Por el mar corren las liebres…

Por Germán Payo Losa

Director de Educahumor

“Creamos fantasías que no existen, y logramos que la gente las crea para conseguir lo que queremos, desde el inicio del hombre hasta hoy”

Se hace mucho el amor, y los pobres tienen muchos hijos, que se van a la guerrilla…. Hay que hacer algo para que la gente se aparee menos, para que las gentes aprendan a cuidar el preciado don de la virginidad—, comenta a su escriba el dictador de un país en Centroamérica, la Colonia, en el fantástico libro gráfico Cosecha Verde de C. Trillo y D. Mandrafina.

—He tenido una idea: inventaremos una mujer intocada, una virgen mítica… Si creamos la leyenda de la virginidad y, en los diarios y en la radio, machacamos con que ese don la vuelve milagrosa, todas las mujeres querrán emularla, y si no se dejan tocar, nacerán menos hijos en la Colonia.

Y funcionó. Todos oyeron lo bueno que es ser pura de cuerpo y alma. “La Virgen intocada sana a una leprosa…Ahuyenta la fiebre mortal”. Las mujeres la empezaron a imitar. Al descubrir el engaño, el jefe de la guerrilla dice: “Hasta yo lo había creído”.

Creamos fantasías que no existen, y logramos que la gente las crea para conseguir lo que queremos, desde el inicio del hombre hasta hoy.

En el libro Sapiens, Yuval Noah Harari presenta las investigaciones que muestran que un grupo de chimpancés, los más cercanos en nuestra evolución, pueden formar grupos, con un macho dominante, sin muchos problemas, pero si llegan a 150, surgen tensiones, peleas, y el grupo se divide. ¿Cómo fue posible que el Homo sapiens llegara a formar grupos grandes, pueblos, ciudades, organizarse a gran escala para la defensa y la comida? La teoría del autor es que se debe a la capacidad de Sapiens para crear fantasías, algo que no existe, pero que los demás son capaces de creer. Un gran número de extraños pueden cooperar entre sí, si creen en mitos comunes.

Hace 30.000 años, en Stadel, Alemania, hicieron una estatua con cuerpo de hombre y cabeza de león. Prueba que podían crear seres que no existen. En los nombres de las constela- ciones lo vemos. Hay que fantasear mucho para ver una Osa Mayor y otra Menor u Orión en el cielo.

En el Código de Hammurabi, rey de Babilonia, del 1776 a. C., tenemos una serie de leyes para gobernar un reino de un millón de personas. Contiene las primeras leyes de la humanidad, la base del ojo por ojo y diente por diente, que en aquella época fue un gran avance legal. El rey declara que todas estas leyes son para mejor gobierno, el bienestar del pueblo y una misión recibida de los dioses Anu, Enlil, Marduk. O sea, proviene del más allá. Y al creer todos en esto, el grupo se cohesiona.

Pinochet se sentía inspirado por Dios en su misión de limpiar Chile de comunistas, y Bush hijo, inspirado por Dios para regir su país. Fue capaz de que mucha gente le creyera la inmensa trola de que Irak tenía armas de destrucción masiva.

El príncipe Harry declara que mató a 25 talibanes –ya le han puesto como objetivo en represalia– y justifica que: “Ellos son los malos que quieren matar a los buenos, nosotros”. Los soldados tienen que tener una fantasía, incrustada en el cerebro, que les haga tragar la inhumanidad de la guerra, insensibilizarlos y convertirlos en máquinas de matar que obedecen órdenes.

Un militar le decía a su amigo: —Si me ordenan disparar, yo disparo”.

—¿Y si ves que soy yo?

—Si me ordenan disparar, procura no estar delante.

“Muerte al infiel” es una muestra más de lo mismo: yo soy superior.

Estas ideas me han venido a la cabeza porque leí que tratan de revitalizar la Iglesia del Palmar de Troya, ya que ha sido vilipendiada injustamente; que van a limpiar su imagen y ponerla en marcha de nuevo. Me parece increíble, teniendo en cuenta que su último papa, antes de dar un portazo y salirse, declaró que, desde el principio, el papa Clemente y él habían montado esto para sacar dinero, estafar a la inmensa cantidad de donantes de buena fe y que todo había sido un fraude. Pero, aun así, quieren recomenzar, y tienen gente que les cree. A ver si solicitan un puesto de monaguillo y voy para allá.

La fantasía es buena, y la capacidad de fantasear es inmensa. Literatura, cine, arte arquitectura, movimientos culturales, avances sociales, papel de las mujeres, derechos humanos… Soñamos cambios e historias que nos enriquecen.

Con los niños usamos la fantasía –“Érase una vez / un lobito bueno/ al que maltrataban / todos los corderos. / Y había también / un príncipe malo, / una bruja hermosa / y un pirata honrado. / Todas estas cosas / había una vez / cuando yo soñaba un mundo al revés” (J. A. Goytisolo)–, creamos tradiciones que alimentan su ilusión y los hacen felices. Los Reyes Magos, el ratoncito Pérez, el hombre del saco, de hace muchos años, para llevar a los niños a la cama. En una película, una niña pequeña le cuenta a su mamá, atea, que ha muerto el abuelito de una compañera de su clase y que la maestra le ha dicho que se volverá a encontrar con él en el cielo. “Es una mentira. Es una invención para aliviar la pena”, dice la madre. “Pues a mí me parece una invención muy bonita”, responde la niña.

“En nuestra sociedad, ya es difícil ver lo que es verdad y lo que es fantasía inventada”

La fantasía puede utilizarse para bien o para mal. Fantasear con un mundo donde la raza aria domine y, para ello, montar una guerra de 50 millones de muertos, fue desastroso. La realización del paraíso comunista, igual. Como los nacionalismos, basados en la superioridad de una etnia, inventada, por supuesto, porque lo mismo dirán que el Sapiens salió de África, hace casi 200.000 años, con barretina, txapela o peineta. Ya puestos.

En nuestra sociedad, ya es difícil ver lo que es verdad y lo que es fantasía inventada. Ya no es el dios de la montaña sagrada el que comunica a través del cóndor mensajes a los humanos. Hay empresas que crean bulos, a quien pague, para hundir personas, proyectos, grupos, países. Esto es un paso más serio y grave que las campañas de propaganda para ventas de productos: Beba esto y será feliz.

¿Y qué hace el humor? Desmontar estas fantasías, mentiras, y poner en evidencia los pies de barro de todos estos falsos monumentos. Desde El dictador, de Ch. Chaplin, o la comedia donde suplantan a Hitler en Varsovia, To Be or Not to Be, de E. Lubitsch, o La granja animal, de G. Orwell, hasta las webs dedicadas a descubrir bulos. Otras veces, como en Amanece que no es poco, hace que nos riamos de nuestra situación absurda.

En fin, me quedo con un detallito, pues con la luz salen cosas fantásticas. El director del Palau de la Música distrajo 23 millones de euros. Vale. Lo curioso es que casó a sus dos hijas en el Palau, hizo que éste pagase todos los gastos de las bodas y… cobró a los consuegros la mitad del banquete. Genial.

¿Qué fantasía se tiene que contar a sí mismo para poder hacer esto? No hay límite.

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