cama la mujer grita al marido: “Estoy harta de hospital, de consulta de sociedad de guardias, de congresos, de quirófanos…”. Él piensa: “…Y este suave y cotidiano adormecer, ¿no es gratificante?”.

En una de las conferencias de la Sociedad Internacional de Estudios de Humor, celebradas en Alcalá de Henares, formaba parte yo del comité organizador, y a la hora de elegir conferen￾ciantes, él nos pareció el más apropiado, pues colaboraba con la Fundación de la Universidad de Alcalá, que da los Premios Quevedo de humor. La sorpresa de todos fue que preparó una conferencia reivindicativa de todos los temas a los que una persona está sensibilizada: la pobreza, la injusticia, los derechos humanos… Al acabar, se podía notar una ligera decepción entre los asistentes de habla hispana. Begoña G. Larrauri, una profesora, le pidió: “¿Por qué no nos enseñas alguno de tus chistes, que estoy segura que tienes contigo?”. “Vale”, asintió. El tiempo restante fue de una carcajada tras otra, solo con pausas para que E. Jauregui los tradujese al inglés. Los temas eran exactamente los mismos de la conferencia, pero sintetizados con su excepcional ingenio en un dibujo y un texto.

“Apartaos, que hoy tengo un día tenso”. Un médico grita blan-diendo un hacha y dirigiéndose a la mesa de operaciones, donde ya espera todo el equipo. Yo tenía este chiste en mi despacho y cuando alguien venía a verme, decía: “¿Has leído eso? Pues adelante. Dime”.

En la inauguración del nuevo edificio de la nueva Escuela de Enfermería en Alcalá, contaba una de sus vivencias. Tenía ingresada a su madre. Le empezó a subir la fiebre. Él pulsó el botón, pero nadie venía. Era un hospital donde había monjas. Así que se dirigió a la puerta de la comunidad, llamó y abrió la puerta una que le espetó: “¿Usted se cree que las 11 de la noche son horas para venir a molestar a las monjas?”. Él les explicó el asunto. “Además, estamos en una meditación que nos lleva lo más cercano al cielo posible. Paul Newman es el protagonista. ¿Y hay algo más sublime?. “No, por supuesto. La comprendo”. Aunque salió y arregló la situación.

“Le producía un gran agrado cuando alguien, desde el otro extremo de la barra, le sonreía”

Observación de la realidad con cariño y ternura, ausencia total de sarcasmo, que desvelaba la personalidad del autor aún en momentos duros, de asesinatos: Un hombre mira al cielo; entre las nubes aparece Dios con unas narices inmensas, como las que él dibuja, y le ruega: “Perdone que le moleste otra vez, pero es que siguen matándonos”.

Nos ponía ante el espejo de nuestras contradicciones y lo hacía con amabilidad y cariño. Muslamen, bocata, buesdias, (vir)gensanta… inventor de palabras. Y nos deja sus libros de Historia y 80.000 dibujos. Nunca usó el sarcasmo, la excesiva mala uva. “La piedra es el único objeto inanimado capaz de tropezar dos veces con el mismo hombre. Si cuela, cuela”.

Contaba que a veces tenía problemas con sus cuñados, porque hacía un montón de chistes sobre ellos, y uno de los secretos para crear humor, al alcance de todos. Tu pintas dos personajes, dices lo más absurdo que te venga a la cabeza. “Dígame la verdad doctor”. / “Bien, usted me lo ha pedido: el Madrid no ganará la Liga ni de milagro”. / “Dios mío”. / “Créame que lo siento, Muñeco, Ji, Ji”.

Confesaba que le producía un gran agrado cuando iba a tomar un café, y alguien, desde el otro extremo de la barra, le sonreía. Pues como muchos de nosotros, un agradecido.

Chumy Chumez me decía que no entendía por qué, pero cada vez que la portada del ‘Hermano Lobo’ la dibujaba Forges, las ventas subían un montón. Claro, era muy bueno. En una dibuja el diálogo entre un hombre y una dependienta: “Deme un paquete de tabaco”. / “¿Rubio o negro?”. / “Negro”. / “¿Nacional o importado?”. / “Nacional”. / “¿De la Península o canario?”./ “Canario”./ “¿Con o sin filtro?”./ “Con”. / “Pues no hay”. / “Vieja”. / “Calvo”.

Nos toca coger el relevo. Alegrar a los demás un poco, viéndonos con humor, ya que queda la balanza desequilibrada a favor de bordes.

“Hasta lueguito, Antonio.”

www.educahumor.com

Forges, probándoselas gafas para verla vida de color de rosa repartidas en unas Jornadas de Humor para toda Salamanca, organizadas por el colegio Antonio Machado. Contaba anécdotas de todos los humoristas españoles expuestos para regocijo de los niños.

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