El hospital de la Cofradía de Nuestra Señora Santa María de Rocamador

Texto: Jesús Málaga

Fotografías: Andrés Santiago Mariño

 La Cofradía de Nuestra Señora de Rocamador1 era una comunidad religiosa ilustre que ostentaba numerosos títulos concedidos por los muchos influyentes cofrades que pertenecieron a su claustro. Sus cuatro nominaciones eran las de Muy Noble, Antigua, Limpia y Santa. Parece que fue fundada por un caballero de la Orden de San Juan y a esta institución nos hemos referido someramente en uno de nuestros artículos donde tratamos el legado que estos monjes guerreros han dejado a la ciudad de Salamanca. A la Cofradía de Nuestra Señora de Rocamador pertenecían las familias más nobles de la ciudad, incluso un cardenal, Ascanio Colonna, fue cofrade de la misma.

Pertenecía a la encomienda de San Juan de Barbalos y posiblemente se fundó una vez repoblada Salamanca por Raimundo de Borgoña, en el siglo XII o principios del XIII. De lo que sí estamos seguros es que reinando Alfonso X la ermita con la virgen de Rocamador era un santuario famoso en el reino, ya que el monarca la cita en su Libro de las Siete Partidas. El nombre de la Virgen procede de una pequeña localidad francesa, Rocamadour, situada en el Departamento de Lot. Esta población conoció en la edad media una abadía dedicada a una imagen negra de Notre Dame de Rocamadour construida, según la leyenda, por un ermitaño servidor de la virgen.

Por toda España se fueron construyendo ermitas y hospitales, constituyendo cofradías y venerando imágenes de la Virgen. En Salamanca ciudad y en San felices de los Gallegos, en el oeste de la provincia, se edificaron ermitas y hospitales anejos a las mismas. En la vecina Portugal, en Castelo Rodrigo, se venera a la virgen que recibe el nombre, en parte deformado por los lugareños, de Reclamador.

La ermita salmantina estaba situada junto al puente romano, pertenecía a la jurisdicción de la iglesia de la Santísima Trinidad y su beneficio fue asignado a la iglesia de San Julián. La Virgen era conocida popularmente como la Virgen de La Capa y su veneración en Salamanca fue anterior a la construcción de la ermita y el hospital2.

Los hospitalarios llegaron a Salamanca, zona de frontera, como ya hemos comentado en otra ocasión, para combatir al moro. Repoblaron el barrio de los toreses construyendo la iglesia de San Cristóbal y el barrio de San Juan de Barbalos. El comendador de la orden militar era cofrade nato de la cofradía, cuyos estatutos tenían el visto bueno del municipio, del rey y, por supuesto, de la Iglesia.

El hospital, situado al lado de la iglesia, atendía a pobres peregrinos que pasaban por la ciudad a través de la Calzada de la Plata, por el llamado camino Mozárabe a Santiago. De esta ruta, en el tramo cercano al puente romano, solamente nos quedan restos desde Aldeatejada hasta la vía del ferrocarril Salamanca-Fuentes de Oñoro. Hace unos años, este trayecto cercano a la ciudad fue excavado y dado a conocer en el trayecto correspondiente al término municipal de Salamanca3.

Los peregrinos cristianos que se dirigían a Santiago de Compostela desde el sur de la península, cuando estaba ocupada por los reinos sarracenos, descansaban y eran curados de los males contraídos en el camino en este hospital cuya fama debió ser mucha si hacemos caso a los componentes de la cofradía que lo atendía y a la gran cantidad de benefactores atraídos por la milagrosa imagen de la Virgen de Rocamador, venerada en la ermita adjunta al hospital de su mismo nombre.

Todavía hoy día, y cada vez en mayor número, se pueden ver peregrinos que desde Extremadura y Andalucía se acercan a Santiago utilizando este viejo camino. Desde Fuenterroble se dirigen hacia San Pedro de Rozados y Morille para, siguiendo el curso del Zurguén, llegar a Aldeatejada y Salamanca.

Iglesia nueva del Arrabal.

El centro sanitario de la ermita de Rocamador abría sus puertas siempre que alguien lo requería, pero sobre todo en invierno, cuando los peregrinos sufrían el frío y las inclemencias del tiempo de esta estación al pasar de la benigna climatología de la submeseta sur a la norte, llegando extenuados y ateridos a las dependencias del hospital donde eran atendidos por los numerarios de la cofradía.

Los cofrades gozaban de privilegios, mantenían exenciones de impuestos y la Santa Sede les había concedido bulas de indulgencia papal para cuantos visitasen la iglesia de Nuestra Señora de Rocamador y rezasen por los príncipes cristianos, por la desaparición de las herejías y la exaltación de la Santa Madre Iglesia. Esta indulgencia se sumaba a la plenaria que lograban los fieles que visitaban la iglesia de San Juan de Barbalos el día de San Juan. Tantas prerrogativas les aportaban pingües ganancias en limosnas y donaciones.

Como era costumbre, el archivo estaba en la iglesia, sobre uno de sus arcos y protegido por una reja de hierro cerrada con tres llaves que poseían el mayordomo, el cofrade más antiguo y el capellán decano.

La cofradía celebraba sus reuniones en tres lugares de Salamanca, San Juan de Barbalos y San Ildefonso, en invierno, y en la ermita de Nuestra Señora de Rocamador en verano. Los cabildos ordinarios se reunían el segundo domingo de cada mes. Ese día, la cofradía en pleno asistía a vísperas y, posteriormente, oían misa cantada. Los cofrades eran citados a las reuniones por el Llamador, persona que no era cofrade, pero estaba encargado de este oficio, mediante cédula de citación.

