Cristo José de León Perera ha estudiado exhaustivamente las comunidades de la Compañía de Jesús en Salamanca desde su llegada a la ciudad universitaria. Fruto de su trabajo fue la defensa de su tesis doctoral con la máxima calificación, sobresaliente ‘cum laude’. En 2018 se presentó al premio Villar y Macías, que convoca cada año el Centro de Estudios Salmantinos, con un libro inédito sobre el mismo tema, ‘La Compañía de Jesús en Salamanca (1548-1767)’. Obtuvo premio. La presentación del mismo se llevó a cabo en la que fuera sacristía del Colegio de la calle de la Compañía, con acceso desde la calle Serranos, en el lugar donde se encontraba hasta hace poco la magnífica escultura del Flagelado de Carmona.
Al terminar su ilustrada exposición, y en el turno de preguntas, quise conocer cómo era la relación de los distintos miembros de la comunidad jesuítica con los vecinos de Salamanca. Me sorprendió la respuesta, por lo original y por estar relacionada con la especialidad médica que he ejercido desde 1972, la patología del lenguaje.
“Se dejaba la comunicación en manos de un discapacitado muy especial”
Cuando alguna persona del exterior quería entrevistarse con un padre jesuita, era recibido en la portería por dos miembros de la comunidad, uno de ellos mudo; mudo, que no sordo, ya que era capaz de oír el motivo de la visita y trasladarlo por escrito a una nota que entregaba al jesuita reclamado. Era conocido en Salamanca como “el mudo de los jesuitas”. Esta forma de comunicarse de la comunidad con el exterior impedía el contacto verbal del portero con la comunidad, algo parecido a lo que se practicaba en comunidades como los trapenses.
Se dejaba la comunicación en manos de un discapacitado muy especial. La mudez está ligada a la sordera, la mudez sin sordera es una rareza, y la mayoría de las veces está ligada a lesiones corticales en las áreas del habla y del lenguaje; en el primer caso, produciendo una disartria, en el segundo, una afasia. Hay muchos tipos de ambas patologías, pero en la mayoría de las afasias se ven afectadas las capacidades de la lectoescritura, por lo que el mudo del colegio de los jesuitas solamente podía ser un disártrico con incapacidad total para la articulación de la palabra o un anártrico con comprensión oral y lectoescritura conservadas.
También podía responder a un afásico de Broca, la conocida afasia motora, producida por daño cerebral en la tercera circunvolución frontal. Son aquellos que pierden el lenguaje expresivo, conservando el receptivo. Entienden lo que les decimos, pero no son capaces de expresarse. La diferencia entre un anártrico y un afásico motor es difícil, sin embargo, conceptualmente; uno responde a la pérdida del habla y el otro es un trastorno del lenguaje. Especulando, el portero mudo del colegio de los jesuitas de Salamanca era un lego que había sufrido un accidente cerebrovascular que le había afectado las áreas motoras del habla o del lenguaje.
Dos porterías, la de la calle de la Compañía y la de la calle Serranos, son hoy lugares de acceso a la Universidad Pontificia de Salamanca, pero hay un dato curioso: por la segunda de ellas se accede a las dependencias de la Diplomatura de Logopedia, lugar donde se rehabilitan pacientes afásicos motores y disártricos.
“Otro lugar que me trae recuerdos profesionales es la hoy calle cerrada del Corrillo”
Otro lugar de Salamanca que me trae recuerdos profesionales es la hoy calle cerrada del Corrillo. Seguramente muchos salmantinos la han visto, pero nuca habrán transitado por ella. Manuel García Ibáñez, en su callejero histórico de Salamanca, hace una pequeña reseña de esta céntrica y escondida calle que sale del Corrillo, pero que apenas tiene tránsito de personas, y menos de coches. Este espacio recibió el nombre de callejón del Sordo. Después pasó a llamarse cerrada de San Martín, por estar frente a la puerta románica de la iglesia del mismo nombre. Antes de llamarse cerrada del Corrillo, se la conoció por el sobrenombre callejón de la Perla, a mediados del siglo XIX.
En esa calle tenía su entrada el café casino de la Perla, que tenía su entrada principal en la calle paralela, la conocida del Prior. La cerrada del Corrillo, según García Ibáñez, tiene un posible origen musulmán y era conocida en el Medievo. Para acceder a ella hay que pasar por debajo de un edificio que hace a modo de arco.
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