Por M. Puertas
Seriedad, sencillez y trabajo, mucho trabajo. Son las claves de Vicente Moreno de Vega, sin duda uno de los médicos en ejercicio con más experiencia en Salamanca. Miles de enfermos, salmantinos y de fuera, entre ellos la madre de quien suscribe, procedente como otros muchos de ese norte extremeño que tanta huella ha dejado en él por el carácter de sus gentes. En el transcurso de esta entrevista se palpa esa pasión por la auténtica medicina, la que se fragua al calor de una sincera conversación entre médico y enfermo.
Jubilado, sólo en parte. A sus 76 años sigue ejerciendo la medicina, ¿por qué este apego a la profesión?
Porque le da sentido a mi vida de cada día. Soy médico y seguiré siéndolo hasta el final.
Ese gusanillo tanto tiempo después deja entrever una carrera intensa, de mucho trabajo y dedicación. ¿Ha sido así?
Sí. Desde 1958, durante más de 25 años me acostaba a las doce y me levantaba a las 5, y descansaba siempre 15 o 20 minutos de siesta. He sido muy trabajador. No me ha llovido nada del cielo.
¿Qué tiene esta profesión para enganchar tanto?
La vocación de ayudar al prójimo y la satisfacción de las curaciones que consigues.
¿Y qué ha hecho para tener tanta aceptación entre enfermos salmantinos y no salmantinos?
No lo sé. Tal vez mi forma de ejercerla profesión, con un trato afable, normal entiendo yo, y haberlo hecho con verdadera pasión, de amor a la misma y de sacrificio por ella.
Ahora, ¿sólo vive del nombre y el prestigio adquirido en el pasado, o sigue cultivando su acervo médico?
Sigo cultivándolo. Precisamente es la razón de mantener viva la relación con los enfermos y la obligación que me impone de seguir estudiando, habiendo asistido en los últimos años a los avances fantásticos de la técnica aplicada a la medicina: endoscopia, densitometría (por ultrasonografía o por TAC), resonancia magnética, cateterismo cardíaco, angiografía, aplicación de marcapasos, telemedicina, etc. Eso te obliga a estar informado, a ir a congresos, a leer revistas, a adquirir libros… Es lo que me gusta.
Es decir, ¿considera que sigue estando al día?
Sí.
¿Ha puesto fecha a la retirada definitiva?
El tiempo lo dirá y sobre todo lo dirá la autoridad competente, mi esposa, de la que ya he recibido varios avisos. Por el momento yo me encuentro en perfectas condiciones físicas y mentales.
¿A qué se dedicará entonces?
Ni idea. Leer y resolver problemas de cálculo es lo que más me entretiene. Y hacer alguna traducción de latín o alemán.
¿Si volviera atrás volvería a ser médico?
Sí.
¿Por qué?
Porque fue mi vocación de siempre. La herencia que recibí de mi abuelo Hermenegildo, lo que me inculcaron mi tío Feliciano y mi padre, y el ejemplo de don David Hernández, el médico de Guijuelo. Quería ser médico como don David.
¿Siempre tuvo claro que quería ser médico?
Siempre. No pensé otra cosa, ni Físicas, ni Químicas, que podría haber hecho, porque siempre fui un alumno aplicado.
De no haber sido médico, ¿qué otra profesión le hubiera gustado ejercer?
Actor de teatro. Es una profesión que admiro. No le encuentro una justificación, pero siempre me ha llamado la atención.
¿Sus inicios en la Medicina fueron difíciles?
Sí, porque entonces no había más que una oportunidad de trabajar, que era hacer una oposición a APD o médico militar y nada más, lo demás era pasar hambre como estuve yo los primeros cuatro años después de licenciado.
¿Más difícil, menos o igual que ahora lo tienen los jóvenes licenciados?
Creo que a juzgar por mi caso, menos difícil, porque yo tuve mucha suerte, porque desde el primer día que abrí la consulta no dejó de producirse el milagrito diario de tener algún enfermo.
Así, ¿hasta cuántos miles de enfermos?
