¡Tira de la cadena! Era una frase que habíamos introducido en nuestro gremio de amigos cuando salíamos a tomar café a media mañana o cuando nos quedábamos a tomar algo al final de la jornada, y la solíamos decir como una especie de ‘stop’. “Para, no hables más de temas escolares”. Reconocíamos todos que, como un taladro, venían a nuestra mente de nuevo problemas de alumnos, padres, exámenes… Al tirar de la cadena, cambiábamos inmediatamente. Dónde habíamos estado, qué íbamos a hacer, lo que me había ocurrido un día, cine, teatro, libros, una juerga estupenda, etc. Había otros temas sobre los que hablar.
Creo que las noticias de corrupción, de caraduras con mucho consejo ético encubriendo mangantes puros y duros, llega un momento en que empachan. Y cuando crees que ya no aguantas más, sale otro, y dos días después, otro.
Cuando pones la radio o la tele y escuchas las noticias, no te queda el cuerpo para muchas alegrías. Al ver ladrar, en lugar de hablar; al recibir toda esa basura en mi mente, pienso que sería maravilloso que todo ese basurero fuese directamente al baño, y luego tirar de la cadena, para que no me estropee más el ánimo.
M. Vicent ofrecía un buen remedio, que yo practico, para situaciones como la que vivimos, hemos vivido y viviremos, semejantes a ésta: el ayuno. Cuando vas a un banquete y comes más de lo que deberías, hay gente que se pone a dieta, o al día siguiente medio ayunaba o ayunaba. Para que el colesterol no hiciese estragos y equilibrar el contenido graso. Cuando estamos en este hartazgo de noticias sobre la corrupción, él sugiere ayuno de televisión y noticias por un día. Sólo música en los aparatos. Salir con amigos, pasear, ver el atardecer, tomar un café en la esquina, leer, respirar hondo y gozar del otoño.
Es un merecido descanso a la mente negarse a hablar del monotema y contar cosas divertidas y reír a carcajadas. ¿Sigues vivo, andas, hablas, comes, ves, te relacionas…? Disfrutar con esas actividades. Contar algo gracioso que recuerdes o hayas leído a los humoristas, expandir una sonrisa… Ojo: haz lo que debas hacer y punto. Hablar de otras cosas es más saludable. “Seré brevísima”- dijo ‘la Pasionaria’. Un gracioso gritó en el mitin: “Superlativo de breva”.
¿Y cuando las malas noticias vienen de dentro? Acabo de hablar con una mujer que tiene tres tipos de cáncer. Luchadora, optimista – “dos van bien, el de hígado me está dando más lata”-, capaz de recordar y ver todas las partes divertidas de la vida: “Estoy enseñando a mi padre informática y a mi madre, a usar el teléfono. Tienen 84 años. No sabes qué experiencia”. Sigue las indicaciones médicas, pero disfruta de la vida todo lo que puede. No es fácil. Muchos políticos necesitan estar en las noticias. Tú no tienes que seguirles el juego. Nosotros no necesitamos oírles, a no ser que sea para tomarles en plan cómico.
En ‘La vida de Brian’, Poncio Pilatos no pronuncia la ‘erre’. Y todos le piden que libere a un preso que empiece por ‘erre’: “Liberad a Rudolf, a Roderick”, y la gente se parte de risa. Hasta que sale liberar a Brian, que tiene también ‘R’. Del mismo modo podemos reaccionar y reír cuando les vemos en la cara cómo mienten con descaro y afirman: 1.- Es una campaña orquestada contra mí. 2.- Soy inocente. 3.- Me querellaré contra los que me difaman y 4.- Devolveré lo que tomé prestado, porque creía que era legal.
Jugar a las adivinanzas funciona: ¿A que dice que es inocente? ¿Ahora que hay una campaña? Y así no nos quitarán la risa. ¿Y qué tiene todo esto de positivo? ¿Hay algún modo de mirar lo que acontece sin enfadarnos e indignarnos? Creo que sí. Antes esto ocurría y no nos enterábamos. Ahora se descubre la corrupción. Sabemos más y, como en una herida, hay que abrirla y desinfectarla para poderla curar. Aunque sea doloroso, se ha abierto y se está curando, mediante la justicia. Es bueno este camino de la curación. “No podemos impedir que los pájaros oscuros sobrevuelen nuestra cabeza, pero sí que aniden”; o sea, la justicia funciona.
¿Y esta limpieza que parece que se va a realizar durará? Pues no. Hace 42 años, Forges publicó un libro con la recopilación de chistes suyos: “Bienaventurados los sordos, porque al menos no se enteran”. “Bienaventurados los tuertos, porque al menos sólo ven la mitad”.
En otra viñeta, dos conversan en un bar:
– Al fin lo tengo todo claro
– ¿Cuántos whiskies lleva?
– Tres.
– Claro.
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