Por M. Puertas
Alteramos en este número el dulce anonimato que concede una jubilación aderezada con sanas y gratificantes aficiones como la pintura. Nos ocupa la figura de Rafael Sastre Martín, que tras una larga conversación nos demuestra que ese ‘san Benito’ de mal genio, no es para tanto. Al contrario, colaborador, cercano, sincero, preciso y con una cabeza muy bien amueblada, nos va desgranando una trayectoria a la que no quiere darle más importancia de la que tiene. Salamanca Médica, considera, no obstante, que es de justicia recuperar la voz de figuras de este tipo, que en su área, marcaron una etapa importante de la medicina salmantina. Lean con atención, hay mensajes para todos.
Un médico jubilado como usted, ¿cómo vive ahora la Medicina, a mucha distancia, con añoranza, con cierto gusanillo…?
Añoranza y gusanillo, ninguno. Es una actividad que pasó. La medicina en el momento actual está para que uno se desentienda de ella una vez jubilado, porque el fallo del médico no se perdona así como así.
¿También para usted es cierto aquello de que no se deja de ser médico nunca?
Desde luego.
Si volviera para atrás, ¿optaría por la misma carrera y profesión?
Igual, aunque me la plantearía de una forma distinta. Una de las cosas que siempre he añorado, que quise y estuve a punto de lograr, fue llevar los servicios de Cirugía Torácica a la Facultad donde estudié con aprovechamiento y de la cual soy doctor. Siempre añoré mucho que un servicio de cirugía torácica no tuviera cabida en el Hospital Universitario. No lo logré, pero me hubiera gustado impartir la docencia, llevar mis conocimientos a los estudiantes de Medicina de aquella época. Es cierto que hubo colaboración en las sesiones clínicas a las que íbamos siempre y hubo un catedrático, Balcells, que me ayudó para hacer cosas en otros hospitales, fuera de Los Montalvos.
¿Siempre tuvo tan claro que quería ser médico? ¿Por qué?
Sí, probablemente influido de niño por las conversaciones y los consejos de mi madre acordándose de su padre, al que no conoció. Influenciado quizás constantemente por ese hablar de mi abuelo Rafael.
Una vez dentro de ella, ¿la Medicina respondió totalmente a sus expectativas?
Sí, como profesión sí, desde luego que sí.
¿Alguna espina clavada en el ámbito profesional?
Esa. No haber podido en algún momento determinado llevar los muchos o pocos conocimientos de este tipo de patología a los alumnos y docentes de la Facultad de Medicina, aunque sí logramos tener en nuestro servicio MIR, que luego ya desaparecieron.
¿En su opinión cuál es la cara más amable de esta profesión?
Es tan sencilla como poder ayudar y si es posible restablecer la salud perdida de nuestros pacientes, sin lugar a dudas.
¿Y la más dura?
Quizás el sacrificio que conlleva y que repercute directa e indirectamente en la familia, puesto que en nuestra época la dedicación era casi de 24 horas, aunque si tienes una familia que lo comprende, como en mi caso, acaban esos sin sabores.
En la balanza de su trayectoria, ¿pesan más los buenos momentos que los malos?
Sí. Haciendo un balance general, creo que los buenos son suficientemente gratos como para olvidar el resto, que sólo el cirujano los conoce.
¿Recuerda alguno en especial?
Muchos, pero uno especialísimo, grato y amargo al mismo tiempo. Operábamos a una paciente muy joven, de 18 o20 años, por una infección pulmonar grave, debido una afección congénita del pulmón de años, calificada de una tuberculosis que nunca tuvo. Se planteó la extirpación del pulmón y se recuperó totalmente. Fue una gran satisfacción, pero a la vez viví un mal momento porque sus familiares, concretamente la madre, se negó a prestar la sangre en un accidente preoperatorio que surgió. Cuando todo el mundo se disponía a colaborar, la madre fue la única que desapareció. Otro momento que recuerdo con gran satisfacción tanto para el hospital como a nivel personal fue la elección como ponente en el Congreso Nacional de Cirugía, con una ponencia sobre tumores del mediastino.
“Los buenos momentos han sido suficientemente gratos para olvidar el resto”
¿Cuál es su concepto del buen médico?