Multitud de enfermos a lo largo de todos estos años. Para ellos únicamente tengo un reconocimiento de gratitud por su confianza. El médico sin enfermos no es nadie y ellos me han enseñado la mayor parte de la medicina que yo sé ahora. Esa es la verdadera escuela. Y los que han modelado mi actividad profesional.
¿También le han permitido una vida holgada económicamente?
Sí, fruto de mi trabajo. Sin enriquecerme al punto de lo que algunos pueden pensar. Mi interés no ha sido ese, ha sido una consecuencia.
¿El enfermo más importante que ha visto?
Mis padres. Aparte de ellos, he visto a aristócratas y plebeyos, reyes incluso de gitanos. Como anécdota recordar que en una sesión de mi consulta coincidieron un hombre de pueblo, un gitano, un Rector de Universidad, un Gobernador Civil y un Gobernador Militar. A pesar de ocupar puestos tan distintos en la sociedad, la reacción básica ante la enfermedad fue la misma en todos.
Dicen que vuelve a estar de moda ser médico, ¿tiene algún consejo para los jóvenes que optan por esta profesión?
No me siento con la autoridad suficiente para lanzar un mensaje trascendente al respecto, pero sí puedo aconsejarles lo que yo he hecho: dedicarse a la profesión con devoción, con amor y sacrificio, más que como una mera obligación de funcionario. Es la forma de no aburrirse de la profesión. Cada enfermo tiene algo especial. Las enfermedades son comunes, pero no hay enfermedades sino enfermos, y siempre todos tienen algún detalle particular que tienes que atender de una manera también especial.
¿Peleó mucho para que cuatro de sus cinco hijos ejercieran la misma profesión?
Fue una opción de ellos, a pesar de que eran conscientes que entraña muchos sacrificios, porque lo han vivido en casa. Con el que sí peleé para que estudiara medicina fue con mi hermano Felipe, a quien matriculé en la Facultad de Medicina sin su conocimiento y consentimiento. Si bien, después, ya casado y con hijos, se responsabilizó plenamente del duro trabajo que se le vino encima con la licenciatura y posterior especialización en radiología. Estoy orgulloso de él como de mis hijos.
“No logré acceder a la Cátedra, pero siempre me he sentido buen profesor”
¿Y usted tuvo algún mentor o maestro?
Fundamentalmente el profesor Balcells Gorina, aunque también influyeron los profesores Cuadrado, Aguilar, Querol, López García y Jiménez Díaz, a cuyas sesiones anatomoclínicas de La Concepción asistí durante años de forma asidua todos los sábados. Salía de Salamanca con mi 600 y a las nueve estaba allí.
¿Y discípulos ha tenido muchos o la suya ha sido una carrera individual?
Sí he tenido muchos alumnos y verdaderos discípulos que están ejerciendo aquí o en otras ciudades con notable éxito. Alguno de ellos incluso estuvo varios años en mi consulta particular como ayudante, cual es el caso de Vicente Miguel Holgado, que trabaja en Alicante.
Haciendo balance de una carrera intensa, ¿qué le ha reportado la Medicina?
Satisfacciones de todo tipo. Me siento afortunado y guardo profundo agradecimiento a los que fueron mis profesores y maestros. En cuanto a los enfermos, en general, y a los propios compañeros médicos, con quienes he tenido un trato recíproco pienso que excelente, aprovecho la ocasión, como ahora está de moda, para pedir perdón, si alguna vez para con alguno de ellos no he guardado la cortesía debida. Recuerdo en este momento con especial agrado a los compañeros con los que trabajé en la sala de Patología General, tales como Emilio Álvarez, Ángel Gómez, Julián Benavente, Jesús Fernández, Juan Antonio González, Felipe Rubio y otros, los que formábamos un grupo de trabajo entrañable y de mutua ayuda y colaboración.
¿Alguien especial a quien desee recordar?
La persona con la que mantuve siempre una relación especial, de entrañable amistad, fue el profesor Bondía (para mí, Manolo Bondía), quien me prestó una ayuda desinteresada en momentos difíciles. Se portó conmigo como un hermano. Admirable persona.
En su dilatada trayectoria, ¿qué cree que ha hecho para dignificar la profesión en Salamanca?
