A pesar de que “los recursos humanos” son el hándicap del hospital, el jefe de Cardiología, Pedro Luis Sánchez, está muy satisfecho de dirigir “uno de los mejores Servicios de Europa” con la última tecnología y procedimientos de vanguardia.
Cuando se hizo cargo del servicio de Cardiología del hospital, el Dr. Pedro Luis Sánchez ya dijo que veía un “gran potencial y una importante proyección”. Ocho años después, gracias un equipo totalmente implicado, ha logrado situar a la Cardiología de Salamanca no solo como las mejores de España, sino de toda Europa. Centro de referencia nacional en cardiopatías familiares y solicitada ya esta condición para la hipertensión pulmonar, cuenta con tecnología de vanguardia para los diferentes procedimientos asistenciales y participa en investigaciones punteras a nivel internacional, entre ellas, proyectos sobre las secuelas de la covid-19 en el corazón o la terapia celular. No es un médico vocacional, pero es cierto que, desde bien pequeño, gracias a profesionales como los doctores Luis Castaño y Antonio Gil, amigos de la familia, vio como los médicos eran personas inquietas, que crecían y estaban en constante evolución. Lo ha vivido con su propia experiencia, tanto, que le resulta imposible verse ya como “no médico”.
Después de seis meses de traslado, ¿qué han ganado Salamanca y el servicio de Cardiología con el nuevo hospital?
Salamanca ha ganado un gran hospital, con unas dimensiones impresionantes y dotado con la última tecnología; solo nos falta completar los recursos humanos, que son fundamentales. Tenemos que incrementar el personal y atraer talento, líderes y profesionales bien preparados de otros lugares. Cuando abrió el Clínico, en 1975, entró una generación de gente muy joven, y creo que ahora se repite la historia: va a haber una regeneración de plantillas, tanto médica como no médica, algo que yo veo como una oportunidad.
¿Estamos, entonces, en un punto de inflexión en cuanto a recursos humanos?
Salamanca –y Castilla y León en general– tiene un gran inconveniente, que es la poca flexibilidad con las bolsas de empleo. Son muy rígidas, con unos criterios obsoletos, en los que solo cuenta el tiempo trabajado, y prácticamente nada el mérito de las personas. Además, es una bolsa que no se renueva, porque los méritos no se van activando. Esto es una cesión a los sindicatos, pero yo creo que hay que velar por las dos cosas: por el derecho de los trabajadores a ir donde decidan, pero también por la posibilidad de que el hospital tenga capacidad para contratar talento. También falla otro aspecto, que es el horario. Sorprende mucho, y le pasa a la gente que viene de fuera, que la actividad se concentre de 8 a 3, y que por las tardes la mayoría de los servicios estén parados. Tendríamos que aprovechar más los recursos que tenemos.
¿Hay que cambiar la mentalidad?
Hay que pagar al profesional, que al final busca actividad extrahospitalaria por las tardes porque en el propio hospital no le dan oportunidades de trabajar más. Salamanca debería tener –y la comunidad también, teniendo en cuenta las listas de espera que existen– un papel más proactivo y contribuir a que los profesionales que quieran ganar más dinero, lo ganen dentro del hospital y no tengan que irse fuera.
Hay capacidad, recursos, espacios, pero faltan profesionales…
Sí, y en muchas especialidades, incluso la mía, donde yo, que soy gestor del servicio, no puedo elegir a nadie. Tanto la capacidad de poder elegir o seleccionar a los mejores como la posibilidad de que los que están tengan derecho a trabajar más son dos aspectos que habría que negociar.
¿Cómo podría hacerse? ¿Habría que legislar de otra manera?
Sí, porque esta situación es exclusiva de Sacyl. En Madrid, los hospitales pueden buscar con una selección más definida, y aquí no, excepto en algunas especialidades. Nosotros tenemos la capacidad de perfilar plazas en hemodinámica, electrofisiología e imagen cardiaca, pero no para críticos cardiovasculares o insuficiencia cardiaca avanzada, y lo mismo le ocurre a otros servicios, como Hematología o Traumatología. Hay una rigidez que va a acabar con la excelencia y con la calidad. Recursos humanos es el gran hándicap que tiene este hospital.
