Por Germán Payo Losa
Director de Educahumor
“No sabes lo que es pasar los nueve primeros meses con tu hija que no se mueve, no ve, no oye, no habla…, como si fuese una lechuga, sumidos en una deprimente sensación de impotencia –“lo mejor que le puede pasar es morirse”, nos habían dicho–, a tenerla ahora que se mueve, te ve, te oye, te entiende… te devuelve el fruto de tu lucha continua. Creo que estamos preparados para la muerte de nuestros padres, no de nuestros hijos. Al menos yo”.
Nos encontramos en el tren. Le saludé y estábamos los dos en el asiento del pasillo. Es abogado. Veníamos de Madrid. Al principio, hablamos de su vida laboral. Sus problemas como abogado, sus dificultades. “Sé siempre vago para ir a juicio, no para trabajar”, fue el primer consejo que le dieron. Luego hablamos de su familia, de su mujer, de su hijo de ocho años y de su hija. Yo venía de Elche. Casi cuatro horas en tren, cansado y dormido. Mi padre era ferroviario, y hablaba mucho con todos los pasajeros. Yo echo de menos la cantidad de conocidos, con vidas interesantísimas, anécdotas divertidas e historias de película en personajes de carne y hueso que se sientan a tu lado. Esto se va perdiendo y yo soy ya testigo de otra época.
Por eso, hablar con él me llevó a mi niñez, al contacto humano de dos vidas, a una comunicación afectiva, honesta, profunda. Me dice que venía, de pequeño, conmigo a la montaña con el grupo scout, y que se quedaba el último. Yo iba siempre con él. Mi memoria ya no registra esos datos.
“Nació con una parálisis cerebral, en una enfermedad rara. No tiene surcos en el cerebro. Casualmente, nos enteramos de que en Estados Unidos existe un centro de neurocirugía que trata estos casos. Para ir allí tenías que hacer un curso, los dos padres, de una semana en Méjico capital. Nos entrenan sobre lo que tenemos que hacer con nuestros hijos. Estuvimos recibiendo las enseñanzas doce horas diarias, en verano, en un hotel con aire acondicionado, porque permitía poner la habitación a 10 grados. A esa temperatura, nuestro cerebro trabaja mejor que con el calor. Lo que aprendimos fue que en los seis primeros años de nuestra vida el cerebro crece, las neuronas establecen más conexiones y el estímulo hace que se desarrolle de un modo que nos parece inalcanzable”.
“Pero ya nuestra vida había dado un giro total. Nuestra hija no oía. Nuestra hija no veía. Pero sí podíamos lograr que viese. En una habitación oscura, de repente le encendíamos una linterna en un ojo; luego en el otro. Cuanto más tranquila estaba, le tratábamos de provocar un susto haciendo sonar una trompeta de estadio. Repitiéndolo 30 veces al día, vimos que empezaba a reaccionar; leve, pero evidentemente. Además, tenía ataques epilépticos, dificultad respiratoria. Pedimos ayuda a los vecinos, pues estábamos desbordados. Nos ayudaron 44 voluntarios. 20 todo un año. Esto no se paga con dinero”.
“No sabes lo apasionante que es luchar por una vida”
“La llevamos a Rusia. El neurocirujano la coge en brazos. No un celador. Tienen una humanidad que no la he visto. Seis meses después de hacer ese curso, se nos permitió ir a Estados Unidos, a Pensilvania, ya con nuestra hija. Allí la vieron y le hicieron un diagnóstico y un tratamiento: estimulación”.
“El movimiento ayuda a que se desarrollen las neuronas. Si no se mueve, es más difícil”.
Y así conocí su historia. Y pensando en la estimulación como posibilidad de que nuestras neuronas hagan nuevas conexiones, busquen un camino nuevo para ver lo que nos sucede con humor. ¿Es posible? Sí, y a cualquier edad. Es cuestión de aceptar el reto y aprender de los profesionales que lo hacen día a día. Algunos ejemplos:
El juicio del ‘procés’ sigue sin que nadie haya cambiado de idea. En este largo juicio extremadamente serio, una pizca de humor es buena. El abogado, Javier Melero, recordó en su ultima intervención la película ‘Amanece que no es poco’, donde el guardia civil decía que el mayor problema de orden público que podía producirse en el pueblo era criticar a William Faulkner. “Pues eso espero, que reconstruyamos una España en la que solamente discutamos por William Faulkner”. Genial.
En el juro o prometo la Constitución de los diputados electos ha habido un circo, filón para los humoristas y cabreo para mucha gente, al hacerlo por variopintos motivos que abren la puerta a un futuro interesante. Ofrecer un pensamiento que nos libre del enfado es limpiar basura en nuestra mente. Si tu sólo sientes indignación, está perfecto, pero afecta a tu cuerpo. Si lo ves de otro modo y ríes, tu pensamiento mejora tu salud.
En cuanto a las elecciones y los pactos. Me parece siempre genial Peridis: “Como me apellido Maragall… esta alcaldía me pertenece. Ten cuidado con quien te juntas, que de sobra sabes lo molestos que son los escraches”. Ada Colau responde: “¡Ernesto, mira, mira como tiemblo!”.
¿Y los sentimientos? Ramón Menal recomienda: “Si estás triste, puede ayudarte un ejercicio muy sencillo: procura sonreír, aunque no tengas ganas de hacerlo… Si tienes problemas puede que te parezca difícil… A través de la sonrisa, puedes cambiar tu estado de ánimo… y tu sonrisa pronto será más sincera y te proporcionará bienestar”.
Resumido: “Es tiempo para reír cuando no hay tiempo ni ganas para reír”.
El ‘New York Times’ ha decidido despedir a los dibujantes de humor político. Un chiste grafico en el que Trump, ciego, lleva un perro guía con la cara de Netanyahu ha sido el detonante. Acusan al diario de antisemita. Lo mismo cuando ‘El Jueves’ publicó una portada con Ariel Sharon con cara de cerdo. “No va contra Israel ni el pueblo judío, va contra este señor”, se defendieron entonces. Pero la idea de que ‘quien me critica a mí, critica a mi pueblo’ la vemos en todo populismo, y si cuela, cuela. Digo todo esto porque soy consciente de que animar a reír y sonreír, o sea, a usar el humor, no se acepta por todos, y más aún, hoy en día pintan bastos para el humor. Pero esto de la censura ya lo hemos vivido.
Sé que esto va en contra de la tranquilidad que uno busca a veces, pero estimular a ver lo divertido y compartirlo, llevando una sonrisa a otras caras, va a mejorar la vida. Así es que, si me encuentras, recuérdamelo.…
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