Los médicos, como aseguran en este reportaje los expertos, no terminan de formarse nunca; pero hay un inicio fundamental que empieza a forjarse recién estrenada la mayoría de edad y que, sin duda, marca el espíritu y la formación de los profesionales del futuro. Casi 800 años ha tenido este privilegio en sus manos la Facultad de Medicina de la Universidad de Salamanca, que ahora, una vez más, se reinventa para hacer frente a los nuevos retos y a las exigencias que marca la legislación vigente sobre estos estudios universitarios de grado.
La institución académica salmantina llevará a su Consejo de Gobierno del próximo mes de julio la aprobación de un nuevo plan de estudios de Medicina con la intención de que entre en vigor en septiembre de 2022 en el primer curso y se complete a lo largo de los seis años que dura la carrera. Se trata de una redistribución global y temporal de módulos, materias y asignaturas debido, en buena medida, a la concentración del rotatorio clínico por diferentes especialidades en centros sanitarios de Salamanca, León, Zamora y Ávila a lo largo del sexto curso, en vez de por trimestres en 3º, 4º y 5º curso, como ocurre ahora.
La idea del nuevo plan, como explica el decano de Medicina, el Dr. José Carretero, responde a la dificultad de asegurar que los alumnos que ahora van a las rotaciones trimestrales de cada especialidad las hayan cursado ya, algo que sí se podrá garantizar concentrando el rotatorio en el último curso, como sucede, además, en casi todas las facultades de medicina españolas, lo que favorecerá también la movilidad.
De este modo, será necesario mover algunas asignaturas de sexto al curso anterior, y así sucesivamente. Por poner solo un ejemplo, toda la Medicina Preventiva, Oncología, Medicina Legal o la denominada cuádruple (Geriatría, Medicina de Familia, Intensiva, Urgencias) tendrán que pasar a quinto curso; en definitiva, “un puzzle” que ya está perfectamente definido gracias al enorme esfuerzo y dedicación de todos los departamentos, y que supondrá también en la práctica trabajo doble para el profesorado, porque algunos docentes tendrán que impartir una misma asignatura en dos cursos de forma simultánea hasta que se complete el nuevo plan.
No habrá nuevas asignaturas como tales, solo adaptaciones, porque el plan actual no está falto de contenido, aunque ya tenga 11 años, pero sí se ha quedado anticuado en cuanto a la normativa vigente. Sobre la posibilidad de incluir una materia sobre Profesionalismo Médico, como la que existe en la facultad de Zaragoza, con una rotación-práctica por el Colegio de Médicos para conocer su trabajo y servicios, el decano apunta que para ello sería preciso plantearla como optativa, “ya que las competencias específicas del título no la contemplan”, y también “que un departamento universitario la propusiera, la asumiera y la avalara”. Una opción no descartable, porque contribuir “a la formación sobre la profesión médica desde el principio siempre es importante”, tal y como comenta el Dr. Carretero.
Con todo, el nuevo plan de estudios, con 360 créditos en total –que permite que los 60 correspondientes a sexto curso tengan nivel máster y cualquier estudiante que acaba la carrera pueda entrar automáticamente en un programa de doctorado para iniciar la tesis–, se divide en seis módulos: los dos primeros, de medicina básica; el tercero, con asignaturas médico-quirúrgicas; el cuarto engloba diagnóstico y tratamiento, fundamentalmente; el quinto corresponde a rotatorio y fin de grado y y el sexto es el de la optatividad, basado en itinerarios formativos. Una estructura que, de forma global, no difiere mucho de lo que existe ahora, pero sí respecto a la distribución temporal.
Para llegar hasta aquí, el camino no ha estado exento de dificultades. De hecho, cuando llegó la pandemia y surgieron necesidades nuevas y desconocidas, como la docencia fundamentalmente online, la facultad ya estaba en un proceso de acreditación de su plan de estudios, intentando incorporar las recomendaciones realizadas por los evaluadores, en este caso, la Agencia para la Calidad del Sistema Universitario de Castilla y León (ACSUCYL), pero resultaba muy complicado resolver todos los ajustes en el tiempo establecido. Finalmente, y tras intensas reuniones, se optó por que este nuevo plan “recogiera todo lo que nos habían dicho ya los evaluadores y lo fuéramos instaurando año a año, para que no hubiera un conflicto con los alumnos que ya están haciendo ahora la carrera”.
