El cementerio de Salamanca (II):Su distribución y el fenómeno de los panteones

Texto: Jesús Málaga

Fotografías: Andrés Santiago Mariño

El autor continúa en esta segunda parte la historia del camposanto salmantino a partir del siglo XIX

Hasta 1878 el camposanto católico no reservó el pequeño recinto en la zona sur del mismo para albergar el cementerio civil. En ese año se publica una ley ordenando la construcción de los mismos, incluso en el interior de los cementerios religiosos. Muchos salmantinos que lean este artículo recordarán como hasta bien entrada la democracia no se derribó la tapia de lo que entonces se denominaba cementerio protestante. En dicho recinto se enterraron los salmantinos de otras religiones, los que se suicidaban, los ateos y también los fusilados en la Guerra Civil en las tapias del cementerio y que fueron a ocupar una fosa común en dicho cementerio1. Junto a este lugar se reservó otro espacio para el enterramiento de niños. Hay que tener en cuenta que estamos refiriéndonos a unos años de gran mortalidad infantil.

Panteón de Doña Antonia Caravias Diaz y familia.

La atención al cementerio por la Diócesis ha sido siempre esmerada. Para sus necesidades espirituales había un capellán, un vicecapellán, depositario, enterradores y criado interior o conserje. Un sacerdote y el conserje tenían residencia en unas casas anejas a la puerta suro secundaria que todavía se conservan.  Este último se encargaba de quitar la maleza de las calles, cuidar de los árboles, casi todos cipreses, del buen estado de las sepulturas, de las obras en los nichos, en resumen, del urbanismo del camposanto. El coste de un nicho en 1841 era de 220 reales. En la primera de las galerías que sale de la puerta principal se encuentra el nicho con los restos de don Miguel de Unamuno con el famoso epitafio por todos conocido que en letras negras recuerda al rector de Salamanca: “Méteme Padre Eterno en Tu Pecho, Misterioso hogar, dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar”.

El primitivo cementerio es obra, como ya hemos dicho, del arquitecto Tomás Francisco Cafranga. Se trataba de un rectángulo irregular, con dos galerías dando a la fachada principal con cinco órdenes de nichos. De la puerta de acceso, situada hacia el sureste, sale un pasillo longitudinal y otro trasversal, con cuatro campos que reciben el nombre de San Arturo, San Juan, del estanque y de la casa. En el ángulo occidental se dispuso la capilla y la casa del guarda. Las obras se hicieron por administración.

Para decorar el camposanto se trasladaron las cruces que todavía perduraban en las puertas y calles de la ciudad. Solamente permaneció en su sitio el crucero de la puerta del río. Las otras seis cruces que había en la puerta de San Pablo, los Milagros, San Cebrián, la plaza de Carvajal, de San Benito, Cruz Verde y la que se encontraba en el camino de Villamayor fueron trasladadas al nuevo cementerio2.

Para numerar los nichos, primero utilizaron azulejos de Valladolid, que después fueron sustituidos por chapas. En 1867 encargan a José Secall, autor de las intervenciones en los claustros de la Universidad, Salinas y Dominicos, la construcción de la fachada neoclásica, realizada en piedra de Villamayor, excepto el zócalo. Se trata de un arco de medio punto flanqueado por columnas toscanas y dos puertas laterales de arco adintelado. En el frontal hay una pizarra con inscripciones alusivas a la muerte y jarrones en los extremos de las cornisas. Hasta 1872 no se arenaron los caminos ni se plantan árboles, negrillos de Huerta y cipreses, arbustos y rosales.

La portada lateral la realiza el arquitecto madrileño Yárnoz. Se trata de un vano de medio punto con dos semicolumnas toscanas, obeliscos a plomo y frontón rematado por una cruz.

Crucero de San Cebrian, trasladado desde su ubicación hasta el Cementerio Catolico.

La capilla la terminan muy pronto. A finales de 1832 está ya en funcionamiento. Ha sufrido muchas reformas. Es de planta rectangular con pórtico de arcos de medio punto sobre columnas adosadas en el costado oriental. Al lado de la capilla se encuentra el depósito o capilla de las Angustias y la sacristía. En1840 construyen una espadaña de piedra que desaparece en 1846 y es sustituida por otra de hierro. En 1833 se construyeron las casas del capellán y de los enterradores. Enrejados, a ambos lados del pórtico de la capilla, están los panteones del cabildo, a la derecha, y del seminario, a la izquierda.