Hasta cierto punto me siento orgulloso de algo que me han reconocido bastantes compañeros, aunque en su día también me acarreó críticas. En mis inicios cometí el sacrilegio de cobrar más que figuras ya consagradas de la medicina salmantina. Consideraba que los honorarios médicos estaban muy por debajo de lo justo. A raíz de aquello, creo que se dignificaron los honorarios para el resto de compañeros. En este sentido, creo que indirectamente he hecho un bien a los compañeros en forma de mayor reconocimiento para la profesión.
¿Qué ha tenido que sacrificar por esta profesión?
Nada. Personalmente estoy muy satisfecho y los únicos que pueden quejarse son mis familiares directos de que tal vez no les haya atendido cumplidamente en alguna ocasión, aunque puedo decir que todos los días hablaba con mis hijos.
Aunque de padres salmantinos, Vicente Moreno de Vega nace el 3 de mayo de 1930 en Zamora. Con menos de un año se traslada a Guijuelo. Entre esta localidad y la vecina Valdelacasa pasará los primeros años de vida. Sus padres, Benigno, hijo don Hermenegildo, médico de Valdelacasa, y su madre Isabel (“mujer animosa, simpática y siempre alegre”, recuerda), regentaron durante años una tienda de ultramarinos en Guijuelo, antes de trasladarse a la capital, donde dirigirían una conocida empresa de autobuses.
Es el cuarto de diez hermanos, de los que viven ocho, conocidos en la zona de Valdelacasa como “los médicos” por su abuelo paterno. La fama de éste, a pesar de no haberle conocido, iba a ser clave para Vicente a la hora de decidirse por la Medicina. También tuvo mucho que ver la figura de don David Hernández, médico de Guijuelo. “Yo quería ser médico como don David”, recuerda. Su tío Feliciano, el veterinario, fue otro acicate importante. “Tuvo siempre a gala el haberme enseñado los huesos del cuerpo humano, que al parecer yo a los tres años decía de carrerilla”. De las escuelas de Valdelacasa y Guijuelo guarda menciones especiales para la maestra doña Angelita de la Mano, “que influyó mucho en mi incipiente desarrollo de personalidad”, y para don Emiliano Vicente Carretero, que “influyó mucho convenciendo a mi padre para que estudiara bachillerato y no me quedara en el pueblo”.
Vicente, ayudado por una beca de protección escolar, llegó a Salamanca en 1941 para cursar bachillerato como alumno interno en los Salesianos de María Auxiliadora. Al acabar tercero, se traslada al Fray Luis de León para compartir esos años con su hermana Carmen en una casa de patrona en la calle Libreros.
En 1948 termina bachillerato y empieza Medicina. De la licenciatura recuerda que “fui alumno interno por oposición, obtuve buenas calificaciones y estuve en competencia por las matrículas de honor con excelentes compañeros, grandes profesionales hoy día”. También “tuve buenos profesores”. Entre ellos destaca en preclínicas a José Luis Puente Domínguez y José del Castillo Nicolau. Estuvo como alumno interno por oposición en el servicio del doctor Querol, al que se refiere como “un gran caballero por su extraordinaria personalidad científica y humana”. Fue una suerte, explica, contrastar el estilo de Querol con los de Valdés Ruiz y Aguilar, con los que inicialmente había estudiado las médicas.
Concluye la carrera en 1954 con premio extraordinario y el premio Cañizo de la promoción. Tenía dos opciones, o marcharse a ejercer a un pueblo, o “quedarme en el Hospital Provincial y Clínico ejerciendo como ayudante de sala, sin sueldo. Opté por esta segunda, con el único afán de seguir formándome”. Primero con Aguilar y después con Balcells Gorina, que acababa de llegar a la Cátedra de Patología General y que pronto se fijó en Vicente para tenerlo entre sus ayudantes (1955-1968).
Defendió la tesis, dirigida por el profesor Bayo Bayo, catedrático de Farmacología, en 1958, obteniendo la calificación de sobresaliente cum laude.
