Un caso de histeria colectiva

Por Jesús Málaga

“Con un turbio episodio protagonizado ‘por algunos religiosos indignos de su nombre’ finalizaron los cien años de permanencia en Salamanca de los frailes del convento de San Antonio el Real”

A finales de 2024, la profesora María Nieves Rupérez Almajano impartió su conferencia de entrada en el Centro de Estudios Salmantinos con un estudio sobre el hospicio-convento de San Antonio el Real. Este cenobio franciscano se abrió en Salamanca en el siglo XVIII a pesar de la resistencia en su contra de las instituciones salmantinas y, lo que es más extraño, con la contundente oposición de los cuatro conventos de frailes franciscanos que había entonces en Salamanca, a saber: el poderoso San Francisco el Grande; el de los calvaristas, situado en el solar que hoy ocupa la estación de autobuses; el de San Antonio de las afueras, en el actual paseo de San Antonio, entre la trinchera del ferrocarril y el noviciado de los jesuitas, y los capuchinos.

La asignatura de psiquiatría se estudiaba en los años en los que cursé la carrera de medicina en el quinto curso. En la Biblioteca Universitaria me gustaba consultar manuales sobre la materia, y así fue como llegué a leer trabajos del psiquiatra Antonio Vallejo Nájera en los que relataba algunos casos curiosos de histeria colectiva en comunidades de monjas de conventos europeos de clausura. Estas mujeres comenzaban, tras vivir un acontecimiento traumático, a tener comportamientos escandalosos colectivos: pronunciando insultos y palabras malsonantes, posturas obscenas e incitación a la promiscuidad, algo impensable en estos colectivos dedicados de por vida a la oración, la meditación, el silencio y a guardar compostura.

Preludio de la desamortización de Mendizábal

Al leer el libro que recoge la conferencia de Pérez Almajano, Rescatado del olvido. El hospicio-convento de San Antonio el Real, en el epílogo, cuando la catedrática de Arte finaliza su exposición con un recordatorio del destino final de este cenobio, nos da a conocer un hecho que desconocía, a pesar de mis muchos años dedicados al aprendizaje de la historia de Salamanca. Se trata de un caso de histeria colectiva que tuvo sus consecuencias: adelantó en el tiempo la desaparición de la ciudad de Salamanca de los frailes del convento de San Antonio el Real. Fue el preludio de la desamortización de Mendizábal tras la muerte del rey Borbón, Fernando VII, el 29 de septiembre de 1833.

El suceso tuvo lugar en la ciudad del Tormes y en sus proximidades el 11 de febrero de 1834, y de su desarrollo y consecuencias dio contada información al día siguiente el jefe político, seguramente animado por las leyes desamortizadoras que estaban ya a punto de promulgarse y que se comentaban en los cenáculos y tertulias de los salmantinos con poder económico para adquirir los bienes de la Iglesia. Un grupo de 20-30 frailes franciscanos de los dos conventos referidos, San Francisco el Grande y San Antonio el Real, se reunieron en las cercanías del pueblo de Tejares, convertido en barrio de Salamanca a mediados del siglo XX, tomando una postura hostil. Según los cronistas, se dedicaron a cometer excesos (no especifica qué tipo de excesos), acompañados de gritos sediciosos e insultos a cuantos pasaban por los alrededores. En un momento dado se volvieron agresivos, comenzaron a tirar piedras y a perseguir a los vecinos que se acercaban a ellos para reprenderles por su actitud.

Portada de la capilla del convento de San Francisco el Real o de los Capuchinos. / Wikimedia Commons – Zarateman

Al anochecer, el conflicto entre los frailes y los paisanos fue perdiendo impulso tras la intervención de las fuerzas del orden, pero un grupo de clérigos, unos ocho o diez de los más exaltados, se dirigieron a la plaza Mayor de Salamanca a las 8 de la tarde, ya de noche a esas alturas del invierno, y agredieron a las personas que se encontraban en el céntrico lugar. Aquel comportamiento provocó enfado entre las autoridades salmantinas y en el pueblo en general. La Salamanca clerical había asistido a un espectáculo nunca visto: los frailes de los conventos más prestigiados de la ciudad convertidos en alborotadores. Fue tal el escándalo producido que las autoridades catalogaron el altercado como un caso de sedición con implicación política, llegando a considerarlo como una actividad a favor del rey Carlos y en contra de la reina Isabel, entonces enfrentados por el trono. El final fue en detrimento de los alborotadores: no consiguieron su propósito, la reina se impuso y la desamortización de Mendizábal se puso en marcha en 1836.

Traslado a la iglesia de Santa Eulalia

Pasaron dos meses de los disturbios, y el 14 de abril de 1834 el superior de la provincia franciscana de San Miguel, a la que pertenecía el convento de San Antonio el Real, se lamentaba por la supresión del cenobio motivada “por algunos religiosos indignos de su nombre”. Con este turbio episodio, poco conocido y peor explicado, finalizaron los cien años de permanencia de los frailes franciscanos de San Antonio el Real en la calle de los Herreros, hoy Toro, en Salamanca.

Al quedar vacío definitivamente, los objetos de culto y las imágenes del templo conventual se trasladaron a la hoy desaparecida iglesia de Santa Eulalia. El obispo Cámara mandó construir un templo dedicado al patrón de Salamanca, san Juan de Sahagún, a finales del siglo XIX, encargándole el proyecto al prestigioso arquitecto Joaquín de Vargas y Aguirre, autor de la Casa Lis y el Mercado Central de Abastos, entre otros muchos edificios modernistas como el de la Fundación Vicente Rodríguez Fabrés. Eligieron para ubicar el nuevo templo los terrenos resultantes del derribo de la parroquia de San Mateo, utilizando en su construcción las piedras del románico templo. Declarada en ruinas Santa Eulalia, las imágenes de San Francisco el Real allí depositadas, entre las que se encontraba Nuestra Señora de los Dolores, fueron trasladadas a la nueva iglesia de la calle de los Herreros. Posiblemente, la Virgen fue venerada en la parroquia de San Marcos temporalmente antes de pasar definitivamente a la de San Juan de Sahagún.

De templo a comercio

En los años de posguerra surgió una cofradía de excombatientes de la Guerra Civil. En ella desfilaba la imagen del Cristo de las Batallas, venerado en la Catedral Nueva, acompañando a la Virgen de los Dolores de San Antonio el Real. Ya en democracia, la cofradía desapareció, dejando de procesionar la imagen de la Dolorosa y el famoso Cristo del obispo Jerónimo. Tras la desamortización de Mendizábal, en 1840 el convento, la iglesia, los corrales y las huertas fueron adquiridos pro indiviso por Juan Aparicio y Cayetano Zúñiga por 18.400 reales. Posteriormente, se dividió la propiedad, surgiendo en sus ruinas la capilla de las Esclavas de Azafranal, el teatro Liceo aprovechando el claustro, y la iglesia con su sacristía. Conocí el templo arrastrándome por una gatera cuando, en un local próximo donde estaba establecida una entidad bancaria, me invitaron a observar la iglesia desde la cúpula y quedé impresionado. Posteriormente, el templo se incorporó a la larga lista de monumentos salmantinos, acogiendo con acierto una de las tiendas de Zara, quizás la más hermosa de cuantas tiene abiertas en España esta afamada empresa de venta de ropa. Se conseguía así hacer del patrimonio de la ciudad un referente del comercio de calidad en la ciudad del Tormes.

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