Y respecto al servicio de Cardiología, ¿qué se ha ganado en el nuevo complejo hospitalario?
Estamos fenomenal. De hecho, yo enseño el servicio a muchos invitados de fuera y quedan impresionados por cómo tenemos los procesos y cómo trabajamos todos en una misma planta, cerca de Urgencias, de donde vienen gran parte de nuestros pacientes. Esta cercanía y esta continuidad es única, porque en la mayoría de los hospitales –como antes en el nuestro– la mayoría de servicios van creciendo donde se puede, y se van alejando, con lo que esto supone también para el paciente. Nuestros recursos son los mejores de España, sin duda, pero me atrevería a decir que también de los mejores de Europa. Disponemos de la última tecnología, podemos hacer los procedimientos más increíbles, tanto diagnósticos como intervencionistas; y tenemos un hospital de día que nos da mucha capacidad de gestionar pruebas ambulatorias, sin necesidad de hospitalizar. Esto ha sido un regalo tremendo.
Pedro Luis Sánchez Fernández (Salamanca, 1970) no es un médico de vocación temprana, sino que ha ido fraguando una historia de amor con la Cardiología a golpe de tantos y tantos corazones tratados en un servicio que es referente a nivel regional, nacional e internacional. Llegó como jefe de Cardiología de Salamanca en octubre de 2013, y después de estos más de ocho años, se muestra orgulloso y optimista con el trabajo realizado, tras tomar la decisión de dejar entonces el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, donde trabajó codo con codo con uno de sus maestros, el Dr. Francisco Fernández Avilés. Anteriormente, había desempeñado su labor como cardiólogo en el hospital de Valladolid y en el de Salamanca, donde hizo la residencia y desde donde se convirtió también en el primer MIR en viajar a Boston. Allí, el Dr. Igor Palacios, también le marcó mucho “en la parte de investigación”. Pero sin duda fueron los cardiólogos Luis Castaño y Antonio Gil, amigos de la familia, quienes, en su infancia, le despertaron la curiosidad por una profesión “interesante y dinámica”. Los dos, junto al profesor Cándido Martin Luengo, fueron guiando sus pasos hacia la Cardiología ya desde la carrera, que realizó también en Salamanca. Es coordinador del área cardiovascular del Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca (Ibsal) e investigador principal del grupo de Cardiología de este instituto, así como del Centro de Investigación en Red de Enfermedades Cardiovasculares (CIBERCV) del Instituto de Salud Carlos III, donde participa en líneas de trabajo sobre cardiotoxicidad, cardiopatía isquémica y estructural, imagen cardiaca, terapia celular, electrofisiología y estudios epidemiológicos.
El servicio cuenta con varios sellos de calidad y prestaciones de referencia regional y nacional, pero supongo que siempre se quiere ir a más. ¿Qué retos se plantea a corto, medio y largo plazo para seguir avanzando en la excelencia?