Es el profesional estudioso, preparado, con vocación y, por lo tanto, dispuesto a dar todos sus conocimientos para el fin de la Medicina y prestándose a hacer grandes sacrificios que le van a surgir durante su ejercicio.
¿Y su concepción del enfermo?
Como yo he sido enfermo también, y grave, creo que hay que poner en manos de los médicos que te atienden toda tu fe, tu sacrificio y esas ganas de volver a la normalidad que se añora tanto cuando uno está enfermo. Esas pequeñas cosas como pasear, estar con tus amigos, familiares o ir a buscar el periódico, se añoran de forma enorme cuando la salud se ha perdido. También es clave la esperanza de volver a recuperar la salud.
¿Ser médico ayuda a llevar la enfermedad?
Creo que no. Siendo sincero, pienso que muchas veces el médico, por el hecho de serlo, dificulta la labor de sus colegas.
¿Hasta qué punto la relación médico-enfermo es clave para el acto médico?
Primordial. Sin ella no hay posibilidad ni de ejercer la Medicina, ni que el enfermo reciba con fe nuestros conocimientos, ni posibilidad de que las cosas vayan por buen camino.
¿Eso se cumple hoy?
Es algo que en el momento actual en medicina se ha perdido de forma clara y alarmante. Salvo excepciones, esa estrecha relación no se cumple. Está deteriorada, y creo que no por culpa del médico, sino por una serie de factores que no tienen nada que ver ni con el médico ni con el enfermo.
Rafael Sastre Martín nació en Salamanca el 26 de febrero de 1929, en el seno de una familia sencilla. Su padre, natural de Ledesma, primero fue dependiente de ferretería, y después regentó la Ferretería Julián, conocido establecimiento de la calle Toro. Su madre, natural de Encinas de Abajo, era hija del médico que atendía esta localidad y otras de los alrededores. La figura del abuelo materno, a pesar de no haberlo conocido, sería clave para que Rafael también optara por la Medicina.
El doctor Sastre es el mayor de dos hermanos (el pequeño, notario de profesión, se ha jubilado recientemente en Burgos).
Rafael cursó sus primeros estudios en las Siervas de San José y en la Normal de Maestros, luego pasó a los Agustinos de Calatrava y a los Maristas, donde concluyó el Bachillerato. A continuación inició los estudios de Medicina, también en Salamanca, donde acabaría la carrera en 1952 con Premio Extraordinario.
Con el título en la mano, se marcha a Bilbao para hacer la especialidad. Allí trabajó en el Grupo Sanatorial Santa Marina y en el Hospital de Cruces, donde tuvo como maestro a Carmelo Gil Turner, jefe del Servicio de Cirugía Torácica. Concluido este periodo entre 1952 y 1958, vuelve a Salamanca por traslado, con una plaza inicial de ayudante en el Hospital de Los Montalvos, y como médico titular de Casas de Socorro, tras superar una oposición a la que también se presentaron, entre otros, Dámaso Sánchez de Vega, Moreno de Vega, Arturo Santos, Bautista…
Su estancia en Bilbao le permitiría conocer a la mujer de su vida, Pilar Ibarretxe, recientemente fallecida, con la que se casó en octubre de 1959. De este matrimonio nacieron cinco hijos, por este orden, Rafael (profesor Titular de Derecho del Trabajo en Salamanca), María Pilar (médico que ejerce en el Virgen de la Vega), María Isabel (ingeniero informático), Begoña (Licenciada en Derecho) y María del Mar (médico de Urgencias en la Comunidad de Madrid).
Tres años después de su llegada a Los Montalvos sustituye al doctor Ledesma como jefe de Servicio de Cirugía Torácica. Eso ocurrió en 1961, momento a partir del cual Los Montalvos, un hospital antituberculoso fundamentalmente, fue convirtiéndose en un centro de enfermedades del tórax. “Aunque ya se hacían pequeñas cosas, puede decirse que la cirugía torácica propiamente dicha comenzó en Salamanca cuando yo llegué”. En este sentido, ha explicado que además de la tuberculosis, se comenzó el tratamiento de otros procesos, incluso, recuerda, “llegamos a hacer alguna intervención de corazón”.
