La doctora Susana Gómez Castro ha asumido con ilusión y nuevas estrategias la jefatura del Servicio de Reumatología en lo que ella misma denomina su «segunda vida» en el Complejo Asistencial Universitario de Salamanca tras una fructífera etapa investigadora y de gestión.
En su «segunda vida» en el hospital de Salamanca, como a ella le gusta llamarla, la Dra. Susana Gómez Castro ha logrado reducir las listas de espera en Reumatología de casi 900 pacientes a 150 en poco más de tres meses. Algo habrán tenido que ver sus años de gestión como directora médica de Inflamación e Inmunología en la multinacional Pfizer, pero también una conciencia clara de que la sostenibilidad del sistema pasa por reinventarse, gestionar bien los recursos y educar al ciudadano, hacerle saber que la asistencia sanitaria solo supone el 10% de su salud, el resto tiene que ver con sus hábitos de vida, el ambiente y la genética. Por eso, considera fundamental reforzar la atención primaria y colaborar más y mejor entre los distintos niveles asistenciales. En su regreso a Salamanca tras pasar los últimos ocho años en la empresa privada, siente un poco de nostalgia de un hospital donde antes «éramos como una gran familia», y donde ahora ve «egos, individualismo y poco equipo». Sobre su especialidad, afirma que el futuro pasa por la medicina personalizada y las nuevas terapias, entre ellas las CAR-T, un futuro prometedor del que ella quiere formar parte e iniciar pronto algún proyecto de investigación junto a los compañeros de Hematología.
En marzo de este año tomó posesión como jefa de Reumatología del Hospital de Salamanca. ¿Cómo ha asumido este reto?
Me gustan los retos y, sin duda, ejercer ahora la medicina en la sanidad pública es muy complicado. Tenemos un reto muy importante que se basa en centrarnos en el paciente con un modelo de sostenibilidad, y esto pasa por ser costoeficientes.
Desde que he vuelto al hospital, solo he oído que lo peor son las listas de espera, y esta situación nunca la había vivido antes. Es verdad que mi trayectoria profesional ha sido un poco peculiar, porque mi vida ha estado repartida entre la industria farmacéutica del sector privado y el sector público en hospitales, pero, a la vez, esta circunstancia me ha dado una vertiente muy completa de lo que es la medicina y me ha hecho crecer en distintas habilidades…
En mi vida anterior, como yo la llamo, cuando estuve en este hospital desde 2005 hasta 2014, siempre había que mejorar las listas de espera, pero es que ahora son terroríficas.
Creció en un ambiente «impresionante» en torno a la medicina, con dos padres cirujanos de renombre, la Dra. María Pilar Castro Fernández y el Dr. Alberto Gómez Alonso, que le inculcaron el valor del esfuerzo y el trabajo; pero dudó hasta el último momento entre Medicina y Farmacia. Curiosamente, la vida le ha brindado la oportunidad de conjugar ambas pasiones con su fructífero paso por la industria farmacéutica. Licenciada en Medicina por la Universidad de Salamanca (1992- 1998), la Dra. Susana Gómez Castro se especializó en Reumatología en el Hospital Gregorio Marañón y realizó en este tiempo una rotación en la Unidad de Lupus del Hospital Saint Thomas de Londres. Tras acabar la residencia, tuvo una primera incursión en la empresa privada como médico especialista de Terapias Biológicas en Wyeth Farma S.A. En el año 2005, empieza su «primera vida» en el Complejo Asistencial Universitario de Salamanca como facultativo especialista en Reumatología, hasta lograr la plaza por oposición en 2011. En el año 2014, tentada por proyectos de gran calado, pide una excedencia y se incorpora a la multinacional Pfizer, donde ha ejercido como directora médica de Inflamación e Inmunología a cargo de las áreas terapéuticas de Reumatología, Dermatología y Gastroenterología y al frente de un equipo de 15 personas con proyectos científicos en torno a la terapias biológicas y pequeñas moléculas, llegando incluso a ser apoderada de la compañía y colaborando con otros grupos a nivel internacional. Ahora, en su «segunda vida» en el hospital de Salamanca, asumió en marzo la jefatura del Servicio de Reumatología, donde conjuga la asistencia, la gestión y la investigación en torno a las cada vez más prevalentes enfermedades reumáticas.