Somos centro de referencia nacional para cardiopatías familiares, lo que significa que cualquier paciente del país puede venir a ser evaluado y tratado de aquellas cardiopatías que tienen una base hereditaria, que normalmente afectan a varios miembros de una familia y que muchas veces se desconocen. Aquí la genética es muy importante, por eso trabajamos con muchos servicios del hospital, no es algo exclusivo de Cardiología. También tenemos sellos de calidad para insuficiencia cardiaca avanzada, para la cardiopatía isquémica crónica… Y ahora hemos solicitado ser centro de referencia nacional también en hipertensión pulmonar, para lo que los servicios de Cardiología y Neumología han colaborado durante muchos años de forma importante y donde tenemos mucha experiencia. Ya está enviada la solicitud, y estamos pendientes de evaluación. Solo hay otros dos centros a nivel nacional, el Clínic de Barcelona y el 12 de Octubre de Madrid. Nos va a costar, pero en ambos servicios tenemos unos expertos excelentes que llevan muchos años trabajando para lograrlo. Nos gustaría también dar un impulso a la insuficiencia cardiaca avanzada, porque llevamos mucho tiempo apostando por esta patología, a la que al final llegan muchos pacientes. Junto con Valladolid, somos centro de referencia regional para tratar la insuficiencia cardiaca aguda con la ECMO, y ahora estamos en la fase de desarrollar un Código shock cardiogénico para protocolizar este procedimiento de circulación asistida que ya tenemos y garantizar que haya siempre profesionales de guardia con capacidad para dar respuesta inmediata a estos casos graves y garantizar la supervivencia. Normalmente, es una circulación a corto plazo, como puente para que mejore el paciente, y luego poder retirarla, o como puente a una terapia más definitiva, como un trasplante cardiaco. Pero también realizamos asistencia de larga duración, como corazones artificiales para pacientes muy seleccionados que ya no son candidatos a trasplante, porque presentan alguna contraindicación, pero que todavía son relativamente jóvenes. En este proceso, hemos atendido a los dos pacientes más longevos de España y que más tiempo han permanecido con estos aparatos: una mujer que estuvo siete años –nadie había estado tanto tiempo– y un hombre con cinco. Hay que tener en cuenta que la mortalidad asociada a la insuficiencia cardiaca es más alta que en la mayoría de los cánceres, pero no tenemos esa percepción de que se trate de una enfermedad grave, como ocurre con la espada de Damocles que supone un diagnóstico de cáncer.
¿Cómo se ha ido consolidando en estos ocho años el hospital de día?
Ha sido una de las mejores iniciativas del servicio. Es un gran pulmón. De hecho, han venido a copiarlo muchísimos hospitales de toda España. Nos ha permitido evitar hospitalizaciones, aumentar el número de procedimientos, atender a pacientes que dábamos de alta precozmente para revisarlos de forma inmediata y hacer incluso analíticas o administrar tratamientos intravenosos para los que antes tenían que ingresar. Hicimos una encuesta, y el grado de satisfacción es tremendo. No concebimos trabajar sin un hospital de día.
¿Cuántos pacientes pueden haber pasado por el hospital de día?
Más de 5.000 personas al año. Gracias a este recurso, evitamos en torno a 2.000 ingresos anuales, que es una cantidad muy relevante, teniendo en cuenta que para muchos de ellos no habría capacidad de ingreso en nuestra planta, con lo que eso implica también, por ejemplo, perder la atención especializada de Enfermería. Eso sí, se nos queda pequeño, queremos disponer de un espacio en el futuro edificio de consultas.
Una tecnología también de vanguardia y con herramientas de inteligencia artificial que les posicionan entre los primeros del mundo. ¿Qué destacaría para que así sea y que sería necesario incorporar para seguir creciendo en innovación?
Ahora tenemos cuatro salas, dos de hemodinámica y dos de electrofisiología, con la última dotación tecnológica. Por ejemplo, en una de las salas de hemodinámica, el arco con el que nosotros vemos la angiografía y las imágenes –el primero que se ha instalado en España– realiza unos movimientos que permiten que todo sea más flexible y más rápido. Son salas mixtas, es decir, si un día se estropea una de hemodinámica, se podría utilizar una de electrofisiología; o si un paciente al que le estamos haciendo un procedimiento de electrofisiología necesita una técnica asociada a hemodinámica, no tenemos que cambiarlo a otra sala, porque lo podemos hacer conjuntamente. La resonancia es nueva, de tres teslas, solo hay una igual en el CNIC que dirige Valentín Fuster, y el TAC es un Spectral, solo hay otro también en España, en la Clínica del Rosario. Disponemos de todo. Pero también es importante decir que no es tanto tener la mejor tecnología como usarla, y aquí la utilizamos más que en otros lugares. Incluso tenemos la capacidad de fusionar diferentes tipos de imágenes, la angiografía, los rayos X, con el TAC o con la resonancia. Fusionamos y utilizamos mucho la tecnología.
“En tecnología, tenemos todo en el servicio, pero no es tanto tener como utilizarla mucho y bien”
¿Por qué su equipo sí y otros no tanto?
