Teníamos un sistema sanitario en el límite de profesionales en condiciones normales, y en la pandemia esto se ha puesto de manifiesto. Necesita ser reforzado tanto desde el punto de vista clínico como de personal de investigación. La fortaleza ha sido la entrega de los profesionales y la implicación de muchos de ellos por encima de lo razonable. Ha habido personas que han tenido que multiplicarse, cubrir a compañeros que estaban de baja por la COVID o habían sido recolocados en otros servicios, y los que quedaban han tenido que realizar múltiples funciones.
A corto y medio plazo, hay que reforzar los equipos de profesionales. Estamos en una situación clara de déficit en todas las especialidades, y en momentos de crisis, como la que hemos tenido, cuando hay personas que están de baja o que van a trabajar a otros servicios como refuerzo, tanto médicos, como enfermeros o trabajadores sociales, el sistema se vuelve de difícil manejo. Hay que retener e incorporar profesionales de manera estable, cambiar la filosofía de vivir al límite con una plantilla tan ajustada, porque al final hemos tenido que trabajar con menos profesionales de los habituales y, además, en una situación tan complicada.
Utilizando el sentido común, Salamanca tiene un gran peso de docencia universitaria, tanto en la USAL como en la UPSA, y en cursos para extranjeros, y eso supone movimiento: estudiantes y profesores de otras partes, viajes, congresos, reuniones… En definitiva, muchos desplazamientos que en parte pueden explicar por qué se transmitió aquí de forma tan intensa. Lo que es uno de los valores añadidos de Salamanca, en este caso ha podido jugar en contra.
En Psiquiatría, iremos hacia un sistema híbrido, que también incluya la atención individual o grupal con el uso de las nuevas tecnologías. Habrá más atención ‘online’ y, en este sentido, la crisis sanitaria va a marcar un antes y un después. La prueba de fuego para el sistema sanitario será este otoño-invierno, para ver hasta qué punto se puede manejar o controlar la normalidad que tenemos ahora o nos toca volver a situaciones más complicadas.
“La COVID ha supuesto un tsunami, un cambio radical en el servicio de Psiquiatría en tres frentes: por una parte, hemos tenido que cerrar unidades, muchas ambulatorias, hospitales de día, rehabilitación, centros de rehabilitación psicosocial, todas las terapias de grupo, la unidad de desintoxicación…; por otro lado, hemos debido mover la hospitalización de agudos a Los Montalvos, una reorganización total de la atención, con la telemedicina como la herramienta principal para estar en contacto con nuestros pacientes habituales; y luego hemos generado nuevos programas para atender a poblaciones vulnerables, como los profesionales y las personas directamente afectadas por la pandemia, tanto de Atención Especializada como de Primaria, como fue el programa PASMICOR, y un segundo programa, que fue la atención a los pacientes jóvenes de Salamanca en conjunción con el Ayuntamiento, que habilitó un albergue para pacientes fuera del sistema. Ahora estamos en una pseudonormalidad en la que se mezcla la atención presencial con la telefónica. En las unidades ambulatorias, estamos en un sistema híbrido; en la hospitalización ya estamos en la normalidad, tanto en agudos como en convalecencias, rehabilitación y unidad de patologías de desintoxicación. También están normalizados los hospitales de día, el de alimentación, el de Psiquiatría general, y también las unidades de adicciones ambulatorias, aunque con las nuevas medidas de distancia y seguridad.
Nosotros ahora contamos con algunos profesionales más. El hospital nos ha apoyado en este sentido con tres personas de refuerzo, para, precisamente, cubrir huecos, bajas e intentar eliminar las listas de espera. Quiero ser positivo y pensar que podamos eliminar las esperas en un periodo de tiempo razonable, siempre y cuando no volvamos a situaciones complicadas de la pandemia en los próximos meses.
Todo el mundo ha aprendido, en todos los niveles. Hay muchas acciones que antes eran impensables y ahora todos las tenemos en la cabeza; podemos ser optimistas en ese sentido. Lo que se hizo de forma intuitiva ahora ya se está estudiando para ver cuál es la mejor manera de proceder, y estamos más preparados. Pero es importante que las autoridades sean conscientes de que hay que reforzar el sistema sanitario.
Miedo como tal no, pero sí he tenido sensación de respeto y de que estábamos ante algo nuevo que no sabíamos muy bien cómo iba a evolucionar o qué iba a pasar. Mucha preocupación a nivel personal y profesional, sobre todo por las más de 170 personas que formamos el servicio de Psiquiatría. Más que miedo, la población debe tener conciencia y precaución en torno a las cuestiones que se plantean desde las autoridades sanitarias. No son restricciones que se tomen por gusto, sino necesarias. Todos debemos tener responsabilidad y respeto a este virus que todavía no se conoce de forma completa, pero que sabemos que puede llegar a ser muy peligroso.
Hay que ser responsables, el riesgo no ha desaparecido. Sabemos que si la infección se descontrola puede llegar a ser de muy difícil manejo, y todavía se sabe poco de los efectos a medio y largo plazo. En salud mental, se está estudiando a las personas que han tenido COVID-19, cómo les afecta al cerebro y cómo afecta a las dinámicas familiares y sociales también la situación de confinamiento. Hay que estar atentos, seguir las indicaciones, y la realidad es que a veces los medios de comunicación transmiten imágenes lamentables que dan la sensación de que no hay ningún problema, pero sí lo hay.
Yo no soy experto en residencias, pero desde el punto de vista de la atención a la salud mental, hay que montar algún sistema más proactivo para facilitar la detección de este tipo de problemas en las personas que viven en las residencias, más en una comunidad como Castilla y León, con un gran porcentaje de mayores de 65 años. Evidentemente, hay que replantear algunos aspectos de la atención a estas personas. Se ha planteado la necesidad de medicalizar algunos aspectos de las residencias o generar circuitos de asistencia; habrá que estudiarlo y perfilarlo en los próximos meses.
Ha sido un reto inimaginable, impensable unos meses atrás, que en nuestra unidad ha supuesto un cambio radical que ha implicado desmontar el servicio en las primeras ocho semanas, derivar profesionales a Medicina Interna o Neumología, ver cómo muchos de ellos han estado de baja… En el terreno personal, también una gran preocupación por los miembros del servicio. Hay que quedarse con lo positivo y conservarlo, como la telepsiquiatría. En definitiva, un gran reto del que hemos aprendido mucho, pero que todos deseamos que nunca más se vuelva a producir.
Deja una respuesta