Hay que hacer un análisis exhaustivo de cómo afrontar esto desde la gestión, que a mí me gusta mucho y leo a los grandes profesores en este ámbito, como el Dr. Miguel Ángel Asenjo, exdirector del Hospital Clínic de Barcelona. En este sentido, teniendo claro que la medicina tiene que integrar sus tres vertientes —docencia, investigación y asistencia—, lo primero debe ser la asistencia, y lo prioritario, reducir las listas de espera. De hecho, es lo primero que la Dirección Médica del hospital te pone sobre la mesa; y sin olvidar las otras dos vertientes, es fundamental atender bien al paciente y reinventarse para arreglar esta situación. Creo que lo hemos hecho
¿Cómo?
Tengo que alabar que la Dirección Médica ha estado muy abierta a negociar desde el principio. En el proyecto de gestión para la jefatura —porque este proceso ha sido competitivo y ha habido otras personas muy válidas que también se han presentado— se incluye un análisis de los últimos cinco años para saber qué ha pasado. Es verdad que la covid-19 ha sido un antes y un después, pero esta situación se venía fraguando de antes. El concepto de salud ha cambiado, se ha vuelto muy exigente, en consonancia con lo que dice la propia Organización Mundial de la Salud. No es solo la ausencia de enfermedad, sino que ahora se entiende como un completo bienestar físico, psíquico y social. Si a este concepto global le sumamos un gran sistema sanitario como el español, que además es gratuito, la consecuencia es que a mayor oferta, mayor demanda, y la realidad es que nunca ha habido tanta lista de espera como ahora, sumando además el efecto de la pandemia. Por todo ello, es importante tener en cuenta que la salud no solo está relacionada con la asistencia sanitaria, que en España es muy buena y algo tendrá que ver el que seamos de los más longevos del mundo, pero solo se relaciona con un 10% si hablamos de salud; el 90% restante depende del estilo de vida, el medio ambiente y, por supuesto, los factores genéticos.
Es fundamental educar bien a los pacientes y que no se nos olvide que la primera fila en la asistencia sanitaria es la atención primaria, que, curiosamente, tiene menos costes que los hospitales. Por eso nosotros, desde el principio, hemos trabajado mucho con los centros de salud, y alabo la colaboración de los coordinadores para repasar cómo estaba la situación, qué pacientes estaban derivando, cuáles eran los protocolos o cómo abordar a los pacientes preferentes. Sin quitar importancia a ninguno, algunas personas pueden esperar más que otras y es muy importante la priorización. En este sentido, se ha innovado, por ejemplo, con las consultas no presenciales para determinados pacientes o para resolver dudas diagnósticas. Se ha creado otro concepto importante, que es el seguimiento compartido, y así se alivian mucho las revisiones. También hemos conseguido otro reumatólogo, y se ha hecho una clarificación de las listas de espera respecto a los pacientes que llevaban más de un año esperando. Nos dimos cuenta de que cuando le llegaba su turno algunos ya no venían porque se había solucionado su problema o habían recurrido a la atención primaria o a la privada. No se presentaban y perdíamos un hueco, así que les llamamos por teléfono, hicimos un filtro, les preguntamos cómo estaban, valoramos si había que verlos y si era necesario solicitar nuevas pruebas para ir agilizando el sistema. Además, hemos hecho un esfuerzo por ir incrementado el número de pacientes nuevos, se han cambiado todas las agendas y, lógicamente, el equipo me ha seguido.
Y todo esto en tres meses, con medidas que, a priori, parecen lógicas para cualquier servicio: priorizar, aumentar la relación con primaria, hacer cribados telefónicos… Pero tiene que venir alguien con ganas de hacerlo.
He tenido mucha ayuda, hemos conversado con atención primaria, con mi equipo, con la dirección médica, ha sido una especie de brainstorming y, simplemente, se ha recolocado todo y hemos actuado muy rápidamente. Y así hemos disminuido las listas de espera de casi 900 pacientes a 150. También hemos realizado jornadas de tarde, flexibles y voluntarias, y si es necesario, lo volveremos a hacer más adelante.
¿Cuáles son las fortalezas y debilidades del servicio?