Por “expresa indicación de Balcells” abre su consulta privada en junio de 1957 en el número diez de la calle Valencia. En 1962 la cambiaría a la Gran Vía, donde permanece abierta, gracias a “una clientela, amplia, diversa y fiel”.
Poco después, en mayo de 1958, se casa con María Teresa Lomo Macías, extremeña de Coria a la que había conocido en 1953. Son padres de cinco hijos, tres varones y dos hembras. Cuatro son médicos. El menor es profesor de Derecho. Tiene ocho nietos.
Al margen de la faceta asistencial, destaca su trayectoria docente. “Lo de profesor empezó por puro accidente e imposición de las autoridades académicas, no me lo había planteado”. Estando en la Facultad para hacer la tesis, surgió la necesidad de contar con un profesor más en la Cátedra de Fisiología. Bayo, primero, y Cuadrado, después, acabarían convenciéndole para iniciar un reto al que se había negado de inicio.
Comenzó explicando Fisiología Especial. En 1958 consigue la plaza de adjunto de Fisiología. Después también impartirá Patología General por encargo de Balcells. En 1962 hace las oposiciones de esta disciplina. En los últimos años (se jubiló en 1993) alternó las clases de General con las de Patología Médica de Aparato Digestivo.
Hizo un intento para acceder a la Cátedra, pero no la consigue. Reconoce que circunstancias muy especiales, de orden político-religioso, tuvieron mucho que ver en la decisión, pero se siente muy satisfecho de su carrera posterior. “Una de mis condiciones clave –asegura- creo que ha sido saber llevar una vida libre, independiente”.
Al inaugurarse el Clínico Universitario en 1975, comienza a trabajar en Medicina Interna en el Departamento de Patología General que dirigía Sisinio de Castro.
Hasta 1993, que se jubila, conjuga el Clínico y la Facultad con una de las consultas privadas más concurridas de la ciudad, en la que sigue ejerciendo. “Vivir el enfermo ha sido mi clave”, asegura cuando se le pregunta por las razones de su éxito. Entre ellas también cita el aprecio que tuvo entre los médicos rurales, que concedían extraordinaria importancia a los informes mecanografiados que Vicente siempre ha emitido desde el primero al último de los enfermos que ha visto y que conserva en un minucioso archivo.
Desde 1978 pertenece a la Real Academia de Medicina de Salamanca. Entre sus aficiones destacan los toros, el boxeo y el arte (pintura y escultura), éstas últimas compartida estrechamente con su mujer.
¿Cuál cree que han sido sus méritos y por qué?
El trabajo honesto, por responsabilidad profesional y vocación médica. Ningún mérito más, pero he trabajado muy duro.
¿Su palo dentro de la Medicina interna?
Aparato digestivo, aunque abarco las restantes especialidades integradas en la Medicina Interna.
¿Sus aportaciones en esta disciplina?
En el plano científico mis aportaciones más importantes son “el valor de los enzimas séricos en el diagnóstico del infarto de miocardio” (primera publicación española), un trabajo que realicé en colaboración con los doctores Delfín Pérez Sandoval y Balcells Gorina, y una novedosa interpretación patogenética de la hiperuricemia, con el primer caso publicado en España sobre la “gota congénita”. Como internista he tenido siempre una visión integradora de las parcelas de actuación de los especialistas. El internista hoy tiene que tener una visión integradora; si no, la profesión médica queda desmembrada. El enfermo es un ente, una persona, no son cosas sueltas, por eso hay muy buenos especialistas que tienen una formación de internista.
¿Alguna espina clavada o todo lo que se propuso lo consiguió?
Satisfecho plenamente de lo conseguido. Aunque desde el punto de vista docente, no llegué a lograr la Cátedra de Clínica Médica, a la que opté en su momento, me he sentido bastante satisfecho como profesor, pues -repito- yo llegué a la docencia por accidente, por las circunstancias extrañas referidas. Preparé la oposición pero no el tribunal.
¿Cómo ha entendido usted la medicina y cuál ha sido su estilo a la hora de ejercerla?
Como un servicio al enfermo. Mi estilo es de un trato muy sencillo, humano y de plena responsabilidad.
¿Eso dista mucho de la medicina de hoy?
