Por Germán Payo Losa
Director de Educahumor
Mi hermano iba en coche. En una curva un conductor bebido no giró bien. Choque frontal. Los dos murieron. “Me han quitado el carnet. Me cogieron a 190”, comentaba en un corrillo un amigo. Todos le miraban con la expresión de “¡Qué mala suerte!” Mi vecino me comenta que ha venido de noche a 260.
Este año, por primera vez ha descendido el número de muertos en la carretera. ¿Cuál es la verdadera razón? ¿El carnet por puntos, las fuertes multas y la consideración de que uno puede ir a la cárcel, o sea, el palo? ¿Ha funcionado la campaña para concienciar a la gente? ¿Somos más civilizados o más temerosos? ¿Y qué tiene que ver la risa con este tema que es muy serio? ¿Reír más ayuda a conducir mejor?
Nos transformamos al volante. Rompemos las barreras del cuerpo y podemos sentir el gran placer de traspasar límites. La velocidad es una droga, y si te gusta conducir, más. Al probarla, engancha. Si tengo una autoestima baja, a veces, la compenso acelerando. Reírme de mí ayuda a aceptarme como soy y no buscar compensaciones. Nadie es más por ir más rápido. Albert Boadella dice que él como conductor mete la pata. A quienes se enfadan, les pide perdón, con cara compungida y nariz de payaso.
Mi autoestima no dependerá de que me adelanten o piten. El humor ayuda a relativizar. “Pura, está verde”- le dije a una amiga-. “Espera a que pite el imbécil que tenemos detrás”- contestó al tiempo del pitido. Dicen que un nanosegundo es el tiempo que tarda en pitar el de atrás cuando cambia a verde.
En mis talleres de humor planteo:“¿Qué respuesta das al: “¡Mujer tenías que ser!”. Hay mujeres que responden con tacos de lo más soeces – “¿Qué se ha creído que es?”- y otras que lanzan besos. Desde el humor puedo reír porque mi bienestar personal no está en manos de otro, de lo que diga o lo que haga, sino sólo en las mías.
Mi autoestima no dependerá de que me adelanten o piten. El humor ayuda a relativizar
No puedo cambiar a los demás, ni el tráfico. Reírme relaja. Reír en atascos alivia el estrés. Hace años, los taxistas de Barcelona reconocían que los miércoles y sábados, cuando se oía el programa de Luis del Olmo “Debate sobre el estado de la nación”, divertidísimo, el tráfico era mucho más sereno. La risa y el estrés son opuestos fisiológicamente hablando. No me puedo reír y estar estresado al tiempo. La risa ventral hace que genere, endorfinas, estos opiáceos naturales queme relajan. Me estreso y mi cerebro inyecta adrenalina y cortisol que me tensan. Pero no puedo hacer las dos cosas a la vez, reír y estresar, como en mi coche no puede ir adelante y atrás al tiempo. Por eso, ayuda tener la risa entrenada, para utilizarla en momentos de tensión, como alternativa al cabreo. No es fácil, pero sí posible, con una cierta práctica.
Reconozco que me molesta que un tío se cuele rápido, antes de un semáforo en rojo y me haga frenar, pero esa indignación puedo resolverla con humor o con agresividad. Forges en una situación así, se bajó y le pidió al joven al volante un autógrafo, porque admiraba su conducción deportiva. En los coches de al lado, testigos de la maniobra, se partían de risa por la ocurrencia. “Y me firmó”- nos contaba.
La velocidad era poder,
y la velocidad era gozo,
y la velocidad
era pura belleza.
R. Bach, Juan Salvador Gaviota.
Yo puedo decirme: “¡Qué capullo!” o “¡Qué reflejos tengo! No le he dado por un milímetro. Tendrían que darme un premio”. Mi salud es la que se resiente con una emoción negativa o mejora con una positiva. Yo elijo.
“Compra cocaína. Te sentirás de fábula”. “Si tomas cocaína, te castigamos”. Nos dan un mensaje y el contrario. No es cocaína, es velocidad. Pero es droga. Nos venden placer sin control. Toma las curvas a la velocidad que quieras, que para eso están el ABS, ELR, VSC, TRC… de los coches. Es el mensaje subliminar. Mejores ser conscientes y críticos, admitir que nos gusta la velocidad y que se puede ser feliz controlando mis ansias de ir a tope, aunque sea director de Tráfico, y me pille una tele yendo más rápido de lo permitido.
Me dieron por detrás en la entrada a una rotonda. Hacía -2º y era de noche. Ya temía yo. Vino el hombre y amablemente rellenamos el parte. “¡Qué suerte! Esto sí que es Europa”, pensaba. Aún me vienen las imágenes de personas que, hace años en situaciones similares, he visto salir gritando y liarse a porrazos, en medio de insultos.
Hace 35 años fui por primera vez a Londres. No podía creerme lo que veía. Pisabas en un paso de peatones, por muy ancha que fuera la calle, y paraban todos los coches, los del otro extremo también. Dos veces nos despistamos conduciendo e íbamos por la derecha. Nos daban las luces y ya. Ni un enfado, ni caras de disgusto. O sea, se puede reaccionar de otra forma. Pero claro, si nos controlamos, conducimos con flema inglesa y no nos enfadamos, estamos dejando de ser la reserva del tradicional orgullo hispano y como oí: “Es que si no me cabreo, no sería español, ¡sería sueco!”.
Deja una respuesta