Permaneció como jefe de Cirugía Torácica de Los Montalvos hasta su jubilación en 1994, con 65 años. Durante sus últimos diez años en este centro, y a raíz de la jubilación de Fernando Sánchez León, compaginó la Dirección del Hospital con la Jefatura de Servicio.
A los 65 años, aún con ganas de trabajar, decide continuar ejerciendo hasta los 70 en el Ambulatorio Virgen de la Vega, donde pasa consulta de Neumología y Cardiología. Cabe añadir que durante toda su trayectoria en Salamanca mantuvo consulta privada, siendo una de las más frecuentadas de su especialidad.
Al margen de la Medicina, se declara gran aficionado a la pesca, fundamentalmente de truchas, a la pintura y a los deportes en general. Si bien ya hace tiempo que abandonó la práctica del atletismo, en el que de joven hizo sus pinitos, no se puede decir lo mismo de la pintura. Con el tiempo este hobby ha ido captando más atención de Rafael, que con mucha frecuencia se encierra en su pequeño estudio para pintar. “Lo hago –matiza- sólo para mí y para mis familiares y amigos e incluso alguno se atreve a colgarlos”.
Sin embargo, los índices de curación son muy superiores a los de entonces, ¿qué opina del nuevo modelo de Medicina más basado en la técnica y menos asentado en la relación médico-enfermo?
Creo que los hallazgos técnicos actuales son verdaderamente llamativos, impresionantes, efectivos, muy positivos para la evolución y el buen hacer en la Medicina, pero para ser sinceros no son suficientes. Hay enfermos que no pueden beneficiarse ni de la alta tecnología, ni de los grandes avances. Estos casos requieren algo distinto, que es lo que única y exclusivamente puede dar el buen hacer de eso que he señalado como el prototipo de buen médico.
¿Sus principios de actuación cuando se ponía delante de un enfermo?
Normalmente por lo general he sido una persona seria, en el sentido del trato, pero al enfermo lo he respetado como tal siempre y ha sido para mí algo verdaderamente sagrado, no sólo en cuanto al trato, sino a la hora de poner todos mis conocimientos al servicio de su salud.
Siguiendo con las diferencias, la Medicina que se enseña hoy no tiene nada que ver con la de entonces, ¿qué echa usted de menos en la de hoy?
Creo que las enseñanzas en la Medicina son parejas. Naturalmente, cambian una serie de hallazgos, progresos e investigaciones que han echado por tierra algunos de los conceptos de la medicina pasada, sin embargo es claro que quizás a nosotros, de una forma más reiterativa, se nos señalaba, se nos imbuía de forma constante, que el quehacer del médico no dependía sólo del conocimiento, sino de ese algo que hemos señalado en la praxis médica, en el buen hacer de un médico con mayúsculas.
¿Algún consejo para los médicos jóvenes?
Nada en especial. El mismo que hemos seguido otros, tener una vocación firme, trabajar y atender al enfermo como, sin lugar a dudas algún día él, ya enfermo, querrá que le atiendan. Trabajo, honestidad y conocimiento son las claves de un buen médico.
¿Los frutos derivados del ejercicio de la Medicina que se recogen durante la jubilación son muchos?
Lo importante es sentirse satisfecho por haber cumplido con tu deber. La mayoría de las satisfacciones están en terminar de forma gozosa, tranquila, con cierta añoranza, sabiendo que has pasado, al menos, con el deber hecho y si es bien hecho, mucho mejor. Amén de eso, olvidarse la gente, se olvida de todo y de todos. Eso ya lo sabe el médico desde que comienza.
Su opción por la cirugía torácica ¿se debió a algo en especial?
Circunstancial. Simplemente por llegar a un servicio donde había un jefe con gran prestigio y joven como Carmelo Gil Turner, que con Caralps y el Marqués de Villaverde, fueron los tres primeros cirujanos torácicos por oposición en España. El de Bilbao era un servicio que funcionaba muy bien tanto desde el punto de vista quirúrgico como médico. En este sentido, cabe destacar a tres grandes neumólogos como López Areal, Zumárraga y Arróspide, entre otros.
¿Se considera el pionero de esta especialidad en Salamanca como dicen?
