Por Jesús Málaga
Me sorprendió mucho conocer los motivos que pesaron sobre los salmantinos a la hora de decidirse a construir un templo dedicado a san Isidoro de Sevilla. Coincidían con los que se esgrimieron para dedicar una ermita al Cristo de la Bien Parada de mi pueblo, Abadía, en el norte de la provincia de Cáceres, en el valle del Ambroz. Parece que la explicación dada por la iglesia en ambas localidades copió el modo de proceder que seguramente se repetirá en otros muchos lugares.
Según recoge la tradición hagiográfica, en una riada del río Ambroz, las aguas arrastraron la imagen de una talla de Cristo Crucificado que, milagrosamente, quedó varada entre los términos municipales de Abadía y La Granja de Granadilla; los vecinos de ambos pueblos se disputaron la propiedad, pero Restos del convento de la Bien Parada ubicado en el municipio de Abadía, en la provincia de Cáceres / Turismo Extremadura cuando quisieron virar la dirección de la imagen hacia el curso bajo del río, hacia Granadilla, el más favorable, el coincidente con la dirección de la corriente, el Cristo impidió que se le moviera, interpretando mis paisanos la idea inequívoca de que quería permanecer en territorio de Abadía.
Después vino la construcción de una ermita para acoger a los fieles que querían venerar al Cristo milagrero y, posteriormente, la llegada de una comunidad de frailes que fundaron un convento con el sobrenombre del milagro referido, de la Bien Parada, en uno de los parajes más idílicos del valle. Los religiosos crearon en aquel apartado lugar una academia para los estudios superiores de Gramática y Música.
En Salamanca, los acontecimientos ocurridos fueron parecidos, en este caso, sin río por medio. Todo ocurrióen 1062, cuando los restos de san Isidoro de Sevilla fueron trasladados a León desde tierra de moros para ser enterrados en reinos cristianos. El cortejo con tan preciadas reliquias se desplazaba por etapas por la antigua calzada romana de la Plata, haciendo parada en las poblaciones mayores del recorrido para que fueran veneradas por los labriegos.
Al llegar a Salamanca, la pausa fue larga, y cuando decidieron continuar el camino, el arcón con los restos del santo se paró en el solar de la que sería, pasado un tiempo, iglesia dedicada al santo. Por muchos esfuerzos que intentaron hacer para movilizar el féretro, este no se movía. Aquel hecho fue interpretado por los creyentes salmantinos como un signo claro, el santo quería permanecer de alguna forma en la ciudad. Así fue, los charros se comprometieron a edificar un templo dedicado a san Isidoro de Sevilla. Una vez la promesa se hizo firme, el cuerpo del santo continuó camino a León sin problemas.
“Esta iglesia, una vez desacralizada, estuvo dedicada a acoger los autobuses con destino a Madrid”
La iglesia de san Isidoro asumió la parroquia de San Pelayo cuando ésta desapareció bajo la acción de la piqueta, cuando ya estaba sin culto y con un reducido número de fieles, apenas una decena. Su solar quedó incluido dentro del Colegio del Espíritu Santo de los Jesuitas, en la zona destinada al Claustro de la Comunidad, destruido en la Francesada, pero hoy felizmente transformado en la biblioteca José María Vargas Zúñiga. El pequeño templo románico se encontraba enfrente del Colegio Insigne de los Verdes, actualmente Facultad de Geografía e Historia.
En cuanto al templo dedicado a san Isidoro, los salmantinos le cambiaron de nombre, eso sí, buscando un santo con parecido fonético, san Isidro. Los lectores con cierta edad recordarán que esta iglesia, una vez desacralizada, estuvo dedicada durante muchos años a acoger los autobuses con destino a Madrid. La iglesia había quedado sin culto en 1893 y, desde entonces, los distintos obispos la destinaron a otros destinos: acogió el Círculo Católico de Obreros, un salón cinematográfico, fue sede de los Carlistas y su rama femenina, las Margaritas; con posterioridad, en su amplio interior se ubicó la imprenta del periódico local El Salmantino, propiedad del Círculo Tradicionalista. En 1920, al banquero Matías Cobaleda compró las instalaciones para acomodar en él la imprenta que se encargaba de la tirada del periódico local La Gaceta.