Los primeros panteones se construyeron a mediados del XIX. Eran abiertos y pertenecían a familias terratenientes de la ciudad y provincia. El primero en ejecutarse fue el de Eloy Lamamié de Clairac. De familia adinerada de Ledesma, fue dirigente del partido tradicionalista. En 1869 se erige el de los marqueses de Villalcázar que fue construido por Francisco González de la Riva Mallo, industrial propietario de la fábrica de harinas de Tejares, senador durante el sexenio revolucionario y primer presidente de la Cámara de Comercio de Salamanca, fundada en 18863. Seis años después, en 1875, se construye el de Antonia Carabias y, por último, el de Fernando Íscar Juárez, comerciante y propietario de la finca del Zarzoso. Formó parte del partido liberal, ocupando puestos en la Diputación provincial y en el Ayuntamiento. Fue presidente de la Caja de Ahorros, de la Cámara de comercio, del Consorcio de la Plaza de Toros y del Círculo Mercantil e Industrial. Fue alcalde de Salamanca.

Le debemos el paseo del Parque de la Alamedilla y la alineación de la calle de la Rúa. Cuando ya finaliza el siglo XIX se comienzan a construir panteones cerrados, pertenecientes a la aristocracia terrateniente agraria y a la burguesía comercial. Son capillas en las que se valora su aspecto externo, están cerradas por verjas y responden a los estilos neorrománicos, neogóticos o eclécticos.

Entre los panteones cerrados destaca el de Teresa de Zúñiga, una de las mayores terratenientes de la provincia. Fue famosa por su oposición a la alineación de la calle de la Rúa que cerraba su casa. La obra escultórica del panteón es obra de la mano de Eugenio Duque Duque, escultor de cámara de Amadeo Ide Saboya. La construcción recuerda los templos románicos del Valle del Duero. Otro panteón singular es el de Cándida López, viuda de Bernardo de Olivera, propietario de la fábrica de harinas de Zorita. El hijo de esta señora fue el industrial más importante de la provincia y obtuvo el acta de diputado por el partido conservador entre los años 1918 y 1922.

Panteón de Doña Teresa de Zuñiga y Cornejo.

Un panteón singular es el de la familia de Laureana Ramos, gran propietaria de Vitigudino, que falleció en 1903. Para realizar la obra se contrató a Bruno Fernández de los Ronderos, arquitecto de Madrid, que realizó el proyecto en 1869 y terminó la obra en 1873. También, entre los panteones cerrados, cabe destacar el del marqués de Albayda, realizado en 1912 con mármoles de distintas tonalidades y que presenta escudos heráldicos del marquesado. Este personaje poseía grandes propiedades, una gran ganadería y llegó a ser senador.

De 1912 a 1915 se realizan algunos panteones de los que citaremos el de Mariano Rodríguez Galván que fuera presidente de la Cámara de Comercio, el de Diego Martín Cosio, el mayor contribuyente de la provincia y, ya en 1924, se construye el de José Durán Cabezas, propietario del Colegio Ateneo Salmantino, situado en una casa modernista de la Plaza de Colón, hoy felizmente restaurada. Este colegio fue el principal de la ciudad a lo largo del siglo XIX.

“La historia del cementerio de Salamanca es fundamental para poder entender las normas de higiene del siglo XIX en nuestra ciudad”

Después de un periodo vacío de grandes construcciones funerarias, a partir de los años ochenta del siglo XX se comienzan a construir nuevamente panteones pertenecientes a familias de etnia gitana que en gran número ocupan los terrenos de ampliación hacia el oeste del cementerio.

A partir de los años treinta disminuye notablemente la construcción de panteones y las clases sociales se igualan después de la muerte. Se agolpan las tumbas en calles estrechas y sin arbolado. Con posteridad, a principios del siglo XXI, el Obispado vende la edificabilidad del cementerio y cede el mismo al Ayuntamiento de Salamanca. La Corporación municipal construye en estos momentos un nuevo cementerio en el término municipal de Tejares.

La historia del cementerio de Salamanca es fundamental para poder entender las normas de higiene del siglo XIX en nuestra ciudad. La ubicación del cementerio fuera de los límites urbanos ha perdurado hasta principios del siglo XXI, cuando edificaciones contempladas en el desarrollo del Plan General de Ordenación Urbana de Salamanca han incorporado el recinto a la ciudad.


Notas:

  1. Enrique de Sena dejó inconcluso un trabajo sobre los salmantinos que sin juicio previo fueron fusilados en las tapias del cementerio y posteriormente enterrados en la fosa común del cementerio protestante. Las Juventudes Socialistas han instalado en dicho lugar un monumento conmemorativo y todos los primeros de mayo celebran un acto de recuerdo de los ejecutados sumariamente. ↩︎
  2. Solamente se conserva en el cementerio, en muy mal estado, la de San Cebrián que pide agritos su restauración y la vuelta a su lugar de origen. ↩︎
  3. A este personaje debemos el palacio de verano de los marqueses de Castellanos, situado a la salida de Tejares hacia Portugal. Adquirido por la Dirección General de Tráfico, en la actualidad alberga el Centro Superior de Educación Vial. ↩︎

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