Más complicado se antoja el serio problema surgido desde hace más de diez años con la tasa de resposición cero del profesorado. La plantilla ha envejecido y no se han repuesto las jubilaciones, un déficit que se ha ido cubriendo gracias a las plazas vinculadas de Sacyl, pero que a todas luces resulta insuficiente. “En los últimos años, cuando un catedrático se ha jubilado, no tenía otro catedrático de repuesto, pero tampoco un profesor titular o un ayudante doctor”, explica el decano de Medicina. La consecuencia lógica es una grave falta de profesores, pero también una pérdida continua de experiencia docente.
Según un estudio realizado por el propio Dr. Carretero, en el año 2028 la Facultad de Medicina de Salamanca tendrá 169 quinquenios y sexenios menos, lo que supone una pérdida de experiencia docente de aproximadamente un 23% sobre lo que existe en la actualidad.
Igualmente necesario para asegurar una correcta formación de los futuros médicos es contar con los espacios adecuados, y en este ámbito la facultad también requiere de importantes mejoras. En los últimos meses, además de la reparación de las cubiertas del edificio, el Departamento de Anatomía e Histología Humanas ha completado la renovación de sus instalaciones con un presupuesto de 185.000 euros.
Tanto la sala de disección como el depósito de cadáveres se han ampliado, y se han habilitado nuevos equipamientos en relación con la donación de cuerpos destinados a la docencia. De esta forma, la Universidad de Salamanca se incorpora al Programa Nacional de Donación de Cuerpos (Pronadocu), ya que cuenta con todos los protocolos en materia legal, laboral y sanitaria de obligatorio cumplimiento.
Las nuevas instalaciones, ubicadas en la planta inferior de la facultad, ganan espacio, renuevan los sistemas de ventilación y extracción de aire e incluyen nuevos equipos de conservación para los cadáveres, actualmente un total de cuarenta. El uso de material humano tiene carácter básicamente docente, vinculado a asignaturas de los grados de Medicina, Enfermería, Fisioterapia, Terapia Ocupacional y Odontología, así como a diversos programas de postgrado, y también pueden emplearse en investigación clínica.
En el contexto español, se puede afirmar que la educación ha sido la gran perjudicada desde la transición, porque no se ha llevado a cabo un consenso nacional y, en consecuencia, se ha perjudicado su valor social. No se prima el esfuerzo y la competencia profesional. Este déficit condiciona el proceso de aprendizaje, porque provoca en los alumnos desorientación, desmotivación y escasa dedicación al estudio. El Espacio Europeo de Educación Superior pretendía armonizar el proceso de enseñanza a través de los grados, pero ha conseguido el efecto contrario: gran diversidad de planes, asignaturas y contenidos no siempre relacionadas con las necesidades y competencias para mejorar la formación médica.
Las facultades de Medicina tienen la misión de convertir a un bachiller en médico a través de un proceso de enseñanza-aprendizaje organizado y ordenado mediante un Plan de Estudios que define conocimientos, competencias y habilidades clínicas acerca del binomio salud-enfermedad. Esto conlleva transitar de lo normal a lo patológico, de la prevención a los autocuidados, del diagnóstico al tratamiento y de la curación a la rehabilitación, para conseguir un médico competente y con valores humanos y sociales.
La medicina ha modificado nuestros estilos de vida y ejerce una influencia determinante en la sanidad y la salud pública; debe conseguir en los pacientes autonomía funcional, bienestar y calidad de vida. En estos momentos, tras la pandemia, cabe preguntarse ¿hacia dónde debe dirigirse formación de los médicos?
