MIGUEL FERRER: Cirujano y amante del arte

Por M. Puertas

“Perseguir siempre la belleza ha sido una afición patológica en mí”

Le damos descanso en su sección de “Arte siempre arte” y lo invitamos a la entrevista de este número para que nos hable de Medicina y de Arte, las dos disciplinas que han centrado su vida, una vida intensa. Y es que Miguel Ferrer es una persona intensa por naturaleza, intensidad que no se ha apagado con la edad. Créanme, es un viejo bohemio y soñador que sigue llorando de emoción ante unas buenas pinceladas, unos trazos bien plasmados, unas líneas bien escritas, una bella instantánea o una pieza bien interpretada. ¿Anarquía? ¿Chaladura? No lo sé, pero ojalá todas las aficiones fueran tan patológicas y sanas, a la vez.

Camino del siglo, ¿cómo se ve la vida?

Con los 90 a seis meses, la vida se ve con cierto escepticismo. Se hace ya balance y en resumen estoy satisfecho con mi vida, de enorme trabajo, pero también de enormes gozos. Creo haber formado y educado una familia, de la que estoy muy satisfecho, incluidos mis cuatro nietos, a los que he tratado de hacer ver que en la vida no se para de hacer sacrificios, en el trabajo y en el afán de culturizarse, saber y aprender. También a mis dos bisnietos, de 9 y10 años, que ya hacen sus pinitos interpretando a Bach con sus violines, cómo no, con gran sentido musical según sus bisabuelos. Para mí la única aristocracia que existe es la del saber, no la del dinero ni la del poderoso. Por eso sólo he envidiado al que sabía más que yo.

Se resigna a ser un jubilado normal, ¿porqué mantiene ese espíritu inquieto?

La jubilación me sentó francamente mal, porque la tuve que anticipar tres años por un infarto. Pero le estoy muy agradecido a los cardiólogos, sobre todo a mí amigo Martín Luengo. Me han regalado muchos años de vida y aquí estoy haciendo piruetas. No ya en el quirófano, pero sí procurando tener siempre algo intelectual que resolver y que mis neuronas estén saltando de un lado para otro, para evitar episodios seniles y sobre todo el fantasma del Alzheimer.

¿Lo ha hecho todo en la vida?

Creo que no, porque profesionalmente, cuando terminé la carrera eran todo dificultades, había que atravesar una situación política muy confusa, la postguerra fue terrible, y lo que uno hubiera podido pensar hacer encontraba muchas rémoras. Decidí que la vida había que hacerla globalmente, no mirar sólo a la profesión. Vivirla intensamente e ir deslizándola, teniendo los hijos a su debido tiempo y otra serie de cosas. A la vez me dediqué muy intensamente a lo que a me gustaba que era la cirugía, en la que entonces hice de todo, pero ahora veo que no lo he hecho todo, porque me da mucha envidia no estar en forma para seguir operando y poder utilizar todos los avances que hay hoy.

“Sólo he envidiado al que sabía más que yo”

¿Alguna meta por alcanzar?

 No, no pienso que sea ningún superhombre. Dentro de mis posibilidades he hecho todo, suficiente para lograr una vida profesional, muy importante. Se da uno cuenta de lo que ha hecho, cuando se jubila y tiene tiempo de pasear y ver los frutos.

¿Su vida ha sido como la soñó o ha sido cuestión de dejarla ir rodando?

Ha habido que amoldarse a un montón de circunstancias. Ha sido muy tumultuosa. Nazco en plena I Guerra Mundial, por otro lado, mi padre, militar, yendo de un sitio para otro. Por ejemplo, mi primera vocación fue ser naturalista, pero la familia casi me impone que sea odontólogo para heredar la tradición de la familia materna. Entonces había que hacer unas asignaturas de Medicina y luego pasar a Odontología. Opté por Medicina.

¿Podría resumir los pilares de su carrera?

Tuve la suerte de formarme en tres magníficos institutos, Zamora, Pontevedra y Málaga. Luego, al iniciar Medicina me aficioné a la anatomía y a la fisiología. Creo que el buen médico es el que tiene una buena base de fisiología y patología general. Una de las personas que me influyó muchísimo fue el doctor Querol y quizás tengo más formación de internista que de cirujano.