Cuando se presenta el proyecto de gestión, se hace un análisis DAFO muy importante. Yo diría que la fortaleza más relevante es que hay gente muy sénior, que tienen mucho rodaje; saben muchísimo y han trabajado casi desde que se fundó el servicio en 2002, es relativamente joven. Yo viví ese precioso momento de expansión en mi primera vida en este hospital, como yo la llamo, entre 2005 y 2014, en el que fuimos aumentando el número de facultativos y la cartera de servicios. Teníamos pacientes ingresados muy complejos, pero también, a medida que íbamos avanzando, se iba incrementando el arsenal terapéutico para ellos. Fundamos el hospital de día y conseguimos la acreditación para los residentes. El primero llegó en el año 2011, y tuve el honor de ser la primera tutora de residentes. Posteriormente, y tras haber sacado la plaza en propiedad en 2010 y tomar posesión en 2011, me surgió una oportunidad de una experiencia previa con la industria farmacéutica. En una ocasión me dijeron algo que he podido comprobar a lo largo de mi vida: si creas un impacto positivo en lo que haces y en las personas, las posibilidades crecen exponencialmente, y esto es lo que me ocurrió. Había trabajado durante un año en Wyeth, justo cuando acabé la especialidad de Reumatología en el Gregorio Marañón, y conocí a mucha gente. Después Pfizer compró Wyeth, y se pusieron en contacto conmigo, ofreciéndome proyectos muy interesantes, así que, aunque dije que no durante mucho tiempo, finalmente pedí la excedencia en 2014, y allí he estado en los últimos 8 años, antes antes de incorporarme aquí de nuevo. Cuento todo esto para hablar, precisamente, de las debilidades del servicio, de lo que ha cambiado desde que yo lo dejé. He sentido un poco de nostalgia, porque he visto una falta de cohesión y de compañerismo tremenda, y no solo en Reumatología, sino en general en todo el hospital. Cuando yo me fui, el hospital era como una gran familia, todos nos conocíamos y nos ayudábamos, y ahora me he encontrado egos e individualismo, y no se pronuncia la palabra equipo, aunque creo que esta situacion puede cambiar. También echo de menos el orgullo de pertenecer a una institución, en este caso, el hospital de Salamanca, quizá porque yo vengo de la privada, donde eso se trabaja muchísimo, hay mucha formación en torno a la recompensa y la gratitud. Por otro lado, he visto a los pacientes enfadados, entraban a la consulta y lo primero que hacían era echarte la bronca por el tiempo que llevaban esperando, aunque esto ya ha ido cambiando a medida que hemos ido mejorando las listas de espera. Pero por otro lado, y esto es la grandeza de la medicina, el segundo día que yo estuve aquí recibí una carta de una paciente de mi primera vida que se había enterado de que había vuelto, dándome las gracias y pidiéndome permiso para venir a verme, y así muchísimos pacientes.
La enfermedades reumáticas pueden aparecer a cualquier edad, pero muchas están asociadas al envejecimiento, con lo que la demanda es cada vez mayor. ¿Cómo puede abordarse esta realidad?
La especialidad también es bastante joven —se reconoció por el Ministerio de Educación en España en 1952— y si nos centramos en su definición, «estudia, diagnostica y trata la enfermedades del aparato locomotor y del tejido conectivo», todavía la población no sabe que hay más de 200 enfermedades reumáticas, y esto es una debilidad para nosotros, porque parece que se incluye todo en el reuma. Si analizamos bien su prevalencia, nos permitirá hacer una nueva gestión de estas enfermedades, que son crónicas y de alto impacto, tanto en la calidad de vida como en los costes directos —fármacos— como en los costes indirectos, por la pérdida de productividad y las jubilaciones anticipadas.
“Antes el hospital era una gran familia, ahora veo individualismo y no se pronuncia la palabra equipo”
Un estudio de la SER en 2016, actualizando uno previo del año 2000, reveló cómo en los últimos 15 años había habido un mayor índice de envejecimiento, había llegado mucha población extranjera —la prevalencia de enfermedades autoinmunes en otros países es todavía más alta que en España— y habían aumentado las mujeres fumadoras entre 35 y 65 años, siendo el tabaco uno de los desencadenantes en individuos genéticamente predispuestos a las enfermedades reumáticas autoinmunes sistémicas. Así, según este estudio EPISER, estamos hablando de prevalencias nada despreciables del 0,82% en la artritis reumatoide, del 0,58% en artritis psoriásica o del 0,26% en espondilitis anquilosante. Son mayores que en otros países mediterráneos, como Italia, es curioso. Y si vamos a enfermedades degenerativas como la artrosis, la incidencia es altísima: en 50 años tenemos casi un 30%, y según van avanzando las décadas podemos llegar hasta un 70-80%. Realmente tenemos mucha población afectada, también jóvenes: la artritis reumatoide puede empezar entre la tercera o cuarta década y el lupus eritematoso sistémico debuta en gente muy joven, con una prevalencia de 210 casos por 100.000 habitantes. En definitiva, conociendo la prevalencia, conocemos el impacto, y está claro que en los últimos 20 años esta especialidad ha cambiado no solo en concepto —porque ya hablamos de la remisión holística o de la atención multidisciplinar—, sino también en la ventana terapéutica, que presupone que un tratamiento agresivo y precoz puede cambiar el rumbo de la enfermedad. Hace 30 años solo teníamos el metotrexato y los corticoides; si retrocedemos a 1950, las sales de oro, que yo lógicamente no he conocido; pero ahora han surgido nuevos avances en biología molecular, terapias biológicas, terapias dirigidas con pequeñas moléculas, y todo ello ha hecho cambiar el futuro de los pacientes.
