Suerte, ¿buena o mala?

Por Germán Payo Losa

Director de Educahumor

“A quienes crecimos en certezas, dogmas y ‘Berdades’, como reserva espiritual de occidente, nos cuesta aceptar esta época de incertidumbre grande, inestabilidad y peligro, pues se le inflan los neutrones a alguien y ya tenemos misilazo encima”

“Se llamaba Casimiro. Había sido detenido en la calle de Alcalá cuando iba a entregar unas prendas de la sastrería donde trabajaba. Fue llevado a la checa comunista de la calle Alonso Heredia 9. A las nueve de la mañana del día siguiente le condujeron en un coche por la carretera de Francia, hacia San Sebastián de los Reyes. Antes de llegar al pueblo, se desviaron hacia Alcobendas, pararon el automóvil, lo bajaron y le dispararon tres tiros en la cabeza. Creyéndole muerto, lo abandonaron tras despojarlo de sus ropas y de todo lo que llevaba de valor. Milagrosamente vivo, Casimiro pudo reponerse y llegar a pie hasta Fuencarral”, cuenta Pedro Corral, reseñado por un artículo de J. Leguina.

Yo me pregunto si tuvo mala o buena suerte. Gila también cuenta que lo fusilaron mal.

Le echan del trabajo como mozo en el supermercado porque no era capaz de manejar un ordenador. Salió triste. Se tenía que ganar la vida. Compró una caja de fresas y las vendía de casa en casa. Luego dos, más tarde tres. El negocio fue prosperando con mucho trabajo, hasta que puso una tienda, luego un supermercado y luego una cadena. Le entrevistaron en la tele. ¿Que no sabe manejar un ordenador? Y ha llegado tan lejos. “¿Dónde estaría usted su hubiese sabido?”. “De mozo en un supermercado”, contestó. Aquí la suerte vino junto al trabajo. Pienso en el fundador de Zara.

¿Tengo buena suerte? ¿He cogido la covid y no sé dónde? ¿Sigo vivo y no tengo la suerte de los 115.000 fallecidos por la pandemia? ¿Estoy sano, dentro de lo que cabe?

En el pasado era el destino, el fatum, y se ha discutido en el ámbito religioso si somos libres o estamos predeterminados a ser lo que somos desde que nacemos, pues Dios conoce con antelación nuestro final. Pero entonces, ¿dónde queda la libertad? ¿Tiene cabida la suerte?

Calderón de la Barca lo expresaba así: “¡Ay, mísero de mí, y ay, infelice! / Apurar, cielos, pretendo, / ya que me tratáis así/ qué delito cometí/ contra vosotros naciendo;/ aunque si nací, ya entiendo/ qué delito he cometido”. ¿Nacen algunos con estrella y otros estrellados?

“Se ha discutido en el ámbito religioso si somos libres o estamos predeterminados a ser lo que somos”

Decía Einstein que “creer es más fácil que pensar. He ahí la razón de que haya más creyentes”. Hace años, en ambientes religiosos, se hablaba de la voluntad de Dios para montones de cosas. Recuerdo una monja que me contaba que entró de mayor en la orden. Estaba en la ciudad donde cuidaba a sus padres, ya ancianos. Su superiora decidió cambiarla de destino. “Es la voluntad de Dios”, le dijo. “Oye, tenemos un problema. Déjate de voluntad de Dios y vamos a ver cómo lo solucionamos”. Tuvo suerte y lo arreglaron.

“La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando” (Picasso). Con la suerte igual.

A la copa número 14 de Nadal y del Real Madrid hay que darles todo el mérito que tienen, pero que el portero pare todo, que haya un poste que ayuda, es suerte. Que Nadal, a pesar de los problemas físicos, haya podido jugar bien, es suerte, pues otras veces las lesiones no le han dejado, y bastaba con pisar mal una vez.