¿Alguna máxima que le haya guiado?

En mi profesión siempre he pensado que puede pasar todo, que hay que dominarse, saber, estudiar y sobre todo no olvida rnunca lo que yo he llamado “Su Majestad el enfermo”. Para mí ha sido sagrado.

¿Por qué cirujano?

Quizás un poco por accidente. En la Guerra tuve que tirar por ahí, ayudando al profesor Díez Rodríguez, hombre que vio en mí habilidad y desde el primer día me demostró una enorme confianza. Lo aproveché y le debo todas las facilidades que luego he tenido. Pero siempre me he sentido más fisiopatólogo e internista que cirujano. La cirugía no deja de ser un montón de técnicas que siendo hábil, con sentido común, de la responsabilidad y temperamento, se puede hacer bien, pero son técnicas que se aplican a un saber de Medicina bastante profundo. Como cirujano creo que lo he hecho meticulosamente.

La cirugía de hoy no tiene nada que ver con la de entonces, ¿tampoco el cirujano?

Pues no. Antes el cirujano tenía que hacer casi todas las especialidades, ahora se has ectorizado mucho, lo cual me parece muy bien, porque se afinará más, pero creo que se ha perdido algo. Prefería aquello. Se veía el enfermo como un universo.

¿Qué satisfacciones le ha proporcionado la cirugía?

Enormes. He disfrutado mucho de las cosas que he conseguido con ella y lo útil que he podido ser a muchas personas.

¿En qué terreno quirúrgico se sentía mejor?

En digestivo, aunque hice mucha cirugía torácica y traumatología.

¿Diferencias entre la medicina de ayer y de hoy?

Hoy creo que es mucho más valiosa, porque hay infinidad de recursos técnicos. Se ha podido profundizar más con la especialización, pero también ha perdido el concepto más humano de entonces.

¿Y entre el médico de ayer y de hoy?

Muy diferentes. El médico de ayer tenía que seguir con enorme responsabilidad todo lo que hacía, ahora es una medicina más de equipo, las cosas se diluyen más, se descansa de otra manera… He conocido compañeros que han sido verdaderos héroes e incluso han fallecido por exceso de trabajo, hoy hay cierta comodidad.

La medicina es…

La profesión más bonita del mundo, la que más en contacto está con el hombre, la que más hace pensar, en la que más responsabilidad se tiene… dura, pero con resultados maravillosos.

Siempre ha estado cerca del Colegio de Médicos, ¿confía en su papel?

No cabe duda que es una institución que mantiene el espíritu médico, con una misión deontológica también muy buena, y que sirve para aglutinar y mirar por los intereses de los médicos y defender los intereses ante una sociedad, que quizás arrolla un poco y exige demasiado.

“En la Medicina de hoy hay cierta comodidad”

¿Cómo ve ahora al Colegio?

Sencillamente espléndido. Se está haciendo mucho en formación y se están intercalando una serie de motivos culturales paramédicos, haciendo desfilar por el Colegio autoridades importantes del saber y de otras facetas, lo cual me parece muy bien. Hay que volver un poquito a una cosa que se ha perdido rotundamente.

Lo del médico humanista, ¿pasó a mejor vida?

Desgraciadamente creo que sí. Me duele especialmente, porque mi formación también ha sido el contrastar mucho y fijarme en médicos que hacían eso, como Marañón, Blanco Soler, Fernández Zumel, Novoa Santos, Goyanes, García Sabell, Rof Carballo, Laín Entralgo o González Duarte, a los que he conocido. Hay que recuperar ese espíritu. Personalmente, creo que he logrado envenenar en el terreno artístico a muchos de mis ayudantes.

¿Cirugía y arte siempre estuvieron en el mismo plano en su vida?

En primer plano siempre ha estado la cirugía, lo otro ha sido un goce.

De otra forma, ¿sacrificó una carrera quirúrgica más brillante por el arte?

No. El arte ha sido una expansión y un goce, pero no he pensado nunca que podía vivir de él. Quizás he tenido cierta facilidad para saber elegir, es cierto, y la colección que he ido logrando con enormes esfuerzos y sacrificios, tiene una entidad.

¿Cuándo y por qué arranca su vinculación con el arte?