Si pionero significa haber intervenido los primeros pacientes que necesitaron algún tipo de intervenciones torácicas, no, puesto que aquí ya se practicaba cirugía de pared, fundamentalmente para el tratamiento de la tuberculosis pulmonar. Sin embargo, sí me considero uno de los primeros cirujanos torácicos que practicaron en esta ciudad y provincia cirugía de exéresis pulmonar, en el tratamiento de la tuberculosis, el cáncer o las infecciones pulmonares, también cirugía del mediastino, diafragmática y pleural, entre otras. Si no pionero, sí de los primeros, y desde luego de los que generalizaron la cirugía torácica en Salamanca y en el resto de la región, porque recibíamos pacientes de Ávila, Zamora, Valladolid, Palencia, etc. y muchos de Cáceres.
¿Su llegada coincide entonces con el despertar de la especialidad en Salamanca?
Así es, con éxito y también con algunos sinsabores, porque en el gremio de los médicos somos muy dados a evitar que alguien haga algo que nosotros no hacemos. No se te olvide que habla el hijo del ferretero. El nombre que iba cogiendo Los Montalvo no gustaba a todos y menos a algunos docentes.
¿Cuál cree que fueron sus aportaciones?
Traer una serie de técnicas que, o no se practicaban o se hacían de forma esporádica en la ciudad, en la provincia y en la región, como fueron la cirugía torácica en sí y lo que ésta conlleva en exploraciones, como la endoscopia bronquial, la endoscopia intrapleural y otras.
“Sinceramente creo que sí hubiera llegado más lejos de haber ejercido en otra provincia u hospital”
“Salamanca no ha hecho justicia con Los Montalvos”
¿Y el secreto de su éxito profesional?
Hacer las cosas como me enseñaron donde trabajé, que salieran bien por fortuna al principio, con no todos los medios que uno añoraba, y el que el resto de profesionales me dieran su beneplácito, su buen hablar, para que lo que era una cirugía en Los Montalvos hasta entonces muy determinada, como era la de pared, se ampliara a los conocimientos que en aquella época afloraban dentro de una nueva especialidad quirúrgica.
El nombre de Los Montalvos, ¿qué significa para usted?
Aparte de ser un complejo hospitalario excelente, fue ese escalón o escalones que me permitieron, con la buena acogida de la dirección y compañeros de entonces, ejercer una profesión y una especialidad que tanto hemos querido y amado todos los profesionales que allí trabajábamos, el resto de la clase médica y los enfermos que se beneficiaron de ella. Es un hospital desde luego muy querido por mí y al que le deseo en este nuevo camino, que parece ser está empezando, aunque no muy bien definido, ocupe el lugar que le corresponde y que logró en un momento durante muchos años.
¿Alguna vez ha pensado que podría haber llegado más lejos de haber ejercido en otra provincia u hospital?
Sinceramente creo que sí, desde el punto de vista profesional y técnico. Sin embargo, desde el punto de vista familiar y de la añoranza de nuestra tierra, creo que son suficientemente equilibrados ambos lados.
¿Se sintió alguna vez en inferioridad de condiciones respecto a los compañeros del Virgen de la Vega o el Clínico?
No, en inferioridad de condiciones no. La prueba es que en muchas ocasiones colaboramos con ellos. Operamos en el antiguo Hospital Provincial y colaboramos con los servicios de Traumatología y Neurocirugía del Virgen de la Vega, siempre con el beneplácito y entusiasmo de los jefes de servicio de estas instituciones.
¿Cree que se ha hecho justicia con el papel del Hospital de Los Montalvos durante tantos años en Salamanca?
Creo que no, porque aunque los enfermos han sido los que han reconocido la labor de este centro hospitalario, debió recibir esa ayuda que en múltiples ocasiones pidieron y añoraron sus servicios y que no siempre les fue otorgada. Me refiero fundamentalmente a la posibilidad docente de los alumnos de la facultad de Medicina. Si bien en alguna ocasión se hizo como meras prácticas en algún tipo de patología médica, no siempre fue la colaboración que tanto asistencial como docente pudo prestar ese hospital.
“La mezcla de actividades que se está haciendo en Los Montalvos no me convence para nada”
¿De quién fue culpa eso?
