EL modernismo IV

Por José Almeida (*)

Doctor en Medicina y Cirugía y licenciado en Bellas Artes

Antigua Casa de Socorro

Los planos del edificio son del arquitecto Joaquín Secal y Asión, una de las figuras destacadas en la Salamanca del siglo XIX hasta la llegada de Joaquín de Vargas. Secal, como ya he señalado en anteriores capítulos, realizó la reconstrucción de las tres crujías altas del claustro de la Universidad, y es autor, asimismo, de la remodelación de la Casa de la Salina, actual sede de la Diputación Provincial.

Los primeros trabajos de cimentación se iniciaron en 1915, y al año siguiente ya estaba terminada la obra. Es una edificación de dos plantas y sótano: la baja era realmente la Casa de Socorro y la principal, Laboratorio Municipal. De planta rectangular, con dos estancias semicirculares salientes, a oriente y occidente, de profusa iluminación natural para salas de quirófano y de curas.

El edificio es ya un atisbo de arquitectura modernista, en el que se combinan el ladrillo cara vista de los muros con la piedra franca de los pilares, arcos, cornisas y frisos, constituyendo un conjunto agradable desde el punto de vista estético. Al edificio se asciende por unas escaleras, y en su parte delantera tiene una pequeña zona ajardinada con un grupo escultórico del artista almeriense Juan Cristóbal, de Gabriel y Galán, poeta de Frades de la Sierra (Salamanca), arraigado en Extremadura. En el centro se ha situado al poeta y a los lados, dos alegorías de sus obras: el Ama y la Montaraza, que fueron trasladadas de su ubicación primitiva, el Parque de San Francisco, en 1976.

No puedo soslayar el referirme aquí a una de las vivencias profesionales que más me impactaron al poco tiempo de licenciarme en Medicina. Yo era ayudante del doctor Ferrer, quien me inició en los primeros pasos de la Traumatología pero, sobre todo, me “envenenó de arte”, como a él le gustaba decir. En 1956 se tuvo que quedar en la cama con fiebre por un intempestivo constipado, por lo que me pidió que le sus￾tituyera en la guardia de la Casa de Socorro. No me lo podía creer; era la primera vez que iba a actuar sin la tutoría directa del “jefe”. Me sentía seguro de mi capacitación y formación médica.

“Era ayudante del doctor Ferrer, quien me inició en los primeros pasos de la Traumatología”

La mañana de guardia se desarrolló con normalidad, y a los pocos pacientes que atendí fueron de lesiones leves (sutura de alguna herida y vendaje de un miembro lesionado; lo recuerdo perfectamente), pero a media tarde llegó un chico de unos doce años en parada cardiaca. A pesar de las escasas maniobras de “resucitación” que entonces se podían hacer, no conseguí nada: ¡el chico estaba muerto! Aquello constituyó un mazazo tremendo para mí. Pregunté como ocurrió y un par de adolescentes que le acompañaban me dijeron que estaba jugando con un palo largo que sostenía con el dedo índice, tratando de mantenerlo en equilibrio vertical: un juego muy común. Y, de pronto, sin razón alguna, el chico cayó desplomado de espaldas: ¡eso era todo!

Huelga decir que aquella noche no dormí y que traté de convencerme de que no valía para ser médico. Afortunadamente, todo se aclaró al día siguiente con la autopsia: el chico tenía un quiste hidatídico en el hígado (un “quiste perrero”, en lenguaje profano), que se había roto con ese simple juego, y su contenido se derramó, bruscamente, en la cavidad peritoneal, desencadenando un shock anafiláctico mortal.

Aquella aciaga experiencia me reafirmó en dos principios: primero, que el médico, como humano que es, debe ser consciente de sus limitaciones, y segundo, que la convivencia del contacto continuado con el sufrimiento, la enfermedad y la muerte es una constante en su vida profesional, a pesar de que nunca llegue a habituarse. Quizás sea esta la razón principal por la que es tan común que el médico sea proclive al cultivo de las artes y de las letras: como “válvula de escape”, de alivio o distracción.