Nos ha costado muchos años tener un hospital como éste, pero ahora hay que mirar hacia el futuro. ¿En qué hay que incidir para que sea un centro de referencia cada vez más consolidado?
Es un gran hospital, pero lo que lo hace importante son los profesionales en servicios muy punteros que le están dando mucho renombre. Si hablamos de las instalaciones, hemos mejorado mucho, pero el problema es que se diseñó hace muchos años, los equipos han crecido, y parece que se ha quedado pequeño antes de empezar. Todos estamos reclamando más espacio, es un problema para el que habrá que buscar la solución entre todos, y mientras tanto, adaptarse, porque otra de las cosas que he percibido en el hospital es la crítica continua, y eso lo llevo fatal. En nuestro caso, según el reducto pequeñísimo que tenemos ahora en consultas externas, los nuevos planos me han parecido una maravilla, pero si mi expectativa es seguir creciendo, se nos quedará pequeño, y no me dan más espacio. Creo que no vale quejarse solamente, hay que buscar alternativas, como hacer una optimización de los espacios, seguir utilizando el Virgen de la Vega o plantear que se pueda construir otro edificio.
Casos como el suyo, mujer, joven y en un puesto de alta responsabilidad, ponen de manifiesto el consolidado liderazgo femenino en medicina. ¿Cómo valora este cambio? ¿Cree que se ha conseguido la plena igualdad en la medicina?
Vengo de una multinacional líder donde el 50% de los directivos son mujeres, y también he podido desarrollar proyectos de diversidad, que es otra cosa que alabo de la privada. Lógicamente, en la pública también se está trabajando, pero quizá no se ponen tanto de manifiesto este tipo de iniciativas por la igualdad que nosotros realizábamos en nuestro tiempo libre y que eran preciosas. Una se llamaba Inspiring Girls, en 2019, y el objetivo era acercar la ciencia a las niñas en un acto muy bonito en el que juntamos a alumnas de distintos colegios con mujeres directivas de Pfizer y otros altos cargos. Les explicábamos cómo habíamos llegado hasta aquí, que era posible con el valor del esfuerzo y el trabajo y que persiguieran su sueño, porque se podía conseguir. También me dieron la oportunidad de escribir un cuento, La decisión de Estrella, con el mismo objetivo de acercar la ciencia a las niñas e inculcarles que no hay límites de género si persiguen sus sueños. La protagonista del libro hace un viaje de Tenerife a Salamanca para vivir un paseo por esta ciudad a través de personajes históricos mujeres que han sido muy importantes, como Isabel la Católica, Lucía de Medrano o Beatriz Galindo, y al final decide que ella quiere ser astronauta, es decir, que puede aspirar a lo que quiera. Yo he vivido esa equidad, no he visto ninguna diferencia y, además, se trabaja mucho por la igualdad.
Habla de experiencias proactivas en la industria farmacéutica, pero si hablamos del sistema en general… Queda mucho por hacer, pero se está consiguiendo. Es verdad que todas las mujeres que estamos en puestos de liderazgo parece que tenemos que demostrar más que los demás, y no deber ser así. El liderazgo debe ser igual para el hombre y para la mujer, es algo intangible, y ambos lo tienen que seguir demostrando. Hasta llegar hasta aquí, el camino habrá sido emocionante, pero también difícil. ¿Cómo definiría su experiencia como médica hasta ahora? ¿Era lo que pensaba?