Yo creo que es algo generacional. Los profesionales que están coordinando y trabajando en estas áreas son jóvenes y muy preparados, y los que somos un poco más mayores no tenemos esas habilidades tecnológicas. Ahí está la clave.
Incluso han demostrado en un estudio que la implantación y gestión de equipos de resonancia magnética en los servicios de Cardiología es una herramienta útil que permite mejorar los protocolos asistenciales, optimizar la accesibilidad, eliminar listas de espera y, al tiempo, mejorar la formación y desarrollar la investigación.
Sí, lo tenemos publicado, también viéndolo desde la perspectiva del coste y, efectivamente, la resonancia magnética tiene muchas ventajas. Antes teníamos que salir a formarnos fuera, y ahora vienen aquí de La Paz, del Virgen del Rocío, de Badajoz, del País Vasco…, y de todo el mundo, para formarse con nosotros en imagen cardiaca, debido a la gran cantidad de procedimientos que realizamos: más de 13.000 resonancias del corazón desde que la instalamos en 2014 –esta cifra no la alcanza nadie– y más de 8.000 TAC del corazón desde finales de 2015. Mucha información, mucha experiencia, mucha capacidad de revisar las imágenes…
Algo fundamental también para la investigación…
Para la investigación y para el aprendizaje, y aquí es donde estamos aplicando todas estas herramientas de inteligencia artificial, que facilitan el análisis de grandes datos y nos ayudan a mejorar procesos y a identificar de forma más sencilla patologías.
La labor del servicio también es puntera en la implantación de dispositivos altamente sofisticados para problemas cardiacos.
Tenemos profesionales muy proactivos, que son referentes nacionales y mundiales en diferentes técnicas; se van a otros hospitales de España y del extranjero, incluso a EEUU, para enseñarlas. Por ejemplo, los doctores Ignacio Cruz, Javier Martín Moreiras o Javier Jiménez Candil acuden a otros hospitales, también para realizar estos procedimientos.
¿Por ejemplo?
Tenemos el cierre de orejuela, que es un taponcito que ponemos en la aurícula izquierda para evitar que se desprendan trombos y provoquen un ictus. Es un procedimiento complejo, porque es preciso ir desde la aurícula derecha a la izquierda y cruzar el septo y, además, las orejuelas son de diferentes formas y los taponcitos, de diferentes tipos. La imagen cardiaca aquí es fundamental, tanto para valorar el tipo de dispositivo que se quiere poner como para guiar la intervención. Otros procedimientos son la apertura de arterias ocluidas, con cardiólogos de gran de experiencia, como Martín Moreiras o Alejandro Diego.
Son también punteros en investigaciones que lideran desde Salamanca o en las que participan como colaboradores. Entre las últimas, se incluyen estudios sobre las secuelas de la enfermedad por SARSCoV- 2 en el corazón.
Respecto a la covid-19 hemos sido pioneros en muchos aspectos y colaboramos en numerosos estudios. Aquí hicimos uno, que está publicado en la Revista Española de Cardiología, con profesionales del hospital que habían tenido la infección. Lo hicimos junto con el doctor José Bravo, y vimos que la afectación cardiaca después de haber pasado la covid era bastante frecuente. La mayoría presentaba un poquito de inflamación en el pericardio, se quejaba de síntomas compatibles con la pericarditis, y también un poco de inflamación en el miocardio (miocarditis). Es verdad que no eran patologías graves, no hubo nadie que falleciese por fallo cardiaco o cuyo corazón dejase de contraerse adecuadamente. Ahora estamos haciendo el seguimiento, y repetimos la resonancia a los seis meses, donde apreciamos signos de inflamación crónica en algunos de los pacientes. ¿Qué secuelas va a dejar a largo plazo? Pues hay que estudiarlo. El doctor David González Calle tiene una consulta especializada para pacientes que han presentado afectación cardiaca y siguen con síntomas, para ver su evolución. Detectamos muchos pacientes que se fatigan y tienen síntomas bastantes meses después, pero a largo plazo tendremos que verlo.
