Por Jesús Málaga
La vida del galeno don Cayo Alvarado no tiene desperdicio, es de las más interesantes de los siglos XIX y XX. Aficionado al teatro, pasaba gran parte de su escaso tiempo libre mendigando una butaca para presenciar cuantas obras de teatro o espectáculos de varietés se representaban en Salamanca. En una ciudad en la que el teatro hacía furor, para encontrar entradas a los espectáculos programados en el Bretón o el Liceo era preciso tener poder e influencias, y ambas no le faltaban a don Cayo. Según Ramón Martín Rodrigo, en su libro ‘Teatro en Salamanca 1801-1850’, la afición a las artes escénicas en la capital era superior a la de los toros, que ya es decir en esta ciudad y provincia referente en el arte de torear.
Cansado don Cayo, y teniendo unos buenos ahorros obtenidos de su fama como oftalmólogo y de unas buenas rentas que le venían de familia, se decidió a construir su propio teatro. A partir de entonces, no solo ocuparía un lugar preferente en los espectáculos programados, también estaría presente en los ensayos y preparativos. No se perdía ni un solo detalle de cuanto pasaba en el escenario y detrás del mismo. Este famoso médico salmantino construyó de su pecunio el Teatro Moderno, una joya del modernismo salmantino que se inauguró en las ferias de 1909 y que estuvo en pie hasta 1965, año en el que, desgraciadamente, desapareció sin que nadie lo impidiera.
Miguel de Unamuno participó en un mitin celebrado en El Moderno en 1920
Don Cayo Alvarado fue un republicano de pro, se presentó a las elecciones municipales en las listas de la Asociación Republicana a principios de 1904. Los concejales republicanos le propusieron como quinto teniente de alcalde, y en este puesto ejerció su vocación política. Un año después, en 1905, llegó a ocupar accidentalmente la alcaldía, y no se limitó a hacerlo de forma pasiva, ejerció como si fuera titular. Se ocupó de dos de los graves problemas que aquejaban a la Salamanca de entonces, el primero, la elevación del agua a la ciudad desde la sala de máquinas, magnífico edificio obra de José Secall, inmueble que se mantiene en pie desde 1875 en la parte baja del camino de las Aguas, y al que posteriormente se le añadió la única chimenea de ladrillo que nos queda en pie en la ciudad, una vez perdidas las que teníamos en el barrio de Santiago y en las tenerías. Este espacio pide a gritos su conservación, ya es hora de que Salamanca conserve su magnífico patrimonio municipal de servicios e industrial.
Pero también a Cayo Alvarado le debemos los salmantinos la supresión de los impuestos municipales sobre las licencias de obras para beneficiar en aquellos años de penuria a las clases trabajadoras y más desfavorecidas; con esta medida consiguió que se construyeran viviendas para las familias que vivían en chabolas e infraviviendas. Como médico sensible, mejoró las condiciones higiénicas de la población. Pero estamos hablando de una Salamanca con muchas deficiencias; hasta la primavera de 1909 no se instaló en el Teatro Moderno la luz eléctrica.
El Moderno nació para dar funciones teatrales, acoger compañías de zarzuela y revistas de varietés, pero posteriormente, cuando el cinematógrafo se impuso, se convirtió en sala de proyección del séptimo arte. A pesar de sus pequeñas dimensiones, llegó a programar temporada de zarzuela, y en 1912 acogió a la famosa compañía Orozco. En septiembre de 1913 se proyectó en su pantalla con extraordinario éxito la superproducción ‘¿Quo Vadis?’. Se utilizaba para todo; en carnavales se retiraban las butacas y el salón se convertía en pista de baile.
Don Cayo permitió que en su teatro se celebraran actos políticos. En febrero de 1916 pronunció una conferencia Rafael Gasset Chinchilla, ministro de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas, líder del Partido Liberal. A principios de 1916, acogió un mitin organizado conjuntamente por la Federación Obrera, la Unión Ferroviaria, el Partido Socialista y la Unión General de Trabajadores. El asunto era de justicia, se pedía el descanso dominical o semanal, se solicitaba algo que hoy día consideramos sagrado, que los trabajadores pudieran descansar al menos un día a la semana. Intervinieron Ricardo González, de la Sociedad de Dependientes de Comercio; Primitivo Santa Cecilia, concejal socialista; Fernando Felipe, de la Agrupación Socialista, y Luis L. Santamarina, de la Unión General de Trabajadores. Después del acto, los asistentes se manifestaron, entregando un manifiesto en el Gobierno Civil en el que se pedía el derecho al descanso dominical. También el Moderno hizo de restaurante ocasional, se dio un rancho especial a los jefes de las bandas musicales de cornetas y tambores del Regimiento Toledo en su visita a Salamanca.
Años más tarde, el 2 de enero de 1920, acogió la celebración de un mitin de la Federación Obrera, la Unión Ferroviaria, las Asociaciones del Magisterio, los dependientes de comercio, los empleados del Ayuntamiento y de la Diputación. Intervinieron Manuel Guerra, Abelardo Lucas, Adolfo Goé, Jesús G. Talavera, José Sánchez Gómez, José Granados y Fernando Felipe. Pero el orador más esperado y aplaudido fue, sin lugar a dudas, don Miguel de Unamuno, que dijo que la carestía de la vida estaba agravada por el egoísmo y la avaricia de las provincias productivas, que querían convertirse en verdaderos cantones.
El 15 de diciembre de 1921 el Teatro Moderno fue testigo de una Asamblea de Municipios de la Provincia de Salamanca; se reunieron en él los representantes de 200 ayuntamientos para tratar el modo de salvar las haciendas locales que estaban maltrechas. Pidieron que desapareciera su contribución a los gastos carcelarios –anualmente se prorrateaban entre los municipios de cada partido judicial los gastos de la cárcel–; asimismo, quedar exentos de los gastos de mantenimiento de instituciones y servicios que dependían del Estado, como era y es el caso del sostenimiento de las escuelas. Una Asamblea de Municipios de Salamanca más se celebró el 14 de agosto de 1924 en el Teatro Moderno presidida por el alcalde de Salamanca, Eulalio Escudero Esteban.
El 10 de agosto de 1925 se celebró un homenaje a Tomás Bretón con el estreno del cuplé compuesto por el afamado músico salmantino Gerardo Gombau, con letra de Sánchez Rojas (José Jorge Sánchez Domingo). En enero de 1926 se dio a conocer la Compañía del Teatro Moderno, que representó el entremés de Fernando Vallejo y Antonio Calero ‘¡Dónde hay fuego!’. Esta presentación fue con motivo de las emisiones de prueba de la E.A.J. 22, Radio Salamanca.
El 3 de septiembre de 1926 se produjo un cambio en la titularidad del teatro, lo que supuso también una nueva política. A partir de entonces, el salón fue arrendado a organizaciones políticas que sustentaban la Dictadura de Primo de Rivera. El 13 de septiembre de 1928 se celebró un mitin de Unión Patriótica bajo la presidencia del entonces presidente de la Diputación Provincial, García Tejado.
Termino: en abril de 1933, el Teatro Moderno acogió las Jornadas Pedagógicas con la actuación del Orfeón Normalista; La Barraca, de Federico García Lorca, representó ‘La Cueva de Salamanca’, ‘La Guardia Ciudadana’ y ‘Los dos labradores’. Se carecen de noticias de actos patrióticos celebrados en el Teatro Moderno durante la guerra. De haberse dado, no debieron tener relevancia para aparecer en los periódicos locales.
Deja una respuesta