Nunca es lo que una piensa, pero estoy muy agradecida, porque la vida me ha llevado por unos derroteros que no habría imaginado. Cuando estudié Medicina, nunca pensé que iba a trabajar en la industria farmacéutica, y es curioso, porque yo tuve dudas sobre ingresar en Farmacia, aunque finalmente pesó lo que había vivido en mi casa. Mis padres son médicos, mi abuelo era médico, y han sido un ejemplo para mí algo fuera de lo común, he visto la pasión de la profesión y el valor del trabajo y el esfuerzo. Recuerdo las llamadas por la noche de un paciente que se había descompensado o complicado, ver a mi padre salir corriendo; o venir de pasar un domingo en el campo y parar por la noche en el hospital, mientras nosotros nos quedábamos jugando en el coche. O mi abuelo, que era médico en Toro de los de antes, que atendían cualquier patología y a cualquier hora. No soy la médica típica, sino que he vivido entre dos aguas, la investigación, en la privada y la pública, y la asistencia clínica, lo que me ha permitido tener una visión muy completa de todas las versiones de la medicina, sin olvidar nunca que todo lo he hecho por el paciente. ¿Un poco decepcionante la medicina de asistencia clínica? En cierta manera sí, porque no todos los pacientes, lógicamente, te agradecen lo que haces por ellos, y esto es así en cualquier labor humanitaria, te vas a encontrar luces y sombras. Incluso poniendo a su disposición todos tus conocimientos científicos, la humanidad y el cariño, los pacientes a veces no responden bien a los tratamientos o, desgraciadamente, se complican y pueden fallecer. Es algo que siempre llevas en la memoria. Recuerdo especialmente aquellas guardias en Medicina Interna del Gregorio Marañón, donde los residentes teníamos toda la responsabilidad, y hubo casos muy complicados y muy dramáticos. Veía a amigos míos que habían empezado otras carreras y habían opositado a puestos de mucha responsabilidad, pero ellos no se llevaban los problemas a casa, y en este trabajo, si tienes empatía y humanidad, es muy difícil desconectar. También es verdad que cuando atiendes a un paciente y salen las cosas bien y te dan las gracias, no se puede comparar con nada.
Pasión por la medicina desde la cuna…
Mis padres, los dos cirujanos. Mi madre, imagínate ser cirujana en aquella época, con cuatro hijos y ama de casa, un todoterreno que nunca ha dejado de trabajar, absolutamente admirable. Y mi padre ha sido, y lo sigue siendo, un apasionado de la medicina, y aunque ya no ve pacientes, sigue leyendo y escribiendo artículos.
Realmente he tenido un ejemplo impresionante en casa, pero también debo decir que he contado con muchos referentes en cada etapa profesional. Durante mis años de estudiante en la Facultad de Medicina, el Dr. Pino, con sus clases magistrales, me hizo descubrir el mundo de la Reumatología. En el Gregorio Marañón, el mismo jefe del servicio, el Dr. Luis Carreño, era un gran profesional, increíble con los pacientes, el primero en llegar y el último en irse, y siempre te ayudaba si era necesario. También los compañeros que tuve fueron referentes para mí, no hace falta que estén por encima, al mismo nivel te pueden estar inspirando o ayudando a que seas mejor profesional e incluso mejor persona. En la industria farmacéutica he tenido grandes líderes a los que he admirado y he aprendido con ellos, como el Dr. Juan Álvarez o la doctora Gabriella Bedarida, que fue mi última jefa en Pfizer y era responsable médico en Europa, Australia, Nueva Zelanda, Japón y Corea. Yo siempre le decía: «Me parece imposible que cada año consigamos más y mejores resultados». Tenía una gran habilidad para que siguieras desarrollándote profesionalmente, y eso solo lo hace un gran líder.
La vocación es determinante en una profesión que trabaja con personas vulnerables, pero ahora parece que para ser médico lo necesario es sacar casi un 10 en Bachillerato y la EBAU, ¿nos estamos equivocando con este sistema?
Tenemos muchos rotantes de otras especialidades, no solo de Reumatología, y a veces he percibido que no tenían esa vocación por el paciente, sino que han elegido medicina porque tiene salidas, porque siempre van a tener trabajo o, según cómo te lo plantees, vas a vivir muy bien. Desde luego son grandes estudiantes, han sacado los mejores números, y cuando hacemos diagnósticos diferenciales o les preguntas algo, no dejan de sorprenderme, pero aprecio que las nuevas generaciones quizá están buscando otras cosas más allá del paciente; y luego también hablan mucho de sus derechos y poco de sus obligaciones, aunque esto también se aprecia en la sociedad en general. Dejé un sistema sanitario y docente en el que los residentes sí podían librar las guardias, pero muchos se quedaban con nosotros igualmente, y ahora ninguno se queda. Lógicamente, están en su derecho y me parece más sano desde el punto de vista físico, porque nosotros nunca pudimos librar en las guardias, y eso me pesó muchísimo: salías de una guardia de 24 horas en el Gregorio Marañón, casi sin dormir, y te incorporabas a tu consulta normal de residente, 36 horas de hospital. Aquello era demencial, este sistema es más sano, pero hemos pasado al extremo contrario.
¿Está detectando también que son más técnicos y menos humanistas? ¿Demasiado preocupados por algoritmos que, citando al Dr. Miguel Barrueco, «no tienen sentidos ni sentimientos»?