Desde la infancia. Recortaba ilustraciones y las colgaba en mi habitación. Necesitaba estar rodeado de algo que me dijera algo. La infancia en Málaga, con el gran movimiento artístico de la ciudad, influyó. Luego en Madrid, durante el Doctorado, iba mucho al Prado y conocí a los que formaron la Escuela de Madrid. Palencia, Vázquez Díaz, Redondela, Novillo, Álvaro Delgado, San José, García Abuja…, que han sido íntimos amigos. También a galeristas, críticos y aficionados.

“En el mundo hoy se pinta como queremos los españoles”

 Devoción, pasión… ¿cómo define su íntima relación con el arte?

Sencillamente ha sido una afición patológica, el perseguir siempre la belleza, la emoción estética. Es pasión por el arte. He hecho muchos sacrificios por él.

El interés económico, ¿tuvo algo que ver en esa faceta?

En absoluto. Me ha costado mucho sacrificio y bastante dinero. Es cierto que aproveché una época en la que era bastante más fácil coleccionar pintura que ahora, que se ha desmadrado todo. Tengo cuadros que se compraron baratísimos y hoy valen dinero porque las cosas han ido así y unas clases pudientes han puesto de moda comprar pintura, muchos sin saber lo que compran, pero bueno.

Dicen que ha sido un buen financiero del arte, que con poco ha sabido hacer mucho.

Creo que sí y si hubiera tenido más posibilidades económicas hubiera hecho verdaderos encajes de bolillos, porque he sabido elegir. La prueba: hay entidades que se han interesado por facetas de mi colección, como Telefónica o el Reina Sofía.

¿Qué condiciones tenía que reunir un cuadro para comprarlo?

Nunca tiré al cuadro bonito o decorativo. Un cuadro siempre lo he interpretado como un rectángulo, que primero fue blanco, en el que luego un hombre llamado artista, admirable y con un temperamento artístico, traduce el mundo a su manera y va levantando un acta notarial de la época en la que vive. Por eso siempre he ido al cuadro muy definidor del artista que lo ha hecho y las obras que tengo no son sólo el cuadro, sino el cuadro y el hombre.

 “Estoy tan prostituido que cuando pinto me sale lo de otro”

¿Las jóvenes promesas, aún poco cotizadas, acudían a usted o las buscaba?

De las dos formas. Muchas acudían a mí y a otras las he visto con posibilidades e intentado ayudarle. Con alguno me he llevado el chasco, pero vamos, tengo muchos amigos entre los pintores, los admiro y son parte de mi vida.

La obra de la que se siente más orgulloso.

Las quiero a todas por igual, alguna quizás más. Hay dos extranjeras importantes, un Meztzinger y otra de Permeke, pero de pintores españoles también tengo cosas muy bonitas. De Vázquez Díaz, Palencia, Barjola, Redondela, Novillo, García Ochoa, Arias… También de escultura hay piezas bonitas de Pablo Serrano, Cristino Mallo y de los escultores salmantinos.

¿Su artista preferido?

El genio es Picasso. Cualquier línea, cualquier idea, cualquier pequeña cosa de Picasso, te da materia para estar pensando horas y horas. Es un monstruo que ha sido todo ojos y el hombre que mejor ha plasmado todo lo habido y por haber, una obra tan enormemente  grande que cada día se descubren cosas nuevas en él. Velázquez, Rembrandt, Vermeer o Goya son otros artistas que me atraen mucho.

¿A su juicio cuál es el peso de la pintura española?

Soy de los que opina que el mayor espectáculo nacional no son los toros, sino nuestra pintura española, la gran pintura española. Creo que en el mundo hoy se pinta como queremos los españoles, con el magisterio de Picasso, Dalí, Miró, Barceló, Tapies…

¿Ha cogido el pincel alguna vez?

Lo he intentado muchas veces, pero estoy tan prostituido por todo lo que he visto y todo lo que he visto hacer, que me salen las cosas de otros. Lo rompo.

¿Su mujer, como pianista, tuvo que ver algo en esa vertiente artística suya?

Pues sí, ha colaborado mucho en este vicio mío, aunque alguna vez ha protestado porque he dado más importancia a la pintura que a alguna comodidad de casa, pero ella es la primera que lo admira y quiere la colección tanto o más que yo.

