Rosa Cordovilla: “Perder a mi madre joven me enseñó a trabajar en equipo y a ser sensible ante la debilidad”

“Tengo casi una obsesión por hacer el mínimo daño al paciente”

La Dra. Rosa Cordovilla, jefa del Servicio de Neumología de Salamanca, que recuerda la covid como uno de los peores momentos de su vida, alerta de las injerencias de la industria tabacalera y defiende una medicina centrada en el paciente.

Desde la adolescencia supo que quería estudiar algo útil y que le sirviera para ayudar a los demás. La muerte prematura de su madre siendo ella muy joven le enseñó, además, la importancia del trabajo en equipo y la sensibilidad ante las personas vulnerables en la enfermedad. Por ello, la Dra. Rosa Cordovilla eligió una especialidad médica que le asegurara un contacto directo con los pacientes, y pronto se apasionó también con las técnicas intervencionistas, con las que se puede avanzar mucho en el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad respiratoria. Durante los últimos 17 años, ha sido responsable de la Unidad de Neumología Intervencionista del Complejo Asistencial Universitario de Salamanca (CAUSA) y es una referente internacional en la formación de estas técnicas utilizando modelos prácticos, porque, como confiesa, “tengo casi una obsesión por hacer el mínimo daño al paciente”. En la actualidad, como jefa del Servicio de Neumología, quiere desarrollar todas sus potencialidades para seguir proyectándolo como referente nacional e internacional. La covid fue “uno de los peores momentos” de su vida, a nivel personal y profesional, pero tiene claro que, si volviera nacer, volvería a ser médica.

Acaba de ser nombrada vicesecretaria tesorera en la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), una sociedad con mucho peso e intensa actividad.

En la junta había estado previamente como coordinadora del área de técnicas de Neumología Intervencionista, que es mi especialidad desde hace muchos años, pero ahora se trata de formar parte del núcleo directivo. Somos cinco, y, además, soy la única mujer. Es un reto muy importante, porque es el momento de trabajar para la SEPAR y para todos y cada uno de los socios de nuestra sociedad científica. Además, con la nueva perspectiva como jefe de servicio, donde tienes una visión mucho más amplia que únicamente la asistencial, creo que también la sociedad científica me ayudará a cumplir con mis objetivos. Lo importante en todo mi trabajo es mejorar la salud de la población en cuanto a problemas respiratorios, y SEPAR es un gran respaldo también para conseguirlo, porque tiene muchas iniciativas a nivel nacional en este sentido, no solo en el ámbito de la divulgación, sino también a la hora de conseguir mejoras en la atención a los pacientes. Por ejemplo, en cuanto al abandono del tabaquismo, lograr que los tratamientos farmacológicos fueran financiados por el gobierno, o lo mismo para los pacientes con fibrosis quística, por los que tanto hemos peleado.

También se refuerza el hospital de Salamanca, donde afortunadamente tenemos cabezas visibles de sociedades científicas muy potentes.

Sí, es una oportunidad de visibilidad, porque muchos de los miembros de la sociedad ya me conocen, en SEPAR saben dónde está Salamanca y saben lo que hacemos en nuestro hospital. Allá donde voy me gusta llevar la bandera de nuestra ciudad, no solamente a nivel nacional, sino también a nivel internacional, y además tenemos un centro hospitalario muy bueno.

¿Cuáles son los retos a los que debe hacer frente la sociedad?

Son muchos. A nivel global, lo fundamental es mejorar la salud respiratoria de los españoles, que haya equidad en la asistencia sanitaria y que la salud esté centrada en los pacientes para poder atenderlos de la mejor manera, empoderarlos y escucharlos. De hecho, dentro de la propia sociedad científica tenemos el grupo SEPARpacientes, donde ellos trabajan directamente a todos los niveles, haciendo sus propios congresos, elaborando infografías de información útil, participando en encuestas de salud, etc.

Para poder cambiar las cosas, primero hay que saber cómo están, cómo las perciben los usuarios y cómo es su propia experiencia. No solamente a nivel de mejoras, que son lo que llamamos los PROMS (Patient Reported Outcomes Measures por sus siglas en inglés), sino también respecto a la experiencia reportada por el paciente en la atención médica, los PREMS (Patient Reported Experience Measures por sus siglas en inglés).