En el nuevo desarrollo de algoritmos diagnósticos y terapéuticos, la inteligencia artificial está cobrando mucho protagonismo como parte de la innovación que ayudará al manejo del paciente. Aún quedan muchos puntos que matizar, pero ya es otra herramienta adicional que forma parte de nuestra vida, y tendremos que aprender a utilizarla bien. Pero, efectivamente, no tiene alma, carece de esa parte intangible que tú pones cuando escribes o haces algo.
Existe un alto porcentaje de estudiantes de Medicina con problemas de salud mental, y entre los propios profesionales hay una escalada de este tipo de trastornos, especialmente tras la pandemia. Usted misma señala que ve a los compañeros más irascibles y con menos voluntad de equipo y de colaboración. ¿Habría que plantearse más en serio este problema y aplicar medidas para cuidar al que cuida?
Es un mal general de la sociedad. Nunca ha habido tantos suicidios en los adolescentes como ahora, y si echas la vista atrás, vemos que los integrantes de esta última generación han estado superprotegidos. A nosotros nos exigieron mucho y, de repente, el objetivo es que tengan de todo y que no sufran, y esto tiene relación también con el hecho de que los nuevos residentes solo hablen de derechos. La vida tiene que ser un tira y afloja; también hay que exigir, porque el hecho de tener todo, no tener aspiraciones, que no te cueste conseguir las cosas, que no exista el valor del esfuerzo y del trabajo, puede llevar a la desidia y a una sensación de que, a pesar de que lo tengo todo, de repente siento que no tengo nada. Sin olvidar que a nosotros nos gustaba mucho salir, ver a los amigos y hablar con ellos, y ahora los adolescentes están todo el día con el móvil, tienen miles de amigos en distintas aplicaciones y se olvidan del que está a su lado. Es un problema no solo de los médicos, sino de la pérdida de los valores básicos a nivel social.
En principio, su tesis estaba orientada a la cirugía, pero finalmente hizo la residencia en Reumatología en el Gregorio Marañón, ¿qué le atrajo de esta especialidad?
Estaba en un entorno de cirujanos y tenía curiosidad, así que hice el examen para ser alumna interna de cirugía durante mis años de facultad. Me pareció apasionante, pero de una enorme exigencia, así que cuando llegué a sexto de carrera y valoré las dos ramas de la medicina, médica y quirúrgica, me decanté por la primera. Creo que los cirujanos son de otra pasta, los admiro, tienen una resistencia física y mental increíble. El hecho de tomar decisiones sobre la marcha, con el paciente sobre la camilla, me parecía dificilísimo, porque en las especialidades médicas puedes tener pacientes muy complejos, y en algunos casos tu decisión puede salvarles la vida, pero tienes más tiempo para meditarlo. Aunque valoré también Dermatología y tenía un buen número MIR, ya no me daba para un gran hospital de Madrid, como yo quería. La diferencia la marcó, finalmente, el doctor Carreño. Fue tan amable, me explicó tan bien lo que era la especialidad y todas las oportunidades que se abrían, por ejemplo, con las terapias biológicas, que me convenció.
¿Cómo ha evolucionado esta especialidad?
En 20 años ha cambiado completamente el paradigma, tanto en lo que es la esencia de las enfermedades reumáticas como en su tratamiento. Ahora están mucho mejor clasificadas, y aunque sigue sin saberse la etiología, se conocen mucho mejor los mecanismos patogénicos que llevan a ese circuito pro inflamatorio y, por tanto, se mejora el desarrollo de nuevas terapias biológicas que van dirigidas a inhibir esos circuitos, yendo selectivamente a las citoquinas o pequeñas moléculas con las vías intracelulares. Lógicamente, todo esto ha cambiado la perspectiva del paciente; antes era más conformista, muchos vivían con unas deformidades terribles, y era porque no había fármacos que cambiaran la evolución de su enfermedad. Ahora podemos conseguir la remisión o periodos muy amplios con ausencia de síntomas en los pacientes, mejorando mucho su calidad de vida.
“La vida es un tira y afloja, el hecho de tenerlo todo sin esfuerzo te puede llevar a la desidia”
El reumatólogo acaba siendo tu médico de por vida si tienes una enfermedad crónica, como puede suceder con la artritis idiopática juvenil o una artritis reumatoide. Pero muchas veces se tarda en el diagnóstico, ¿cómo se puede avanzar en la detección precoz?