Los ingresos de la cofradía procedían del arrendamiento de sus propiedades, de casas repartidas por la ciudad, huertas y pertenencias rurales. Entre los gastos estaban los propios del consumo de cera, el salario de los sacerdotes que atendían el culto y, sobre todo, los referidos al hospital. El aceite para dar luz para acostar a los peregrinos, salario del hospitalero, gasto para remendar y lavar las ropas de las camas, paja de los jergones y el reparo de ropa de cama eran los gastos más comunes.

Las cuotas de los miembros de la cofradía eran abonadas en cera y en metálico. La falta de asistencia no justificada al entierro de un cofrade era castigada con una multa, y los gastos extraordinarios se abonaban por prorrateo de sus miembros.

Formaban la cofradía diecisiete legos y tres clérigos, todos ellos hijosdalgo o cristianos viejos. Los nombres y apellidos de los cofrades son los de los poderosos de la ciudad. Los Monroy, Maldonado, Paz, Miranda, Solís, Godínez o Cabeza de Vaca aparecen con frecuencia entre los componentes de la congregación.

Puerta cegada de la primitiva Iglesia del Arrabal.

Todos ellos eran altos cargos civiles o religiosos de la ciudad. A esta congregación pertenecían caballeros de las órdenes militares de San Juan, Calatrava y Alcántara y varios catedráticos de la Universidad. Las solicitudes de entrada en la cofradía se hacían por escrito en alguno de los cabildos ordinarios y se leían en público, en presencia del solicitante. Después, cuatro cofrades acompañaban fuera del templo al peticionario para poder deliberar en libertad. La admisión o no del nuevo cofrade se realizaba en un segundo cabildo. Todo este proceso se completaba con la investigación por dos cofrades de la limpieza de sangre del candidato.

La indagación era minuciosa. Los cofrades no podían tener mancha de judíos, moros, conversos, no haber sido condenado por la Inquisición ni haber caído en infamia pública, ni él ni sus parientes por ambas líneas. Tenía que ser noble, fiel a la Corona, hijo legítimo de matrimonio, soltero o soltera, no tener profesión vil o mecánica y devengar 500 sueldos, según el Fuero de España. El solicitante corría con los gastos de las investigaciones.

Terminado este largo proceso se pasaba a la votación secreta. Sin embargo, el comendador de San Juan de Barbalos estaba exento de ser investigado y solamente pagaba una vez tomada posesión como cofrade. Para la incorporación formal se elegía las festividades de San Juan o su víspera o la Natividad de la Virgen, el 8 de septiembre.

La ceremonia de entrada en la cofradía era muy solemne. Cuatro cofrades salían a buscar al neófito y le acompañaban hasta el templo donde le recibía el mayordomo que le tomaba juramento de cumplir con las ordenanzas y los estatutos. Para jurar, los legos lo hacían deforma ordinaria sobre una Biblia o un crucifijo, los clérigos podían utilizar la fórmula “in verbo sacerdotis”. Una vez jurado, el nuevo miembro recibía del mayordomo una vela encendida y ocupaba el lugar que desde ese momento le correspondería entre sus compañeros cofrades. No podían coincidir en la cofradía padre e hijo, abuelo y nieto, ni hermanos.

Cuando la plaza vacante era solicitada por dos o más personas, en igualdad de condiciones de limpieza de sangre, la votación secreta dirimía el conflicto. Todos los miembros de la cofradía de Nuestra Señora de Rocamador rotaban en sus cargos: mayordomo, contadores, escribano, fiscal, jueces, comisarios, visitadores. El Llamador, como ya hemos dicho, no pertenecía a la cofradía y se le pagaba por sus oficios.

Aunque se sabe el lugar aproximado donde se erigía la ermita hoy desaparecida, en el Arrabal del Puente, cerca de la iglesia de la Santísima Trinidad, algunos autores consideran este último templo como la verdadera ermita de Rocamador. En sus cercanías se encontraba el hospital de peregrinos del que no nos ha quedado rastro. La imagen de la virgen de Rocamador se perdió sin que tengamos noticias de su destino.

En la actualidad, en la iglesia nueva del Arrabal, se venera la imagen de la Virgen de la Encarnación que fue trasladada desde la iglesia vieja de dicho barrio cuando el templo de origen románico amenazaba ruina en los años sesenta del pasado siglo. Su festividad, la semana anterior a la celebración de la romería de la Salud en Tejares, concitaba a gran número de salmantinos en la celebración religiosa y profana. En los últimos años la fiesta de la Virgen de la Encarnación ha perdido gran parte de la popularidad de entonces.

El deterioro de la iglesia nueva del Arrabal y la rehabilitación de la vieja, devolverá en poco tiempo el culto al pequeño templo de la Santísima Trinidad, iglesia que sufrió, antes de la construcción del pantano de Santa Teresa, muchas inundaciones.


Notas:

  1. Para confeccionar este artículo nos hemos basado en los datos aportados por Hernández Jiménez, M. en su trabajo titulado “La cofradía de Caballeros de Nuestra Señora, Santa María de Rocamador de Salamanca”, publicado en Memoria Ecclesiae IX. ↩︎
  2. Villar y Macías en el libro III habla de este hospital. ↩︎
  3. En los terrenos situados entre el arroyo del Zurguén y la carretera comarcal que conduce a Vecinos, discurre el camino romano de La Plata, protegido por una capa de tierra. La edificación de la vía del tren a Portugal hizo desaparecer la parte de la Vía de la Plata que desde ese lugar, atravesando un pequeño puente sobre el citado arroyo se encaminaba hacia el Puente Romano. Hasta hace poco se observaban vestigios de este paso muy modificado por las múltiples crecidas del Zurguén que lo fue destruyendo ante la desidia de los salmantinos para mantenerle. ↩︎

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