Por Jesús Málaga
En la entrada a la vaguada de la Palma, junto al instituto del mismo nombre, se encuentran unas ruinas que llaman la atención. Están acristaladas para protegerlas de las inclemencias del tiempo. Descubiertas últimamente, señalan al viandante que pasa por un antiguo lugar de culto. Son tumbas y restos de unos muros que nos hablan de un edificio religioso que, con buen criterio, ha quedado señalado en su perímetro en el suelo con baldosa de colores.
Perteneció a la comunidad mozárabe de Salamanca que pervivió extramuros durante la ocupación árabe. El templo, edificado en el siglo XII, estaba dedicado a San Lorenzo, que según la tradición cristiana sufrió martirio quemado en una parrilla. Los cristianos de la Edad Media tuvieron una gran devoción por este mártir que se representa en la iconografía clásica sosteniendo la parrilla del martirio en una de sus manos.
La iglesia se encontraba fuera de la muralla, junto a la cerca medieval, al lado de la puerta de la Salud. Con escasa población cristiana que atender, estaba cercana al alcázar y a la judería. A pocos metros, en lo alto de la Peña Celestina, se encontraba otra iglesita, San Juan del Alcázar, parroquia también con poca feligresía, quizás los habitantes de la fortaleza. Por este motivo, la escasez de fieles para su mantenimiento, ambas desaparecieron tempranamente, asumiendo la parroquia de Santo Tomé de los Apóstoles, situada en las proximidades de lo que hoy es el Palacio de Congresos y Exposiciones de Castilla y León, el culto de todas ellas.
En la muralla medieval había otras dos puertas vecinas, la de San Vicente y la de la Cuesta del Alcázar
Aquella zona, hoy desaparecida y muy trasformada, tenía una puerta de poco tránsito, dedicada a la Virgen de los Milagros, utilizada para la entrada y salida de los hortelanos que cultivaban los campos de la proximidad y las riberas del río y, así mismo, por los pescadores que pescaban las truchas y carpas del Tormes para su consumo y para ofertarlas en el mercado. El barrio y el arroyo que discurría por lo que hoy es vaguada de la Palma recibía el nombre de la Virgen allí venerada, de los Milagros.
En la muralla medieval había otras dos puertas vecinas, poco transitadas también, eran la de San Vicente, que daba acceso a los conventos situados en las inmediaciones del teso: San Vicente, la Penitencia y Benedictinas, y la de la Cuesta del Alcázar, por donde entraban desde el puente romano la soldadesca que se dirigía al castillo y los que vivían en las inmediaciones, en infraviviendas adosadas a la muralla en las que, según la tradición, vivió la Celestina. En la pequeña explanada que se formaba intramuros de esta última puerta se ubicaban las famosas “tabernas de vino blanco”, inmortalizadas en la literatura española. Los salmantinos desesperados se suicidaban tirándose desde lo alto de la peña Celestina hasta el paseo del Desengaño. La puerta de San Vicente se ha descubierto últimamente y se puede vislumbrar al inicio del pequeño paseo de ronda que se ha abierto enfrente del hospital Clínico Universitario.
Pues bien, traspasada la puerta de los Milagros, en lo alto de la puerta, se encontraba una ermita de pequeñas dimensiones. Una habitación con la Virgen y un espacio para acoger los escasos devotos que a diario encomendaban a la Madre de Dios sus problemas. Todavía se encuentra en Plasencia una ermita de estas características y dimensiones en lo alto de la puerta de la muralla hacia el sur, la puerta de Trujillo, en este caso dedicada a la Virgen de la Salud, a la que los placentinos tienen gran devoción.
En las inmediaciones de la ermita de los Milagros se encontraba el llamado hospital de San Lorenzo y San Bartolomé, también de pequeñas dimensiones, por lo que popularmente se le denominaba el ‘hospitalillo’. No llegaba a tener para los salmantinos la condición de hospital. Se conoce un dato concreto sobre esta institución, que fue fundada en 1480 por los feligreses de las parroquias de San Lorenzo y San Bartolomé. Sabemos algo de él porque es citado en la relación de centros hospitalarios existentes en 1581, listado realizado para la refundación hospitalaria emprendida en tiempos de Felipe II.
La vida del hospital fue breve, solamente cien años, seguramente por sus escasas rentas, que pasaron a engrosar las del hospital de la Santísima Trinidad. Desgraciadamente, nada se ha conservado de este establecimiento, debido a las grandes transformaciones que se han producido en aquella zona desde la Guerra de la Independencia.
Como siempre ocurría en los hospitales medievales, estaba atendido por una cofradía compuesta por 25 miembros y, según Villar y Macías, esta corporación era una de las que acudían en procesión a los actos que se celebraban con motivo del aniversario del arzobispo Fonseca en el colegio mayor fundado por este dignatario de la iglesia de origen salmantino.
El ‘hospitalillo’ contaría con una sola estancia con algunos camastros para acoger personas en los últimos años o días de su existencia. La separación por sexos se haría por cortinajes. También se tratarían las enfermedades y achaques propios de la ancianidad y otras dolencias más propias de instituciones asistenciales que hospitalarias. La atención a los mismos se realizaría por los feligreses de las dos parroquias que daban nombre oficial al hospital. De su pequeñez y escasa importancia da cuenta el que fuera conocido popularmente por el ‘hospitalillo’.
1- José María Cuadrado, en su libro Salamanca, publicado en 1874 y reeditado por la Diputación Provincial en 2001, cita en su página 169 el hospital de San Lorenzo, dentro del capítulo IV dedicado a la universidad, colegios y hospitales.
2- Manuel Villar y Macías en su obra Historia de Salamanca, publicada en 1887, en el libro VI, en la página 200, cita el hospital de San Lorenzo al hablar de su supresión y su unión al de la Santísima Trinidad. Edición reeditada por librería Cervantes de Salamanca en 1974.
3- Fernando Araujo, en su obra La Reina del Tormes, guía histórico-descriptiva de la ciudad de Salamanca, editada en 1884, cita el hospital y las iglesias de las que lleva su nombre en el capítulo VI dedicado a las fundaciones salmantinas, en las páginas 168 y 172. Este libro fue reeditado por la Caja de Ahorros de Salamanca en 1984.
4- Enrique Llamas publicó Las Ermitas de Salamanca, editado en 1997 por el Centro de Estudios Salmantinos en Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca. En el capítulo 14, en las páginas 110-114, lo dedica a describir la ermita de Nuestra Señora de los Milagros.
5- José Luis Perona Larraz junto con otros nueve autores publicó en 2009 La Historia Hospitalaria de la Vía de la Plata, editada por el Club Rotario Puerta de Hierro de Madrid. En sus páginas 196-197 se hace referencia al hospitalillo que describimos
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