¿El arte de hoy qué sensaciones le da?

El tiempo actual es demasiado agitado, las cosas se suceden con gran celeridad y el arte para que tenga calidad y sea transmisible a través de generaciones tiene que ser muy sentido, elaborado muy lentamente. Movimientos como la abstracción, están muy bien en manos de sus creadores, pero no de sus imitadores. Los maestros creadores son los que pervivirán. Lo mismo, con esta manía de hacer apología de lo que se llama arte contemporáneo. Hay que progresar, pero siempre con una base seria artística. La actual manía española de crear museos de arte contemporáneo cada 50 kilómetros, no se puede improvisar así, casi como una consigna. Acabará por caerse todo. Da pena ver que son magníficos continentes con muy poco contenido, contenidos casi todos iguales y que no aportan nada.

¿Por eso sigue sin pisar el Centro de Arte ubicado en la antigua cárcel?

Eso es una cuestión personal. Es un edificio en el que de soldado, hice guardias, era muy inhóspito. Creo que para rehabilitarlo había que haberlo tirado todo y aprovechar el solar para hacerlo nuevo, no dejar allí recuerdos de celdas y tal.

¿Salamanca tiene condiciones para el arte?

Es muy especial para las Bellas Artes. Tiene una de las luces y uno de los cielos más bonitos de España. Aquí la luz es tan clara, tan pura, tan limpia que se definen perfectamente los volúmenes. Es la razón por la que Salamanca es dueña absoluta de un estilo arquitectónico muy peculiar, el plateresco y el renacimiento. Con esa luz los pequeños relieves de la piedra arenisca se magnifican, se hacen bellísimos.

¿En qué se ha notado eso a nivel artístico?

Es la razón por la que, más que en pintura, en Salamanca se dan magníficos escultores. Hay una nómina de escultores realmente maravillosa. Para mí, el mejor artista que ha producido siempre Salamanca ha sido un escultor, José Luis Núñez Solé, y hay otros espléndidos. En cambio, pintar aquí es muy difícil. No he visto todavía una panorámica de Salamanca francamente buena pictóricamente. Son pintores buenos, pero no excelsos. Salamanca es más fotográfica que pictórica. También más escultórica.

¿El nivel actual de la pintura local?

Hay algún movimiento de gente muy bien dotada para pintar y que tiene su mérito. Hay veteranos como Zacarías González, tristemente desaparecido, o María Cecilia Martín, magnífica pintora… y luego jóvenes, entre los que están Alén, Segovia y alguno más, espléndidos, pero que creen que hay que ser más modernos y en vez de hacer la pintura más figurativa clásica, se escapan por collages, abstracciones, etc. Creo que se equivocan o quizás también los equivoca un poco la crítica.

¿Qué sensaciones tiene ante el próximo evento sobre la Plaza Mayor?

Todo lo que sea hacer que el nombre de la ciudad suene, viene muy bien. Creo que está en buenas manos y que es una nueva ocasión para proyectarlo en el sentido acertado. Salamanca lo tiene que aprovechar y lo primero que tiene quehacer son unas buenas infraestructuras para que la ciudad esté abierta, tenga accesos cómodos y puedan venir aquí industrias importantes y no se produzca ese éxodo que estamos viendo ahora.

Malagueño en Castilla, ¿cómo es el cambio?

La adaptación es bastante dura y difícil. En Castilla uno echa de menos el mar. Soy un hombre netamente mediterráneo. De igual modo, necesito la cal, su blancura, la alegría, la filosofía mediterránea, todo el empuje que hay por ejemplo en la olla de Málaga, donde creo y no es por egoísmo que se da el andaluz más inteligente, ya que es un sitio por donde han pasado muchas civilizaciones.

Después, hizo de Salamanca su ciudad, ¿qué le debe a esta ciudad?

Si mi ciudad de nacimiento es Málaga, mi ciudad de renacimiento es Salamanca, que es donde más tiempo he pasado y he vivido, donde he sido más feliz y donde creo que he hecho una labor importante.

¿La ciudad a usted le debe algo?