También se asocian las vacunas con estas complicaciones cardiacas de miocarditis y pericarditis. Supongo que se trata de un riesgo infinitamente menor a los beneficios, por si a alguien todavía le queda alguna duda…
Sí, es la misma respuesta inmunitaria. Nosotros fuimos uno de los primeros grupos que avisamos de lo que estábamos detectando, pero al principio no nos creían mucho, porque toda la atención estaba puesta en la neumonía, que era de lo que la gente moría. Es lo que se está viendo con las vacunas, pero el porcentaje es mínimo, según numerosos estudios. Con la respuesta inmune, se producen anticuerpos, y también una respuesta inmune celular, se confunden con el pericardio y el miocardio y lo inflaman, pero con una prevalencia muy baja, mucho menos que las posibilidades de sufrir una covid grave si no te vacunas.
Pero todavía hay reticencias. En España, la cobertura es muy alta, pero países como Alemania están otra vez en una evolución ascendente de la pandemia y con unas tasas de vacunación bajas.
Sí, o China o Australia. Ellos optan por aislar a la gente infectada, y nosotros ya hemos normalizado que ésta va a ser una infección crónica. Yo soy muy partidario de normalizar las cosas. En el hospital, todavía tenemos que hacer PCR para procedimientos, hay muchos obstáculos, y debemos ir normalizando la situación, porque todo esto entorpece incluso la forma de tratar a los pacientes, y se generan muchas dudas.
¿Ha sido la pandemia la peor etapa de su vida profesional?
Ha sido una etapa muy dura, porque hemos vivido el miedo a infectarnos y transmitirlo a la familia, pero también muy reconfortante, porque el servicio ha estado por encima de las expectativas que uno pudiera tener. El grado de colaboración de mis compañeros con el hospital y con la lucha frente a la enfermedad fue tremendo. Nosotros dejamos de ver pacientes, solo quedaron siete u ocho cardiólogos, de los 27 que somos, tratando a pacientes cardiológicos; el resto, ayudando a Medicina Interna, que coordinaba la atención hospitalaria, y a las UCI. Nos hemos ido fuera a echar una mano, a Soria y a Segovia, y siempre que nos han necesitado, hemos estado allí. Nunca tuve un problema, siempre hubo voluntarios dispuestos, porque todo el mundo entendió que era lo que nos tocaba. Fue una época profesionalmente muy satisfactoria, porque cambió un poco la mentalidad de servicios parcelados, y prevaleció una atención integral entre diferentes servicios y profesionales que enriqueció a todo el mundo.
Todos a una…
Sí, este hospital reaccionó muy bien, y la atención fue muy buena. Aunque teníamos miedo, entendimos que era nuestra obligación. Fue como una guerra; igual hay alguien que no quiere ir al frente, pero aquí todo el mundo participó, lo teníamos totalmente organizado y todos sabían que había que hacerlo.
También participaron en el ensayo europeo CAREMI, que se inició en 2014, para probar una nueva terapia basada en células madre cardiacas alogénicas para tratar a personas que habían sufrido un infarto de miocardio. ¿Qué resultados ha ido dejando este ensayo?
Este estudio se publicó en una revista de prestigio y fuimos el segundo centro español que más pacientes incluyó, a los que se mejoró la función cardiaca. Después ha habido algún estudio nuevo que en el que se vio que la mejora de la función cardiaca no es tan grande como lo que se esperaba, y ahora se están haciendo otras aproximaciones, no solamente para implantar células, sino también tejidos. Recientemente, hemos conocido un trasplante cardiaco con un órgano porcino, que ya incluía parte de todo este aprendizaje con células madre, incluso con alternaciones genéticas de las proteínas del cerdo para evitar el rechazo. Con todo, ahora los estudios están más orientados a pensar que las células no son suficientes, sino que deben ir acompañadas también de tejido de la estructura para mejorar la función cardiaca.
¿Estos pacientes son candidatos a trasplante de corazón?