SEPAR acaba de celebrar su 57º Congreso, con la asistencia de más de 2.000 neumólogos, en el que se han abordado temas de calado, como la detección precoz del cáncer de pulmón, que fue el elemento protagonista del Año Separ 2023, y el Plan del Tabaquismo. ¿Es necesario el cribado en estos tumores? La evidencia científica está ahí, pero las administraciones no acaban de asumirlo.

Ya hay mucha literatura científica al respecto que avala su eficacia, en cuanto a que ahorra fallecimientos. El cáncer de pulmón es el causante del mayor número de muertes por cáncer en España, con 23.000 fallecidos anualmente, y un 80% de los casos son detectados en estadios avanzados. Se diagnostican más de 29.000 nuevos casos todos los años y fallece por esta causa una persona cada 20 minutos. Una detección más temprana permite una mayor posibilidad de supervivencia, y con un programa de cribado se podría reducir la mortalidad hasta un 30%. Por todo ello, SEPAR ha dedicado todo un año a potenciar este proyecto. Y por supuesto, cribado y tabaquismo van de la mano, porque el tabaco es la principal causa de cáncer de pulmón y el cribado permite diagnosticar a estos pacientes fumadores en estadios tempranos para que puedan tener un tratamiento curativo. En el estudio CASSANDRA, que ha propiciado SEPAR, se tienen en cuenta las dos variables y se van a hacer dos tipos de intervención. Una, intentar diagnosticar precozmente a estos pacientes, que es lo fundamental, pero también se va a acompañar con un programa de cesación tabáquica para ayudarles a dejar de fumar

¿Por qué está costando tanto ponerlo en marcha a nivel general?

El último informe del Ministerio de Sanidad no lo consideraba aceptable en términos de coste-eficacia, porque se necesitan muchos recursos. Sin embargo, yo creo que el proyecto CASSANDRA va a demostrar lo contrario. No solo evitando muertes. Hay que tener en cuenta, además, que con la nueva inmunoterapia, que alarga la supervivencia incluso en estadios precoces, se van a evitar ingresos posteriores de pacientes que se iban a diagnosticar en estadios avanzados y que iban a consumir muchos recursos. Y luego mejora la calidad de vida, porque conseguimos que cese de fumar más gente, y por otro lado, también podremos diagnosticar antes la EPOC, porque vamos a hacer espirometrías, o detectar enfermedades cardiovasculares, porque se van a poder ver en el TAC alteraciones a nivel coronario.

Salamanca, que ha entrado en el proyecto CASSANDRA, ¿será entonces referente para valorar si es coste-efectivo implantarlo en el SNS, aunque sea en un grupo poblacional determinado?

Hay un gran compromiso de todo el hospital, tanto desde la dirección como de todos los profesionales y servicios implicados. Ya hemos preparado la infraestructura, establecido el circuito de actuación, en el que también estará Atención Primaria desde el centro de salud Miguel Armijo, hemos avanzando con la burocracia y esperamos empezar pronto a reclutar a los participantes. A nivel nacional, ya hay 139 pacientes reclutados en los hospitales Ramón y Cajal, La Paz, Santa Creu i Sant Pau, Germans Trias i Pujol y Virgen de la Arrixaca, y pronto lo harán en Getafe, Albacete y el Universitario de Canaria; así, hasta un total de 43 centros hospitalarios de toda España.

Para avanzar contra el cáncer de pulmón, ¿es la inmunoterapia el presente ya y el futuro?

La inmunoterapia ha cambiado completamente el pronóstico de estos pacientes, gracias a los diagnósticos personalizados, muchas veces desde la Neumología Intervencionista, que centra el lema de este año de SEPAR y que es una disciplina a la que no se le ha dado la importancia que tiene. Hablamos de pacientes con el cáncer en estadios avanzados en su mayoría, y el diagnóstico debe hacerse con técnicas mínimamente invasivas, que es lo que hacemos en esta unidad, como la broncoscopia o la ecobroncoscopia (EBUS), periférica o radial, y ayudados de la navegación electromagnética, que permite, además, avanzar en la detección precoz y ver y analizar tumores muy pequeños. De esas muestras que recogemos, Anatomía Patológica obtiene diferentes marcadores moleculares que permiten aplicar terapias concretas y dirigidas contra los diferentes tipos de apellidos o mutaciones que tiene el cáncer.

