Covid-19: ¿a qué santo rezar? / ‘Potamophylax coronavirus’

Por Fernando A. Navarro

Traductor médico, Cabrerizos (Salamanca)

Textos seleccionados por el autor a partir de su Laboratorio del lenguaje; reproducidos con autorización de ‘Diario Médico’

¿SABÍA QUÉ…?

Covid-19: ¿a qué santo rezar?

En agosto de 2020, con Europa aún convulsa por la primera ola de la pandemia, que estaba segando vidas por millares, un pequeño grupo italofrancés se propuso investigar a qué santos rezaban los católicos europeos en busca de curación milagrosa o protección frente al temible coronavirus SARS-CoV-2.

Entre el 21 y el 25 de agosto, el internista y diabetólogo Antonio Perciaccante, la enfermera Alessia Coralli y el anatomopatólogo, forense y antropólogo Philippe Charlier lanzaron en Twitter y Facebook una encuesta médico-antropológica informal, que constaba de una sola pregunta: «¿A qué santo le rezaría usted para combatir la covid-19?», seguida de una lista de ocho nombres posibles. Recibieron en ambas redes sociales 1.158 respuestas en total (en su mayoría procedentes de Francia e Italia), que se distribuyeron así: santa Rita, 558 votos; san Roque, 268; san Sebastián, 95; san Antonio Abad, 89; san Adriano de Nicomedia, 54; san Agrícola de Aviñón, 32; san Edmundo Mártir, 26; y san Quirino de Neuss, 17.

Dos salvedades importantes, en cualquier caso, antes de entrar a comentar estos resultados. La primera es que esta encuesta, por su diseño informal y con lista cerrada de respuestas, carece de validez científica. La segunda, que los católicos rezan a los santos por un enfermo no solo para pedir su curación sobrenatural en el contexto de un pensamiento mágico-religioso que, en pleno siglo XXI, sigue coexistiendo en todos los rincones del mundo con el pensamiento lógico-científico de la medicina occidental. Las dos grandes iglesias católicas (romana y ortodoxa), junto a las iglesias copta, siria y anglicana, consideran dogma de fe la comunión de los santos. En virtud de ella, consideran que la Iglesia triunfante –esto es, la formada por los santos que gozan ya de la gloria de Dios– puede interceder en el cielo por quienes peregrinamos aún en la tierra; pero interceder no es solo buscar una curación milagrosa, mucho menos la inmortalidad terrena.

Con todo, los resultados obtenidos sí permiten aventurar algunas reflexiones. Encontrar en la primera posición a la italiana santa Rita de Casia, patrona de las causas imposibles y de los casos difíciles o desesperados, dice mucho del pesimismo que reinaba en Europa el verano pasado, en ausencia de un trata￾miento eficaz para la covid-19 ni perspectiva tampoco de una vacuna a corto plazo.

Siguen a santa Rita en el podio el francés san Roque, quien, durante una peregrinación a Roma en el siglo XIV, se dedicó a atender y curar a cuantos enfermos iba encontrando a su paso en una Italia asolada por una temible epidemia de peste bubónica; y el soldado romano san Sebastián, invocado también a menudo contra la peste. En la cuarta posición, san Antonio Abad (también llamado «san Antón») es invocado para todo tipo de enfermedades infecciosas desde que, en la Alta Edad Media, la extinta orden de los antonianos (o Hermanos Hospitalarios de San Antonio) se estableciera por todo el Camino de Santiago para atender a los peregrinos enfermos. Durante siglos, los antonianos se especializaron en tratar toda suerte de dolencias contagiosas: peste bubónica, sífilis y otras enfermedades venéreas, sarna, lepra, erisipela, zóster y, de modo muy especial, el ergotismo o «fuego de san Antonio».

Más interés tienen los nombres de santos mencionados de manera espontánea. La encuesta, como ya he comentado, partía de una lista cerrada de ocho santos, pero hubo otros catorce nombres propuestos de forma improvisada: desde la Virgen María y san José hasta san Expedito, san Blas y san Antonio de Padua. Tres de estas propuestas espontáneas me han llamado la atención:

Hubo quien apuntó, por ejemplo, los nombres de san Desiderio y san Raúl (esto es, saint Didier et saint Raoul), en clara alusión al polémico microbiólogo marsellés Didier Raoult, que ocupó las portadas de prensa de medio mundo al comienzo de la pandemia por proponer la hidroxicloroquina como remedio barato y eficaz contra la covid-19.

San Juan Gabriel Perboyre fue un sacerdote francés, miembro de los padres paúles, que marchó como misionero a China y murió martirizado en 1840, a los 38 años de edad, precisamente en Wuhan.

Santa Corona, jovencísima esposa mártir de un soldado romano, fue asesinada en Siria en el siglo II, y sus principales reliquias se conservan en la catedral de la ciudad alemana de Aquisgrán. Tradicionalmente estaba considerada patrona de causas relacionadas con las joyas y el dinero, como la búsqueda de tesoros y las apuestas. Desde el inicio de la pandemia, no obstante, muchos han pasado a considerarla santa protectora frente a la covid-19 en todo el mundo, pero sobre todo en Alemania (donde la covid-19 se llama coloquialmente Corona).


EL FABULOSO CIRCO DE LOS NOMBRES CIENTÍFICOS

‘Potamophylax coronavirus’

Durante el último año y medio, la pandemia covidiana ha dejado su huella en prácticamente todos los aspectos de la vida: relaciones familiares y sociales, turismo, economía, viajes, docencia, actividades culturales…, y la nomenclatura biológica no podía ser una excepción.

El pasado mes de abril, un grupo de naturalistas de Kosovo, Austria y Alemania describieron en la revista Biodiversity Data Journal una nueva especie de tricóptero del género Potamophylax que han bautizado Potamophylax coronavirus en recuerdo del SARS-CoV-2, coronavirus causal de la covid-19.

Dos ejemplares de ‘Potamophylax coronavirus’ (macho y hembra) captados por la cámara en plena cópula apasionada.

Para justificar la elección del epíteto específico, dan dos razones. La primera, que los especímenes usados para describir la nueva especie se recogieron en el año 2014 en un parque nacional de Kosovo, pero el artículo se escribió durante el encierro forzoso con ocasión de la cuarentena de 2020. La segunda, que desean llamar la atención sobre otra «pandemia silenciosa», en sentido figurado, que amenaza la biodiversidad: la creciente contaminación de los ríos de Kosovo y toda la península de los Balcanes en general, con el consiguiente deterioro y degradación del hábitat de estos tricópteros o frigáneas, así como de otros organismos vivos de agua dulce.

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