Flexner, hace años, sentó un principio básico: ciencias básicas y actividad clínica formarán un cuerpo docente único e inseparable. Posteriormente, la estructura departamental de la Educación Superior derivada de la aplicación de la Ley de Reforma Universitaria ha hecho que la docencia de la medicina haya estado dividida en ciclos (básico y clínico), y actualmente tiene una gran fragmentación en base a las áreas de conocimiento. Esta gran diversidad genera una separación entre las propias disciplinas, en los contenidos y en la metodología docente, con discrepancias y repeticiones innecesarias, perdiéndose lo transcendente, esto es, una visión global e integral de la formación médica.
Actualmente, se puede decir que la fragmentación curricular es la mayor debilidad, por la atomización de los conocimientos y la excesiva especialización, por cuanto se pierde la misión del Grado de Medicina, que es formar a futuros médicos para llevar a cabo una atención integrada y continuada de los pacientes, específicamente de los crónicos y pluripatológicos. Es obvio que la medicina implica prevenir, curar y rehabilitar; pero tan importante como esto es aliviar, cuidar y acompañar, sobre todo en la etapa final de la vida para lograr una muerte digna. En el siglo XXI, sigue siendo válido y es fundamental aplicar el modelo biopsicosocial propuesto por George Engel en los años 60 y adoptado por la OMS que supone llevar a cabo una atención personalizada, preventiva, predictiva y participativa y humana mediante trabajo en equipo y con la colaboración del paciente. De cara al futuro, sería oportuno realizar un reforma consensuada que aborde las actuales debilidades:
√ Reorganizar y profesionalizar la enseñanza a través de un Plan de Estudios consensuado a nivel nacional con secuencia lógica tanto en contenidos como en competencias y habilidades que facilite la movilidad de los estudiantes.
√ La Conferencia de Decanos debe defender que el Grado de Medicina tenga un adecuado porcentaje en el MIR para cambiar la excesiva pasividad del alumnado en las aulas, probablemente porque piensan que lo importante se juega al final, desconociendo que el mayor predictor de resultados en el MIR es haber realizado un buena carrera de Medicina, pilar fundamental del edificio formativo y donde se asientan el postgrado y las especialidades médicas.
√ Reorientar la formación del grado sin que la prueba MIR sea determinante y única medida de resultados, ya que se trata de una prueba de selección y ordenación basada en un test de respuesta múltiple que valora aspectos cognitivos, con bastante azar, y que no valora lo esencial, la formación integral del buen profesional.
√ La función docente debe ser valorada más. Ahora está basada en el mero trasvase de información y centrada en el profesor, en lugar de estarlo en el estudiante, para que adquiera hábitos de aprendizaje autónomos.
√ La sanidad y la salud pública pasan por una buena formación y, por ello, Sanidad debe tomar conciencia de que un HCU debe tener mayor ratio de personal/paciente y excelentes servicios centrales.
√ La creación de nuevas facultades de Medicina es innecesaria por sus efectos perjudiciales en la calidad de la formación si no cumple adecuadamente con su misión por falta de profesores competentes. Somos el segundo país con mayor número de facultades, sólo por detrás de Corea del Sur. Existe, además, un gran déficit de docentes, ya que un buen profesor tarda en formarse, salvo excepciones, unos 15 años.
Además, sería conveniente aumentar el porcentaje del PIB que se dedica a la Educación Superior, del 1,08% actual al 1,27% de la UE, y crear unidades de educación médica con expertos en formación médica para ayudar a los docentes en la mejora de sus competencias y sus habilidades. En una Facultad de Medicina se enseña “la más humana de las ciencias”, y ésta debe aplicarse al paciente con arte, calidez, empatía y generosidad.
El Ministerio de Sanidad ha puesto en jaque este año a toda la profesión médica con un nuevo sistema de adjudicación de plazas MIR injusto y poco transparente que ha llevado a la calle a miles de profesionales que tienen que incorporarse en menos de un mes a los centros sanitarios elegidos.