Y no solo para cáncer de pulmón, entiendo que SEPAR habla del Año de la Neumología Intervencionista porque tiene mucha proyección.

Realmente, toda enfermedad respiratoria se favorece en algún momento de la Neumología Intervencionista, porque, como dice nuestro lema, la neumología es propiamente intervencionista. Puedes tratar a un enfermo de EPOC con válvulas para la reducción del volumen pulmonar; en un paciente con asma para reducir la vía aérea que no funciona; intervenir en un derrame pleural; hacer una criobiopsia en una fibrosis pulmonar; y en cáncer, no solo para diagnóstico, también como tratamiento. Con todo, SEPAR quiere darle visibilidad a esa parte de la especialidad que no es visible ni para la población ni para las autoridades sanitarias, porque la Cardiología Intervencionista, por ejemplo, la conoce todo el mundo y se dota a los hospitales para que se pueda llevar a cabo con estándares de calidad. Nosotros también necesitamos formación y recursos, porque ofrecemos muy buenos resultados.

“Toda enfermedad respiratoria se favorece en algún momento de la Neumología Intervencionista”

Tenemos un nuevo plan contra el tabaquismo, ¿es suficiente?

La buena dirección es avanzar en los tratamientos financiados para dejar de fumar y, respecto a esta última ley general, en la que SEPAR ha luchado mucho para que fuera lo más estricta posible, creo que va a ayudar. Cuando salió la anterior, parecía imposible que no se pudiera fumar en los bares, y ahora está totalmente asumido. El paso siguiente, hilando con el lema de la OMS de este año, sería evitar las injerencias de la industria tabacalera hacia los niños y jóvenes, que se incorporan al tabaquismo a través de productos con nicotina que tienen sabor a fresa, a melón o a chicle, como si fuera una golosina. Y no lo es. La nicotina es una droga, y las sustancias tóxicas que tienen los vapers están asociadas a numerosas enfermedades, y también se ha demostrado que las nuevas formas del tabaquismo no sirven para dejarlo, al contrario, perpetúan la adicción.

¿Qué estamos haciendo mal entonces? Porque el mensaje científico es evidente, pero estamos viendo nuevas generaciones de fumadores en aumento.

Vamos por detrás de otros países más desarrollados que han puesto mayor freno a los problemas de tabaco y han actuado antes, pero creo que España sigue los pasos correctos. A nivel de la sociedad científica SEPAR, se trabaja con las autoridades sanitarias para que se regule muchísimo más todo lo relacionado con los precios, el envasado y la publicidad, y para ampliar los lugares donde no se pueda fumar. A nivel hospitalario, ya nos hemos embarcado para formar parte de la red mundial de hospitales sin tabaco, y desde Neumología, uno de mis retos es que empecemos dando ejemplo y concienciando desde la propia sala de hospitalización, porque tenemos pacientes que fuman, es un asunto complejo, y a veces lo hacen a escondidas. También es muy triste ver fumadores a las puertas del hospital, son insuficientes las zonas de prohibición que están marcadas, porque la gente fuma en las aceras o en la parada del autobús. Los sanitarios tenemos que dar ejemplo, y está muy mal que una persona venga a la consulta y los vea fumando en los alrededores.

¿Es la prohibición el único camino?

No solo es este el camino, pero uno de ellos claramente lo es, porque realmente ayuda. Así somos los seres humanos, si no nos lo prohíben, nos relajamos, e incluso prohibiéndolo, seguimos. El siguiente paso son las multas, y aquí en el hospital ya se están poniendo, igual hay que seguir por las terrazas.

¿Es urgente un plan sobre enfermedades respiratorias a nivel europeo, teniendo en cuenta que son la segunda causa de estancias hospitalarias y la tercera causa de fallecimiento?