Nada, todo lo contrario, ha sido muy espléndida conmigo, regalándome una salmantina con la que me he casado, permitiéndome completar mi personalidad, regalándome una especialidad y una carrera. También estoy muy agradecido a un montón de entidades que me han distinguido. Además del profesional, esta ciudad me ha dado los siguientes títulos: socio de honor de la Asociación de la Prensa y cirujano de la misma; consiliario de la Escuela de Nobles y Bellas Artes de San Eloy; socio de número del Centro de Estudios Salmantinos; correspondiente de la Real Academia de Medicina; socio de honor del Museo y académico de Bellas Artes de San Telmo, en Málaga, por lo hecho en Salamanca. Además, han tenido la deferencia de darme nada menos que la Medalla de Oro de la Ciudad. Conste que me he negado a muchos de ellos, pero he transigido por tener posibilidades de hacer más cosas por Salamanca y sigo diciendo que si Dios me da salud y hace que las neuronas funcionen y no haya goteras en la terraza, seguiré trabajando por la ciudad hasta que muera.

¿Cómo ve a Salamanca hoy?

No acabamos de enfocarla bien, hay que hacerla más industrial, abrirle más vías de comunicación, cuidar más autovías, carreteras, aeródromos… en fin, darle medios para que pueda agrandarse. Otra cosa que hay que hacer es cuidar muy bien la mayor gloria de la ciudad, la Universidad, prestigiarla y hacer que el salmantino también la viva, que se sienta un poco profesor, que divulgue su centro de estudios y lo respete mucho.

¿Por qué es crítico con Salamanca?

Por lo mucho que la quiero.

SU VIDA, en corto

Naturalista, cirujano y artista

Miguel Ferrer Blanco nació el 17 de septiembre de 1915 en el barrio de la Trinidad de Málaga, cerca de donde lo hizo Picasso. Es el mayor de los tres hermanos nacidos de la unión entre Miguel, militar de profesión, y Mercedes, dedicada al cuidado de la casa y que desde muy pronto tuvo que lidiar con su hijo por su afición a colgar láminas y fotografías en las paredes de la habitación. La profesión de su padre le obligó a acostumbrarse desde muy pequeño a recorrer distintos puntos de España como Melilla, el Peñón de Vélez de la Gomera o Almería. En torno al 25 se traslada a Zamora, donde estudió en los Maristas y en el Instituto de Segunda Enseñanza. El siguiente traslado le lleva a Pontevedra, donde continúa el Bachillerato, que concluiría después en Málaga, adonde regresa en 1929. Allí, en mayo de 1931 presencia el advenimiento de la República y se ve sorprendido por el periodo revolucionario conocido como la quema de conventos. De esos años recuerda “el espléndido profesorado” de los tres institutos en los que estudió, una formación en ciencias que le marcaría para el resto de su vida, aunque se frustrara su vocación de naturalista.

El 12 de octubre de 1932 pisa por primera vez Salamanca, a donde llegaba para estudiar Medicina. Al acabar cuarto estalla la Guerra Civil y tiene que suspender los estudios, periodo que aprovecha para trabajar como alumno interno de cirugía en el Hospital Provincial y Clínico, donde coincide con destacados médicos españoles que habían llegado a Salamanca con motivo de la contienda. Entre ellos, Rodríguez Fornos, Puig Sureda, Hernández Rof, Sanchiz, Raventós o Goyanes. Entre los locales, estaban por entonces Díez Rodríguez, Sánchez Cózar o Luis Estella. Don Francisco Díez Rodríguez, gran maestro y creador de una nutrida escuela de cirujanos salmantinos, marcaría la carrera quirúrgica de Miguel Ferrer, que durante muchos años iba a ser un fiel ayudante suyo y amigo personal.

En mayo del 40 concluye la carrera y se matricula en la Universidad Central para hacer el Doctorado. Esos años en Madrid le servirían para comenzar a oficializar una de sus pasiones: el arte, alimento espiritual y medio de descanso imprescindible en su vida. A su vuelta a Salamanca saca las oposiciones de médico de guardia en el Provincial y Clínico. A la vez establece su consulta particular en el domicilio familiar de la calle Las Heras. En el 42 se casa con María del Carmen Blanco, profesora de piano y concertista, que comparte con él una gran afición por las Bellas Artes. Curiosamente la conoció durante una operación en el sanatorio del doctor Díez, al que Miguel ayudaba en ese momento.