Este es un claro ejemplo de lo que no debe hacerse en un programa de formación que es referente en el mundo, como apuntan, en este análisis, el Dr. David González, vocal de Médicos en Formación del Colegio de Médicos de Salamanca, y los coordinadores de los tutores en Hospital y Atención Primaria, los doctores Lourdes Vázquez y José María de Dios, respectivamente.
“El sistema español de formación sanitaria especializada ha sido un referente internacional en cuanto a modelo, de principio a fin: desde el examen de elección de plaza, la organización, la adquisición progresiva de competencias, la labor de los residentes (impagable) en la sanidad pública e incluso, entrando ya en temas controvertidos, la retribución de escasos mil euros mensuales, pues se entiende que obedece a la situación temporal de médicos en formación”, asegura David González.
“El MIR es uno de los mejores sistemas del mundo, justo y transparente. Incluso la forma de adjudicación de plaza era adecuada, aunque los cambios que ha pretendido el Ministerio han podido perjudicar seriamente a los futuros médicos y, como consecuencia, a la sanidad”, asegura, por su parte, Lourdes Vázquez. En la misma línea, José María de Dios resalta “los años de experiencia de este sistema” y “su reconocido prestigio dentro y fuera de nuestras fronteras”.
El examen MIR valora conocimientos, a los que la especialización posterior intenta sumar a habilidades y aptitudes que no se adquieren durante la carrera mediante un proceso de evaluación permanente de las diferentes rotaciones realizadas con una forma eficaz de valorar las competencias.
Pero caer en la autocomplacencia sería un error igualmente grave, por lo que estos expertos tienen muy claro que son necesarias mejoras, y algunas de carácter urgente, empezando por la precariedad laboral extrema que han soportado los residentes, de forma especialmente cruda durante la pandemia por covid-19.
“Este periodo ha tensionado en gran medida el sistema sanitario. Ha sido muy duro tanto en lo emocional como en la carga laboral que ha supuesto, con momentos donde la supervisión del futuro especialista ha sido escasa y la asunción de responsabilidad, en vez de ser progresiva, se adquirió de forma exponencial, pasando en poco tiempo a cubrir de manera muy satisfactoria un papel fundamental para suplir la sobrecarga asistencial”, explica el coordinador de tutores de Primaria. Una situación vivida día a día en los centros sanitarios salmantinos, que se han sostenido “en la buena voluntad y el saber hacer de sus profesionales”, pero que “se tensa tanto que se acaba rompiendo por su eslabón más débil, en este caso, los más jóvenes y con contratos más precarios, con una inestabilidad laboral sin ningún sentido, pues todos tenemos claro que los médicos serán necesarios en los próximos años”, asegura David González.
Además, el vocal del Colegio considera que es necesario recuperar las auditorías para mejorar la formación progresiva y tutorizada, “medir qué estamos haciendo, con datos objetivos, para poder avanzar”. Empezando por el reconocimiento a la figura del tutor, “una persona que resuelve las dudas, guía tus pasos y facilita la transición entre el médico en formación y el especialista; una idea brillante y necesaria, pero el problema, como siempre, es la precariedad del sistema, que exige sin dar nada a cambio”.
“La figura de tutores coordinadores se debería profesionalizar, y, además de tiempo, debería tener otras compensaciones para futuros puestos dentro de sus respectivas unidades”, añade Lourdes Vázquez, teniendo en cuenta que, según están vigentes los programas de calidad docente y los protocolos de evaluación de los residentes, el trabajo burocrático de los tutores es excesivo, “la mayoría de las veces extraído de su tiempo personal”.
“Las funciones del tutor cada vez son mas numerosas, aparte de necesitar una formación extra para poderlas llevar a cabo. Nacen cuando a un residente se le adjudica la plaza en la Unidad Docente, preparando su programa formativo adaptado al centro; luego, su plan individual de formación; posteriormente, evaluando y haciendo las entrevistas y revisando las memorias. En resumen, muchas tareas con mucha responsabilidad”, añade la Dra. Vázquez, que pide un proceso informatizado a través de aplicaciones que puedan facilitar este trabajo.
