Fin de la residencia y nueva etapa en tiempos de pandemia

Por Miriam Sobrino García

Facultativo especialista en Alergología
en el hospital de Salamanca

La etapa de médico interno residente puede parecer una fase más de la vida, pero detrás de ella existe un gran trasfondo, ya que supone el comienzo de la vida laboral después de las pruebas de acceso a la Universidad, seis años de carrera y el examen MIR. Son cuatro años de intenso trabajo, guardias, estudio, preparación de múltiples sesiones clínicas, comunicaciones a congresos, publicaciones, asistencia a cursos y, en mi caso, también la realización de la tesis doctoral.

Pero todo esto, además de llevar a conseguir el objetivo que todos tenemos, que es ser buenos médicos, también está acompañado de múltiples experiencias, buenos compañeros y grandes amistades que perduran mucho más allá de la etapa de la residencia. Y es que, en este periodo, a pesar de todo el trabajo que conlleva, nos sentimos realmente felices por estar desempeñando por fin aquello que tanto anhelábamos cuando estábamos en la facultad, la medicina. Sacar adelante a los pacientes es todo un reto, pero también es una recompensa enorme y es el sentido de toda nuestra formación.

Lo que no esperábamos era que nos íbamos a convertir dos meses antes de lo previsto en médicos adjuntos en funciones como consecuencia de la pandemia ocasionada por el SARS-CoV-2.

Aquellos meses coincidieron con la primera ola de la pandemia y fueron muy intensos, de mucho trabajo, con la crudeza de la enfermedad en su máxima expresión a todos los niveles, en los que la única familia a la que podíamos ver era a nuestros compañeros de trabajo, con los que mantuvimos una relación excelente.

Fue un final de residencia que nunca antes habíamos imaginado, ya que a la incertidumbre propia de esa etapa se sumaba todo lo que suponía la pandemia, como no tener una ceremonia de despedida para recoger el certificado de especialista ni tampoco la clásica comida o cena de fin de residencia, algo que puede parecer insignificante, pero con un enorme valor sentimental.

Pero como dicen los sabios refranes populares, todo esfuerzo tiene su recompensa, y la vida pone a cada persona en el lugar que le corresponde, o al menos eso debería ser, aunque no se cumpla en todos los casos. Y efectivamente, en junio de 2020, comencé mi contrato como facultativo especialista del Servicio de Alergología en el Hospital Universitario de Salamanca. Esto supuso una gran alegría, un honor estrenarme rodeada de mis compañeros del Servicio de Alergología, grandes maestros, excelentes profesionales y personas de las que estoy muy agradecida.

Durante el comienzo de esta nueva etapa, desempeñé mi labor en la consulta de Alergología, alternándola con la labor asistencial en la planta de hospitalización de Medicina Interna y las guardias cuando fue necesario como consecuencia de la segunda y la tercera ola de la pandemia. En relación a estas dos últimas fases de la pandemia, en mi opinión, aunque existía el cansancio y descontento de los sanitarios en cuanto a la actitud por parte de la población general, era un terreno más conocido, y la llegada de la vacunación supuso un toque de esperanza y algo más de tranquilidad para todos.

Reflexionando sobre las tres olas sucedidas hasta el día de hoy y mi participación en ellas en primera línea, a pesar de la crueldad de la enfermedad para muchos pacientes, personalmente he visto recompensado mi trabajo con la alegría de todos los que han salido adelante, la emoción de sus familiares tras la angustia que previamente habían padecido y el compañerismo que ha existido en todo momento en los equipos COVID.

Actualmente, afronto con ilusión un nuevo reto: la realización de un proyecto de investigación clínica acompañada de actividad asistencial. Si algo nos ha recordado la pandemia es que la asistencia clínica y la investigación se retroalimentan positivamente entre ellas y ayudan a avanzar en el ámbito de la medicina.

Finalmente, me gustaría hacer hincapié en la importancia del aprendizaje continuo, ya que, como enunció Carl Friedrich Gauss, “no es el conocimiento, sino el acto de aprendizaje; y no la posesión, sino el acto de llegar a ella, lo que concede el mayor disfrute”

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