El vendedor de sanguijuelas

Por Jesús Málaga

“Para facilitar la extracción de sangre, los galenos se ayudaban de sanguijuelas que adquirían en establecimientos suministradores que las criaban y despachaban, debidamente operativas, para acometer la labor de extraer sangre a los enfermos necesitados de sus beneficios”

A finales de 2015 desapareció la orden del Cister de Salamanca. Las cuatro últimas monjas Bernardas que vivían en el algo negativo.

Todavía a los médicos de mi promoción (1963-64) nos ense-ñaron los bene‑cios de la sangría pura y dura con sanguijuelas en el edema agudo de pulmón. Algunos de mis compañeros vieron practicarla a médicos rurales en la primera mitad del siglo XX. En los muchos artículos publicados en esta revista me he referido a los sangradores al servicio de los hospitales de la ciudad.

Realizaban las sangrías prescritas por los galenos en las muchas patologías para las que estaba recomendada. En el siglo XIX, algunos hospitales de París llegaron a emplear más de 500 sanguijuelas al día y los drogueros de la capital de Francia almacenaban por miles estos singulares animales. La extracción media por paciente era de 250-500 centímetros cúbicos, y fueuna práctica médica muy utilizada en el Medievo. Después se abandonó, volviéndose a emplear posteriormente, siendo muy usada sobre todo en el siglo XIX hasta mediados del XX.

“En el siglo XIX, algunos hospitales de París llegaron a emplear más de 500 al día”

Las patologías en las que estaba recomendada la sangría eran muchas, sobre todo en el edema agudo de pulmón, la uremia aguda, la congestión cerebral, la angina de pecho, la intoxicación con anhídrido carbónico y gas del alumbrado, la poliglobulia, la hipertensión arterial, la congestión pulmonar, las perturbaciones del climaterio y en algunas enfermedades mentales. Algunos galenos y cirujanos abusaban de la sangría, aplicándola en otras muchas enfermedades. El asma, los eczemas, pruritos, jaquecas, trombosis, tromboebitis, congestión hepática y mastoiditis fueron otras patologías tratadas con sangrías con cierto éxito.

Para facilitar la extracción de sangre, los galenos se ayudaban de sanguijuelas que adquirían en establecimientos suministradores que las criaban y despachaban, debidamente operativas, para acometer la labor de extraer sangre a los enfermos necesitados de sus beneficios.

Las sanguijuelas son gusanos hirudíneos, sin cerdas, de 1 a 5 gramos de peso, que tienen dos ventosas ventrales que se extienden hasta el buche, almacén que les permite acumular sangre hasta cinco veces el tamaño de su cuerpo. Poseen tres placas mandibulares dentadas en la boca dispuestas para chupar. Contienen hirudina, substancia que impide la coagulación de la sangre.

Hay muchas variedades, pero la que interesa a la Medicina es la ‘Hirudomedicinalis’, que se encuentra en aguas dulces de Europa: lagunas, pozos y arroyos. Es la más común. Tiene entre 8 y 12 centímetros de largo y solamente uno de grueso. Al contraerse parece una aceituna. Alrededor del ano tienen un disco membranoso que sirve para fijarse y hacer el vacío. Su piel es coriácea y viscosa, de color aceitunado.

Se alimenta de la sangre que extrae de los animales a los que se adhiere cuando éstos se acercan a beber. También de personas que beben directamente, sin tomar las debidas precauciones, de arroyos y fuentes en el campo, parasitando en la faringe, laringe o parte alta del esófago. Ciertas molestias en la garganta, como de cuerpo extraño, con esputo sanguinolento, son los síntomas más característicos.

“Salamanca tuvo un sanguijuelero famoso, Vicente Camiñas, singular comerciante”

Muy pocos salmantinos saben que en Salamanca existió un almacén al por mayor de sanguijuelas que suministraba a los médicos de Salamanca y provincias limítrofes mercancía tan delicada. Incluso el empresario llegó a exportar sanguijuelas a la vecina Portugal, abasteciendo a los galenos del interior de aquel país. A las personas que se dedicaban a recoger sanguijuelas, las vendían o las aplicaban para realizar sangrías se les llamaba sanguijueleros, aunque esta última función, la aplicación curativa, la realizaban en la Edad Media las cirujanos y sangradores.

Salamanca tuvo un sanguijuelero famoso, Vicente Camiñas, popular y singular comerciante, cuyo establecimiento se encontraba en los entonces llamados Portales de la Alberca, junto a la iglesia de San Julián y Santa Basilisa, cercano al regato que servía para recoger las aguas de lluvia y las sucias que los vecinos arrojaban al cauce que hacía de sumidero cuando Salamanca carecía de alcantarillado.

La popularidad de don Vicente llegó a ser tal que el Ayuntamiento de los años 30 del pasado siglo XX cambió de nombre a la calle para dedicársela a él, y así inmortalizar tan peculiar comercio. Los Portales de Camiñas es una pequeña vía situada entre la plaza de San Julián y la calle Correhuela, y que por tener soportales para resguardarse del sol y la lluvia recibió el nombre de Portales de Camiñas.

Imagen actual de la calle Portales de Camiñas.

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