No siempre. Normalmente, utilizamos terapia celular para evitar la insuficiencia cardiaca futura cuando se ha producido un infarto grande, como era el caso de este estudio. Si no intentas recuperar el músculo, esos pacientes pueden llegar a hacer insuficiencia cardiaca, y alguno de ellos llegar a necesitar trasplante, aunque a este punto llegan muy pocos, unos 300 anuales en España. Hemos estado a la vanguardia en terapia celular, y ahora vamos a empezar un nuevo estudio con varios hospitales, entre ellos, el Gregorio Marañón. Es un ensayo con un tipo de célula, pero no para mejorar la contracción, sino para evitar arritmias cardiacas. En esto seguimos a la vanguardia, pero para evitar la insuficiencia cardiaca ahora se aboga más por incorporar tejidos.
Y para las personas que han sufrido un infarto grande y no son tratados ni con células ni con tejidos, ¿cuál es el tratamiento?
En este aspecto, se ha evolucionado espectacularmente en los últimos años. El mejor tratamiento para la insuficiencia cardiaca hoy en día son los fármacos. El arsenal terapéutico de hace unos años incluía dos clases de fármacos, incluso podríamos decir que tres, pero en el último año se han incorporado dos grupos nuevos que han cambiado el pronóstico de los pacientes, y la mortalidad ha bajado en los ensayos clínicos. También ha mejorado el pronóstico con nuevos dispositivos que evitan la muerte súbita en estos pacientes, porque cuando un corazón se contrae menos, tiene más opciones de hacer arritmia, y ahí están los desfibriladores (DAI) y otros dispositivos que mejoran la contractividad, como los resincronizadores.
Ya en octubre de 2013, cuando aceptó la jefatura del servicio, hablaba de un tremendo potencial y de una importante proyección del equipo de Cardiología. Con todo lo que ha contado, el tiempo ha venido avalando y dándole la razón. ¿Qué balance hace de estos más de ocho años?
Estoy muy contento, porque uno no hace las cosas solo, esto lo hace un equipo de gente joven, entusiasta y también con experiencia, que lleva años trabajando. Me queda muy poco por lograr respecto a las ideas que tenía cuando llegué, en el sentido de cómo me gustaría a mí que me atendiesen como paciente en este servicio. Si me hubiese quedado en el Gregorio Marañón, no habría podido hacer todo lo que hemos puesto en marcha aquí.
¿Hay algo de lo que se sienta especialmente orgulloso o alguna circunstancia que le haya tocado especialmente el corazón?
Por ejemplo, muchos pacientes que hemos derivado corriendo con asistencias de corta duración que antes no realizábamos, que han sido rescatados y que han ido bien. Hemos mejorado mucho la atención por las posibilidades que hemos incorporado para la gestión de los críticos cardiovasculares. Y este hospital nos ha dado la oportunidad de contar con la unidad cardiovascular de críticos más espectacular de España, con 15 camas, boxes individuales y toda la tecnología de las asistencias circulatorias. Hay muchas cosas que me han tocado el corazón, pero, sobre todo, estos pacientes que antes morían porque no teníamos posibilidades y ahora tiran para adelante.
Vidas que no se podían salvar y ahora sí…
Sí, vidas que no se podían salvar porque no teníamos capacidad; aquí luchamos tanto por los pacientes que al final buscamos la mejor solución. Aunque muchas veces no esté en este centro, tenemos la capacidad de enviarlos a otros lugares que sí la tienen, bien porque allí está el profesional que realiza la técnica o porque son mejores que nosotros, y nunca hemos tenido muchos problemas en ese sentido.
¿Estamos en las mejores manos en lo que a Cardiología se refiere?
Sí, tenemos buena relación y conocemos qué se hace en el resto del país. Haber trabajado en varios sitios, tener compañeros que van a otros centros y compartir publicaciones y estudios conjuntos hace que conozcas el mercado. Si cojeamos un poquito en algo, intentamos derivar al paciente o que venga aquí el mejor profesional para realizar el procedimiento.
“De pequeño veía a los cardiólogos Luis Castaño y Antonio Gil y su vida me parecía muy interesante”
Estuvo en Salamanca como MIR y ahora como jefe del servicio; también en Boston, en Valladolid, en el Gregorio Marañón… ¿Dónde empezó todo? ¿Por qué se hizo médico?