La figura del tutor, como explica el doctor José María de Dios, es la primordial del proceso, lo que ha contribuido a que la formación sanitaria especializada sea una de las claves del alto nivel de profesionales en Castilla y León. Pero un problema importante que está surgiendo es el envejecimiento de las plantillas de trabajo, lo que, unido a los concursos de traslados, hacen que el número de tutores acreditados haya disminuido drásticamente en los centros urbanos. Considera que deberían adoptarse medidas como la disminución de cupos para quienes tengan residentes, primar este criterio en los concursos de traslados y concesiones de comisiones de servicio, sin olvidar la incentivación económica. También ve necesarias acciones para que los tutores tengan cada vez una más sólida visión en contenidos metodológicos y en valoración de competencias.
En este sentido, los coordinadores consideran que deben actualizarse los programas formativos que están vigentes desde hace muchos años para que respondan a la extraordinaria evolución de la medicina y ampliar los años de formación en algunas especialidades, sobre todo en las más complejas. Sin olvidar las rotaciones externas en centros de excelencia.
“Sería necesario un gran acuerdo por la formación continua”
¿Tenemos los médicos mejor formados del mundo? ¿O los tuvimos?
Tenemos médicos muy bien formados, en un sistema sanitario que hasta ahora ha aportado condiciones organizativas y tecnológicas muy apropiadas para el aprendizaje y el ejercicio de una excelente medicina clínica. Una formación que se compara con cualquier país de los que tienen una medicina más desarrollada y excelente. Esto no significa que no se hayan ido acumulando problemas; viejos problemas no resueltos por inmovilismo político e institucional, y nuevos problemas que surgen de la creciente complejidad de la ciencia, la técnica y la praxis médica.
Sin duda, una carrera en la que entran jóvenes con notas excelentes, con un examen MIR y una residencia de cuatro o cinco años, a priori, nos asegura una formación de excelencia, pero es importante analizar qué pasa después. ¿Qué obstáculos permanecen todavía para fomentar la formación continua de nuestros médicos?
Las facultades de Medicina reclutan cada año a los jóvenes con más talento y mejor expediente. Quizás con un sesgo a favor de las inteligencias lógico-matemática y lingüístico-verbal, que son las que aportan mejores rendimientos en el bachillerato, y no deja de preocuparnos que otras vertientes estén menos representadas, por ejemplo, la visual-espacial, la interpersonal y la intrapersonal. Pero lo que preocupa es el sesgo que introduce el examen MIR desde bien temprano en la carrera; de ahí el neologismo de estudios de MIRicina. La formación especializada ha sido el gran acierto de nuestro sistema, posible por la existencia de hospitales y centros de salud, con implicación de tutores vocacionales y comprometidos. A su vez, los residentes han sido el alma de los hospitales públicos, y han contribuido a mantener la tensión de la calidad y la excelencia clínica. Tras un largo periplo formativo, los médicos incorporan el autoaprendizaje a su forma de ser y de hacer: en los propios equipos o en actividades de centros y sociedades científicas. Hay mucho que mejorar y potenciar en la formación continuada y el desarrollo profesional continuo, abriendo el camino hacia el reconocimiento vía recertificación y validación. Aunque sería necesario un gran acuerdo con las autoridades sanitarias para organizarlo bien y con recursos adicionales.
Pienso, por ejemplo, en un médico de Primaria que puede ver 30, 40 y hasta 60 pacientes en un día. ¿Queda tiempo para la formación?
Los equipos de Atención Primaria tienen más difícil autoabastecerse de formación continuada en su propio entorno, a diferencia de los de Hospital; su campo de conocimiento es muy amplio, y, además, cada vez es más difícil contar con sustituciones y holguras de tiempo para articular rotaciones y sesiones. En la reforma hospitalaria de los años 60 del siglo pasado, se formuló la triple misión del hospital, como asistencia, docencia e investigación, y ha cuajado en mayor o menor medida. Ahora hay que trasladar recursos y organización apropiadas para extender estas misiones a los centros de salud. Puede y debe hacerse, pero será imposible sin medios, o peor aún, socavando la suficiencia al encoger las plantillas y no sustituir vacantes y ausencias.