Los espectros de las enfermedades autoinmunes sistémicas son muy heterogéneos, y, además, es cierto que no hay enfermedades, sino pacientes. Podemos tener un paciente con síntomas leves, que a veces no cumple los criterios de clasificación con los que nos movemos para diagnosticar una enfermedad, e incluso muchos, afortunadamente, no la llegan a desarrollar; y hay otros que debutan con explosión de síntomas, de forma grave, e incluso con peligro de vida. Por eso vuelvo a reiterar la importancia de los protocolos de derivación precoz con atención primaria y el seguimiento compartido, y a insistir en las debilidades del sistema. Se valoran muy poco las revisiones, y en nuestro caso, al ser pacientes crónicos, son fundamentales. Acompañamos a muchos durante toda la vida, sí, ellos envejecen y nosotros con ellos.
El reumatólogo acaba siendo tu médico de por vida si tienes una enfermedad crónica, como puede suceder con la artritis idiopática juvenil o una artritis reumatoide. Pero muchas veces se tarda en el diagnóstico, ¿cómo se puede avanzar en la detección precoz?
Los espectros de las enfermedades autoinmunes sistémicas son muy heterogéneos, y, además, es cierto que no hay enfermedades, sino pacientes. Podemos tener un paciente con síntomas leves, que a veces no cumple los criterios de clasificación con los que nos movemos para diagnosticar una enfermedad, e incluso muchos, afortunadamente, no la llegan a desarrollar; y hay otros que debutan con explosión de síntomas, de forma grave, e incluso con peligro de vida. Por eso vuelvo a reiterar la importancia de los protocolos de derivación precoz con atención primaria y el seguimiento compartido, y a insistir en las debilidades del sistema. Se valoran muy poco las revisiones, y en nuestro caso, al ser pacientes crónicos, son fundamentales. Acompañamos a muchos durante toda la vida, sí, ellos envejecen y nosotros con ellos.
¿Qué hitos destacaría en este cambio de paradigma?
Los avances en biología molecular. Mi tesis fue apasionante, y pude realizarla con la ayuda inestimable del Dr. Javier García Criado. Era un modelo en ratas donde se simulaba un síndrome de respuesta inflamatoria sistémica experimental inducida por Zymosan A y luego su modulación con distintos fármacos. Ahí ya estudié todas las citoquinas proinflamatorias y las vías intracelulares, y esto es lo que marca toda la etiopatogenia de las enfermedades sistémicas autoinmunes. Solo era un modelo experimental, pero las nuevas terapias biológicas van dirigidas precisamente a esas citoquinas proinflamatorias. No conocemos las causas y la patogenia de estas enfermedades, ojalá sí, pero sabemos los desencadenantes. Se conocen muchos haplotipos de histocompatibilidad mayor, es decir, cuestión genética; también existen razones ambientales, pero es un conjunto de factores que van a actuar sobre un individuo genéticamente dispuesto, y no podemos actuar contra la causa, solo contra ese mecanismo que se desencadena, lograr romper ese circuito para que no haya síntomas y el paciente esté en remisión.
¿Cuáles son los retos, entonces?
Medicina personalizada y nuevas terapias. Todavía hay entre un 20 y un 30% de pacientes en los que siguen fallando estas nuevas terapias, o que acaban no respondiendo a ninguna. A pesar de todo el arsenal terapéutico disponible, hay fracasos. Ojalá tuviéramos un kit —y ya se está estudiando— con el que, antes de ir a la inhibición de una citoquina proinflamatoria o utilizar una pequeña molécula, supiéramos a qué va a responder mejor el paciente. También se está avanzando en inmunoterapia, en concreto, en el uso de las CAR-T, con estudios esperanzadores, como el del lupus eritematoso sistémico. Se han tratado lupus muy complejos resistentes con terapias CAR-T, y los pacientes están en remisión completa sin tratamiento. En esto tenemos mucho que aprender de los hematólogos y trabajar con ellos, y en Salamanca tenemos el privilegio de contar con un servicio puntero.
En el ámbito de la investigación, ha publicado artículos con numerosos compañeros de otras especialidades. ¿La visión multidisciplinar es especialmente importante para los pacientes de Reumatología?