La Casa Lis

Es el edificio modernista más palmario de Salamanca, sobre todo en lo que se refiere a la fachada de la calle Gibraltar, una de las más antiguas del callejero salmantino. En su construcción se emplearon materiales diversos, como hierro, vidrio policromado, cerámica y piedra labrada, con in¨uencias ornamentales del Art Nouveau, aunque no falten elementos eclécticos.

Su autor es Joaquín de Vargas, y es en este edificio donde despliega todo su ingenio y los amplios conocimientos arquitectónicos de la época. Es el edificio emblemático del modernismo en Salaman￾ca, y fue la residencia de don Miguel de Lis, un conocido industrial de curtidos, que por aquella época constituía una industria próspera de la ciudad, con numerosas fábricas extendidas a lo largo de la ribera del Tormes, junto al antiguo Alcázar, conocida por Las Tenerías.

La casa fue inaugurada en 1906, y se estructura en dos zonas: una se disponía alrededor de un patio central donde existía una fuente, hoy convertido en atrio con una moderna vidriera modernista a modo de “montera”, y otra que se abre a la gran galería acristalada, que mira al río.

Aún recuerdo el oratorio y el gran salón con columnas de hierro, así como una hermosa chimenea de mármol blanco del gusto inglés, cuyo paradero desconozco. En la década de los sesenta tuve ocasión de visitar con frecuencia esa casa que fue Colegio Mayor de la Universidad Pontificia, dirigido por don Avelino López de Castro, fundador de la Institución religiosa Acies Christi (más conocida por “los avelinos”). Mi relación con esta institución se inició cuando estudiaba Bachillerato y asistía a los actos de Acción Católica, de la que don Avelino era consiliario y, más tarde, cuando participaba regularmente en las reuniones de un grupo de matrimonios cristianos, que allí se celebraban. Con posterioridad, la mansión la adquirió don Juan Trujillano, sacerdote y fundador del Colegio de La Inmaculada de Armenteros, y tras permanecer bastantes años abandonada y ser pasto del expolio, pasó a manos del Ayuntamiento: sin duda, la mejor de las opciones.

“La primera vez que visité la Casa Lis reconvertida en museo me resultó totalmente extraña”

Fue el Consistorio el que se encargó de su restauración, modificando sustancialmente su interior, hasta el punto de que la primera vez que visité la casa reconvertida en museo me resultó totalmente extraña. En 1995 abrió sus puertas al público como Museo de Art Nouveau y Art Déco, que se formó gracias al legado de un anticuario y filántropo salmantino, Andrés Ramos Andrade, natural de Navasfrías (Salamanca), quién inició su actividad empresarial en Australia y creó una cadena de tiendas en el Paseo de Gracia de Barcelona. Actualmente es el museo de artes decorativas; uno de los más visitados de Castilla y León, y su colección de criselefantinas es una de las más importantes de Europa.

La casa se halla como colgada sobre un escarpe rocoso, y su fachada de mediodía se encuentra a un nivel casi tres cotas inferior al de entrada de la calle de Gibraltar, como consecuencia de la demolición de la muralla y del desnivel del terreno. Tiene un jardín en terrazas y una escalera exterior, desdoblada en tiros opuestos, que constituye un elemento decorativo, además de funcional. La escalera sirve de marco a una gruta central con una cascada de agua, y toda la fachada transmite una sensación de equilibrio entre el muro de contención inferior, macizo, y la galería acristalada superior, liviana, ochavada en el centro, con el friso de cerámica del taller de Daniel Zuloaga. Todo un alarde de volúmenes escalonados y de policromía.

La fachada septentrional, que constituye la entrada principal a la Casa-Museo, es la mejor muestra del modernismo en la ciudad, con predominio de las formas curvas y los motivos florales. En una muestra modernista se conjugan materiales tan dispares como el ladrillo, la piedra de Villamayor, el hierro y el cristal.


