Por Ramón Martín Rodrigo
Licenciado en Geografía e Historia y en Historia del Arte
y doctor en Geografía e Historia
Traductor médico, Cabrerizos (Salamanca)
En noviembre de 2021, al abrir mi buzón electrónico, encontré en él una petición singular de José Ramón Alonso, catedrático de neurobiología en la Universidad de Salamanca: «Me escribe una monja para un proceso de beatificación que siguen en su orden y me dice que si sé qué son las safitas». El mensaje llevaba adjunta la fotografía de un texto mecanoscrito en el que podía leerse, sin más contexto, el siguiente pasaje (la negrita es mía):
[…] a las 30 horas, en unos sufrimientos y unos dolores muy grandes, y así sondándome 2 años me estropearon la vejiga y de tantos sufrimientos tan horribles me cogían unos 200 colapsos en toda la enfermedad, luego ya no tenían que sondar sumaba y la poca que podía adquirir se hacía pus y un olor que no se podía estar y hicieron análisis, llegue a quedar ciega con un mal a la garganta que no podía tragar y un dolor de cabeza que no podía resistir y con mucho dolor en los brazos y piernas, paralítica, el vientre muy hinchado, 9 años a leche y poquita, 35 días sin tomar alimento, en vida artificial, en inyecciones de aceite alcanforado y toda la enfermedad en botellas calientes, tres veces las calentaban al día, y sin hacerme la cama 9 años y 4 meses de la misma postura, boca arriba sin menear la cabeza siquiera, con muchas hemorragias, 6 safitas cada 20 días, diarrea continua; los médicos no daban vida mía y decían «ya no hay nada que hacer». Y diez meses que no me daban ninguna inyección ni siquiera medicamentos del corazón tan avanzado que estaba. Nada más le pedía a la Virgen de la Seo que, si el cielo lo tenía ganado, quería irme pronto. Me Sacramentaron y olearon 4 veces de moribunda, que estaba cadavérica.
A vuelta de correo, respondí en los siguientes términos:
Eso de «safita» no me suena nada de nada, pero me intriga muuucho y ya no me va a dejar dormir hasta ser capaz de encontrarle un sentido. Si te parece bien, me gustaría pedir ayuda a:
• Las dos listas principales de lenguaje médico en español: el Grupo de Medicina y Traducción (MedTrad) de RedIRIS y la Asociación Internacional de Traductores de Medicina y Ciencias Afines (Tremédica).
• El grupo de investigación en diacronía y sincronía del lenguaje médico, vinculado a la Sociedad Española de Historia de la Medicina.
• El grupo de lenguaje médico involucrado en el proyecto lexicográfico del Diccionario histórico de la lengua española (DHLE), de la Real Academia Española.
Aparte, cabe la posibilidad de que estemos ante una simple errata o error de transcripción. Si así fuera, las correctoras de estilo son quienes mejor saben lidiar con esas situaciones. Pediría ayuda también, pues, en la lista de distribución de la Unión de Correctores (UniCo).
En mi mensaje de petición de ayuda, únicamente explicaría que se trata de un relato autopatográfico escrito por una mujer española, posiblemente del siglo XIX, y transcribiría con mi teclado el párrafo en cuestión (en lugar de reenviar tu foto). […] De momento no muevo ficha ni hago nada, por supuesto, hasta recibir tu visto bueno.
Tres datos podrían ser muy interesantes para ayudar en esta pesquisa: 1) fecha exacta (o, al menos, aproximada) del escrito; 2) lugar de procedencia (¿la autora es española o extranjera?, y si española, ¿de qué provincia?; si la monja que escribió ese texto fuera seseante, quizá donde ahora leemos ‘safitas’ habría que entender ‘zafitas’ o ‘zapitas’, y daría a su ‘sumaba’ el sentido de ‘zumaba’ o ‘rezumaba’, que cuadra mejor en el contexto); y 3) ¿habría algún modo de conseguir una fotocopia del texto manuscrito original?
Una vez recibido el visto bueno, y sin más información complementaria, envíe la consulta a las listas y grupos ya mencionados. En los minutos y horas siguientes, fui recibiendo respuestas que permitieron desentrañar el misterio. Resumo a continuación algunas de las más ilustrativas, por orden de llegada:
De Eva Calvo, en la lista de UniCo:
Así, rápidamente: Yo creo que se refiere a barreños o bandejas. Del catalán safa (barreño) con el diminutivo en castellano -ita. O bien de safata (bandeja). Soy de Valencia y tal cual me imagino a mi tía enfermera diciendo: «Ha omplit una safeta de sang» (Ha llenado un barreño de sangre).
De Amelia Padilla Roig, también en la lista de UniCo:
A partir de la mención a la Virgen de la Seo (Xátiva), he buscado safa en el Diccionari de la llengua catalana, que me ha remitido a: 1) gibrella: vas semblant al gibrell pero más alt i de base més petita (vaso parecido al barreño pero más alto y de base más pequeña); 2) gibrell: vas rodó de poca alçària más ample de la boca que de la base, emprat per a rentarhi plats i per a altres usos (vaso redondo de poca altura, más amplio de la boca que de la base, empleado para lavar platos y para otros usos).
De Carmen Acuña, en la lista de Tremédica: [Se me ocurre que en español podría ser] ‘safita’ como diminutivo de ‘safa’. He encontrado que ‘safa’ era sinónimo de ‘bacía’, la cual se usaba para recoger la sangre en las sangrías (además de para afeitar).
De Eñaut Urrestarazu Aizpurua, también en la lista de Tremédica:
Podría ser el diminutivo castellanizado de un tipo de cuenco, que en árabe se llama sahfa (ةفحص ).
Y de Eva Calvo, en la lista de UniCo:
En valenciano sumar significa algo así como ‘supurar’ o ‘exudar’ (sí valdría lo de ‘rezumar’ que sospechas). Pego a continuación la segunda acepción de sumar del Diccionari normatiu valencià (DNV): sumar2 [sumáɾ] 1. v. intr. Eixir humitat, d’una superfície o un recipient. La paret suma. [Salir humedad de una superficie o un recipiente]. Igual que Amelia, también he pensado en la Seu de Xàtiva, pero podría referirse incluso a la Virgen de la catedral de Valencia. Por cierto, sobre ‘zafa’, precisamente con un trabajo para Amelia en el Posgrado de Corrección de la URV […] aprendí que está relacionado con el término ‘azafata’, que, a su vez, viene de ‘azafate’. En fin, las vueltas de las palabras…
En conjunto, como puede verse, todo un ejemplo de las bondades del modelo colaborativo que hicieron posible las listas de distribución en los albores de la revolución internética. En un abrir y cerrar de ojos, colegas de distinta procedencia arrojaron luz y discernimiento donde poco antes nos hallábamos a oscuras.
Deja una respuesta