Totalmente. Siempre he intentado aprovechar cualquier línea de investigación donde se pudiera colaborar. Ya cuando roté en Londres, en el Saint Thomas, estuve en contacto con personas tan relevantes como el doctor Graham R.V. Hughes —todavía me parece increíble que llegara a conocer a quien descubrió el síndrome antifosfolípido, con una humildad increíble y que sigue trabajando en la privada—, y publicamos un artículo sobre la revisión de los test para el diagnóstico del síndrome antifosfolípido. Se veían muchos pacientes con trombosis redicivante que daban negativo con los test vigentes, e investigamos nuevas opciones, como los test anticuerpos antiprotrombina. A raíz de eso, también surgió una beca con Mapfre Medicina para un estudio relacionado con las trombofilias y las trombosis venosas profundas realizado con el Dr. Francisco Lozano Sánchez. En Salamanca, tuve la oportunidad de firmar un artículo con el doctor Juan Francisco Blanco sobre el osteoblastoma; o con la doctora María Fernanda Lorenzo sobre cistopatía y enfermedades autoinmunes; o en Dermatología, con los doctores Javier Cañueto y Emilia Fernández, sobre un caso muy bonito de tratamiento de éxito en una pustulosis palmoplantar. La colaboración multidisciplinar es muy buena para el manejo del paciente y, además, se pueden optimizar consultas. Ahora mismo, en el servicio de Reumatología tenemos en marcha varias consultas conjuntas con Dermatología, Neumología y Pediatría, y una más con dermatólogos y hematólogos relacionada con la enfermedad del EICH, de injerto contra huésped. Son iniciativas de mucho valor, porque nos enriquece estar con otros especialistas y, sobre todo, el paciente está mejor tratado y mejor diagnosticado.
¿Qué investigaciones tiene ahora entre manos?
Seguimos trabajando mucho en la participación en registros nacionales. La Sociedad Española de Reumatología (SER) tiene varios en marcha de miopatías inflamatorias, así como el Biobadaser (Registro español de acontecimientos adversos de terapias dirigidas en enfermedades reumáticas. Fase III), uno de los más importantes en terapias biológicas y seguridad.
También continúan haciéndose estudios clínicos —y siguen contando con nosotros, lo cual es un honor— sobre nuevos anticuerpos monoclonales en enfermedades como el síndrome de Sjögren. Y aspiro a que en algún momento podamos participar con los hematólogos en algún proyecto de CAR-T, creo que en breve lo podremos hacer. Hay que adelantarse a las nuevas opciones terapéuticas que se nos brindan.
También ha participado en estudios relevantes en el avance de nuevas dianas terapéuticas en artritis psoriásica.
Me gusta mucho investigar la artritis psoriásica, porque es una enfermedad muy heterogénea y con gran variedad de expresión clínica. Por el grado tan alto de inflamación sistémica que produce, aparecen comorbilidades con mucha frecuencia, sobre las que también hemos publicado varios artículos. Ahora estoy trabajando en una investigación a nivel internacional para saber si los fármacos que estamos utilizando pueden mejorar la ansiedad y la depresión que se relaciona de forma frecuente con la enfermedad.
No solo las enfermedades reumáticas suponen un gran reto para el sistema; cada vez vivimos más y el envejecimiento de la población hace que muchas patologías sean cada vez más prevalentes. ¿Cómo se puede dar respuesta a esta demanda asistencial al alza?
Necesitamos objetivos y planes estratégicos, y aquí los grandes directores de orquesta del sistema público tienen que definirlo bien, pero también todos nosotros tenemos que estar implicados en la gestión. Volvemos a como hemos empezado: a mayor oferta, mayor demanda. Vivimos más, envejecemos mejor, pero lógicamente las enfermedades aumentan y hay más gasto sanitario. Tendremos que volvernos a reinventar, mejorar la educación de la población, promover hábitos saludables y saber dónde están nuestros límites, porque un paciente tampoco puede estar consultando cada semana a un especialista. Hay que reforzar las primeras líneas —lógicamente, la atención primaria—, definir muy bien los protocolos, y hay que aumentar las plantillas. Necesitamos más médicos, y no solo, más sanitarios en general, porque las enfermeras están desempeñando un papel muy relevante en esos pacientes crónicos, en el cuidado de la salud y en la adherencia a los tratamientos.
Un libro. Cualquier novela de Stefan Zweig, como ‘24 horas en la vida de una mujer’ o ‘Carta de una desconocida’, me entusiasma este autor.
Un disco o canción. ‘Dancing Queen’, de ABBA.
Una película. ‘Memorias de África’ o ‘Desayuno con diamantes’.
Un plato. La pasta o las hamburguesas. Un defecto. Que soy bastante perfeccionista, y esto a veces puede ir en mi contra.
Una virtud. La empatía, pero también se puede convertir en un defecto, porque a veces te pones tanto en el papel del otro que te llevas los problemas a casa.
Una cualidad que valora en los demás. El autocontrol, me encanta la gente que sabe controlarse y que tiene autocrítica y, por supuesto, que sea educada.
Un sueño. Llevar el servicio de Reumatología a ser de referencia a nivel nacional.
Una religión. Católica.
Un chiste. Van dos ciegos, y le dice uno a otro: “Ojalá lloviera”, y le contesta el otro: “Ojalá yo también”.
Deja una respuesta