Claro. En Castilla y León, también por el envejecimiento de la población, las enfermedades respiratorias son las segundas más prevalentes y, efectivamente, son la tercera causa de fallecimiento y motivan el mayor número de estancias hospitalarias. Y, a pesar de ello, se sigue invirtiendo poco en la Neumología, porque es una especialidad que todavía no tiene la visibilidad suficiente. Quizá porque no hablamos de enfermedades que matan a corto plazo, sino que producen mucha cronicidad. Un infarto o una arritmia pueden matarte, y la población tiene más conciencia sobre estas patologías. Muchas veces digo a mis pacientes que deben dejar de fumar cuanto antes, porque tienen una EPOC, y me contestan: “¿pero el corazón lo tengo bien?”. La realidad es que el tabaco no se controla lo suficiente, la contaminación tampoco, y en nuestra comunidad, además, existe el obstáculo añadido del gran envejecimiento poblacional y su residencia mayoritaria en el medio rural, donde el acceso a controles sanitarios es peor y se dejan más como pacientes en relación con las diferentes enfermedades respiratorias.

¿Los graves efectos del cambio climático también suponen un reto importante en las políticas de salud pública?

SEPAR tiene un área específica dedicada a las enfermedades respiratorias de origen ocupacional y medioambiental, EROM, que aborda patologías relacionadas con la contaminación, pero también con el trabajo, como la silicosis en personas que han trabajado en minas, o el cáncer de pulmón relacionado con el radón o el amianto, todavía presente en numerosas construcciones. Respirar es vida, y si no lo haces correctamente, o bien porque no quieres y fumas, o bien porque no te dejan, al tener que vivir en un ambiente tóxico, las consecuencias pueden ser graves.


Seis meses al frente de la jefatura —su nombramiento fue publicado en el BOCYL el 29 de diciembre—, en sustitución de un referente de la Neumología española, el Dr. Miguel Barrueco. Entiendo que es un orgullo, pero también una gran responsabilidad.

Es un gran referente porque ha mejorado mucho el servicio y la atención respiratoria a los pacientes, ha sido una persona que ha tenido proyección nacional e internacional en su lucha contra el tabaquismo y ha puesto al hospital en el punto de mira de otras instituciones y de otros organismos. Pero también he trabajado muy a gusto a su lado, porque me ha dado autonomía y apoyo, y me ha permitido desarrollar toda la unidad de Neumología Intervencionista, que es a lo que me he dedicado desde hace más de 15 años, para colocarla en el nivel donde está ahora. Ahora mi reto es poder seguir mejorando el servicio. Me ha dado un testigo, y debo seguir sumando en esta carrera de fondo y de relevos, seguir corriendo con la antorcha hacia adelante con mi forma de ser y mi forma de trabajar. Es un importante reto, porque soy una enamorada de la Neumología Intervencionista, me encanta el trato directo con los pacientes, y ahora, con las labores de gestión, en cierto modo lo voy a perder. Pero, aunque esto sea la parte más dura, también es verdad que puedo impulsar desde el servicio iniciativas que supongan una mejora de la atención respiratoria en su conjunto.

¿Cuáles son las fortalezas y las debilidades del servicio?

Todavía nos infraestimamos como servicio y como especialidad. Nos falta reconocer que somos capaces de hacer más y que trabajar en equipo nos permitirá hacerlo mejor. Mi reto es que mis compañeros se crean lo válidos que son y que saquen todo su potencial. Y que, con mayor conciencia de grupo, entre todos hagamos un servicio de Neumolología potente para seguir proyectándolo como referente nacional e internacional. Si yo he conseguido a nivel de neumólogo intervencionista que me conozcan en otros países, y también a mi equipo y a mi hospital, ¿por qué no vamos a lograrlo con el resto de unidades?

Precisamente Neumología Intervencionista de Salamanca ha recibido este año la acreditación de la SEPAR como Unidad de Alta Complejidad con Excelencia.

