Por Germán Payo Losa
Director de Educahumor
Me han atracado dos veces. Un hombre ha sufrido tres atracos en el banco. “Lo pasas mal. Te deja una sensación de ansiedad”. Las investigaciones sobre el humor y la risa en los últimos treinta años han progresado mucho y en los campos más variopintos. En Seattle, EE. UU., los empleados de banca han seguido un programa de entrenamiento para ser capaces de sonreír a los atracadores. Desde que se ha puesto en práctica, los atracos se han reducido a la mitad.
Lo que odian los atracadores es lo inesperado e imprevisible. La llegada de la policía, que algún cliente los ataque, ser reconocidos. Si alguien que trabaja en el banco les sonríe, eso desconcierta, inquieta, crea una conexión inesperada que pone nervioso al atracador por totalmente fuera de lugar. En ese país los pastores a la entrada o salida de las iglesias saludan, muchos supermercados tienen personas a la entrada sonriendo con un saludo: crear una conexión personal es el objetivo. Si eres un cliente, dices: esta es una persona estupenda. Si eres un atracador, te asusta, descoloca, angustia ¡Esto no es normal! ¿Qué pasará para que sonría? ¿Habrá trampa?
Ante un atraco de un muchacho con una navaja, en nuestra ciudad, a una amiga que está siempre riendo, se le ocurrió: “Pero hombre, que soy una pobre mujer. Y ¿cómo me vas a robar con esa pinta de buena persona que tienes?”. La dejó ir.
Desde luego la sonrisa entrenada noes sincera, sino forzada, pero los efectos son los mismos, pues los demás no distinguen, a no ser con una observación atenta, una de la otra. (La sincera se realiza con los ojos también, la forzada solo con la boca).
Esto es aplicable a los que vienen a atracar nuestro bienestar. “Hoy hace un día maravilloso a ver quién es el primer imbécil que viene y lo jode”, reza un poster con el que no estoy de acuerdo. Que venga, que atraque, que intente enfadarme… Yo no puedo controlar eso. Lo que sí puedo hacer es exhibir una sonrisa y afrontar el atraco emocional así. Eso desarma. Ojo: esto hay que utilizarlo con sentido común para que no sea hiriente. Pero todos hemos experimentados bordes y el humor es una herramienta excepcional para protegernos de ellos. “Jamás olvido una cara, pero en su caso, y con mucho gusto voy a hacer una excepción”. G. Marx.
“Han perdido mis análisis; esto es una vergüenza”. “Ande, siéntese Sra. A Vd. ¿No le ha ocurrido nunca que no sabe dónde ha puesto una cosa en su casa? Pues aquí igual. Tranquila que lo encontraremos”, explicaba un médico a una señora indignada.
Bordes, prepotentes, agresivos, estúpidos, a veces se cuelan en cualquier profesión para atracarnos el buen ánimo. Una risa entrenada y una buena sonrisa, incluso sin motivo me van a producir más emociones positivas.
“Es que cuando viene alguien en ese plan, te enciendes enseguida”. “No lo puedo evitar. Me sacan de mis casillas”. Como a aquel torero que le dijeron: “Maestro que ese toro lleva muy malas intenciones; tenga Vd. cuidado”. “Si son malas las suyas, ¡no veas las mías! A ver si se lo dices al animal para que también vaya cogiendo miedo”.
Son reacciones habituales, pero podemos ensayar la alternativa. Esta es la función defensiva del humor, de la sonrisa y de la risa, que, como parabrisas, no evitan la lluvia, pero nos ayudan a avanzar en medio de ella. Espero que me haya explicado bien y que no piensen que cuando un empleado del banco nos sonríe está pensando: “Para atracos, los nuestros”.
Deja una respuesta