“Ver de primera mano otros países y sus paupérrimas condiciones de vida nos cura la queja”

Buena suerte fue la de David Lloyd George, a quien alguien lanzó una herradura durante su discurso en señal de desacuerdo, afortunadamente, con mala puntería. Pidió silencio: “El caballero que ha perdido su zapato puede venir a recogerlo”. Suerte que no le dio.

¿Somos afortunados por vivir donde vivimos? ¿Qué han hecho las personas que viven en pobreza extrema, hambre, guerra, enfermedad, permanente falta de justicia, libertad, para que les tocase esa situación? Dicen que el nacionalismo se cura viajando. El ver de primera mano otros países y sus paupérrimas condiciones de vida nos cura la queja.

“La vida no se mide por los momentos en los que respiras, sino por los que te dejan sin aliento” (Maya Angelou). Es buena medicina abrir los ojos y mirar a enfermos de todas las dolencias, y su lucha brava contra la enfermedad. De cerca he vivido la lucha de diez años de un amigo contra cuatro tipos de cáncer, sin un instante de desfallecimiento.

Hace 66 millones de años nos cayó un meteorito que extinguió los dinosaurios, pero ha habidos muchos más. Armagedon es una película que trata de esa posibilidad.

¿Tenemos suerte de que no nos haya caído ninguno encima? Cuando me dan consejos de prudencia, respondo: “Y tú cuidado con los asteroides”.

Rubén Blades, en su canción de Pedro Navaja, canta: “La vida tiene sorpresas”…

Recuerdo que, de niños, cantábamos una balada, Rosina Suárez de Soria, que decía: “El día que la mataron Rosina estaba de suerte, de seis tiros que le dieron tan solo uno era de muerte”. ¡Menuda suerte!

A quienes crecimos en certezas, dogmas y “Berdades”, como reserva espiritual de occidente, nos cuesta aceptar esta época de incertidumbre grande, inestabilidad y peligro, pues se le inflan los neutrones a alguien y ya tenemos misilazo encima, y “no se puede ganar una guerra como no se puede ganar un terremoto” (J Rankin).

Tenemos dudas de si somos afortunados o no. No se me olvidará que José María Iñigo entrevistó a un hombre que cayó desde el piso 16 y resultó ileso. Ni un rasguño. Suerte.

El humor te ayuda a ver. Te da otra visión creativa de los males. Y te ayuda a reír. Y si podemos reír, la vida no va a estar tan mal. Somos afortunados.

En las relaciones, ¿tienes suerte con l@s amig@s? ¿Con tu pareja, que no busca la confrontación ni quiere quedar encima, que sabe gestionar pequeños problemas? Una pareja tuvo una niña.

—La llamaremos Bárbara —dijo la esposa—. A su marido no le gustaba ese nombre.

—¡Ah, qué bien! —dijo—. Es el nombre de mi primer amor y siempre me la recordará.

—He pensado que mejor Aurora —concluyó la mujer.

“Nos han tocado unas cartas en la vida. La suerte es saber aceptarlas y jugar lo mejor que podamos”

¿Y con los colegas del trabajo? “Yo doy los buenos días a mi jefe y no me contesta. Ya me he acostumbrado, pero es la leche. Ya no me afecta y soy capaz de reírme, pero lo pasé mal al principio”.

Hay gente con suerte y otros que se la trabajan. Una mujer fue contratada para coordinar un grupo de 15 personas. Le hicieron el vacío, pues pensaban que era una enchufada del jefe. Tras un año de trabajar como una hormiguita las relaciones, propuso un taller de risa para todas y funcionó. Ahí la conocí yo. “Me ha costado sangre, pero ha valido la pena. Ahora funcionamos como un equipo”.

A todos nos han tocado unas cartas en la vida. La suerte es saber aceptarlas y jugar con ellas lo mejor que podamos.

Hemos hablado de la salud y del amor. Nos falta del dinero. “El dinero no da la felicidad, pero produce una sensación tan parecida que sólo un auténtico especialista podría reconocer la diferencia” (Woody Allen). Suerte con estas tres cosas.

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