Ese precioso edificio tuvo media docena de sepulcros de excelente talla que, desgraciadamente, no se han conservado, y un famoso cuadro colocado en el presbiterio donde quedaron plasmados algunos de los destacados judíos conversos salmantinos del momento. En Salamanca, cuando alguien quería referirse a judíos o a cristianos con pasado judaizante, se decía “ser de los del cuadro de San Isidro”. Las alusiones malintencionadas fueron juzgadas por los implicados como vergonzantes; por ese motivo, el lienzo fue descolgado y retirado, pero colocado nuevamente en 1814, posteriormente, acabó quemado, obedeciendo el decreto de las Cortes del 22 de febrero de 1813. Las cosas se hicieron con publicidad por parte de los Liberales; por ese motivo, se sabe que la fechoría cultural se llevó a cabo en la plaza de la Lonja, el 18 de mayo de 1821.
La iglesia de San Isidro fue recuperada siguiendo las directrices de Genaro de No. A través de su buen hacer, se pudo conservar la fachada principal y la ventana barroca, esta última, desplazada desde el exterior de la iglesia recayente hacia la calle de la Estafeta a la calle Libreros. Es, quizás, la más bella de las diez que todavía conserva la ciudad. Del interior no quedó nada, alguno de los sepulcros pasó a la Catedral Nueva, siguiendo la costumbre del Cabildo de recoger lo que consideraba de valor de los templos que iban desapareciendo, y años después de la reforma de Genaro de No, fue convertido en aulas para uso de la Universidad de Salamanca.
Al lado, en lo que hoy es el edificio que acoge la Facultad de Biblioteconomía y Documentación, antes encontró acomodo la Facultad de Derecho. Esta construcción es reciente, del siglo XX, y para llevarla a cabo, se echó abajo la ermita que se encontraba en el mismo lugar donde se daba culto al Cristo de la Estafeta, llamado así por recaer su entrada principal y fachada hacia la calle del mismo nombre, hoy dedicada a Francisco de Vitoria.
“En una ciudad estudiantil, otros santos hacían la competencia al Cristo de la Estafeta”
Según algunos historiadores de la ciudad, parece que el nombre de estafeta estaba relacionado con una oficina de correos establecida en aquella calle.
Para que los salmantinos que se acercaban a rezar al Cristo pudieran ver la imagen desde la calle, se abrió una ventana enrejada por donde los estudiantes de las facultades de la Universidad de Salamanca, entre ellos, los aprendices de galeno, podían pedirle –unas veces de forma oral, otras con el pensamiento y no pocas por escrito– sus deseos. Anotaciones con la petición concreta escritas en pequeños papeles se lanzaban al interior del pequeño templo por la ventana de marras en las horas en las que la ermita permanecía cerrada.
Se extendió por el mundo estudiantil que el Cristo de la Estafeta se había especializado en conceder el aprobado en los exámenes de la vecina Academia, y tanta fue su fama, que enépoca de exámenes se agolpaban día y noche los estudiantes pidiendo, al menos, el aprobado.
En una ciudad estudiantil, con la universidad más antigua de España, otros santos hacían la competencia al Cristo de la Estafeta. Todavía recuerdo, en mis años de estudiante en El Ateneo Salmantino, las visitas a san Expedito, en la Catedral Nueva de Salamanca, en una de las capillas de la basílica, la que acoge al Cristo del Cid Campeador, situada al lado de la que los zapateros remendones dedicaron a la Soledad. Cada vez que teníamos exámenes, nos trasladábamos al citado oratorio para pedirle su intercesión.
Este santo, del que se desconoce incluso si lo fue, quedó eliminado por la Iglesia del grupo de mártires oficiales en 2001, aunque con anterioridad a su defenestración fue protector de comerciantes y navegantes, patrono y abogado de las causas imposibles y urgentes, título, este último, que comparte con Judas Tadeo y santa Rita; ambos santos reciben devoción en Salamanca en la iglesia de la Orden Tercera de los Carmelitas Calzados y en la de San Julián y Santa Basilisa, respectivamente.
También es protector de militares, estudiantes, jóvenes y viajeros y patrono de las causas legales demasiado prolongadas, todas ellas muy frecuentes en la Salamanca de siempre.
En una ciudad pobre, con muchas necesidades, llena de jóvenes que demandaban milagros en tiempos de exámenes, el recurso a los cristos, vírgenes y santos repartidos por toda la ciudad era una forma de enfrentarse con los imprevistos que nos da hoy, y por supuesto entonces, la vida.
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