SEPAR está potenciando mucho lograr la homogeneidad en todas las unidades similares de España. Acreditándolas, se auditan los resultados y se detecta lo que funciona bien o dónde hay que mejorar. Primero estuvimos acreditados como Unidad de Alta Especialización, y ahora ya es de Alta Complejidad con Excelencia. Y es así porque hay un gran trabajo detrás de mucha gente que funciona como un equipo: tres médicos, tres enfermeras y tres TCAE, cuya labor no se entiende los unos sin los otros. Quiero transmitir este trabajo en equipo al resto de las unidades, donde hay mucho potencial y muchas ganas de trabajar. Luego tenemos un hospital nuevo, con muchas posibilidades, que también es de gran ayuda, y un Instituto de Investigación Biomédica (IBSAL) que nos permite potenciarnos en investigación. Ya hemos creado un grupo emergente, pero propio, de investigación en patología respiratoria, CARD-10, lo que ha hecho que estemos aumentando el número de proyectos y haya más ilusión, aunque también más horas de trabajo. Otro punto fuerte es la buena relación con Atención Primaria, porque la neumología no puede funcionar sin esta colaboración. Uno de mis objetivos en el proyecto de jefatura es precisamente impulsar el plan HACER (Habilitando el Abordaje en la Comunidad de las Enfermedades Respiratorias), es decir, acercar el servicio a los pacientes respiratorios, y para eso tiene que haber un trabajo conjunto con los centros de salud.

El hospital cuenta también con una Unidad de Cuidados Respiratorios Intermedios (UCRI), fundamental para atender a determinados pacientes y evitar su ingreso en la UCI, pero falta obtener la acreditación…

Es algo que nos falta potenciar. Por un lado, lo positivo es que, gracias a la pandemia, hemos podido mejorar y contar con esta unidad, que aún no está acreditada por la SEPAR, aunque este es un objetivo que está incluido ya en el plan anual de gestión y lo lograremos en breve. Se ha acreditado también la Unidad de Tabaquismo con nivel de excelencia este año, y ahora se va a solicitar la acreditación de la Unidad de Asma, que se comparte con Alergología. También está acreditada, de años anteriores, la Unidad de Hipertensión Pulmonar, en la que recibimos, al igual que en Neumología Intervencionista, a pacientes de otros hospitales; o la Unidad de ELA, de carácter multidisciplinar y que funciona muy bien junto a Neurología.

Se define en su perfil de X como neumóloga intervencionista y médico de vocación. ¿Cuándo lo supo?

Yo supe que quería ser médico con 15 años. En segundo de BUP, cuando había que elegir entre Ciencias y Letras, pensé que quería estudiar algo útil, tengo esa mentalidad, soy muy cerebral, pero también donde se pudiera ayudar a los demás, y entendí que lo mejor sería siendo médico. Luego tuve la desgracia de que mi madre cayó enferma muy pronto, incluso antes de empezar la carrera, y tenía que ayudarla muchas veces. Pude quedarme en Salamanca a estudiar, y en aquella época ya tuve que atender a mi madre más a fondo, con visitas médicas, inyecciones, cuidados de todo tipo. Fui su cuidadora y cuidadora de mis hermanos. Con 20 años, mi madre murió, y yo estaba en tercero de medicina.


Y son ocho hermanos…

Sí, y realmente esta situación me enseñó a trabajar en equipo y me ayudó en mi forma de ver la medicina. También experimenté muy de cerca y muy joven ese sentimiento ante la debilidad de un paciente. El ver a alguien totalmente desvalido yo lo viví con mi madre desde muy pequeña. Desde entonces, y a pesar de todas las vicisitudes de la vida y de las complicaciones que muchas veces existen en el ámbito laboral, nunca he dejado de ser sensible y volcarme en intentar reconfortar a los pacientes.

¿La empatía con el paciente es la cualidad número uno del médico?

Lo es. Y lo he vivido también como paciente —se está recuperando de una rotura de rodilla y pasó un cuadro grave de covid-19 al inicio de la pandemia—, porque, cuando te sientes desvalido como enfermo, solamente que te sonrían ya es un paso importante. Lógicamente, quieres un profesional con conocimientos científicos, pero para ser buen médico tienes que ser buena persona, y ser paciente con el enfermo y los cuidadores, que también atraviesan momentos muy duros. Hay que tener al paciente en el centro en todas sus dimensiones, y esto es lo que hay que enseñar desde el principio a los residentes y a los estudiantes.

Pero existe la sensación de que nos estamos desviando un poco del camino correcto, más hacia la tecnología y menos en el humanismo.

La inteligencia artificial y todas las tecnologías pueden suponer muchas veces obstáculos a esta parte humana, debemos estar vigilantes. La inteligencia artificial ofrece muchas ventajas, pero hay que saber utilizarla como una herramienta para poner al servicio de los pacientes y para ser mejores médicos. Ayuda, pero nunca va a sustituir completamente al médico. Por ejemplo, una app de seguimiento para controlar los síntomas respiratorios facilita la atención, pero siempre tiene que ir adaptada y dirigida a una solución final que ofrece el facultativo de forma personalizada al paciente.