¿Qué papel juegan y deben jugar los Colegios de Médicos para la promoción del profesionalismo médico y el desarrollo formativo?
Los Colegios están desarrollando aspectos éticos, deontológicos, legales, de comunicación, de relación médico-paciente, de organización y gestión, de evitación de agresiones, de ayuda a los compañeros enfermos, de formación docente para tutores MIR, de mediación, de introducción a los valores de la medicina para estudiantes y jóvenes, de Buen Quehacer Médico… También están acompañando en la reflexión colectiva ante los problemas actuales de la sanidad y la medicina; en esta pandemia ha habido muchas actividades en formato no presencial relacionadas con la prevención y el tratamiento de la covid. Desde la Fundación para la Formación de la OMC, por ejemplo, hemos puesto en marcha un curso RASTREO-COVID que ofrecimos de forma prácticamente gratuita a más de 12.000 personas. Hacemos poco, deberíamos hacer más, pero el mundo colegial es, en cierta forma, minimalista, y su desarrollo a una escala mayor requiere una notable inversión (que debería ser apoyada por los poderes públicos) y una movilización de los propios profesionales. Yo soy razonablemente optimista: aprenderemos a combinar dos pertenencias, la de la especialidad (vía sociedad científica), y la de la profesión médica (vía colegios). No solo son complementarias, ambas son necesarias.
La Fundación para la Formación de la OMC tiene como finalidad el fomento, promoción y desarrollo cultural, educativo-docente y científico de los médicos. ¿Cuáles son los principales retos?
Las misiones fundacionales son amplias y ambiciosas. Pero las piedras fundamentales sobre las cuales hay que construir el edificio son las actividades formativas de los Colegios de Médicos. De ahí la idea de dar forma a una Red de Colegios Formadores. La vía de acreditación profesional, vía SEAFORMEC–UEMS y con equivalencia de créditos del Sistema Nacional de Salud, nos ha reforzado muchísimo. En 2018 hicimos una reflexión estratégica, y buscamos estructurar líneas de desarrollo para la formación continuada, en seis grandes áreas temáticas: la primera se dirige al conocimiento que fundamenta y legitima nuestro trabajo; la segunda aborda su aplicación clínica, para “curar a veces, aliviar a menudo y consolar siempre”; la tercera se centra en los pacientes, sujeto de nuestro quehacer profesional; la cuarta se dedica a los médicos como colectivo que administra de forma responsable el mandato y habilitación social para la auto-regulación; la quinta focaliza a la salud del cuidador; y, en sexto lugar, consideramos que en un mundo donde ni la enfermedad ni la solidaridad humana conocen o deben conocer fronteras, miramos hacia la proyección internacional de nuestro saber y nuestra práctica. Estas seis áreas nos han ayudado a estructurar los cursos, haciendo los listados más inteligibles y racionales.
¿Cuáles son las nuevas necesidades formativas?
En estos años, buena parte de las nuevas necesidades han llegado a través del seguimiento de los problemas cotidianos de la sanidad española. No es mala idea, aunque deberíamos ir siendo algo más anticipativos. Le pongo un ejemplo: si el próximo año tenemos un nuevo Código de Deontología, habrá que poner en marcha una actividad formativa bien pensada y muy pedagógica para impregnar a nuestra profesión de nuevas competencias.
¿Estamos preparados, por ejemplo, para incorporar de lleno las nuevas tecnologías a las consultas?
Los cambios tecnológicos son, en cierta forma, enigmáticos; tardan en llegar, pero de pronto cristalizan y enseguida nos encontramos en un nuevo escenario donde no sabemos cómo podríamos prescindir de los nuevos instrumentos. La pandemia, y la existencia de telefonía móvil inteligente muy generalizada, han sido los dos catalizadores de un cambio hacia la telemedicina, que aún es inmaduro, contradictorio y que precisa invertir talento, recursos y organización. Y que puede tener efectos adversos en la seguridad y la equidad. Pero no podemos parar el torbellino de la innovación; toca modularlo y optimizarlo.