La verdad es que no lo sé muy bien, yo no era una persona con vocación de médico. Creo que fue por la cercanía que tenía mi familia con el cardiólogo Luis Castaño. Yo veía que era una persona muy alegre, a la que comentaban muchas dudas, que ayudaba a mucha gente… También por Antonio Gil, que era su compañero en Cardiología Pediátrica. Yo tendría como 10 o 12 años, y no es que escuchase hablar de Medicina y me interesara el tema, pero me parecía que su vida era interesante, que viajaban, que estudiaban… Un poco como es la vida del médico, que al final es muy dinámica y muy cambiante, porque la Medicina siempre está avanzando. Pero no había vocación. De hecho, mi hermano estaba haciendo Derecho y Económicas en Madrid, y yo me presenté, pero no me aceptaron. Luego he descubierto la vocación y conforme hacía la carrera de Medicina, cada vez me gustaba más.
Se le ve feliz, con entusiasmo por lo que hace, ¿no se ha arrepentido?
Ya no me veo de no médico, pero no he sido vocacional. Lo digo para quien tampoco lo sea, porque, al final, creo que profundizar en una carrera e integrarte en el día a día de la actividad profesional hace que te enamores de la especialidad. La carrera es más bien de conceptos, y la mía era dura; había cosas que no me gustaban y no entendía para qué podían valer en Medicina, pero también te das cuenta luego de que las bases las tienes que aprender. En nuestra generación, la elección de carrera no era tan dura y con tanto estrés como ahora, tampoco había tanta información. Pero el mensaje que debe prevalecer es que tienes que hacer lo que te gusta, y si te gusta la Medicina y al principio no entras, siempre hay vías alternativas para lograrlo. Medicina es una carrera que recomiendo, es bonita, hay trabajo y siempre lo va a haber. Por poner un ejemplo, yo no encuentro cardiólogos, y pasa con muchas especialidades… Aunque no basta con pensar que tiene buenas salidas, al final es vocacional, y veo que es algo que se está perdiendo. Ahora en Medicina tenemos a los ingenieros de antes, pero deben tener vocación, no solo notas muy altas.
La parte humanística, de contacto personal, de empatía… no la da un expediente de diez, eso sale muy de dentro…
Yo creo que se está perdiendo un poco, pero bueno, también se puede aprender después.
¿Cuál es el futuro de la Cardiología, los principales retos de la especialidad?
Hay que ir hacia la ambulatorización de la mayoría de los procedimientos y a recuperar también la Cardiología clínica, porque igual los cardiólogos nos hemos dedicado mucho a las técnicas diagnósticas. Y aquí hay dos retos claros: la atención aguda del paciente crítico y la patología crónica, con la insuficiencia cardiaca, que va a ser un desafío de unas dimensiones tremendas. ¿Cómo podemos controlar esa megaepidemia que nos llega de insuficiencia cardiaca? Pues hasta ahora hemos trabajado mucho en los hospitales, y yo creo que tenemos que empezar a salir y a ver a los pacientes en Atención Primaria, en interconsultas como las que tenemos en Béjar o Ciudad Rodrigo o en los propios domicilios, en el caso de las insuficiencias cardiacas terminales, como hacen los equipos de Cuidados Paliativos o como se ha hecho con el cáncer. Debemos intentar alejar un poco al paciente del hospital, que quede solo para cuando no haya más remedio, para los agudos y para las técnicas o los procedimientos de imagen avanzados.
¿Cómo lo hacemos? ¿Sacamos el hospital fuera o fortalecemos la relación con Atención Primaria?
Las dos cosas. El cardiólogo no tiene que trabajar solo dentro del hospital, hay que empezar a pensar que, igual que tenemos las consultas fuera, podemos ir a otros sitios, Y con Primaria llevamos dos años muy difíciles, pero hay que seguir avanzando.