Después de estos 35 años desde que acabó la carrera, ¿cree que eligió el camino acertado?

Si existe otra vida, volvería a ser médico, incluso creo que médico de Familia, aunque me encantan las técnicas. Estoy muy satisfecha de ser neumóloga intervencionista y, además, mujer, en una especialidad que siempre ha sido cosa de hombres y en la que todavía hoy son mayoría. La medicina me ha dado muchas satisfacciones, y aunque en algún momento he echado en falta no haberme ido al extranjero o haber hecho la especialidad en otro hospital, no me arrepiento de haberme quedado aquí, haber estado en compañía de mi padre hasta el final y haberme desarrollado en este hospital, donde ahora me han dado la oportunidad de poder impulsar este servicio.

¿Pudo haberse ido y todo habría sido diferente?

Me quedé aquí por la familia. Mi padre había quedado viudo recientemente, todos mis hermanos ya se habían ido de casa, y le prometí a mi madre que lo cuidaría. Tenía número para haberme ido fuera y, de hecho, cuando entré a la sala para elegir la plaza, tenía pensado optar por el Hospital Sant Pau de Barcelona, pero justo en ese instante pasó toda mi vida por delante, y dije: “me quedo en casa”. Mi padre, en un principio, se enfadó mucho, porque no quería ser un obstáculo para mi desarrollo profesional, pero después se alegró por el gesto de haberme quedado y pudo disfrutar de mis inicios en esta profesión. Luego he tenido la oportunidad de viajar mucho por toda España, EEUU y Europa, porque el hospital me ha permitido formarme fuera, y mi familia, mis hijas y mi marido, han sabido ver que yo necesitaba viajar en muchas ocasiones. También he tenido la facilidad de traerme aquí a otros profesionales y realizar intercambios formativos. He estado siempre muy involucrada en hacer formación en Neumología Intervencionista, casi me ha obsesionado, porque en estas técnicas enseñar al que es nuevo supone evitar un posible daño para el paciente. Cuando asumí la unidad hace 17 años, lo primero que hice con un premio que me dieron por una comunicación fue comprar un muñeco para enseñar broncoscopias, y luego he ido comprando más cosas y se han realizado muchísimos cursos de formación. Ahora, los imparto a nivel internacional, y a nivel nacional dirijo el Curso de Neumología Intervencionista organizado por la SEPAR en el centro de Cirugía de Mínima Invasión Jesús Usón de Cáceres, que cuenta con 10 ediciones desde 2015. Tengo una obsesión por no hacer daño al paciente, así que todos los residentes que se forman conmigo no hacen ninguna intervención si antes no han practicado con un modelo.

“Tengo una obsesión por no hacer daño al paciente, es fundamental formarse con modelos”

Por las manos de los profesionales pasa muchas veces el futuro de una persona, justamente en relación al bien más preciado, que es la salud. ¿Cómo se convive con eso? ¿Cómo se gestionan los fracasos o sencillamente que las cosas no salgan como se esperaba?

Hay dos tipos de fracaso, entre comillas. Primero, porque puedas tener algún error o complicación, que no negligencia. La medicina es una ciencia de incertidumbres, dos y dos no siempre son cuatro, por eso nos obsesionamos con protocolizarlo todo, para hacer certeza y asegurarle al paciente que todo saldrá de forma correcta. Lo importate es haber hecho bien las cosas, aunque luego se puedan complicar y sea una decisión equivocada para una persona en concreto y no se logren los resultados esperados. Esto te hace aprender de tus errores y te ayuda a mejorar. El otro fracaso, también entre comillas, es que lo que haces no valga para mejorar ni para curar al paciente. Esto es más difícil. ¿Cómo lo solventas? Pensando que en todo lo que has hecho, y hasta donde has podido llegar, siempre has estado junto al paciente acompañándole, también desde el punto de vista personal. Logrando que el paciente se haya sentido bien y comprendido, y consciente de que le has querido ayudar en todo lo posible. Claro que he llorado con pacientes, y muchas veces te vas a casa mal, porque al final esa empatía hace que conozcas toda su realidad personal, y eso es muy duro. Conoces toda su vida, y te tienes que sobreponer para poder ayudarle, pero el mal trago te lo llevas a casa.

