Por Jesús Martín González
Médico residente de tercer año de Medicina de Familia y Comunitaria
¿Se puede salvar el sistema sanitario en España? Según vemos la realidad en la que se encuentra la sanidad española, ésta es la pregunta que nos ronda en la cabeza a todos los que trabajamos en ella y que debería hacerlo también en la de pacientes y gestores.
Atención Primaria, primer gran muro de contención, se encuentra en una situación crítica de la que ya se alertó en el pasado. La falta de personal y de condiciones laborales que garanticen un mínimo de estabilidad para el profesional y un seguimiento longitudinal para el paciente es un problema existente en España antes de que la pandemia por covid-19 le diera la estocada final.
A pesar de la infravaloración que sufre la especialidad más a menudo de lo que nos gustaría, los médicos especialistas en Medicina de Familia y Comunitaria son capaces de resolver hasta el 90% de las consultas médicas; la mejor cura contra una enfermedad (y la más barata, para los que únicamente miren números) sigue siendo la prevención, y ser atendido durante 15 años por el mismo médico disminuye la mortalidad por todas las causas en más de un 25%.
Evidentemente, para que esto se cumpla se necesita una longitudinalidad con el paciente, contratos estables con condiciones adecuadas (no de unos pocos meses) y, sobre todo, calidad asistencial, es decir, médicos con suficiente tiempo por paciente, no con 3-5 minutos disponibles para cada uno de ellos, y con especialidad en Medicina de Familia y Comunitaria.
Precisamente, a los médicos internos residentes de Salamanca nos resulta incompatible con la calidad asistencial la contratación de médicos sin especialidad para ejercer en el sistema público de salud. Una incongruencia en la que estos médicos sin título MIR reciben responsabilidades y remuneración como si fueran especialistas, ya sea en una consulta de Atención Primaria o en servicios de Urgencias, cuando no cuentan con los conocimientos, estudios y habilidades que se adquieren durante los cuatro años de formación como especialista de Medicina de Familia y Comunitaria.
Cuando este primer muro falla, el siguiente lugar al que acuden los pacientes es a los servicios de Urgencias, por su accesibilidad y su actividad continua 24 horas, los 365 días del año. Se genera así una sobrecarga importante para los urgenciólogos, siendo, además, la mayoría de los procesos leves y solucionables en niveles asistenciales previos, lo que impide que se afronte al paciente grave con el descanso necesario que precisa. Servicio, por cierto, para el que se requiere una formación específica si se quiere llevar a cabo una actuación médica de calidad. Otra promesa pendiente del Ministerio de Sanidad: la creación de la especialidad de Urgencias y Emergencias.
No es descabellado pensar que, como consecuencia de esta concatenación de circunstancias que estamos viviendo, el siguiente nivel asistencial que se sature sea el hospitalario. ¿Será esa la llamada de emergencia que dé la voz de alerta?La sanidad en España necesita de un gran pacto para reinventarse. Un acuerdo entre políticos para priorizar la viabilidad y el futuro del sistema sin que la sanidad se convierta en arma electoralista; un acuerdo para los ciudadanos que dé más importancia a la educación sanitaria y que alivie el estrés asistencial innecesario al sistema; y un acuerdo de los profesionales para que su voz y experiencia sean escuchadas a la hora de crear estrategias de futuro que nos permitan una sanidad de calidad y sostenible en el futuro.
De lo contrario, ¿será este el final del sistema sanitario público tal y como lo conocemos?
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