Culpables ninguno; indiferentes, probablemente casi todos, instituciones y algunas personas.
Del rumbo actual de Los Montalvos, ¿qué opina?
Estoy convencido de que el Hospital tiene actualmente actividades, que, salvo que yo no tenga conocimiento de alguna situación especial, podrían estar encajadas la mayoría de ellas en un hospital clínico. Dada la carencia actual para el tratamiento y asistencia de otro tipo de enfermos como el geriátrico, dependiente o no, que la sociedad cada día reclama más, este centro debía haber estado dirigido más a una institución de hospital geriátrico, de hospital de tratamientos paliativos, de dolor, de enfermos neurodegenerativos crónicos y de otro tipo de enfermedades que en estos momentos plantean grandes y graves problemas a la sociedad. Esa debiera haber sido la proyección de un hospital con las excelentes características que tiene éste. Creo que otro tipo de medicina asistencial no tiene cabida en él, de la forma que está planteado, porque se está atendiendo a enfermos muy dispares y eso no tiene ninguna razón de ser. Esa mezcla no me convence.
A modo de balance en el plano personal, ¿podría definir su filosofía de vida?
Muy sencilla, trabajar como me enseñaron mis padres, seguir la conducta que me indicaron, con aportaciones personales, crear una familia espléndida y ejercer mi profesión con honestidad.
¿Satisfecho con su trayectoria?
Creo que nadie debe estar satisfecho con lo hecho. Pienso que ha sido una trayectoria normal y vulgar, como la de cualquier otro profesional de los muchos que ha habido en Salamanca, porque lo de llegar a otro tipo de estamentos, eso simplemente es para los elegidos y yo no he sido de esos…recuerda que era el hijo del ferretero.
¿Su mayor satisfacción personal?
Mi familia. Irrepetible.
¿Su mayor sinsabor a nivel personal?
La pérdida de mi señora.
¿La familia qué papel ha jugado en su vida?
Primordial. Ha sido el motivo del acicate, del sacrificio, del quehacer diario y por eso hemos hecho algo bueno, gracias a Dios.
El momento político actual, ¿qué sensaciones le causa?
De desbarajuste, un mecano sin que alguien le ponga un poquito de orden, lo que no es difícil, creo yo. Los políticos desde luego no son los mejores.
La política como la Medicina ha cambiado mucho. ¿Sus ideas se han visto muy afectadas o sigue firme en sus convicciones?
Mis ideas políticas siempre han sido muy simples.
¿Cuáles son?
Las mismas que me han llevado a ser un médico honesto. Preocupación por los demás, por el bien hacer, por el trabajo, la formación…
No soporta…
La impuntualidad y al menos trabajador, pero sobre todo al impuntual.
¿Cómo le gustaría que le recordaran?
Que me recordara mi familia como buen padre, buen marido, buen profesional, una persona que ha intentado hacer bien las cosas, aunque no siempre haya podido o sabido.
Para terminar, ¿votará en las elecciones del Colegio de Médicos el 14 de febrero?
Sin duda.
¿Cómo ha visto al Colegio estos últimos cuatro años?
Creo que la actividad del Colegio, primero, ha sido distinta, y también positiva en todos los sentidos, preocupándose por el quehacer del colegiado, por el colegiado en todos sus sentidos, y llegando más al colegiado, tanto desde el punto de vista institucional como personal. Creo estos últimos años han sido claramente positivos.
Un libro
San Manuel Bueno y Mártir, de Unamuno. Me ha marcado en la vida.
Un disco
Las sinfonías de Beethoven.
Una película
El padrino.
Un plato
Me gustan tantos. Diré el cocido y la paella, y como marido de vasca, el bacalao al pil pil que hacía mi señora.
Un defecto
Tengo muchos, pero uno de ellos, el genio o impronta, a veces irascible, que olvido al segundo, pero que a veces me ha creado problemas. Injustamente he sido señalado como de mal genio, pero no es así.
Una virtud
La constancia y perseverancia.
Un amigo
Pocos.
Un enemigo
Ninguno.
Una religión
La católica, aunque no haya sido demasiado practicante.
Un chiste
Me hacen gracia casi todos, sobre todo los de Mingote.
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