Cardiología es una de las primeras especialidades que eligen los MIR. Pensaba que estaba el futuro asegurado, pero ya me ha comentado que no…
No, no. De hecho, aquí curiosamente nos encontramos con que Sacyl nos quitó un residente en formación el año pasado, y nos dejó solo con dos. Este año lo hemos recuperado. Se forman diez cardiólogos en la comunidad, y es una cantidad insuficiente. Por ejemplo, en El Bierzo hay -5 cardiólogos, y en Soria tampoco se cubren sus plazas. La gente joven bien formada y con ilusión no quiere ir a trabajar a centros donde el estímulo es asistencial, fundamentalmente, y se pierden la investigación. Para solucionarlo, hemos propuesto trabajar en red y que haya contratos compartidos entre centros de Castilla y León. Que se puedan formar aquí y luego vayan a Soria, o que puedan desplazarse a otro centro cuando sea necesario. Aunque sea un esfuerzo añadido, yo creo que la idea será muy positiva, como de hecho lo hemos vivido con la pandemia. Si nos dejasen a los cardiólogos organizar la asistencia, nos apoyasen y se hicieran contratos de larga duración, con ese compromiso de trasladarse en momentos puntuales y organizados, probablemente solucionaríamos el problema de la falta de profesionales. Porque el hecho de que en Ponferrada haya pacientes no atendidos por un cardiólogo por un problema cardiaco grave también es responsabilidad de los de Salamanca. Debemos intentar que todos los pacientes tengan el mismo acceso a la asistencia, y los profesionales también somos responsables, no solo la administración.
Pues tenemos una mentalidad por estos lares… De “me lo quitas a mí para dárselo a Valladolid”…
Sí, tenemos esa mentalidad, pero hay que intentar trabajar en red y echar una mano. La solidaridad de la pandemia fue eso, la solidaridad de una guerra está siendo eso, y debemos verlo así, y trabajar entre todos para definir cómo lo hacemos, qué ventajas le damos a quien se va a otro centro, cómo le facilitamos los viajes. Yo creo que es posible con el compromiso y con la garantía de buenos contratos para atraer también a gente que se forma en otras comunidades, porque normalmente les ofrecen mejores contratos que aquí.
Para terminar, debemos recordar que las enfermedades cardiovasculares siguen siendo la principal causa de muerte y, además, conocemos los factores de riesgo, ¿qué podemos hacer?
Educación y formación. En este aspecto, la Atención Primaria tiene un papel determinante, y debemos fijarnos también en iniciativas que se están implementando en el ámbito educativo. Por ejemplo, el Dr. Valentín Fuster está realizando muchos programas de educación dirigidos a familias y a niños, enfocados a fomentar la dieta sana, controlar la obesidad, mejorar los hábitos saludables, luchar contra las bebidas hidrocarbonadas y la comida basura o incrementar el ejercicio. También hay que empezar a tener screening poblacionales más extendidos, aunque lo prioritario es educar. Una persona de 45 años que fuma y nunca ha tenido un problema es muy difícil que deje de fumar si no quiere; en estos casos, los programas de Primaria son claves. La dieta mediterránea nos ayuda en España, no somos de los peores países, pero la población cada vez vive más, y los problemas cardiacos se van incrementando con la edad.
Un libro. La princesa prometida, de William Goldman.
Un disco. Mothership. The very best of Led Zeppelin.
Una película. Los puentes de Madison, de Clint Eastwood .
Un plato. La paella.
Un defecto. Soy cabezón.
Una virtud. La tenacidad.
Una cualidad que valora en los demás. Que me digan lo que piensan.
Un sueño. Trasplantar de corazón en Salamanca.
Una religión. La católica.
Un chiste. Jaimito está en el colegio, y dice el profesor: “Para mañana nos tenéis que decir todos unas palabras que empiecen por hiper-, y el significado”. Al día siguiente, el profesor dice: “Dinos tu palabra, María”. Y responde: “Hipermercado, que es un mercado grande”. –¿Y tú, Jaimito? –pregunta el profesor. –Droguería –responde. –Pero esa no tiene hiper. –Sí, drogueríaYPERrfumería.
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