Creo que no, pero el problema de la medicina actual, refiriéndonos a la medicina pública, es la extraordinaria carga sanitaria que tienen que soportar los profesionales, a pesar de que la Administración esté haciendo un esfuerzo supremo por resolverlo. Lo cierto es que de diez años a esta parte ha aumentado extraordinariamente el número de usuarios y no ha crecido en la misma proporción la plantilla de profesionales. Por dar unas cifras, tal vez erróneas pero aproximadas, hace diez años había entre 11 y 12 millones de afiliados a la seguridad social y actualmente habrá sobre 18 millones.
¿Es más partidario de la medicina privada que de la pública?
No, pero la privada debe de subsistir porque todo enfermo tiene el sacrosanto derecho a consultar con libertad una segunda opinión o para su tranquilidad ante la demora de una lista de espera desesperante. El especialista que ejerce la medicina privada, de acuerdo con su formación y experiencia, sabe llegar a un diagnóstico desde la anamnesis, la exploración clínica y las imprescindibles exploraciones complementarias, sin necesidad de tener que hacerle todo a todos los enfermos.
En el plano asistencial, ¿qué opina de la medicina que se ejerce hoy?
Es de un altísimo nivel, si bien en determinados casos, por la necesidad de utilizar servicios de alta tecnología, conlleva la lógica demora porque los servicios centrales referidos están también sobrecargados.
¿Y a la Medicina de Salamanca cómo la ve?
Muy bien. Muy completa y competente en todas las especialidades.
¿Salamanca ha colmado sus expectativas profesionales o en algún momento echó de menos haber estado en otra ciudad?
Ha colmado mis expectativas con creces. Nunca pensé en ejercer en otra ciudad y por otra parte me cabe la satisfacción de que enfermos de otras muy diversas ciudades han venido a mi consulta.
¿Piensa que el médico ha perdido el protagonismo y respeto social que tenía antes?
Indudablemente se ha perdido en gran parte y ello es debido a la socialización de la medicina que ha transformado al médico en buena medida en un funcionario; sin embargo, en cada caso particular, no ya como figura social, el médico sigue teniendo el aprecio y respeto del enfermo y familiares, respeto que debe ser recíproco.
¿Algún disgusto en este sentido, con los enfermos?
Ninguno. Soy consciente de que puedo haber tenido errores que otros compañeros habrán subsanado.
Usted ha vivido de cerca la pérdida de protagonismo de la Medicina Interna frente a las especialidades, ¿qué opinade este cambio?
Totalmente razonable. Es una cuestión muy debatida en el seno de la Sociedad Española de Medicina Interna desde hace décadas, pero el proceso ha seguido su curso natural. Repito, no obstante, que la Medicina Interna como especialidad debe seguir teniendo una función integradora, fundamental.
Ante un enfermo de difícil o imposible curación, ¿cuál debe ser la actitud del médico en su opinión?
Hacer todo lo posible hasta el final y si no se puede curar, aliviar. En resumen, a un buen médico no le puede faltar…Vocación, trabajo y sacrificio.
Ante un enfermo de difícil o imposible curación, ¿cuál debe ser la actitud del médico en su opinión?
Hacer todo lo posible hasta el final y si no se puede curar, aliviar. En resumen, a un buen médico no le puede faltar…Vocación, trabajo y sacrificio.
No podemos olvidar su faceta docente. Como profesor, ¿cuál fueron sus metas?
Durante la licenciatura y años próximos siguientes nunca me había planteado ser profesor, pero una vez que empecé a desarrollar la docencia por accidente mi verdadera meta fue siempre transmitir los conocimientos de forma sencilla a los alumnos, no sólo los que se encuentran en libros y revistas, sino aportando una nota de cualificación personal. Y esto sí creo haberlo logrado en buena parte.
“He sido individualista y mi profesión ha sido de cara al enfermo”
“Mi candidatura como alcalde quedó en pura anécdota”
“Mi idea política es muy centrada y moderada”
Aspiró a catedrático y no lo consiguió,¿fue muy duro el trago?
No, porque entendí las circunstancias tan especiales que rodean esas oposiciones y la necesidad de pertenecer a grupos específicos de trabajo o de otro tipo de mediación divina.