¿Y se compensa todo con un paciente agradecido?

Eso es lo mejor que hay, solo con que te den las gracias. A veces te entregan unas cartas que te sorprenden, o te dicen: “Te traigo este regalo doctora”, pero es simplemente la palabra gracias lo que es reconfortante.

¿Hemos mejorado en comunicación y humanización? Porque en la relación médico-paciente sigue habiendo un poco de todo.

Hay que seguir trabajando en ello, es otro de los proyectos destacados del plan anual de gestión de este año en el hospital. Pero también hay que tener en cuenta la gran presión asistencial, la obligación de ver a muchos pacientes en muy poco tiempo, y las esperas que, lógicamente, generan mucha ansiedad. Falta personal para poder llegar a todos con el tiempo suficiente, y tenerlo haría que el profesional también estuviera más tranquilo. Yo querría hablar más con cada paciente, preguntarle por sus problemas, poner su enfermedad en contexto, pero si tengo solo 10 minutos con cada uno… Es una deshumanización que nos viene dada. Dentro de este problema, ¿podemos hacer las cosas mejor? Por supuesto que sí.

Es también profesora en Medicina, y a lo largo de todos estos años ha visto cómo han ido cambiando las cosas. Como alumna de entonces, como profesora de ahora, como médica y como formadora de residentes, ¿cómo definiría la evolución de la Medicina en estas décadas?

La forma de impartir docencia ha mejorado mucho. Antes se basaba en clases magistrales, copiabas apuntes y poco más, y te enfrentabas a exámenes teóricos muy complejos de toda la asignatura. Ahora se enseña más en colaboración directa con el alumno, y las tecnologías han ayudado a hacer clases compartidas, a veces incluso invertidas, donde el alumno da la clase y tú corriges o debates. Les ofreces los conocimientos antes para que los revisen y luego las clases presenciales son simplemente para resolver. Se hacen seminarios, muchas prácticas y el profesor es mucho más cercano. Aunque todavía hay mucho margen de mejora, por ejemplo, haciendo los temas más prácticos, para que los alumnos realmente sepan lo que es ser médico, e incluir contenidos transversales. Sin embargo, gracias al sistema MIR, los futuros médicos aprenden todos los contenidos y habilidades que no adquirieron en la facultad y que son necesarios para ser buenos médicos. Y eso es lo mejor de nuestro sistema sanitario de formación, la relación estrecha entre la Universidad y los centros sanitarios.

¿Entonces tenemos mejores o peores médicos ahora?

Tienen muchas más herramientas para salir mejor preparados, pero atraviesan por las mismas fases que teníamos antes. Cuando te enfrentas a lo que supone trabajar como médico, sabes todo lo que te falta por aprender. Las tecnologías nos ayudan a adquirir conocimientos mucho más rápido, pero también puede ser un arma de doble filo, y nos puede hacer menos humanistas y no tener en cuenta la atención integral del paciente.

Una visión humanista que tiene de la medicina, de cuidar, de empatizar, que le llevó a elegir Neumología, ¿por qué?

Yo quería una especialidad médica, porque me gustaba el contacto con el paciente, y quería también una parte intervencionista. Medicina Interna me parecía inabarcable y dudé en elegir Cardiología. Pero como finalmente me quedé en Salamanca, el destino eligió por mí.

La covid situó a los neumólogos en primera línea. ¿Ha sido el peor momento de su carrera?

Ha sido uno de los peores momentos de mi vida. La Neumología Intervencionista y la broncoscopia eran un punto crítico de infección por covid. De hecho, fui la primera persona sanitaria del hospital que se conoció como infectada por SARS-CoV-2. Ya estaba enferma el 9 de marzo, y hasta que declararon el estado de alarma el día 14, el hospital todavía funcionaba con normalidad. Debido a que trabajaba en broncoscopias, un sitio donde, especialmente, era más fácil cogerse la infección por covid, caí enferma muy pronto. Cuando me hice la prueba y di positivo, tuve que dejar el hospital, y enseguida comenzó el estado de alarma. Por supuesto, mi marido también se infectó y fue ingresado en estado grave. Cuando la prueba fue negativa, me tuve que incorporar enseguida, aunque todavía físicamente no me encontraba bien del todo, porque estábamos como en un hospital de guerra, hacía falta gente. Alguna vez sufrí mareos, fue muy duro, pero había muchísimo trabajo, sábados y domingos, sin descanso, y veías morir gente continuamente.