La arquitectura racionalista

En Salamanca, el racionalismo tiene su principal figura en Francisco Gil, como ya he apuntado, titulado en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid en los años treinta. Curiosamente, este estilo arraigó con gran fuerza en nuestra ciudad y no deja de ser interesante que los arquitectos se sintiesen inclinados a desarrollarlo, sobre todo en los edificios en espolón o cuña, donde pueden jugar con la perspectiva. Yo mismo viví en uno de aquellos modelos en los años de mi licenciatura, en la calle Pérez Herrasti, del Barrio Garrido, cuyo valor se ha desvirtuado en su reconstrucción reciente de nueva vivienda de cinco plantas. Inexplicablemente, no estaba catalogado. Ejemplos de esta línea arquitectónica se conservan bastantes muestras en Salamanca, como el edifico en forma de proa entre las calles de Zamora y Concejo, semejante al Capitol de Madrid, obra de Francisco Gil; el edificio de la calle doctor Piñuela, esquina a Toro, también de Francisco Gil; el de la calle Brocense, esquina a la Plaza del Liceo, de Genaro de No… En fin, y tantos otros. Solo me referiré a uno de ellos, el que para mí es el más emblemático, situado en la Plaza de España, for￾mando espolón entre el Paseo de Canelajas y la Gran Vía.


Casa de la Gran Vía – Plaza de España

La Plaza de España es, en realidad, un eje de con¨uencias de varias vías: la que atraviesa Salamanca de norte a sur, que transcurre por la Avenida de la Estación de Ferrocarril y la Gran Vía, desemboca en el convento de las dominicas, que se deriva hacia la calle de San Pablo, en dirección vial norte-sur; y otra, de este a oeste, que discurre por las avenidas de Canalejas y de Mirat, que forman parte de la carretera de circunvalación o de la llamada “ronda” de la ciudad. En el centro de este nudo urbano, la Plaza de España, hay una rotonda con una zona verde donde se colocó en 1986 una escultura de Venancio Blanco, el mejor escultor salmantino contemporáneo, dedicada al Vaquero Charro.

Este edificio que muestro en el dibujo fue proyectado por el arquitecto Eduardo Lozano Lardet en 1934. Arquitecto de la Diputación que sustituyó a Joaquín de Vargas tras su jubilación. Vino a Salamanca en 1926, cuando ganó el concurso convocado para premiar al mejor proyecto del Hospital Provincial. Este antiguo hospital es hoy Residencia Geriátrica Provincial, situada a escasos metros del Colegio Fonseca, frente al primer edificio que ocuparon los jesuitas en Salamanca, que desarrolló su cometido como centro asistencial de beneficencia, a la vez que Hospital Clínico de la Facultad de Medicina, desde 1929 hasta 1975.

“Eduardo Lozano es autor del derruido cine San Carlos de Madrid, al que recordaba este edificio”

Este edificio de la plaza de España es de esquina achaflanada, lo que le permite aprovechar sus posibilidades expresivas, con escalonamiento de volúmenes y transiciones curvas. Para mí, es uno de los mejores ejemplos del racionalismo salmantino. Está constituido por una planta baja, a modo de un gran zócalo para locales comerciales, y cuatro plantas más ligeramente voladas, con un marcado sentido de la horizontalidad afianzado por las líneas de imposta que culmina con un remate aterrazado. Eduardo Lozano es autor del derruido cine San Carlos de Madrid, al que recordaba este edificio. El edificio es muy parecido al que diseñó Francisco Gil en la esquina de la calle Toro y doctor Piñuela, muy próximo a la Plaza Mayor. La diferencia con el que comento ahora es que el de Gil tiene un torreón sobreelevado y el de Lozano es simulado, merced al efecto del rayado horizontal del chaflán, y a la ausencia de balcones redondos en la planta alta.


(*) El Prof. José Almeida Corrales nos dejó el 3 de enero de 2019. Tal y como él deseaba, ‘Salamanca Médica’ continuará publicando los artículos y los dibujos que dejó preparados como sentido homenaje a este gran médico y artista que, con sus colaboraciones, enriqueció esta revista desde sus inicios

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