¿La mejor enseñanza que transmitió a sus alumnos?
Saber estar ante el enfermo, recoger minuciosamente los síntomas y signos que presenta, sistematizarlos en síndromes para entender la manera de enfermar que ha acontecido en ese paciente concreto y así llegar a la conclusión diagnóstica causal para poder hacer el tratamiento etiológico adecuado. Y todo esto con el trato sencillo y humano para els emejante enfermo.
¿Enseñar a curar es difícil?
No, siguiendo los pasos antes dichoses sencillo.
¿Docencia o asistencia, qué faceta le ha proporcionado más satisfacciones?
Ambas, porque yo he utilizado siempre mi amplia experiencia asistencial para hacerla docencia que necesita el futuro médico.
En lo personal, ¿qué papel ha jugado la familia en su carrera?
Fundamental, porque ha sido el soporte de mi vida. Si no hubiera sido por la paciencia de mi mujer y mis hijos, no habría podido sobrellevar el trabajo que he tenido. Le doy las gracias públicamente.
¿Y los amigos?
De total comprensión. Nunca he sido hombre de tertulias ni reuniones sociales. Ni entre médicos. Jamás he querido problemas. He sido individualista. Mi profesión ha sido cara al enfermo.
Sin embargo, en lo social, dicen que siempre ha gozado de prestigio y reconocimiento en Salamanca, ¿lo ha sentido así?
No he sido plenamente consciente. No sé en qué consiste eso, salvo muy contadas ocasiones en que determinadas personas se han sorprendido al saludarme de que fuera ese señor, mostrándome su sorpresa y satisfacción.
Cr
eo recordar que en una ocasión sonó usted como candidato a alcalde por parte de un partido, ¿le ha tentado la política en algún momento?
No, aquello quedó en pura anécdota y fue sobre todo mi familia quien se opuso frontalmente a las tentaciones en tal sentido.
¿Qué opina del momento político actual?
No lo entiendo. Considero que los políticos los tenemos para que se preocupen del bien de los ciudadanos, pero en ocasiones toman actitudes demasiado partidistas o personalistas que cuesta trabajo comprender.
¿Sus ideas en clave política por dónde van?
Mi idea personal pienso que es muy centrada y moderada y equidistante de una derecha razonable y de una izquierda también razonable a la que muchos médicos nos inclinamos porque las necesidades sociales las vivimos muy de cerca. No puedo ocultar que he votado a ambas, según las circunstancias.
Como miembro de la Real Academia, ¿qué valor concede a este tipo de instituciones no siempre bien vistas?
Pienso que siguen siendo necesarias, porque constituyen un eslabón entre loque es la ciencia médica en general y la problemática de su aplicación a la sociedad. Es cierto que en épocas anteriores tuvieron mucha mayor relevancia y también es cierto que en algunos países como Méjico es una institución que asesora al gobierno de forma muy directa en esas cuestiones.
¿Y la marcha del Colegio de Médicos cómo la valora?
Muy positivamente. En los últimos años la actividad colegial se ha potenciado extraordinariamente y esto hay que agradecérselo de forma especial al anterior y al actual presidente. Además, ahora también se organizan actividades precisamente con la Real Academia de Medicina, lo cual nos produce íntima satisfacción.
Un libro
La vida de Unamuno, de Emilio Salcedo.
Un disco
No soy melómano.
Una película
El bueno, el feo y el malo.
Un plato
Soy muy comilón. Jamón con melón.
Un defecto
Detallista y por lo tanto pesado para con los que me rodean.
Una virtud
Trabajo.
Un amigo
Dos: Antolín Mellado Pollo y Luis Bravo Polo.
Un enemigo
Alguno puede haber, pero no lo conozco.
Una religión
Católica.
Un chiste
Uno ganso. Una formación de reclutas nuevos recién llegados del pueblo, colocados por altura, de mayor a menor, para iniciar la instrucción (un-dos, un-dos, un-dos…) y en ese momento el cabo dice: «¡Alto…!». Y el primero de la fila dice: «¿Qué?»
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