Fue duro en general, pero en un hospital no me lo puedo ni imaginar…

Cuando estuve enferma y mi marido después estuvo ingresado con oxígeno, no se sabía nada de este virus. Me acuerdo de que me dolía hasta el pelo, no tenía fuerzas. Vi la muerte de cerca y había compañeros que estaban muriendo. Fue duro personalmente, pero también desde el punto de vista profesional, porque era trabajar igual que en un hospital de guerra.

¿Y aprendimos algo?

Como neumólogos, aprendimos muchas cosas. De ahí vino la UCRI y se demostró que salva vidas, y aprendimos del control de infecciones. Desde el punto de vista personal, sacó lo mejor de nosotros en una época, pero también lo peor.

La covid situó a los neumólogos en primera línea. ¿Ha sido el peor momento de su carrera?

Ha sido uno de los peores momentos de mi vida. La Neumología Intervencionista y la broncoscopia eran un punto crítico de infección por covid. De hecho, fui la primera persona sanitaria del hospital que se conoció como infectada por SARS-CoV-2. Ya estaba enferma el 9 de marzo, y hasta que declararon el estado de alarma el día 14, el hospital todavía funcionaba con normalidad. Debido a que trabajaba en broncoscopias, un sitio donde, especialmente, era más fácil cogerse la infección por covid, caí enferma muy pronto. Cuando me hice la prueba y di positivo, tuve que dejar el hospital, y enseguida comenzó el estado de alarma. Por supuesto, mi marido también se infectó y fue ingresado en estado grave. Cuando la prueba fue negativa, me tuve que incorporar enseguida, aunque todavía físicamente no me encontraba bien del todo, porque estábamos como en un hospital de guerra, hacía falta gente. Alguna vez sufrí mareos, fue muy duro, pero había muchísimo trabajo, sábados y domingos, sin descanso, y veías morir gente continuamente.

Fue duro en general, pero en un hospital no me lo puedo ni imaginar…

Cuando estuve enferma y mi marido después estuvo ingresado con oxígeno, no se sabía nada de este virus. Me acuerdo de que me dolía hasta el pelo, no tenía fuerzas. Vi la muerte de cerca y había compañeros que estaban muriendo. Fue duro personalmente, pero también desde el punto de vista profesional, porque era trabajar igual que en un hospital de guerra.

¿Y aprendimos algo?

Como neumólogos, aprendimos muchas cosas. De ahí vino la UCRI y se demostró que salva vidas, y aprendimos del control de infecciones. Desde el punto de vista personal, sacó lo mejor de nosotros en una época, pero también lo peor.

El decálogo

Un libro. El Quijote, de Miguel de Cervantes, me lo leí con 15 años y me encantó; Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez; y sobre todo, El principito, de Antoine de Saint-Exupéry, un libro sencillo, pero realmente referente y que me ha ayudado mucho.

Un disco o canción. I will survive, de Gloria Gaynor.

Una película. Casablanca, de Michael Curtiz.

Un plato. La paella valenciana.

Un defecto. Estricta, demasiado ordenada y muy exigente, conmigo y con los demás.

Una virtud. El orden y las cosas bien hechas, con sentido, no me gusta la mediocridad.

Una cualidad que valora en los demás. El esfuerzo.

Un sueño. Poder jubilarme, estar en una casa con jardín en una ciudad que tenga mar, donde pueda disfrutar de mi familia y de mis amigos mucho tiempo. Y que, cuando me jubile, esté lo suficientemente bien de salud para poder disfrutar de la vida y seguir haciendo rutas y caminar por la montaña, que es lo que me gusta.

Una religión. Soy católica, y creo en otra vida en la que me voy a poder encontrar con mis padres.

Un chiste. —¡Eres un egoísta! —¡Y una mierda pa’ mí!

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