El debate sobre la formación nos lleva también a repensar cómo está tratando el sistema sanitario a sus médicos. Antes de la pandemia la falta de recursos o la reorganización ya eran urgentes, y ahora los sanitarios han sido capaces de reordenarlo todo para hacer frente al virus. Pero su resistencia no puede ser eterna, ¿qué es lo más urgente para no perder este gran potencial humano?
Hay muchas cosas urgentes y necesarias que hacer; y está escrito un buen guión, consensuado por las principales fuerzas políticas en el Congreso de los Diputados… Lean el dictamen de la Comisión Parlamentaria de Reconstrucción Económica y Social. Nuestro problema no es tanto de ideas como de implementación. Y de una buena y eficaz aplicación de los fondos europeos, que deben tener como misión fundamental reconstruir y revitalizar el sistema público de salud. No se pueden eludir la imperiosa necesidad de reactivar el contrato social implícito entre medicina y sociedad. A todos los que queremos a nuestro Sistema Nacional de Salud, y a la medicina española, nos toca presionar para que las agendas de cambio no se queden en retórica hueca. Es lo que toca ahora.
“No se puede eludir la necesidad de reactivar el contrato social entre medicina y sociedad»
El Desarrollo Profesional Continuo (DPC) y la Formación Médica Continuada (FMC) forman parte de la propia naturaleza de los médicos para poder dar respuesta a las nuevas necesidades de los pacientes y a los avances imparables que, por fortuna, se siguen produciendo en la medicina. Pero los retos en ambos aspectos no son pocos, tal y como explica el secretario técnico del Consejo Profesional Médico Español de Acreditación para el DPC/FMC (SEAFORMEC), el Dr. Jordi Palés.
Para avanzar en la formación médica continuada en España es necesario, por una parte, mejorar los programas formativos de acuerdo con unas necesidades educativas reales de los profesionales y con unos objetivos perfectamente definidos; y por otra, debe establecerse un cuerpo de docentes competentes con un buen proceso de evaluación. Por tanto, un primer reto de la acreditación es contribuir a mejorar la capacidad de los proveedores para elaborar mejores programas formativos.
Otro aspecto a considerar es el de las metodologías, un tema que ha aflorado agudamente en el último año debido a la situación de pandemia y que ha alterado sin duda la formación médica continuada. Se ha comprobado que la formación a distancia permite optimizar recursos, abarata costes y facilita la conciliación familiar, lo que la convierte en una alternativa válida, pero siempre compaginándola con la modalidad presencial, para elegir en cada caso la que mejor favorezca el aprendizaje del alumno.
Respecto a la recertificación, el CGCOM ha establecido una línea de colaboración y de sinergia con las sociedades científicas para avanzar hacia una nueva credencial: la VPC-R, que no solo certifica por periodos de seis años la Validación Periódica Colegial que implementan los colegios de médicos, sino también avala que se ha realizado un Desarrollo Profesional Continuo (DPC) sobre las competencias específicas de un especialista.
Un proceso todavía largo y complejo –entre un 10% y un 20% de los médicos en España han solicitado la VPC, aunque es muy variable entre CCAA– en el que la autoridad sanitaria “debe ser garante de que se haga lo que deba hacerse, de que se haga por quien sepa hacerlo y de que se haga bien”, en palabras del Dr. Palés. Es decir, las administraciones no solo no deben desentenderse de los procesos de recertificación que deben seguir siendo desarrollados por los colegios y sociedades científicas, sino que es necesario que conozcan y se involucren en todo el proceso.
“Se trata de una credencial que se otorga al médico por un tiempo determinado y que es una pieza clave del contrato tácito entre la profesión médica y la ciudadanía”, concluye el secretario técnico de SEAFORMEC, entidad participada por el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM), la Federación de Asociaciones Científico-Médicas de España (FACME), la Conferencia de Decanos de Facultades de Medicina (CNDFM) y el Consejo Nacional de Especialidades en Ciencias de la Salud (CNECS).
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