Hasta que en 1949 monta su clínica en la plaza de España, continúa su labor en el hospital y como ayudante de clases prácticas, a la vez que opera en varios sanatorios de la ciudad. Ejerció como cirujano general de la Seguridad Social en el Virgen de la Vega. Su clínica, en la que también trabajaron compañeros como Tomás de Juan, Ángel García, Rafael Unamuno o Guillermo Arce, permanecerá abierta hasta 1983 que se jubila.

Es padre de tres hijos. Tiene cuatro nietos, una de ellas pintora y otra violinista, y dos bisnietos.

¿La política le ha tentado alguna vez?

No. Tengo mis ideas. Viví el advenimiento de la República, que me ilusionó porque vino sin ningún tiro ni convulsión y fue un momento que se aprovechó culturalmente.  Ese momento espléndido se malogró en el36. La política siempre la he integrado de la siguiente manera: para mí es llegar a hacer un país culto, muy ilustrado y en el que la gente sea feliz, es decir, que haya una proyección social. Después, ir contra todo lo que se haga mal. Nunca he pertenecido a un partido político, únicamente, de estudiante tuve alguna veleidad con la FUE.

¿Qué opina de la política española actual?

Se intentan hacer cosas serias y pienso que hay muy buena voluntad, lo que pas aes que la clase política, tanto unos como otros, tiene que empezar a conjugar el bonito verbo de consensuar. No tirarse tanto los trastos a la cabeza, sino pensar más en el bienestar del país y llevar ese espíritu también al pueblo.

Y a nivel local.

Lo mismo. Unos contra los otros tontamente. ¡Si hay que hacer las cosas por la ciudad!

Su ideología está clara…

Independencia total. Si quiere, liberal al estilo un poco inglés y sobre todo con un respeto total por la educación y la cultura.

¿De izquierdas?

Siempre un poco progresista. Hay que favorecer a las clases más necesitadas y luchar contra vicios capitalistas como la especulación.

Su visión de la familia…

Es el núcleo para hacer una sociedad. Sufro mucho al ver las dificultades que tiene la gente joven para abrirse camino.

Y la amistad…

La gran continuación de la familia. Sigo en Salamanca por mis amigos y mis enfermos.

¿Se considera tan vanidoso como dicen algunos que es?

Creo que no. Sí me molesta mucho y mi temperamento estalla a veces contra la sordidez y la ordinariez, pero no es por vanidad, es por una protesta hacia lo que está mal.

En este caso los comentarios se refieren a que habla mucho de usted y de lo suyo.

Quizás es porque puedo hacerlo.

La literatura y la música también han sido imprescindibles en su vida, ¿por qué?

Todas las artes son complementarias. La música te ayuda a vivir, lo hace todo más bello, más importante. La literatura también. No me duermo ningún día sin leer algo. También poesía.

“Veo que no acabamos de enfocar bien la ciudad”

Un libro

Las voces del silencio de Malraux, por ejemplo, pero he leído mucho… no sé.

Un disco

Uno no, son varios los que utilizo para relajarme. Bach con sus suites para violonchelo por Pau Casals, las partitas para piano por Glen Gould o Shubert con sus sonatas para piano, y cómo no la Iberia de Albéniz por Esteban Sánchez.

Un deseo personal

Que todo el mundo que me rodee sea feliz.

Otro para su colección

Que mis hijos sepan lo que tienen que hacer con ella. Me daría mucha pena que se disgregara. Tenían que pensar en una Fundación o algo así, porque creo que es una colección muy personalizada y forma un conjunto muy coherente de un momento importante de la pintura española. Afortunadamente ellos también están muy ilusionados y envenenados pictóricamente.

¿El momento más duro de su carrera?

Muchos, sobre todo cuando uno se siente impotente para salvar a una persona por un accidente gravísimo o una difusión neoplásica inextirpable.

¿Y el de su vida?

He sufrido varias agresiones quirúrgicas importantes, pero está visto que bich omalo no peligra.

¿Alguno o muchos enemigos?

Siempre se tienen. Alguna deslealtad de algún compañero al que he beneficiado sí he sentido, pero no les he dado importancia, porque ¿quién es perfecto?

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